Los “enemigos” del papa Francisco toman posiciones al inicio de la intriga vaticana por la sucesión

Por una calle empedrada del Vaticano, entre pinos y muros de ladrillos, dos cardenales caminaban para entrar a primera hora de este miércoles en la Casa de Santa Marta y participar de la procesión que llevó el cuerpo del papa difunto a San Pedro. Sonreían a los paseantes, se paraban ante una de las pocas cámaras de televisión que no estaban ya en la plaza. Por la tarde serían uno de los 103 cardenales presentes en una de las reuniones preparatorias del cónclave. Incluso puede que esta noche duerman en una de las habitaciones cercanas a las que Francisco vivió estos últimos 12 años de papado, y que fue sellada tras su muerte. La residencia de Santa Marta recupera ahora su función original: la de alojar a los participantes del cónclave para designar al próximo papa.
A esa reunión exigió entrar Angelo Becciu. Una amenaza política de primer orden para la reunión de cardenales porque Becciu fue defenestrado como purpurado por Francisco en 2020. Bergoglio lo despojó de “los derechos asociados al cardenalato” tras conocerse su implicación en las irregularidades financieras del fondo para los pobres. Si termina entrando en la Capilla Sixtina, será un menoscabo al legado de Francisco y una primera victoria de los ultras, según cuentan en el Vaticano delegados que ya están en la ciudad.
El cardenal Becciu está ligado al escándalo de la compraventa del palacio londinense de Sloane Avenue, un caso por el que fue condenado e inhabilitado a perpetuidad por los tribunales vaticanos –aunque la sentencia está recurrida–. De hecho, su nombre no está en la lista de los 133 cardenales (tras la renuncia de Antonio Cañizares y el bosnio Vinko Pulji) menores de 80 años que se encerrarán en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Bergoglio.
Pero el purpurado sardo no se rindió y amenaza con impugnar el cónclave si él no está presente. “El papa reconoció mis prerrogativas cardenalicias como intactas, ya que no hubo voluntad explícita de excluirme del cónclave ni petición de mi renuncia explícita por escrito”, reiteró el cardenal condenado al diario Unione Sarda.
De momento, Becciu ya participó este lunes en la primera reunión de encuentros preliminares, donde se determinó la fecha del funeral de Bergoglio, según fuentes vaticanas. El portavoz oficial no quiso responder a la pregunta de los periodistas: “Informamos de cuántos cardenales participan, no de cuáles”. Pero aclaró que el hecho de participar en las reuniones previas no implica una participación automática en la votación para elegir al nuevo líder de la Iglesia católica: “Todos los cardenales están invitados a participar de las congregaciones, pero de la participación en el cónclave se hablará en su debido momento”, señaló el portavoz.
El caído en desgracia a los ojos del papa fallecido sostiene que su exclusión del cónclave se comunicó exclusivamente a través de una nota de la Sala Stampa vaticana, y no mediante un acto formal y rubricado por el Papa. Con esas armas, el anterior encargado del óbolo de los pobres defiende que fue suspendido en sus derechos (entre ellos, el de percibir un sueldo), pero no de sus “deberes”. Y el más grave de un cardenal es el de participar en el cónclave.
A modo de prueba, Becciu afirma que en el último consistorio de cardenales de Francisco, celebrado el 8 de diciembre, fue invitado a participar. También se lo vio en los rosarios nocturnos celebrados en San Pedro durante el ingreso de Francisco en el hospital Gemelli.
Las reuniones discretas
La decisión final recaerá en la congregación de cardenales, a no ser que aparezca una aclaración a título póstumo de Francisco que zanje la cuestión. Fuentes episcopales no descartan todavía esta posibilidad, ya que aún restan bastantes días hasta que el cónclave se reúna.
Tanto si Becciu continúa excluido como si se permite su entrada, el resultado es relevante y tiene consecuencias en esta especie de Juego de Tronos en el que, paso a paso, se está convirtiendo la elección del sucesor del papa, con el cuerpo de Francisco aún presente en la basílica de San Pedro.
Porque la presencia de Becciu significaría un golpe a la autoridad del pontificado anterior, así como la victoria del conjunto de cardenales que consideró “excesiva” la condena al purpurado, quien siempre se vio a sí mismo como objeto de una persecución por parte de los sectores progresistas.
Mientras, el conjunto de cardenales más cercanos a Bergoglio –todavía sin reponerse del fallecimiento del papa, como confiesan algunos– están empezando a darse cuenta de cómo el sector más ultra, capitaneado por Raymond Burke, Robert Sarah, Gerhard Müller o Joseph Zen (el cardenal emérito de Hong Kong fue uno de los más duros opositores a Francisco, especialmente en su relación con China) están moviéndose como políticos más que como pastores de la Iglesia. Ellos y el propio Becciu ya participaron en reuniones discretas celebradas en Roma en las últimas horas, según cuentan delegados ya presentes en el Vaticano.
En este sentido, uno de los cardenales conservadores estadounidenses, Timothy Dolan, de Nueva York, se destapó con una afirmación que suena a declaración de intenciones: “Busco en el próximo papa el corazón cálido de Francisco, pero con más claridad y tradición”.
Los periódicos italianos, siempre muy encima de los vericuetos papales, hablan del rearme del sector conservador, pero destacan las dificultades que pueden tener para aglutinar votos suficientes en una figura de consenso. De hecho, esos encuentros pueden estar intentando unificar posturas en torno a algún nombre.
Estrategia de largo recorrido
En realidad, estas maniobras dan continuidad al trabajo que desde hace meses se viene llevando a cabo mediante grupos vinculados al bloque MAGA en Estados Unidos –y sus terminales mediáticas afines– que ya enviaron a todos los cardenales electores un libro desmenuzando a todos y cada uno de los purpurados, en función a criterios de supuesta ortodoxia o heterodoxia doctrinal, en torno a temas como la bendición de parejas homosexuales, el cambio climático, las misas en latín o las relaciones ecuménicas.
Su tarea, por el momento, tuvo cierto éxito: en un primer momento medios de todo el mundo lanzaron como buenas unas predicciones que colocaban a Burke o Sarah como papables o calificaban al cardenal filipino Luis Antonio Tagle como “peligroso heterodoxo”, es decir, poco deseable.
Al mismo tiempo, los especialistas y miembros de la Iglesia que se ponen a tiro tienen una entrevista asegurada ante la expectación desbordante que puede palparse en cualquier calle de Roma o alrededor de la plaza de San Pedro. Nadie quiere jugarse con lo que pueda pasar dentro de la Capilla Sixtina. Las incógnitas son muchas porque no hay un favorito claro y por la diversidad del cónclave. ¿Habrá un primer papa negro? ¿Será asiático? ¿Volverá el papado a Italia? ¿Será continuista, reaccionario o de entreguerras? Por el momento en público todos prefieren hablar de su relación con Francisco y exaltar sus capacidades y valores. Al final de cada análisis se escucha casi siempre la misma frase: “El que entra en la Capilla Sixtina como papa, sale como cardenal”.
Todo ello, mientras los fieles, ajenos a la incipiente lucha de poder, hacen colas kilométricas para despedir al papa Francisco, cuyo cuerpo reposa desde esta mañana en la basílica de San Pedro.
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