Dominique Salomon perdió a su familia en el Holocausto: “Tras lo que he vivido, tengo el deber de defender a Palestina”
Dominique Salomon nació en una granja en el sur de Francia, en 1945. Su madre se escondía allí de la policía colaboracionista que, tres años antes, envió a toda su familia a campos de concentración. Vino al mundo algunos meses después de ese 27 de enero en que los aliados liberaron Auschwitz, hace ahora 80 años.
Ha pasado casi un siglo de la llegada al poder de Hitler, de la Guerra Mundial y del Holocausto, pero para Salomon, no se ha avanzado tanto. “La inquietud de estos días es la misma que la de entonces. Hemos vuelto a empezar”, se lamenta desde el salón de su casa en Barcelona, que se caracteriza por tener mucho de dos cosas: libros y plantas.
Se sienta en su sofá, donde comparte asiento con documentos, carpetas y más libros que aparecen de cada rincón. Hace años que se jubiló y traspasó la pequeña empresa de quesos que montó cuando llegó a España (después de un breve periodo trabajando en los consulados de Marruecos y de Luxemburgo), pero sigue tremendamente activa a pesar de estar a punto de cumplir 80 años.
Es miembro de la asociación JUNTS, una entidad que agrupa, desde 2008, a palestinos y judíos en Catalunya y que recorre todo el territorio para dar charlas y explicar la situación de la región. Sobre todo desde octubre de 2023, cuando empezó el conflicto en Gaza.
Cuando da charlas en centros cívicos o institutos, ella habla en primera persona. Como judía que perdió a su familia en el Holocausto, pero también como antifascista, comunista y antisionista. “Desde mi experiencia exijo que no haya más genocidios, contra ningún pueblo, tampoco contra el palestino”, asegura, “sobre todo cuando el asesinato de mi familia se usa ahora para justificar el asesinato de miles de familias gazatíes”.
Desde mi experiencia exijo que no haya más genocidios contra ningún pueblo. Sobre todo cuando el asesinato de mi familia se usa para justificar el asesinato de miles de familias gazatíes
La suya es, como ella misma dice, una historia muy judía, a pesar de no ser practicante. Ahora bien, afirma que si se sigue identificando con ese credo es por el Holocausto. “En mi casa era un tema omnipresente. Si no hubiera sido por eso, quizás hubiera olvidado mi religión, pero fue imposible”, apunta.
Su familia materna es de Polonia, pero tuvo que desplazarse a causa de los pogromos. Una parte fue a parar a París, donde su madre conoció a su padre, proveniente de una familia judía de la zona de Alsacia. Unos años después de casarse y de tener a su primer hijo, supieron que, tras la entrada de los nazis en Francia, los judíos serían perseguidos. “Pero estaban tan integrados que mi madre no se lo creyó. No hasta que les hicieron ponerse la estrella de David en el pecho y empezaron a ver carteles en los comercios en los que se prohibía la entrada a perros y a judíos”.
Sus padres, ambos, perdieron sus trabajos. Algunos amigos empezaron a desaparecer. Y esa casi fue su suerte, después de que un vecino les denunciara a las autoridades. Así que su madre decidió tramitar papeles falsos para ella, su madre, sus hermanas, sobrinos y su hijo y trasladarse al sur, a una zona que todavía no había sido ocupada. Su padre, en cambio, se unió a la resistencia.
“Mi madre llegó a una zona muy muy rural y, a pesar de estar bastante alejada, habían llegado los prejuicios”, asegura Salomon. “Se decía que los judíos eran animales y que tenían cola. De hecho, cuando llegaron, les rodeaban buscando trazas de rabos para asegurarse de que no eran judíos”.
Su madre se salvó porque dio con una campesina que, “sin entender muy bien los riesgos que estaba asumiendo”, decidió esconderla en su cuadra. El resto de su familia no tuvo tanta suerte: todos fueron arrestados y llevados a campos de concentración.
