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Nanni Moretti hace reír a Cannes con su fantasía comunista, musical y anti Netflix

Cannes
El equipo de 'El sol del futuro' baila a Franco Battiato en la alfombra roja de Cannes

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Encontrar una comedia en un festival de cine es una rareza. Parece que solo caben los dramas y las voces engoladas. Por eso, cuando llegan, entran solas. Son como una bocanada de aire fresco entre tanta tragedia. Si encima la risa viene acompañada de algo más, de una mirada del mundo, de una crítica política o de una simple emoción sincera, la experiencia se convierte en catártica y liberadora. Que se lo digan a Ruben Östlund, que el año pasado con su sátira El triángulo de la tristeza provocó carcajadas en la sala antes de llevarse la segunda Palma de Oro por encima de propuestas que, a priori, parecían más premiables. Quizás Östlund conecte y meta en el palmarés a otro realizador que ha apostado por la comedia para plantear temas que le obsesionan desde sus inicios.

Se trata del italiano Nanni Moretti, que regresa a sus autoficciones a lo Caro Diario con El sol del futuro, una película que se ve con tanto gusto, que provoca emociones tan bonitas, de la risa a la lágrima, pasando por la ternura, que es imposible no conectar y querer formar parte de esa troupe que ha creado el realizador con algunos de sus colaboradores más íntimos como Margherita Buy o Silvio Orlando. Moretti protagoniza y se interpreta a sí mismo, un director de 70 años que intenta levantar un proyecto soñado, una historia sobre el partido comunista italiano en los años 50, cuando un circo húngaro llega justo en 1956, cuando su país se rebela contra las barbaridades de Stalin.

A él le debemos alguno de los momentos más divertidos en forma de dardos a la izquierda domesticada de su país como ese “Di algo de izquierdas, D'Alema, di una sola cosa de izquierdas” de Abril que se ha convertido en meme para criticar a todos esos partidos que traicionan las políticas progresistas a la primera de cambio. Moretti demuestra que se puede hacer cine eminentemente político desde muchos lugares, también desde la risa y lo entrañable. Aquí Moretti —que nunca ha dudado en proclamarse comunista— señala un momento clave en el que cree que el comunismo debería haber roto con la Unión Soviética pero no haber renunciado a sus ideales y políticas. Haber formado una alternativa que les permitiera seguir adelante.

El sol del futuro es, como hemos visto en Cannes ya unas cuantas veces, cine dentro del cine, pero aquí ambas historias se funden gracias a que todo ocurre siempre en el plano de la fantasía, de lo inverosímil. Las escenas no pertenecen al código del realismo, sino al de la imaginación de Moretti, y allí entramos para disfrutar de una película que reflexiona sobre los ideales de la izquierda y que termina con una utopía comunista en una de las mejores escenas que se ha visto en este Cannes. La ficción de Moretti reescribe la historia, porque para eso están también las películas, y ofrece una marcha comunista por las calles de Roma que, además —y sin desvelar un guiño emocionante que hará llorar a los fans del cine del italiano— es un repaso a toda su filmografía de una forma preciosa. Un Moretti fiel a sus principios, a las formas de su cine y al espectador. 

Si como fantasía política ya funciona, añadan que también es una fantasía musical, con canciones italianas, los Blues Brothers y, cómo no, Franco Battiato. Solo Moretti tiene ya el bagaje suficiente para permitirse parar una escena para que todo el equipo baile Voglio Vederti Danzare girando como peonzas como hacía el cantante italiano. Una escena que es un verdadero paréntesis de pura felicidad. Un gesto que toda la troupe de Nanni Moretti repitió en la alfombra roja —vino hasta el último secundario del filme— en uno de los grandes momentos de este Cannes 2023 en donde el nivel de la sección oficial sigue más que notable.

Cannes ha mostrado también lo que se lleva intuyendo los últimos años, que una generación de directores, los que han aupado el cine de autor durante décadas, se muestran preocupados ante el futuro de su profesión. Un futuro que ven marcado por un algoritmo que dice cuándo debe ocurrir el primer giro de la película, que dice el idioma que debe tener, que hace películas manufacturadas, con la misma estética, sin personalidad ni alma. Moretti dice basta. Su personaje, que es él, se niega en rotundo a ello. Prefiere sacrificar su película que prostituirla. Para el recuerdo, un gag en el que Moretti se reúne con Netflix para intentar salvarla y escucha las opiniones de un equipo joven y moderno sobre su película que “va a ser vista en 190 países”. Moretti prefiere que le vean en 30, o en cinco, pero que vean la película que él realmente tenía dentro.

El sol del futuro también es un mensaje a las nuevas generaciones de cineastas. No solo importa lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. No es que haya violencia, es cómo la muestras. La responsabilidad de un plano. Una responsabilidad moral con el público que hace que haya que pensar dónde se coloca la cámara y cómo se mueve. Aquí se explicita en una brillante secuencia donde Moretti para un rodaje para analizar cómo se va a grabar la muerte en el rodaje de un joven y prometedor cineasta. Una discusión en la que aparece Renzo Piano y hasta se menciona a Scorsese y donde el joven dice palabras vacías y topicazos mientras Moretti intenta explicarle lo que implica rodar la escena tal como está planteada. Una película refrescante, bonita, que te abraza y te deja con ganas de salir bailando a Battiato, de girar sobre ti mismo y ondear la bandera comunista creyendo que todo es posible.

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