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El uso de las pantallas en unidades penitenciarias

Presos hacen vivos de Tiktok desde la cárcel: “Interacturar con la gente permite poner los pies sobre la tierra”

Presos hacen vivos por Tiktok e interactúan con el afuera sin restricciones.

Milagros Moreni

27 de enero de 2025 06:45 h

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“Otro día de cárcel” es el título de un live en Tiktok. Dura 47 minutos y muestra a tres presos que, bajo el sol, practican boxeo con cascos y guantes sobre el asfalto del patio de la Unidad Penitenciaria N°23 de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires. Lo miran más de 220 personas. De fondo se ve un extenso muro rosado. Detrás de la cámara, que se ve solo por momentos, se observa la sombra de un grupo de internos: son los que manejan la transmisión en la red social, responden preguntas y cuentan su historia a personas que no conocen, que miran curiosos la dinámica de un penal sin interlocutores entre los que viven el encierro y los que están del otro de lado de la pantalla, en libertad.

Tiktok llegó a los penales y parece ser una manera en que los propios detenidos le ponen fin a su aislamiento. Presos entretenidos, penitenciarios preocupados, políticos en silencio. La curiosidad es infinita. La gente quiere saber todo.

—¿De dónde sos? —preguntan en el público.

—De Claypole.

—Debe ser feo estar en cana.

—Tal cual, capo.

—¿Por qué estás preso?

—He cometido un delito y estoy pagando [Quien transmite está condenado por robo].

—¿Cuántos años tenés?

—42.

—¿Qué se les hace a los que entran a la cárcel?

—En este penal, nada.

—¿Quién lava los tuppers?

—Yo.

Apenas pasaron tres minutos desde que elDiarioAR se conecta al vivo y el cuestionario casi interrogatorio durará mucho más. En el medio se escucharán bromas, saludos y hasta habrá una demostración de abdominales a pedido de una de las usuarias de la plataforma que quiere saber cómo es el cuerpo del streamer-preso.

El detenido llega a responder algunas preguntas periodísticas durante el vivo, pero no puede hacerlo por mensaje privado porque su cuenta fue denunciada como si se tratara de un menor de edad. Al estar preso, no tiene su documento para validar sus datos. Es la precaria manera con la que en ocasiones desde la cárcel moderan la interacción con el afuera cuando detectan algo que se les va de control. Horas más tarde, elDiarioAR logra concretar con el interno una comunicación directa por otro medio. La intención es conocer en primera persona cómo les cambia la vida dentro de penal al tener celulares con internet, por qué hacen vivos en Tiktok y qué consiguen. La única condición de quien responde es no revelar su identidad.

Ni Tumberos, ni El Marginal: la vida real

—¿Por qué hacés vivos en Tiktok?

—En mis vivos trato de salir de lo que es un contexto violento y hasta tortuoso. Busco hacer notar que no todo es léxico tumbero, conductas negativas y que existe otro tipo de comportamiento dentro de la cárcel. No todo es el relato del medio hegemónico o la oratoria de la política partidaria que utilizan en el poder para permanecer en sus cargos o para llegar a los mismos.

—Tu herramienta para los vivos en la cárcel es el celular. ¿Qué opinás de retirar los celulares de las cárceles?

—Sobre el teléfono todos dicen “che, no podés tener celular porque estás detenido” o “esto es una joda”. Pero yo que estoy detenido perdí el derecho a un medio libre, a estar en una sociedad libre, a transitar libremente, pero no perdí los derechos a la salud, la cultura, la educación o el trabajo. Son derechos que sigo conservando aunque esté en un contexto de encierro. Acá no existe un tratamiento de reinserción social efectivo. Es obvio que al servicio penitenciario no le gustaría para nada escuchar esto que digo, pero sí les gustaría que uno no esté mostrando lo que es la violencia institucional, el preso contra el preso, el penitenciario reprimiendo o un léxico tumbero.

—¿Cómo dirías que es “estar preso”?

—El sistema de reinserción social de la cárcel no es coordinado, no es investigado por nadie. De cada 10 presos que salen, 12 reinciden, ¿entendés? ¿Por qué cada vez hay más detenidos dentro de las cárceles? ¿Por qué cada vez se aumentan mucho más las penas? Porque el negocio es ese, que haya cada vez más presos.

—¿Podrías poner un ejemplo concreto sobre por qué decís que la reinserción no existe?

