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Entrevista

Costa-Gavras: “El mundo sobrevivió a Stalin, a Hitler, a la Guerra Civil… son tiempos malos, pero saldremos de ellos”

Costa-Gavras en el festival de Estocolmo en noviembre de 2024

Javier Zurro

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Costa-Gavras tenía todo en contra para ser director de cine. En Grecia no podía acceder a los estudios universitarios porque su padre había sido acusado de comunista y metido en prisión por ello. Con 22 años se exilió en Francia dejando atrás toda su vida anterior. No es casualidad que sus memorias, tituladas Ve adonde sea imposible llegar (Providence ediciones), comiencen precisamente ahí, en su llegada a París, una ciudad donde alguien que apenas había visto cine se convirtió en uno de los directores más importantes de la historia.

Costa-Gavras se convirtió en el referente político y social para una generación que veía en su cine todo aquello que no funcionaba. Un cine militante, de izquierda, pero que no se casaba con nadie. Z, Estado de Sitio, Desaparecido… obras maestras que conjugaban la tensión de un maestro de la puesta en escena con una persona comprometida con lo que ocurría en las calles.

Cuando rodó Z y se jugaba una carrera exitosa (y unas cuantas nominaciones a los Oscar), un distribuidor le dijo que ni se le ocurriera hablar de política en las entrevistas. Por supuesto no le hizo caso. En su mente siempre resonaba la frase que su padre le dijo de chico: “Si les das la espalda y salís corriendo, te masacran”. Por eso su cine miró siempre de frente, y lo vuelve a hacer con su nueva película, El último suspiro, que estrenó con 92 años y en la que mira de forma honesta a la muerte (digna) y pide que todos puedan decidir cómo quieren despedirse. 

—Estrena una película que habla sobre la muerte y presenta sus memorias, ¿tiene algo que ver una cosa con la otra?

—(Risas) ¡No! Por supuesto que unas memorias tienen relación con el fin de la vida, pero no tiene que ver. El libro salió hace algunos meses. Me pareció que era interesante describir en un libro lo que viví, porque soy como un meteorito en Francia, alguien que llegó y se quedó allí. Yo no tenía ninguna posibilidad de ser director de cine en Francia en aquellos años, pero era un periodo muy interesante, muy abierto a otros migrantes. Yo hice lo que hice gracias a la sociedad francesa, y eso en otro país, por ejemplo en EEUU, hubiera sido imposible. 

—Sus memorias comienzan, precisamente, con el exilio a Francia, como si ese fuera el comienzo de su vida. En un momento donde se ataca a los migrantes me parece toda una declaración de intenciones. 

—Vivimos una situación particular. Hay un movimiento migratorio muy fuerte, y es normal, porque la gente no vive bien y vienen a otros países porque quieren vivir mejor. La gente siempre se movió, durante toda la historia, para encontrar un lugar en el que vivir mejor. Claro que eso crea un problema, pero no es ese problema sin solución que muchos políticos y muchas políticas dicen. Ellos encontraron la posibilidad de hacerse fuertes diciendo que no quieren a esa gente, metiendo miedo, diciendo que nos van a ocupar, que todo va a cambiar… Hay que intentar encontrar soluciones para que esta gente sea aceptada con dignidad y humanidad. Hay que respetarlos. Quizás encontrar las soluciones no es una tarea fácil, pero elegimos a los políticos para ello.

—¿Escribir estas memorias le hizo pensar en su legado como cineasta?

—No quiero pensar en eso. Si uno pensara en su legado no podría hacer películas. Por ejemplo, esta última película la gente me decía que nadie iba a ir a verla, pero yo quería hacerla, y la hice. Fue difícil encontrar dinero para hacerla, y siempre me ayudó mucho que los actores aceptaban inmediatamente. No quiero pensar en lo que va a pensar el público. Mira lo que pasó con Z, nadie quería hacerla y pasó una cosa milagrosa, pero esos milagros existen y nadie te puede preparar para ellos y no podés pensar en que van a ocurrir.

—En las memorias dice que cuando estrenó Z los distribuidores le dijeron que no hablara de política… y aquí estamos, ¿por qué cree que hay tanto miedo a que un director hable de política?

—Hoy todo el mundo dice ‘esa película es política’, pero eso cambió y me parece normal, porque todas las películas lo son. Las películas de Charlie Chaplin eran políticas, hablaban de la sociedad y eso es muy importante. No hay película más política que El gran dictador, que dijo todo lo que iba a decir Hitler casi dos años antes de los campos de concentración. 

Tengo una edad en la que el final se acerca cada día que pasa. He visto muchos colaboradores y amigos que se fueron. La mejor manera de terminar es con dignidad

Costa-Gavras Cineasta

—No quise hablar de su legado, pero yo creo que usted enseñó activismo social y político a varias generaciones. 

