Las pioneras del equipo femenino del Barça: “Mi novio no quería que jugara”
El día de Navidad de 1970, dieciséis chicas vivieron una de las experiencias más increíbles de sus vidas. A pesar de que algunas de ellas no habían tocado apenas un balón, saltaron al Camp Nou para jugar el primer partido de fútbol femenino en la historia del Barça. “Había 60.000 personas gritando. Yo me iba haciendo pequeñita y no podía dejar de preguntarme qué se me había pasado por la cabeza para meterme en eso”, cuenta Lolita Ortiz, delantera y una de las pioneras del Barça femenino. Pero, más allá de la muchedumbre ensordecedora, lo que a Lolita la dejó “patidifusa” fue un detalle que poco tenía que ver con la afición: les habían hecho el campo más pequeño, adelantando los arcos hasta el área. “Una cosa es que nos dejaran jugar allí, pero tenía que quedar claro que no éramos iguales que los hombres”.
Al recordarlo, María Antonia Mínguez, que era la arquera, y Carme Nieto, central, estallan en carcajadas. Más de medio siglo después, el fútbol femenino vive su momento álgido con equipos como el Barça, que ya ha llenado por dos veces el estadio y cuyas estrellas, como Alexia Putellas, ya venden miles de camisetas con su nombre entre los más pequeños (y sobre todo, pequeñas). Pero los inicios para estas tres veteranas del futbol no fueron nada fáciles. La batalla empezaba dentro del propio club.
“Fíjate en la foto, ¿notas algo extraño?”, pregunta Carme, sacando de su bolso la instantánea de la alineación de aquel día. Van vestidas de blanco, sin rastro del escudo o los colores del Barça, a excepción de las medias. “El club no nos reconocía, así que no había ropa para nosotras. Nos plantamos y dijimos que si no nos daban nada blaugrana, no salíamos. Finalmente, nos dejaron las medias de los chicos”, recuerda Carme. Tanto es así, que la ropa con talle femenino fue algo que estas pioneras no llegaron a conocer. “Las camisetas eran tan grandes que, cuando me las ponía, parecía que estuviera preñada”, bromea Lolita, quien de hecho aparece en la fotografía acompañada de su primera hija, a quien llamaban la mascoteta (la mascotita).
Detalles como estos caracterizan la historia del fútbol femenino que, hasta que las jugadoras del Barça ganaron el triplete la temporada pasada, era una disciplina denostada, como ya lo era en época de estas pioneras, que se lanzaron al campo en pleno franquismo. En aquél momento, el deporte estaba bajo control de la Falange, siendo el de las mujeres gestionado por la Sección Femenina, comandada por Pilar Primo de Rivera. “Había muchísimo machismo; el fútbol era cosa de hombres y mucha gente no veía bien lo que hacíamos, tanto dentro como fuera del club”, reconoce Carme. “Nos decían que una mujer jugando no era ni ético ni estético”, añade Lolita.
Pero ni el rechazo social ni el hecho de que el club no las reconociera como parte del Barça frenó a las jóvenes que acudieron a la llamada de Imma Cabecerán, una acérrima culé que se propuso crear un once de mujeres. El entonces presidente, Agustí Montal, se dejó convencer con la condición de que lograra encontrar a las jugadoras en apenas una semana. Y así lo hizo: publicó un anuncio en la revista del Barça gracias al cual logró conformar un equipo que estuvo listo para el mítico partido benéfico que se organizaba el día de Navidad. Cada año, el Barça cedía las instalaciones a equipos extranjeros y donaba los beneficios a niños enfermos del Hospital Sant Joan de Déu. Aquel año, esas mujeres hicieron de teloneras del CSKA de Sofía en un partido contra el Centelles –que ganaron 4 a 3–. De ahí que hubiese 60.000 voces animándolas.
“Había muchísimo machismo; el fútbol era cosa de hombres y mucha gente no veía bien lo que hacíamos, tanto dentro como fuera del club”
Culés sin escudo
Debido a la mala imagen que tenían las mujeres futbolistas, María Antonia ocultaba que iba a entrenar con el Barça, porque en su casa “el fútbol era cosa de chicos y mi padre era un hombre muy estricto”. Aún así, decidió enrolarse con las blaugranas después de que su novio, con el que se iba a casar, muriera en un accidente de tráfico el día en que ella cumplía 23 años. Llegó al Barça para desahogarse y cuando vio que su entrenador sería el aclamado arquero Antoni Ramallets, supo que había tomado la decisión acertada. “Era mi ídolo. Yo me puse de arquera por él y cuando llegó, así tan guapo, pensé que era un regalo del de arriba para que se me pasara la depresión”, recuerda, pícara, la María Antonia.
