Dos años de guerra en Sudán desembocan en la peor crisis de desplazamiento y hambre del mundo

Dos años después del estallido del conflicto entre el Ejército regular sudanés y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el país africano está sumido en una de las peores crisis humanitarias del planeta. La crisis de desplazamiento es, según Naciones Unidas, la más grave del mundo: más de 8,5 millones de personas huyeron de sus hogares y cerca de 4 millones se refugiaron en los vecinos Egipto, Sudán del Sur, Chad o la República Centroafricana, países que sufren las repercusiones de la violencia en Sudán, no solo por el flujo de refugiados, sino por cómo afectó a los equilibrios geopolíticos regionales.
Las agencias de Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias denuncian las dificultades para llegar a los civiles necesitados, tanto dentro de Sudán como en los países fronterizos, y la falta de financiación internacional, sobre todo a raíz de la retirada de las ayudas por parte de la Administración de Donald Trump. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) lamenta el grave impacto que tendrán “los recientes recortes globales en la financiación humanitaria” en los desplazados dentro y fuera de Sudán, donde alrededor de 30,4 millones de personas –más de dos tercios de la población– requieren algún tipo de asistencia debido al colapso económico que provocó la guerra.

“La falta de paz, de ayuda humanitaria suficiente y de oportunidades en los países de asilo está empujando a más personas a buscar seguridad más allá de las fronteras de Sudán”, señala ACNUR. Según datos de la agencia, en los primeros dos meses de 2025, las llegadas de sudaneses a Europa aumentaron en un 38%, aunque los números siguen siendo reducidos.
Dos años de “violencia extrema”
“Fueron dos años de violencia extrema contra la población, de conflicto continuado, de bloqueo de acceso y de suministros”, explica la coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras en Sudán, Esperanza Santos. “La situación no hace sino deteriorarse porque el conflicto continúa y la ayuda humanitaria no es suficiente, los servicios sanitarios están colapsados y estamos viendo cada vez más epidemias, como el sarampión o el cólera”, agrega.
Santos destaca, entre otras cosas, el aumento de los niveles de desnutrición. En la actualidad, 26 millones de sudaneses –la mitad de la población– se enfrentan a niveles agudos de inseguridad alimentaria, después de que en 2024 se declarara por primera vez en siete años la hambruna en varias regiones de Sudán. Según Médicos Sin Fronteras (MSF), en ningún otro lugar del mundo la gente pasa hambre a esta escala y la situación empeorará con el comienzo de la temporada de lluvias, a partir del mes de mayo. “El siguiente pico de desnutrición, que se espera en la estación de lluvias, será todavía peor que el anterior, porque a la población no le dio tiempo a recuperarse”, alerta la coordinadora de emergencias. Los niños y niñas, y las mujeres embarazadas y lactantes son las que más sufren la desnutrición.
También Intermon Oxfam advierte de que “la próxima temporada de lluvias, combinada con los recortes de ayuda por parte de EEUU y otros donantes importantes, amenaza con obstaculizar aún más los esfuerzos humanitarios, poniendo en riesgo a millones de personas”. Uno de cada dos sudaneses ya padece hambre y casi ocho millones más corren riesgo de inanición, agrega la ONG en un comunicado.