—Por ejemplo, dentro de la cárcel no se trabaja el problema de las adicciones. Yo no las tengo, pero muchos sí. De hecho, hay pibes que vienen presos y no saben qué delitos cometieron porque cuando los detuvieron estaban pasados y ni siquiera se acuerdan cuando los agarraron.

—¿Qué pensás acerca de las críticas de la opinión pública por la posibilidad de que ustedes puedan tener teléfonos y cometer delitos con ellos?

—Hay ciberdelitos que se cometen desde adentro de la cárcel. Hay amenazas y estafas, pero no se dedica a eso el 100% de los presos. Por ejemplo, hasta hace un año yo usaba el celular para trabajar como administrativo en una oficina, después me despidieron y no conseguí otra cosa, pero en una sociedad digitalizada es correcto el uso del teléfono de un interno, y al que le moleste vernos que busque otro contenido. Lo que pasa es que la gente no deja de canalizar sus frustraciones personales en el otro que está detenido proque ha cometido un delito. Entonces, ninguna pena es suficiente porque la sociedad está mal.

—¿En qué te mejora la vida usar celular dentro de la cárcel y, específicamente, transmitir vivos en Titkok?

—Me cambia la relación social, saber cómo está todo afuera. Mediante una interacción con la gente puedo hasta poner los pies sobre la tierra de la realidad social. Hay cosas que familiares o amigos no te transmiten por el solo hecho de resguardarte y que no reniegues. También, obviamente, el entretenimiento de las redes te saca un poco de acá. En pocas palabras, me informo, interactúo y me relaciono con el exterior. También, busco capitalizar el tiempo acá, con algún curso en la web, online o por Zoom.

—Y en general, ¿en qué crees que cambió la cárcel desde que se permiten los celulares?

—Los celulares cambiaron un montón el comportamiento de los presos. Hay violencia, hay muertes, pero no tantas como había antes y también uno puede mostrarse de otra forma. Hoy en día dicen que el preso tiene que reinsertarse en la sociedad, pero la sociedad está digitalizada. ¿Por qué no le vas a dar un teléfono a un preso si cuando sale lo primero que tiene una persona es un teléfono? El que no tiene un teléfono es un excluído, o sea que lo seguís excluyendo. Es fácil decir “sí, el preso con los teléfonos comete delitos virtuales”, pero si manejan un analfabetismo bárbaro. La mayoría de la población carcelaria es analfabeta, entonces la idea de que la mayoría puede delinquir con los celulares no es tan así.

Vigilador vigilado

La utilización de los celulares fue autorizada a modo excepcional en las cárceles durante la pandemia, en pleno gobierno de Alberto Fernández, bajo el argumento de que los internos no podían recibir visitas por el aislamiento. Superada esa etapa, en distintos puntos del país se avanzó en volver a prohibirlos. La provincia de Buenos Aires, en cambio, decidió mantener el permiso con cierto protocolo. En los pasillos del Servicio Penitenciario Bonaerense y del Ministerio de Justicia coinciden en dos puntos: intentar sacar los teléfonos ahora sería un desastre y permitirlos alivia el día a día y reduce los conflictos.

No hay cifras oficiales sobre la cantidad de delitos que se cometen desde las cárceles a través de celulares. Existen, es cierto, pero la amenaza que más preocupa políticamente en la estructura carcelaria no es esa, sino cómo los teléfonos invierten el poder y cambia los roles: los vigilados, vigilan. Con teléfonos en su poder los presos pueden grabar situaciones irregulares o violentas y difundirlas. Un delito, en cambio, es rápidamente rastreable y posible de interrumpir. Alcanza con ubicar el teléfono y aplicar una sanción o agravar la pena a ese detenido.

“Una interna de la Unidad N° 8 se suicidó y otra desde su celda grabó el actuar del personal penitenciario que fue absolutamente negligente. Como que no sabían qué hacer con la situación. Eso quedó documentado y, obviamente, hubo consecuencias administrativas y laborales para el personal que intervino. Esto nos habla del poder que tiene un celular dentro de la cárcel con la posibilidad de todo el tiempo estar filmando y poder ver lo que pasa sin que haga faltar ver la serie”, explica a elDiarioAR una alta fuente penitenciaria que pide anonimato. Y agrega: “En una unidad de Florencia Varela detuvieron a una persona que estaba involucrada en una red de pedofilia y vendía ese material entre los presos. Eso costó la cabeza de varias autoridades, lógicamente”.

