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Contracampo, la respuesta del cine argentino al vacío institucional: sus películas, sus ideas y sus luchas

Butacas llenas y espíritu combativo: así es Contracampo, la muestra de cine paralela al festival de Mar del Plata que cuestiona las políticas del instituto nacional de cine (Incaa) desde que gobierna el Javier Milei.
25 de noviembre de 2024 16:11 h

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El cine argentino necesitaba y se merecía un espacio como Contracampo. Organizada en tiempo récord y de manera colectiva, autogestionaria, sin presencia institucional (ni siquiera se convocó a las entidades del sector), la muestra que comenzó el viernes último y continuará hasta este martes 26 no solo se mostró como una alternativa cuestionadora al Festival de Mar del Plata y a las actuales políticas del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) sino que consiguió construir además una identidad comunitaria y una identificación, un sentido de pertenencia.

Más que una muestra de cine, Contracampo pareció un mezcla entre festival de rock y mitín político: en medio del apoyo efusivo y hasta cierto fervor militante, se formaron largas colas para conseguir entradas (costaban $2.500 contra $4.300 en la mayoría de las funciones del festival “oficial”) y luego para ingresar. Las 270 butacas del Teatro Enrique Carreras resultaron escasas y se colgó el cartel de entradas agotadas en casi todas las proyecciones nocturnas y hasta en las trasnoches, cuando Fernando Martín Peña proyectó clásicos de Manuel Romero, Juan Berend, David José Kohon y Carlos Echeverría en copias en fílmico.

En Contramano se formaron largas colas para conseguir entradas (costaban $2.500 contra $4.300 en la mayoría de las funciones del festival “oficial”, el de Mar del Plata) y luego para ingresar

Mientras el Festival de Mar del Plata, organizado por un Incaa abiertamente hostil hacia el cine argentino (y más aún el independiente), sufría una evidente merma de público (demasiadas funciones con sala ridículamente vacías), falta de mística cinéfila (la desangelada y anodina ceremonia inaugural fue una muestra contundente al respecto) y de apoyo del sector (los pocos realizadores nacionales que aceptaron la invitación oficial trataban de pasar lo más inadvertidos posible y por lo bajo admitían cierta sensación de culpa), Contracampo se convirtió en un espacio de resistencia artística y hasta de contención emocional. Buena parte de los asistentes, habituales espectadores del festival, aseguraban que este año no pisarían las salas de la muestra oficial.

Contracampo no solo proyectó 37 films entre cortos, medios y largometrajes (varios de ellos en estreno mundial y los restantes luego de haber sido exhibidos en festivales de referencia como Berlín, Cannes y San Sebastián), con presentaciones previas de sus equipos y charlas posteriores con el público, sino que también se propuso pensar el cine, los festivales, la exhibición y la preservación: por las mañanas, la librería El Gran Pez también quedó chica para albergar a tantos interesados en participar de charlas gratuitas con temas bien actuales: “¿Un Incaa para quién?”; “¿Un cine sin pasado? La educación y la crisis del patrimonio audiovisual”;¿Dónde se pasan y donde se ven nuestras películas? Un problema para espectadores y cineastas” y “¿Qué festival queremos?”. A esta última habían comprometido su presencia los directores artísticos de Mar del Plata, Gabriel Lerman y Jorge Stamadianos, pero a último momento la cancelaron.

Aunque desde la organización de Contracampo se evitó hablar de “contrafestival”, la pica y la grieta resultaron más que ostensibles. Aun a riesgo de contentarse con una postura endogámica y hablarles a los ya convencidos, buena parte del sector audiovisual consideró que una acción pública, política y artística como esta era lo más atinado frente a un Incaa y un festival que han hostiles y hasta crueles (el presidente del Incaa, Carlos Pirovano, dijo en una reciente entrevista en el canal de streaming libertario Carajo que como castigo les iba a hacer ver a los conductores las 100 películas argentinas que no llegaron a 1000 espectadores cada una). Más allá de ese torno de burla impropio de un funcionario y de la falacia de esas cifras (los films nacionales más pequeños recorren festivales locales e internacionales, muestras y salas alternativas que no son monitoreadas por el Incaa), se sintió como una nueva agresión, una provocación más de una gestión que está vaciando el organismo y se niega a dialogar con las entidades de la industria.

Buena parte del sector audiovisual consideró que una acción pública, política y artística como Contramano era lo más atinado frente a un Incaa y un festival que han hostiles y hasta crueles

“Estamos orgullosos de estrenar Vida céntrica en este espacio, celebro el sentido comunitario y político de esta iniciativa, que es la que había que hacer en este momento. Ojalá se repique y haya muchos Contracampos en todo el país”, sintetizó Rodrigo Moreno (“Los delincuentes”) al presentar en estreno mundial su muy artesanal película de 50 minutos codirigida con el fotógrafo Bruno Dubner. Amigos desde hace años, vienen filmando desde hace mucho tiempo en el centro porteño y en esta primera parte de varias por venir concibieron una suerte de sinfonía urbana a ritmo de jazz en el que se permiten, por ejemplo, incursionar de forma poco convencional en las pizzerías más emblemáticas de la zona.

En la función inmediatamente anterior del domingo 24 se exhibió otro registro de la Ciudad de Buenos Aires, aunque en un contexto muy diferente. En efecto, “El repartidor está en camino”, documental de ese pionero y patriarca del Nuevo Cine Argentino que es Martín Rejtman, fue rodado en plena pandemia y tiene como protagonistas a los jóvenes —en su mayoría venezolanos— que repartían comida en sus bicicletas y motos mientras buena parte de la sociedad estaba encerrada. La primera mitad del film ambientada en 2020 es extraordinaria. Luego, como suele ocurrir en el cine del director de “Rapado”, “Silvia Prieto”, “Los guantes mágicos”, “Dos disparos” y “La práctica”, la película apuesta por la deriva, por desafiar las expectativas. Rejtman viajó en 2022 a Venezuela para de alguna manera bucear allí en buscade huellas, reflejos o la contracara de ese aluvión de familias que abandonaron en masa su país y en tantos casos se radicaron en la Argentina.

Las premières mundiales de “Solo qu3r3mos un poco de amor”, lo nuevo del prolífico Raúl Perrone; y de “Las formas de la invención”, simpático y encantador retrato sobre la dinámica en un barrio popular correntino a cargo de Maia Navas; “Cuando las nubes esconden la sombra”, hermosa película del chileno José Luis Torres Leiva protagonizada por la actriz argentina María Alché (presentó el film rodado en el extremo sur del continente); “Sombra grande”, de Maximiliano Schonfeld; y dos títulos que pasaron por el último Festival de Cannes como el premiado “Simón de la montaña”, de Federico Luis; y “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”, de Hernán Rosselli (el máximo hit de Contracampo porque dejó más gente afuera) fueron algunos otros de los eventos destacados de una muestra con tono combativo y espíritu de rock.

DB/JJD

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