Que Ramallets fuera el entrenador del equipo femenino fue visto por sus pioneras como una señal de aliento y confianza por parte del club, que las incorporó a la familia Barça en 1971. Fue a partir de ese momento que pudieron empezar a vestir sus colores, aunque no así el escudo. De hecho, no las dejaban jugar bajo el nombre del Barça, sino que las llamaron Peña Femenina. “Había tres directivos que no nos querían ver ni en pintura y nos hacían la pirula para que no jugáramos. Aun así, no desistimos”, cuenta Lolita.
Fue la determinación de las jugadoras la que sacó adelante el equipo. Ellas se las arreglaban para conseguir financiación vendiendo lotería y sorteando lotes que preparaba la familia de Lolita, que se dedicaba a la alimentación. Con aquellos beneficios, compraron joggins y consiguieron, a base de contactos, una fisioterapeuta e, incluso, patrocinio de Vinos Farruco para sus equipaciones. Porque cabe destacar que estas mujeres jamás cobraron por jugar. Las tres compaginaban como podían sus trabajos con el fútbol y, de hecho, ese fue el motivo que obligó a Carme a dejar la cancha. “Pedía un día de vacaciones cada vez que entrenaba o jugaba. Al cabo de poco, me di cuenta de que no era sostenible y tuve que retirarme”, recuerda quien fue administrativa en Ausonia, trabajo que solo le permitió lucir los colores blaugranas unos pocos meses.
"Pedía un día de vacaciones cada vez que entrenaba o jugaba. Al cabo de poco, me di cuenta de que no era sostenible y tuve que retirarme"
Pioneras en un mundo de hombres
“«¡Ay, que se cae la niña!», «¡Mira qué trompada, ha dado de culo!»”. Así es como recuerda Carme que se narraban los partidos de fútbol femenino. “Se reían mucho de nosotras, algunos porque no les gustaba que jugáramos y otros porque no consiguieron lo que querían”, dice esta pionera en referencia a un famoso locutor que, según asegura, iba detrás de una de las jugadoras. “Y como le dijo que no, se dedicó a criticarnos y a comportarse como un imbécil con todas nosotras”, explica Lolita. Esta ambivalencia entre censurar a estas mujeres y sexualizarlas se veía muy clara en las gradas. O más bien, se oía: “Nos decían de todo, desde que nos fuéramos a la cocina y a parir niños, hasta cualquier guarrada que puedas imaginar”, rememora María Antonia.
Estos comentarios hacían mella en las jugadoras, pero también en sus maridos. “A muchos, sus amigos les comían la cabeza con chistes sobre sus mujeres marimachos. Algunas lo dejaron por eso”, asegura María Antonia. De hecho, ese fue su caso: después de jugar tres años, abandonó el esférico por culpa de un novio. “Estaba muy en contra de que jugara. Me casé con él pensando que podría cambiarlo, pero pasaron 20 años y me di cuenta de que estaba equivocada”, rememora la arquera. “Fueron unos años muy difíciles, siempre con la sensación de ir a contracorriente”, añade Lolita. Ella fue la que lució más tiempo los colores del Barça. Su carrera de 11 años también acabó por culpa del machismo, pero el responsable no fue su marido, sino su médico.
“Se negó a operarme de una lesión de ligamentos porque, como jamás iba a poder dedicarme al fútbol profesionalmente, no me iba a dejar una fea cicatriz que se me viera cuando me pusiera bikini”, recuerda Lolita. Allí, en esa consulta médica, se acabó su carrera, pero no su relación con el fútbol. Todas, tanto Lolita como Carme o María Antonia, volvieron al abrazo del Barça en algún momento, pasando largas tardes en la Agrupació d'Exjugadors, donde cualquier veterano puede encontrar un rincón para recordar sus tiempos de gloria. “Nos ningunearon y nos ridiculizaron, pero hicimos historia”, exclama, orgullosa, Carme. Son conscientes de que su valentía al imponerse en un mundo de hombres hizo posible que hoy las jugadoras blaugranas llenen el Camp Nou, sin necesidad de ser teloneras de nadie.
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