El fenómeno, sin embargo, tiene sus contratiempos y hay algunas medidas de restricción para controlar su uso. “Hoy está complicada la regulación. En algunas unidades, por ejemplo, se pueden usar los celulares en las celdas pero no en espacios comunes. Es un fenómeno que hoy está absolutamente desbordado porque no hay manera de normarlo. Si los sacás, se te arma un lío enorme con la población así como también pasaba cuando estaban prohibidos que muchos penitenciarios hacían requisas, incautaban teléfonos y no los devolvían a las familias sino que los vendían en la misma cárcel. Detrás de cada celular había un negocio: o para tenerlo o si lo secuestraban”, agrega.

Voz social y otra manera de gestionar el conflicto

Desde espacios profesionales analizan la situación de manera macro. “A contrapelo de la decisión de Patricia Bullrich, la provincia de Buenos Aires dice 'yo voy a seguir habilitando los celulares', un poco por lo bajo, sin levantar mucho el perfil, porque en la opinión pública está muy impuesta la idea de que el crimen organizado se despliega a través del uso de celulares dentro de las cárceles, pero lo habilita y lo protocoliza. ¿Por qué? Porque esto cambió absolutamente la posibilidad de gestionar cárceles súper sobrepobladas”, señala Macarena Fernández Hofmann, coordinadora del equipo Política criminal y violencia en el encierro del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

Según la especialista, la superpoblación implica, entre otras cosas, que sea “imposible una relación uno a uno entre el agente penitenciario y el detenido”. En este contexto, durante años, se desarrollaron distintas estrategias hasta que un día aparecieron los celulares y los cambios emergieron.

“Lo que te dicen desde el SPB, y es real, es que les bajó el nivel de conflictividad. Entonces, es posible pensar en un enfoque del uso del celular para bajar los hechos de violencia dentro de la cárcel. De hecho, creo que hasta se puede pensar como un uso que previene la tortura por un montón de razones”, analiza Hofmann.

“El celular en la cárcel les permite a los internos un contacto mucho más asiduo con sus familiares. Eso hace que empiece a tener otro sentido la vida, porque también pueden vivir parte de esa vida que queda afuera. Cuando estás en la cárcel, no te fuiste a vivir a Marte. Seguís viviendo en esta sociedad. Yo entrevisté a un par de presos sobre el uso del celular y ellos dicen, por ejemplo, 'hago la tarea con mis hijos por videollamada'. O sea, les cambia la vida en ese sentido, pasan a ser parte de esa cotidianidad de la que no lo son físicamente”, apunta la experta del CELS. Y ejemplifica un avance en sus propias causas: “Pueden tener contacto con sus defensores directos. Ya sea porque viven una situación de violencia o hacer una denuncia, tienen la autonomía para hacerlo. También el aislamiento permite un montón de secretismo, pero con los celulares comienza a romperse”.

Con los celulares dentro de las cárceles, los internos obtuvieron otra autonomía. Pueden hacer consultas por videollamadas a sus propios médicos, pedir cosas a sus familiares, comprar por internet o acceder a conocimientos que en el penal de otra manera no podrían. Por ejemplo, ver tutoriales de oficios. También, por supuesto, entretenerse con música, películas o redes.

“Las cárceles hoy están muy sostenidas en la idea de lugar para ir a morir fuera de la sociedad. Acá, si lo pensamos en términos físicos, el aislamiento empieza a romperse y ellos pueden divertirse, ver una serie o hacer ese tipo de vivos en Tiktok. Y me parece muy interesante para el que está fuera, que no es parte de su entorno poder decir 'ah, esto implica estar en estas condiciones'”, reflexiona Hofmann. Para ella, además, es “muy interesante” incluso con su parte “más cruda y medio violenta” la posibilidad “de que los presos puedan tener una voz social sobre ellos mismos”.

Si la vida personal y en sociedad está atravesada actualmente por los celulares, tiene cierta lógica que también se usen en las cárceles. “Absolutamente todas las personas que estamos en este mundo, en este momento de la humanidad, usamos y vivimos a través de nuestros celulares. Y las cárceles y las personas privadas de la libertad son parte de esta sociedad”, observa Hofmann, que concluye: “La accesibilidad realmente permite que la cárcel no sea solo una tumba oscura”.

MM/MC

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