—Me provoca mucha emoción cuando la gente me dice eso, pero no quiero pensar en ello tampoco porque no quiero tener eso en la cabeza cuando pienso en la próxima película. Además, la gente en una sala son miles de personas que, posiblemente, tengan un pensamiento completamente distinto entre ellos. 

—¿Y por qué hacer esta película sobre la muerte digna en este momento?

—Es una preocupación que tengo desde hace algún tiempo. Tengo una edad en la que el final se acerca cada día que pasa. He visto muchos colaboradores y amigos que se fueron. Algunas veces lo hicieron con dignidad, y otras con un drama enorme. Entonces me dije que la mejor manera de terminar es que lo hagamos con dignidad. No es algo fácil de decir, pero creo que es importante que pensemos en ello.

—¿Piensa que es un tabú todavía la eutanasia o los paliativos?

—Es una necesidad hablar de ello. En Francia, por ejemplo, cuando una va a los paliativos, cuando se acerca la muerte, se les pone una inyección y se mueren durmiendo. Pero no se hace nada directamente para terminar inmediatamente, porque dicen que tienen que morir durante el sueño, pero ese sueño puede durar dos días, o una semana, ¿y qué pasa con esa persona esa semana? Pero los doctores no quieren hacer nada que sea inmediato. No quiero decir que sea hipócrita porque es muy duro, pero creo que les da miedo la muerte. Pero algún día tendrán que hacerlo. 

—¿Tiene que ver ese miedo con la religión?

—La religión siempre dijo que no hay que tocar este tema. Que hay que dejar que dios actúe, que la naturaleza actúe. A mí no me parece bien. En cierto momento hay que ayudar, siempre contando con la libertad para elegir de esa persona, pero es que no quieren aceptar eso.

—Este lunes se moría el papa… tengo curiosidad por saber su opinión sobre él. 

—Me gustó desde el principio. Primero porque era un papa de fuera de Europa. Es alguien que hizo cambios interesantes. Otra cosa que es muy importante para mí es que cambió la lengua de la Iglesia, del latín a la lengua cotidiana. Espero que las cosas que hizo continúen.

—¿No le da miedo viendo los líderes que se eligen últimamente que el nuevo papa vaya a seguir esa senda?

—Espero que el papa se haya preparado para que no se fuera todo al traste, pero no se sabe…

Siempre tuve claro que no me iría a vivir a Hollywood, y que si hacía una película allí tenía que hacerla como las hacía en Francia, con mis técnicos y teniendo la última palabra

Costa-Gavras Cineasta

—Cuando estrenó Amén lo atacó la Iglesia, cuando estrenó Z lo atacó la derecha, y con La confesión lo atacó parte del comunismo… ¿Es de los que piensa que si molestó a todos es porque lo hizo bien?

—No. Yo no pienso que estuviera atacando a nadie, sino que daba un pensamiento personal sobre ciertas situaciones. Por ejemplo, con el comunismo, mi generación pensaba que Stalin era mejor que todos porque luchó contra Hitler, porque se ganó la guerra gracias a él. Más tarde nos dimos cuenta de que no fue mejor que el resto. Había que hacer películas sobre ello, pero sin dar lecciones, sin imponer mensajes. 

—Rechazó hacer El Padrino…

—(Risas) Sí, sí…

—Es que no puedo no preguntarle por qué dijo que no.

—Coppola me dijo un día “afortunadamente no hiciste El Padrino”. Pero yo a lo que dije que no era a adaptar el libro. Es que es un libro muy malo, con historias sexuales ridículas, pero de aquel libro él sacó una película con una fuerza enorme. La productora originalmente no quería hacer lo que él hizo, quería hacer el libro, pero él consiguió hacer una gran película, una que ningún otro director podría haber hecho, yo tampoco.

—¿Cómo fue su relación con Hollywood? Imagino que lo habrán tentado muchas veces.

—Muy simple. Siempre tuve claro que no me iría a vivir a Hollywood, y que si hacía una película allí tenía que hacerla como las hacía en Francia, con mis técnicos y hacer la posproducción en Francia. Además, tener la última palabra respecto a la puesta en escena, el guion, los actores… y si no aceptaban, no la hacía. Esa relación fue así hasta ahora y en todas las películas que hice en EEUU.

—¿Siempre tuvo el montaje final de sus películas?

—Absolutamente. Es que es la escritura final de una película.

—Usted que siempre analizó lo que pasaba, ¿cómo ve el mundo hoy?, ¿es optimista?

—Soy optimista. El mundo siempre pasó situaciones tremendas. Sobrevivimos a Hitler, a Stalin, a las Guerras Civiles en España, en Grecia… y las cosas luego vuelven a mejorar. Hoy los tiempos son malos, pero creo que vamos a salir de todo ello de forma positiva. 

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