“La virgen de la tosquera”, la película basada en cuentos de Mariana Enriquez compite en el Festival de Sundance
Tras un 2024 casi sin rodajes, el cine argentino todavía resiste con películas que siguen concitando el interés de los grandes festivales internacionales. En pocos días más, Albertina Carri presentará “¡Caigan las rosas blancas!” en la sección oficial de Rotterdam y luego Iván Fund competirá nada menos que por el Oso de Oro de Berlín con “El mensaje”. Pero la temporada 2025 comenzará en la noche de este lunes 27 en el Egyptian Theatre de Park City cuando Laura Casabé estrene “La virgen de la tosquera” en la World Cinema Dramatic Competition de Sundance, la muestra más importante con sede en los Estados Unidos.
El título está tomado de uno de los dos cuentos de Mariana Enriquez incluidos en el libro “Los peligros de fumar en la cama” (2009), que sirvieron de base para la historia (el otro es “El carrito”). El encargado de concebir la transposición fue nada menos que Benjamín Naishtat (reconocido director de films como “Historia del miedo”, “El Movimiento”, “Rojo” y “Puan”), mientras que la dirección estuvo a cargo de Casabé, quien ya había rodado elogiados largometrajes como “La valija de Benavidez” (2016) y “Los que vuelven” (2019), en los que había incursionado en el thriller psicológico y el terror; así como el reciente documental “Album de familia”.
El desafío de Naishtat primero y de Casabé después pasaba no solo por integrar ambos cuentos sino sobre todo por sintonizar y trasladar la imaginería, los matices y las sutilezas de la prosa de Enriquez a un formato audiovisual. En ese sentido, la película conserva la sensibilidad, la tensión y la capacidad de provocación del original literario para luego convertirlo en un relato con vuelo propio y una dimensión puramente cinematográfica.
La película elige como contexto y trasfondo la crisis económica y el estallido social de finales de 2001 y comienzos de 2002, pero se centra sobre todo en las desventuras de Natalia (Dolores Oliverio), Mariela (Candela Flores) y Josefina (Isabel Bracamonte), tres inseparables amigas que viven en un suburbio de casas bajas a-la-Ituzaingó y acaban de terminar el colegio secundario (las experiencias del viaje de egresados las ha marcado bastante). De diferentes maneras, con intensidades distintas, las tres están enamoradas de Diego (Agustin Sosa), un muchacho un poco más grande que ellas, y es especialmente Natalia, una atractiva joven abandonada por sus padres que vive con su abuela Rita (Luisa Merelas) y es la principal protagonista y dueña del punto de vista, quien apelará a todas las estrategias a su alcance para seducirlo.
Sin embargo, la aparición en escena de Silvia (Fernanda Echeverría), una treintañera con mucha más calle, experiencia, viajes, astucia y contactos (vive “en la Capital”), la convierten en su rival por el amor del galán. El duelo está planteado y, como ocurre en la obra de Enriquez, habrá desde una irrupción de violencia más tradicional (la brutal golpiza inicial al cartonero tomada del cuento “El carrito”) hasta macumbas, conjuros propios de aspirantes a brujas “haciendo trabajos”, poderes psíquicos, apelaciones a lo mágico y una dimensión fantasmal.
Brotes de sangre por doquier, cibercafés donde impera el chat ICQ, múltiples referencias musicales (desde Las Pelotas hasta Morphine), universo coming of age con hormonas encendidas en medio de un calor agobiante, angustias existenciales y problemas de autoestima, experiencias sexuales y con drogas, diferencias generacionales y de clase, y una precariedad generalizada que se evidencia, por ejemplo, en permanentes cortes de luz, saqueos, paranoia barrial y crecientes acumulaciones de basura. Así, partiendo de un naturalismo reconocible, “La virgen de la tosquera” se va desmarcando de la impronta casi documentalista inicial para derivar hacia zonas cada vez más misteriosas, desafiantes y perturbadoras.
En diálogo con elDiarioAR a pocas horas del estreno mundial en Sundance, Casabé contó cómo fue su acercamiento inicial a la literatura de Mariana Enriquez y la posterior gestación del proyecto: “Mi hermano tuvo una muy larga internación en el Hospital Italiano y eso implicaba que tanto mi familia como todos mis amigos y yo pasáramos mucho tiempo con él. Entre charlas y juegos de cartas comenzamos a intercambiar libros y me recomendaron mucho leer ”Los peligros de fumar en la cama“. A partir de entonces, compré de forma compulsiva casi todos sus libros y seguí de cerca su trabajo periodístico. Los cuentos ”El carrito“ y ”La virgen de la tosquera“ me atravesaron y de alguna manera me cambiaron para siempre.
–¿Cuándo entraste como directora al proyecto? ¿Tuviste alguna participación en el guion de Benjamin Naishtat? Muchos podrían pensar que se trata de un “encargo”, pero imagino que como realizadora habrás tratado de apropiarte en el mejor de los sentidos de la película...