El pasado fin de semana se registraron ataques contra los campos de desplazados de Zamzam y Abu Shouk (que albergan a más de 700.000 personas), y la ciudad de Al Fasher, en la región de Darfur, atribuidos por la ONU a “fuerzas afiliadas” a las FAR. Cientos de personas murieron o resultaron heridas en varios días de ofensiva y miles tuvieron que huir de nuevo en busca de seguridad. Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 16 niños fueron asesinados en Al Fasher, otros seis niños en el campo de Zamzam y un niño más en Abu Shouk. Además, nueve trabajadores humanitarios de Relief International perdieron la vida.
“Es un ejemplo de la brutalidad de la guerra, de lo que viene pasando desde hace dos años”, dice la coordinadora de emergencias de MSF, que atendió a algunos de los heridos y de los 10.000 desplazados que llegaron a Tawila (a unos 60 kilómetros de Zamzam) entre el sábado y el domingo pasados. Según la organización, esas personas llegaron en estado de deshidratación y agotamiento, solo con la ropa que llevaban encima, sin nada que comer o beber, y están durmiendo al raso.
Inseguridad y trabas para entregar ayuda humanitaria
Desde MSF y otras muchas organizaciones que operan en Sudán, denuncian las dificultades para llegar a la población civil y la obstrucción de la ayuda y de la labor de los trabajadores humanitarios por las dos partes en conflicto. “Hay muchos factores que afectan al acceso, como la inseguridad y las barreras físicas y geográficas, pero también impedimentos burocráticos que ponen los dos bandos”, explica Santos, quien relata que hay localidades que están “completamente sitiadas” por una de las partes y a ellas no llega la ayuda humanitaria ni cualquier otro tipo de suministro. Asimismo, la infraestructura y servicios básicos fueron blanco de ataque de forma reiterada, lo cual deja a la población civil sin agua o electricidad, o ambas.
“Pedimos a las dos partes del conflicto que dejen de atacar a los civiles y las infraestructuras civiles, y que faciliten el acceso a la ayuda y los servicios básicos”, dice la representante de MSF.
Además de no poder entregar ayuda humanitaria, las organizaciones internacionales tampoco pueden prestar la asistencia y los cuidados que la población civil necesita. La ONG Acción contra el Hambre calcula que más de 12 millones de mujeres y niñas sudanesas necesitan apoyo contra la violencia sexual y de género, que se disparó durante el conflicto armado, mientras la guerra limita el acceso a la atención médica y psicosocial necesaria para las mujeres y niñas afectadas. “Debido a este contexto de inseguridad, muchas mujeres deciden dejar sus hogares en busca de un futuro más seguro y, por ello, representan más del 50% de las personas refugiadas de Sudán en 2024”, dice en un comunicado Acción contra el Hambre.
MSF señala que las mujeres embarazadas se ven especialmente afectadas por la falta de acceso a la atención sanitaria y eso tiene profundas repercusiones en su salud y en la de sus bebés. Según la organización –que presta apoyo a 22 hospitales y 42 centros de salud y clínicas móviles en Sudán–, muchas embarazadas llegan desnutridas al hospital, lo que muchas veces provoca partos prematuros y desnutrición.
Los ataques del pasado fin de semana en Darfur son una muestra de que el conflicto sigue muy activo después de dos años, con varios frentes abiertos en todo el país, y sin ninguna vía política ni diplomática abierta para buscar una solución negociada. Además, algunos actores regionales fueron acusados de fomentar la violencia con el envío de armamento, por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos, que apoya a las FAR.
Abusos “generalizados” contra los civiles
“En los pasados dos años, las partes beligerantes de Sudán sometieron a la población a horribles abusos y sufrimiento, y bloquearon la ayuda, hundiendo al país en los peores desastres humanitarios del mundo”, denuncia en un comunicado el investigador de Sudán para Human Rights Watch, Mohamed Osman.
A finales del pasado mes de marzo, las tropas regulares lideradas por el general Abdelfattah Al Burhan, recuperaron el control de la capital sudanesa, Jartum, y el cese de los enfrentamientos con las FAR posibilitó la vuelta de muchos residentes y la entrega de ayuda humanitaria en la ciudad, según varias agencias de Naciones Unidas. “Miles de personas comenzaron a regresar a Jartum y a otros centros urbanos como Umdurmán, Wad Madani y al estado de Al Yazira, pero estas cifras son mínimas en comparación con los millones de personas que aún permanecen desplazadas”, señala ACNUR. Además, los que regresan se encuentran con la infraestructura de la ciudad devastada y sin los servicios esenciales.

“Volvimos a Jartum y la encontramos en ruinas”, relató una mujer de 51 años, residente de la vecina localidad de Bahri, a Human Rights Watch (HRW). “En nuestro barrio, todos perdieron un familiar o un vecino por los combates. Algunos de nuestros vecinos llevan desaparecidos meses. Descubrimos que la gente usó un parque infantil cercano para enterrar a los muertos porque no pudieron hacerlo adecuadamente en el cementerio”, dijo la mujer.
El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, denunció a principios de abril ejecuciones sumarias de civiles que tuvieron lugar en Jartum en los días que siguieron a la toma de la capital por parte del Ejército sudanés, por “aparentes sospechas de que estaban colaborando con las FAR”. Según el alto comisionado, las informaciones apuntan a que las ejecuciones fueron llevadas a cabo por miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad sudanesas, y milicias y combatientes que lucharon en el bando gubernamental.
HRW afirma que tanto los militares sudaneses como los miembros de las FAR “cometieron abusos generalizados, incluidos asesinatos extrajudiciales, violencia sexual y saqueos desenfrenados, y destruyeron la infraestructura civil desde que el conflicto estalló el 15 de abril de 2023”. La organización defensora de los derechos humanos recuerda que los civiles siguen sufriendo esas atrocidades en varias zonas de Sudán donde las hostilidades continúan, como Darfur. En la región de Al Yazira, las tropas del Ejército y milicianos afines a ellas atacaron a los habitantes de la capital y de zonas aledañas durante la ofensiva para recuperar el control de la ciudad, entre diciembre de 2023 y febrero de 2025.
“La impunidad por los crímenes en Sudán fortalece a las fuerzas que cometen abusos”, lamenta HRW, que hace un llamamiento a que los líderes mundiales –reunidos este martes 15 de abril en Londres en una conferencia sobre Sudán– a apoyar la rendición de cuentas en el país árabe y la protección de los civiles, además de tomar medidas para que las partes en conflicto dejen de cometer abusos y permitan la llegada de ayuda humanitaria a todos los rincones del país sin restricciones.
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