“Mi madre cada día miraba hacia la entrada del pueblo para ver si volvían. Y nunca volvieron. Hasta los años 70 no estuvimos seguras de qué les había pasado. Alguien editó un libro con los nombres de todas las personas que fueron a los campos, en qué convoy y en qué fecha fueron masacradas en las cámaras de gas. Y entonces lo supimos”, explica mientras enfatiza sus palabras blandiendo un cigarrillo que nunca llega a encender.
Quien sí volvió fue su padre, que después de estar en la resistencia con los maquis, regresó brevemente a reencontrarse con su madre antes de unirse al ejército de Leclerc, con quien llegó a entrar a Alemania. En ese breve periodo de tiempo, Dominique fue engendrada. Su madre pasó todo el embarazo en esos meses difíciles protegida por esa granjera llamada Gabrielle, quien se convirtió en su madrina y con la que estuvo en contacto hasta que murió. “Fue una mujer muy buena, que se arriesgó sin necesidad”, asegura.
El despertar antisionista
Salomon pasó una adolescencia tranquila, ya en París, alejada temporalmente y geográficamente del horror por el que habían pasado los suyos. Pero la pesadilla estaba presente en todas las sobremesas y conversaciones familiares. Aun así, no se consideraba una persona especialmente politizada ni alineada con la causa antifascista. Fue durante el Mayo del 68 cuando tomó consciencia y, a partir de las manifestaciones y confrontaciones con la policía, entendió muchas de las experiencias que había vivido hasta entonces.
Tras esa explosión del estudiantado francés, que la sorprendió con 23 años, pudo poner orden a sus ideas. Entre otras cosas, puso nombre al desencanto que la envolvió las dos veces que había visitado Israel. La primera fue a los 14 años, cuando recorrió el país en autoestop. “No me gustó especialmente, pero no me lo planteé. Fui porque era lógico hacerlo: nací con la historia judía y, de una manera u otra, el mensaje va calando”, asegura.
Israel es y será el lugar más peligroso del mundo porque siempre estará en guerra: después de que se masacrara a seis millones de judíos, trajimos el problema a Oriente Medio
En aquel viaje, convivió con palestinos y empezó a ver las discriminaciones a las que estaban sometidos y algo empezó a removerla. Lo cuenta mientras sostiene el libro ‘Les refugiés’, que publicó su padre tras volver del frente. “Aquí están las tesis de buena parte del pueblo judío de la época. No es especialmente racista ni está en contra de los palestinos, pero hay algo de desagrado. Piensan que Israel es un lugar donde los judíos pueden tener seguridad y, de alguna manera, hay tesis coloniales”, asegura.
Aun así, desmiente la mayor y apunta que los judíos nunca tendrán paz con las políticas de Israel: “Será el lugar más peligroso del mundo porque siempre estará en guerra”, insiste. “Después de que se masacrara a seis millones de judíos, trajimos el problema a Oriente Medio”.
Eso empezó a entenderlo en 1967, durante la guerra de los Seis Días, cuando Israel llamó a miles de judíos de todo el mundo para que fueran de voluntarios a construir trincheras y abastecer escuelas como lugar de refugio. Dominique se enroló a una de esas expediciones.
“Fuimos a ayudar, pero no éramos racistas. Lo que sabíamos era en base a los periódicos que leíamos y todo nos parecía lógico. Pero, cuando empezamos a ver la realidad, nos costó mucho de asumir”, recuerda.
Su cambio de parecer se dio en una cafetería donde compró Les Temps Modernes, la revista editada por Jean Paul Sartre. Era un número que en una mitad recogía los argumentos israelíes y en la otra había tesis en defensa de pueblo palestino. “Leí un artículo llamado ‘Israel, hecho colonial’ y lo entendí todo. E hice el camino a la inversa: desde mi experiencia, entendí que tengo el deber de defender a los palestinos y su derecho a vivir”.
El déjà vu de la extrema derecha
Cuando Salomon volvió de Israel, estalló el Mayo del 68. Justo después de aquellas jornadas, lo tuvo claro. “Iba a luchar contra cualquier régimen fascista”. Y el que en aquel momento estaba en auge era el franquista. Así que siguió los pasos de quien sería su marido, que ya estaba en España, y se unió al FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).
