Milei viaja a Roma para despedir al papa Francisco en medio de las críticas por su fría reacción

El presidente Javier Milei viajará este jueves a Roma para despedir al papa Francisco, el argentino más influyente del siglo y, hasta hace poco, su antagonista ideológico más explícito. Partirá a las 22 en un vuelo oficial acompañado por una comitiva inédita por su tamaño: siete de sus funcionarios más cercanos lo escoltarán en el funeral del líder espiritual al que alguna vez llamó “comunista”, “imbécil” y “representante del maligno en la Tierra”. La visita no es un giro doctrinario ni un acto de fe, sino un movimiento de poder: Milei sabe que en política también se llora por conveniencia.
La delegación estará integrada por su hermana Karina; su vocero Manuel Adorni; la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello; la de Seguridad, Patricia Bullrich; el canciller Gerardo Werthein; el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; y el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, que viajó antes como avanzada diplomática. Todos ellos acompañarán al mandatario a la Basílica de San Pedro, donde el cuerpo del papa será velado durante tres días. Por pedido expreso, Francisco no será enterrado en las criptas del Vaticano, sino en un lugar más humilde, fuera del subsuelo ceremonial.

El contraste entre la sobriedad de la comitiva y el vacío inicial del Gobierno ante la muerte del papa sigue siendo difícil de disimular. El primer comunicado fue errático, el mensaje de Milei en redes sociales pareció escrito con freno de mano (“A pesar de diferencias que hoy resultan menores…”), y ni un solo funcionario de alto rango asistió a las misas de homenaje organizadas por la Iglesia. “El Presidente no es el jefe espiritual del país”, argumentaron en Balcarce 50. Una aclaración innecesaria, que no hizo más que confirmar lo que faltaba.
Recién más tarde, cuando el clima se espesó, aparecieron Francos, Werthein y el propio Sotelo en la misa interreligiosa que se celebró este martes en la Catedral Metropolitana. Fue una reacción defensiva, no un acto de cercanía. En paralelo, el Gobierno suspendió todo lo que pudiera oler a campaña: la cena de la Fundación Libertad y Progreso y la aparición de Milei en “La Misa” —el streaming libertario del Gordo Dan. El duelo institucional durará siete días, pero en los hechos ya funcionó como una tregua forzada.
El paso por Roma no tendrá reuniones bilaterales. Aunque Milei coincidirá con Donald Trump, Giorgia Meloni, Emmanuel Macron y Volodímir Zelenski, desde el Gobierno aseguran que no habrá tiempo ni margen para encuentros. La consigna es clara: ir, mostrarse, volver. Ni liturgia ni gestos diplomáticos, apenas lo justo para no quedar afuera de la foto.

El avión presidencial, con autonomía limitada, deberá hacer varias paradas. Se espera que Milei llegue a Italia entre las cuatro y cinco de la tarde del viernes. La ceremonia será a las diez de la mañana (hora local), cinco de la madrugada en Buenos Aires. Luego, tres días más en Italia antes del regreso previsto para el domingo. En la Casa Rosada descuentan que volverá agotado. “Llega fundido”, anticiparon a elDiarioAR.
La fatiga del vuelo no es lo único que pesa. También se acumulan los márgenes estrechos de gestión. El Congreso está virtualmente paralizado hasta después del recambio de diciembre. Las reformas penales se frenaron. Las únicas iniciativas que siguen vivas son la causa $Libra y la ley de Ficha Limpia, cuyo tratamiento se postergó para el 7 de mayo. Varios decretos esperan turno en la Secretaría Legal y Técnica, listos para salir apenas el clima lo permita.
Pero mientras el oficialismo ajustaba los detalles logísticos para el viaje presidencial, en el Congreso se desactivaba una polémica paralela: el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, confirmó que no habrá comitiva parlamentaria a Roma. La propuesta había partido del bloque de Unión por la Patria, que pedía una representación plural del Congreso y la Corte Suprema. Pero Menem fue tajante: “Cada legislador puede ir por su cuenta, pero con su propio bolsillo”. Para evitar el papelón, se organizó una ceremonia interreligiosa en el Salón de los Pasos Perdidos. El Senado, por su parte, también cerró filas: ningún viaje oficial, ninguna foto innecesaria.
La relación entre La Libertad Avanza y la Iglesia nunca fue precisamente buena. El arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva ya había dado una señal crítica en el Tedeum del 9 de julio: “Algo no está bien cuando tenemos dirigentes muy ricos y un pueblo trabajador muy pobre”, había dicho frente al propio Milei. La polémica por los alimentos almacenados en depósitos del Estado, denunciado por el obispo Oscar Ojea, contribuyó al clima tenso, al igual que el desplazamiento de Francisco Sánchez de la Secretaría de Culto. Milei colocó allí a Nahuel Sotelo, hombre del riñón de Santiago Caputo y católico más institucional.
En febrero de 2024, el Presidente visitó al papa en el Vaticano. Tuvieron una hora a solas. La reunión fue cordial, incluso amable. Pero nada de eso bastó para que el papa finalmente aceptara venir a la Argentina. El primer contacto entre ambos había sido mucho más precario, el 20 de noviembre de 2023, horas después de la victoria libertaria en el balotaje.
En la intimidad, el Presidente cree que el duelo institucional ya está saldado con el viaje, el tuit y la delegación. Nada más. El resto es paisaje. Mientras tanto, la maquinaria libertaria aguarda agazapada. El duelo funciona como pausa, pero también como escudo. Nadie se atreve a romper la tregua que impone el luto, aunque en los despachos ya se preparan los próximos movimientos. La política no descansa: apenas baja el volumen.
PL/JJD
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