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Sin el brillo de otros años

El Festival de Mar del Plata cierra con menos público y distanciado del cine argentino

Salvo alguna que otra función con entradas agotada, las plateas se notaron raleadas no solo en funciones matinales o vespertinas de películas poco conocidas sino incluso en proyecciones nocturnas de varios films importantes.
29 de noviembre de 2024 14:20 h

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Muchas funciones con salas semivacías, pocas visitas de figuras extranjeras y una mínima presencia de la industria audiovisual nacional. El cambio de gestión en el Gobierno nacional (en el país, en el Incaa y en la propia muestra) no generó ningún efecto benéfico en una 39ª edición del Festival de Cine de Mar de Plata, que finalizará este domingo con más pena que gloria.

Es cierto que en los últimos años el festival que presidía Fernando E. Juan Lima y dirigía desde lo artístico Pablo Conde había perdido presupuesto y, por lo tanto, una considerable cantidad de títulos y de eventos, pero siempre mantuvo una identidad, un criterio de programación y una mística cinéfila. Todo eso se extrañó en la fría, abúlica, rutinaria, burocrática primera edición libertaria con Carlos Pirovano al frente del INCAA y con Gabriel Lerman y Jorge Stamadianos como responsables de la programación.

Salvo alguna que otra función con entradas agotada (como la de “Megalópolis”, de Francis Ford Coppola, en un Auditorium de 1.000 butacas), las plateas se notaron raleadas no solo en funciones matinales o vespertinas de películas poco conocidas sino incluso en proyecciones nocturnas de varios films importantes.

Los cinéfilos se quejaron tanto del precio de los tickets (pasaron de $200 los más baratos en 2023 a $4.300 los más caros en 2024) que promediando el festival los organizadores improvisaron un descuento para jubilados que no habían previsto. Las localidades tanto para el Bafici porteño como para la muestra marplatense solían costar bastante menos que las del circuito comercial porque se supone que cada espectador ve un promedio de tres films por día y que tanto los estudiantes como los jubilados deben contar con algún beneficio adicional.

En cuanto a visitas, se destacó sobre todo la presencia española (desde Paz Vega hasta Emma Suárez, pasando por Adriana Ugarte), la participación del argentino —radicado en Los Angeles— Pablo Hellman, referencia mundial en el terreno de los efectos visuales (acompañó una proyección del musical “Wicked” y recibió un premio a la carrera) y lo más parecido a una figura de Hollywood fue la del director Jason Reitman, quien presentó en la Competencia Internacional “Saturday Night”, su tributo a los inicios del mítico programa televisivo “Saturday Night Live” y a los “próceres” de la comedia estadounidense de la década de 1970.

La oferta de cortos y largometrajes fue aún más acotada que el ya complicado año anterior (se proyectaron 168 películas contra 208 de 2023) y la presencia del cine argentino también fue mucho menor que en ediciones previas. Fue sintomático ver a varios directores y productores locales que sí aceptaron la invitación oficial evitando alfombras rojas o eventos públicos, como si sintieran culpa de haber participado en este contexto en el que la gestión de Pirovano no para de agredir a y hasta burlarse del cine (independiente) nacional. La cobertura mediática también fue mucho más limitada y menos entusiasta que en otros tiempos más esplendorosos.

Y con respecto a cine argentino y su convocatoria, al festival oficial le surgió, además, un evento que lo opacó durante varios días: Contracampo. La movida, organizada en tiempo récord y de forma colectiva y autogestiva por un grupo de directores, productores y críticos, fue un asombroso éxito de público (las 270 butacas disponibles en el Teatro Enrique Carreras no alcanzaron para cubrir la demanda para ver los 37 films que se proyectaron entre el viernes 22 y el martes 26 ) y una serie de charlas y debates en la que se analizaron las problemáticas de la producción, la exhibición y la preservación del cine nacional y hasta la propia dinámica de un Festival de Mar del Plata del que todos -más allá del boicot de este año- se reconocen como asiduos concurrentes y defensores.

Más allá del vacío que una parte significativa del sector audiovisual argentino le hizo este año al festival, se vieron en la muestra oficial algunos títulos nacionales valiosos como, por ejemplo, los dos que participaron en la Competencia Internacional: “La quinta”, de Silvina Schincer; y “El casero”, de Matías Luchessi.

En su tercer largometraje (primero en solitario) luego de las experiencias junto a Ulises Porra en “Tigre” (2017) y “Carajita” (2021), Schnicer narra las desventuras de un matrimonio que viaja con sus tres hijos a la quinta del título, pero lo que en principio parece la oportunidad ideal para el disfrute de un fin de semana largo fuera de la ciudad se convierte en algo bastante más ominoso y desgarrador. Los recién llegados descubren que la casa ha sido usurpada durante varios días por extraños y encuentran todo dado vuelta. Ese es solo el inicio de una serie de situaciones cada vez más extremas que la familia deberá enfrentar en un entorno donde además hay una presencia también amenazante de la naturaleza.

El film tiene algo de las tensiones, los secretos, el misterio y el erotismo de “La ciénaga”, de Lucrecia Martel, pero también dialoga con la Celina Murga de “Una semana solos” o la Paula Hernández de “Los sonámbulos”, aunque Schnicer les suma algunos elementos más propios del thriller psicológico y hasta del cine de terror.

Luchessi, director de “Ciencias Naturales” (2014), “El Pampero” (2017) y “Las Rojas” (2022), tiene una propuesta con bastantes puntos en común con “La quinta”. Marcela (Paola Barrientos) y su hermano Claudio (el uruguayo Alfonso Tort) viajan tras 20 años de ausencia a la antigua casona familiar en Villa Carlos Paz. Ella, que acaba de regresar al país tras separarse de su marido estadounidense, tiene entre manos un ambicioso proyecto inmobiliario para construir en el predio un hotel boutique con inversores de Florida que podrían aparecer por el lugar en cualquier momento. El, en cambio, es un dramaturgo y director teatral bastante bohemio y con un pasar económico mucho más precario y manejos algo turbios con el dinero. Ya en destino, se reencuentran con Ramón (Alvin Astorga), el casero del título, que al parecer ha mantenido el lugar alquilándolo para múltiples usos (por ejemplo, un curso de buceo en la amplia piscina contigua). Todo servido, entonces, para una película sobre las diferencias familiares y de clase que tiene como antecedente directo a a “Los dueños”, el recordado film de 2013 codirigido por los tucumanos Agustín Toscano y Ezequiel Radusky.

A nivel de cine internacional también se vieron varios largometrajes valiosos como “Vermiglio”, notable drama pueblerino ambientado a finales de la Segunda Guerra Mundial de la italiana Maura Delpero (vivió durante varios años en la Argentina, donde en 2019 filmó su ópera prima “Hogar”) que venía de ganar varios premios importantes en la reciente Mostra de Venecia; o “Peaches Goes Bananas”, íntimo, crudo, provocador y fascinante retrato que la directora francesa Marie Losier hizo de la cantautora canadiense Merrill Beth Nisker, más conocida como Peaches, artista de culto si las hay. Porque, aun con sus carencias y desniveles, los festivales como Mar del Plata siguen siendo un ámbito de descubrimiento y de actualización para algo tan vital como la formación de esas audiencias que buscan un cine que se aleje de lo complaciente, lo demagógico y lo convencional.

DB/JJD

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