Pero antes de que pudieran encontrarse, él fue detenido y pasó tres años en la cárcel. Al poco de salir, como siguió con su actividad antifranquista, volvió a caer en manos de la justicia y, para evitar cumplir otra condena que, esta vez, hubiera sido de 16 años, cruzó los Pirineos a pie y se instaló con su mujer en Suiza. Tras la amnistía del 77, ambos vinieron a Catalunya.
Desde entonces, Dominique Salomon no ha cejado en su militancia antifascista, lo que para ella incluye ser antisionista. “No se puede ser de izquierdas y sionista porque supone excluir al otro. Se dice que Israel es la única democracia de la región, pero ¿qué democracia ocupa, vigila y masacra?”, se pregunta.
Esta mujer, hija de supervivientes, reconoce que no es para nada optimista. Ni siquiera después del alto al fuego. “Me alegro de que puedan estar unas semanas sin que les caigan las bombas, pero no es el fin de la guerra. La solución es un estado para los palestinos, pero con el regreso de Trump y un 80% de la población israelí que rechaza la idea, eso no será posible”, asegura.
Se dice que Israel es la única democracia de la región, pero ¿qué democracia ocupa, vigila y masacra?
Durante la conversación, menciona diversas veces al recientemente reelegido presidente de los Estados Unidos. Tanto él como sus acólitos le hacen tener una sensación de déjà vu. Y eso que cuando ocurrió esta entrevista Elon Musk todavía no había realizado su polémico saludo. “Ese discurso violento contra los migrantes o que el ministro de Defensa israelí llame animales a los palestinos para deshumanizarlos... Todo eso ya lo he vivido y me recuerda a cuando se les buscaba la cola a mis primos”, relata.
Salomon observa con incredulidad y tristeza cómo la extrema derecha gana cada vez más gobiernos y cómo en España sube en las encuestas. Y se pregunta qué ha ido mal para que autoidentificarse como fascista ya no sea motivo de vergüenza. La pesadumbre contrasta mucho en el rostro de esta mujer de pelo rosáceo, que remata su explicación con una anécdota.
Hace poco, a la puerta de un centro educativo, habló con un par de adolescentes que le dijeron que en su instituto se les discriminaba por su ideología. ¿Cuál?, preguntó Salomon. “Somos nazis”, contestaron ellos. Entonces, les contó que era judía y que toda su familia había sido asesinada en cámaras de gas. A lo que ellos se limitaron a preguntarle si, como judía, había matado a Jesucristo. “¡Eso ya me lo preguntaban en los 60!”, se lamenta.
Esta mujer comparte el miedo de muchas otras personas, que temen que la historia se pueda repetir. Pero, les enmienda. “Ya se está repitiendo. Que no suceda en Europa, no significa que no haya regímenes fascistas masacrando a pueblos enteros”, dice, refiriéndose a Palestina.
“La gente me dice que el conflicto es muy complicado de entender, pero no lo es. Como tampoco es difícil entender quién fue la víctima y quién el verdugo durante el Holocausto”, asegura. “Lo que es complicado son los intereses geopolíticos que impiden que los gobiernos se posicionen con la misma dureza con la que lo harían en otras guerras”, resume.
Como ejemplo pone el acto que celebra JUNTS cada 27 de enero para conmemorar el Holocausto. Hace años que diversos ayuntamientos catalanes les llaman para participar en sus actos oficiales. Ellos siempre han aceptado, contentos de poder recordar a los suyos. Pero desde los hechos del 7 de octubre de 2023, sólo aceptan con una condición: poder hablar también de Palestina. “Todos los Ayuntamientos nos lo han negado”, asegura, tajante.
Por eso, han vuelto a las calles, donde, asegura, tienen libertad de expresión. En diversas ciudades como Barcelona se han tenido que conformar con salir a la plaza frente al consistorio, donde celebrarán un homenaje con un encendido de velas “en el que sí tendrán lugar todas las víctimas”.
DM
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