Un cementerio de misiles rusos para seguir la pista sobre posibles crímenes de guerra en Járkov
Durante los primeros meses de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, los misiles de crucero lanzados por Moscú contra el país vecino quedaron incrustados en los edificios y calles de la región nororiental de Járkov.
Después, los funcionarios de la fiscalía ucraniana los recuperaron, registraron y catalogaron uno a uno, y los transportaron a una zona vallada en un distrito industrial de la ciudad de Járkov que ahora se conoce como el “cementerio de misiles”. Hay más de 1.000 explosivos y restos de cohetes alineados en hileras que cubren una superficie del tamaño de la mitad de un campo de fútbol.
El Ejército ucraniano calcula que Rusia disparó más de 5.000 misiles de crucero, así como incontables cohetes de artillería, desde que comenzó la guerra. Gran parte de ellos cayeron sobre Járkov.
Pruebas de crímenes de guerra
Las autoridades locales creen que, en el futuro, los artefactos podrían exhibirse en un museo que sirva para recordar las atrocidades de la guerra. Entretanto, esperan que los restos puedan proporcionar información que sirva de base para emprender acciones judiciales contra dirigentes y soldados rusos.
“Hemos creado este lugar con el objetivo de recabar pruebas de crímenes de guerra”, dice Dmitro Chubenko, portavoz de la fiscalía de la región de Járkov. “Todos estos artefactos fueron encontrados en la ciudad de Járkov. Son solo la mitad de los que nos lanzaron. Son pruebas que esperamos que se utilicen en la Corte Penal Internacional”.
Cerca del 95% de todos los artefactos almacenados en el cementerio de misiles son piezas de sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes, incluidos sistemas Smerch que pueden utilizarse para transportar bombas de racimo, prohibidas en la mayor parte del mundo en virtud de la Convención sobre Municiones de Racimo de 2008 y que Rusia utilizó en zonas de Ucrania donde no había ni personal ni infraestructuras militares.
A través del análisis de los tipos de artefactos disparados, las trayectorias de vuelo y las ubicaciones GPS de los lugares donde impactaron, la fiscalía de Járkov está investigando a decenas de soldados y altos mandos del Ejército ruso, entre ellos el coronel general Alexander Zhuravlyov, que también participó en la campaña rusa de bombardeos en Siria en 2016. Según múltiples informaciones, Zhuravlyov fue el único oficial ruso de alto rango que pudo firmar la orden de lanzar un ataque con cohetes Smerch sobre Járkov.
Chubenko explica que el estudio y el análisis de las municiones es crucial para investigar la responsabilidad de presuntos crímenes en suelo ucraniano.
Las municiones están identificadas con una serie de códigos que muestran el fabricante, detalles de su acondicionamiento, en su caso, y, más raramente, la unidad militar que se encargó de su mantenimiento. “Se pueden ver los dígitos y letras con los que están marcados estos misiles”, explica Chubenko. “Con esta información hemos podido identificar dónde los fabricaron y, a veces, qué unidad militar los almacenó y mantuvo”.
Neil Corney es investigador asociado de la Fundación de Investigación Omega, una organización independiente con sede en Reino Unido dedicada a proporcionar información basada en pruebas sobre la fabricación, el comercio y el uso de tecnologías militares, de seguridad y policiales. En su opinión, identificar la unidad que almacenaba misiles y cohetes es clave para investigar posibles crímenes de guerra.
“Lo ideal, si se quiere vincular el uso de la munición a un delito, es mostrar su cadena de custodia”, dice Corney. Esta cadena incluye dónde se almacenó y mantuvo la munición, su distribución a una unidad militar, su uso, su ubicación en el lugar de un posible crimen y el almacenamiento seguro de sus restos.
Una ciudad bajo ataque
En el cementerio de misiles de Járkov, los fiscales almacenaron algunos de los misiles que alcanzaron las zonas residenciales del norte de Saltivka y Oleksiyivka.
Han identificado a un general ruso, cuyo nombre no puede revelarse porque hay una investigación en marcha, que presuntamente dio la orden de lanzar al menos 100 misiles desde el norte de Ucrania, ocupado por Rusia, contra el Instituto de Física y Tecnología de Járkov, incubadora de las primeras investigaciones nucleares de la antigua Unión Soviética.
Aunque la instalación no representa una amenaza radiológica, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, afirma que la escala e intensidad de los ataques contra el instituto “vulnera los siete pilares indispensables de la seguridad nuclear” que expuso “al principio del conflicto”.
Chubenko asegura que las consecuencias de los ataques con misiles podrían haber sido graves. “Obviamente, los rusos sabían que allí se encontraba el reactor nuclear de investigación, ya que fue construido en la época soviética y Rosatom [la empresa estatal rusa de energía nuclear] tiene todos los planos”.
Oleksandr Filchakov, fiscal jefe de Járkov, señala que solo en su región abrieron miles de posibles procesos penales por crímenes de guerra y de otro tipo contra soldados y autoridades de Rusia.
Las autoridades calculan que más de 1.700 personas murieron por los bombardeos rusos, entre ellas más de 40 niños, en la ciudad de Járkov y sus alrededores.
En todo el país, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) registraron 22.607 víctimas civiles desde el comienzo de la invasión rusa, entre ellas 8.451 muertos.
El ACNUDH dice que las cifras reales de víctimas son mucho más elevadas debido al retraso en la recepción de información procedente de lugares donde persisten los ataques. La información está aún pendientes de corroboración en lugares como Mariúpol, Lisichansk, Popasna y Severodonetsk.
Traducción de Emma Reverter.
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