–En realidad no fue tanto un encargo hacia mí sino que nosotros le encargamos el guion a Benjamín. En 2019 yo estaba presentando “Los que vuelven” en el Festival de Mar del Plata y ya pensaba en mi siguiente proyecto. Ya por entonces tenía muchas ganas de hacer una transposición del universo de Enriquez porque lo considero muy atractivo y muy visual. Además, yo me imaginaba a esas chicas, esa cuadra, es como que conocía de alguna forma ese mundo que también fue el mío (yo tenía 19 años en el 2001, aunque Mariana luego nos contó que en realidad hacía más referencia a la crisis de la hiperinflación de 1989). La idea original era trabajar con tres cuentos de forma independiente, como una película antológica, pero luego derivó en integrar estos dos. Lo primero que hice fue contactar a Mariana y juntamos a tomar un café. Recuerdo que gran parte de la charla fue sobre películas favoritas. Y luego sí conversé mucho con Naishtat sobre el guion, sobre los cuentos, sobre música, en especial el disco “¿Para qué?”, de Las Pelotas, y sobre nuestras experiencias bastante similares como jóvenes a los que nos gustaba mucho la calle en plena explosión de 2001. Benjamín escribió una primera versión y, a partir de ahí, seguimos trabajando juntos, así que realmente fue muy hermoso e intenso el proceso de apropiarme de la historia. De hecho, terminé escribiendo algunas cosas yo luego del trabajo con las actrices y actores.
–La película va mutando todo el tiempo: empieza como un coming of age y termina abordando elementos del cine de terror y en el medio tiene aspectos del orden de lo sobrenatural a partir de ciertos poderes psíquicos de la protagonista ¿Cuáles eran los desafíos más complicados que sentías tenía este proyecto?
–Sí, es una película que está siempre en plena metamorfosis, inclasificable, que escapa de los cánones del cine de género clásico. Los mayores desafíos, de todas formas, fueron de producción porque es una película complicada en muchos sentidos: hay animales (yo quería trabajar con perros reales), niños, fuego, escenas acuáticas en la tosquera, trajimos gente de México y de España por motivos de la coproducción... En cambio, el tono de la película no me costó tanto encontrarlo, aunque sí defenderlo en cada decisión artística.
Es angustiante que no se estén rodando películas, ser víctimas de una campaña de desprestigio hacia la cultura, de persecución ideológica que está escalando a un nivel de violencia que yo nunca había experimentado en mi vida.
–Otra de las claves de la película es el casting: ¿cómo fue ese trabajo de selección y cómo encontraron a la protagonista Dolores Oliverio?
–Trabajamos mucho con el equipo de casting. Yo no quería buscar solamente en escuelas de teatro de CABA, quería chicas que hayan experimentado lo que es tomarse un tren en el conurbano. Hicimos un largo proceso de tres meses para encontrar a Mariela, Diego y Natalia. Descubrimos un montón de actrices buenísimas. Dolores creo fue la última que vino a las pruebas. De hecho, ella es más bailarina que actriz (estudió en la escuela de Flavio Mendoza) y profesora de inglés, pero me encantó. Me gustaba su voz gruesa, esa carita tan inocente como de lolita, pero también su magnetismo, sus gestos adultos en una chica y la precisión en el manejo de su cuerpo. Y, pese a que tenía menos experiencia que otras, apostamos por ella. Ensayamos mucho con todo el elenco, porque pasan por una suerte de montaña rusa de emociones, y entonces, cuando llegamos a Mendoza para filmar, ellos ya se conocían bastante. Fue un placer trabajar con esos chicos.
–¿Cómo te sentís frente al estreno mundial en la competencia de un festival tan prestigioso como Sundance? Imagino cierta contradicción o sensaciones encontradas en este tiempo tan complejo para el cine argentino...
–Sí, claro. Más que contradicción, diría que tengo emociones encontradas. Por un lado, estoy feliz porque trabajamos mucho para esta película. La filmamos durante 2023 y por la inflación el presupuesto se disparó y estuvimos a punto de no hacerla varias veces. Sumamos aportes de México y España, el Cash Rebate de Mendoza (que nos obligó a trasladar el rodaje cuando ya teníamos las locaciones en Buenos Aires) y así la sacamos adelante. Fue todo tan intenso y estresante que ahora derivó en alivio y felicidad. Lo del Sundance fue una sorpresa y lo siento como otra validación para el cine argentino de autor que ha sido tan atacado en el último año. También tengo una sensación de vacío, de “y ahora qué”. Es angustiante que no se estén rodando películas, ser víctimas de una campaña de desprestigio hacia la cultura, de persecución ideológica que está escalando a un nivel de violencia que yo nunca había experimentado en mi vida. Desde el poder se habilita eso y nos pasó que nos gritaban en la calle cuando estábamos filmando en Mendoza: “Vayan a laburar, están filmando con la nuestra”. Y la verdad es que somos trabajadores y vemos cómo se ha desmantelado nuestra industria. Frente a la destrucción del INCAA se está dando un interesante proceso de fortalecimiento de las industrias audiovisuales provinciales: Mendoza, Córdoba, Misiones, Entre Ríos... Ese proceso de federalización es interesante en medio de la crisis general. Creo que vamos a seguir organizándonos, buscando nuevos caminos para producir películas. Yo no estudié cine, pero me la pasé en el cine Lorca, alquilando películas en Liberarte y en Mondo Macabro. Ahi descubrí al cine independiente estadounidense que de alguna manera me formó, que me encanta y que es referencia también para mí. La estética de “La virgen de la tosquera” se conecta con eso y por eso me gusta mucho la idea de estrenar en el festival más importante para el indie estadounidense como Sundance. Que nos seleccionaran fue una hermosa e inesperada sorpresa.
DB/MG
0