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OPINIÓN

Barbie ve los colores, en especial el negro

Captura de Black Barbie, documental. Cortesía Netflix

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A los 65, pero con aspecto de 20 (como siempre desde 1959), la muñeca más popular del mundo sigue firme en su sitial, reforzado desde 2023 por exitosísimo film Barbie, de Greta Gerwig. Ya con menos detractores, luego de irse acomodando la firma Mattel al aire de los cambiantes tiempos que, entre amigas, mascotas, un novio, casas y muebles, incontables etcéteras, impulsaron la incorporación en 1968 de la versión afronorteamericana (apareció hacia fines del movimiento por los derechos civiles) llamada Christie que –como la Barbie original– fue pasando por ciertas modificaciones de acuerdo a las modas y la evolución de las costumbres.

Actualmente, Netflix ofrece un documental que da cuenta de la importancia simbólica de la presencia de la muñeca negra, más allá de que muchas niñas afro del Norte y de otros lugares del planeta sigan prefiriendo la rubia y blanca. Es decir, la primera referencia de modelo de belleza en muñecas de esa edad que se instaló en el siglo XX. Como los caballeros de Anita Loos, aunque se fueran fabricando ediciones con rasgos de distintas etnias, la gran mayoría de las chicas la prefieren blondas. Sin diamantes como mejores amigos, pero con el torso tipo Brigitte Bardot, icono supremo de los años ’50. Ya en su primera piña literaria publicada a los 39, la novela Ojos azules, Toni Morrison se detenía amorosamente en una niña negra de once años, Pecola, y en su entorno, en el Ohio de los ‘40. La niña percibía que nunca nadie la había mirado, creía que la belleza era sinónimo de blancura y rezaba para tener un día ojos azules. Pensaba que, si sucedía ese milagro, todo mejoraría; que su madre y su padre no se pelearían, él dejaría de beber… En esta magnífica obra aparece el fuerte compromiso de toda su vida con la problemática y la cultura de los afroestadounidenses, se reconoce ese estilo sincopado asociado al jazz y hasta un punto heredero de Faulkner que caracterizarían a la autora de Beloved.

Cuando se abra el 4 de julio de 2076 la cápsula hermética que se cerró en 1976 (bicentenario de los Estados Unidos) con objetos de la época, allí estará ella, la rubia esbelta de 29 centímetros, pechos turgentes, cintura avispada y largas piernas cuya historia –de cómo la empresaria Ruth Mattel lanzó una muñeca que contravenía la idea de que ese tipo de juguetes debía de tener apariencia infantil– ha sido harto difundida. En el primer año, se vendieron 350 mil ejemplares. Con las décadas, el imperio barbiano fue tomando territorios occidentales y hasta se coló en algunos orientales. Ya en 2003, alguien calculó que los cientos de millones de barbies en danza tomadas de la mano podían darle siete vueltas al globo terráqueo (con algunas no blancas intercaladas cada tanto, quizás algún Ken de polizón).

La mujercita de plástico, entonces, se bancó algunos leves pero constantes toques en el correr de largos años –que algo cambie para que todo siga casi igual–: menos maquillaje, reducción apenas de lolas, suma de oficios, manteniendo ese aire juvenil y coquetón dentro de su universo virado mayormente al rosa fuerte. Pero hay que reconocer que algo tiene esta muñeca con ínfulas de reinita de belleza, amada masivamente por sus destinatarias a la vez que resistida antaño como modelo físico inalcanzable por feministas y educadores/as, objeto de numerosos ensayos e incluso de biografías, de exposiciones en importantes museos del mundo, musa de grandes diseñadores (de Givenchy a Dior en vestuario, Louboutin para sus piecitos arqueados y Bulgari en el rubro accesorios), de artistas como Andy Warhol y de varios cineastas. En 1987, Todd Haynes hizo Superstar: The Karen Carpenter Story, narrando los últimos 17 años de la cantante en su lucha contra la anorexia, empleando una serie de imitaciones de la muñeca de Mattel.

Ya pudo despotricar Betty Friedan, como lo hizo cuando la bámbola cumplió 35 de suceso siempre creciente; ya pudieron tacharla de “veneno rubio” grupos de madres en Norteamérica jurando que sus hijas jamás tocarían una Barbie: la rubia básica no detuvo su marcha triunfal. Sin descuidar su glamour jugó en la NBA y, asociada a Girls Inc –sin fines de lucro esta vuelta–, apoyó a chicas fuertes y trabajadoras desde su indumentaria de working girl. Barbie, que ya no se priva de nada, llegó a ser candidata a presidente y protagonizó series y films de animación.  Naturalmente, muchas mujeres famosas del mundo tienen su Barbie a imagen y semejanza, desde Grace Kelly hasta la mismísima Isabel II de Inglaterra (en Youtube se puede ver al muy saleroso presentador catalán Marc Giró regalándole a la actriz Macarena Gómez, coleccionista de barbies que casi se desmaya de dicha, esta monarca con su corona y sus canas sin teñir…). Las últimas en alcanzar tan contentas esa “consagración” son las integrantes del grupo mex RBD creado hace 15 años –Anahí, Dulce María y Maite Perroni– cuyas muñecas lucen atuendos que aluden a la serie Rebelde y a los conciertos que protagonizaron con repercusión popular.

¿Negra y heroína de su propia historia? El documental Black Barbie, que en estos días se puede mirar en Netflix, remite principalmente al relanzamiento estelar de la muñeca del título, que tuvo lugar en 1980, cuando ya existían representantes de la negritud en segunda fila (Julia, Christie). Todo comenzó con la tía de la directora afroestadounidense Largueria Davis, Beulah Mae Mitchell, ex trabajadora de Mattel donde permaneció 44 años, que empezó a mostrarle con mucho cariño a su sobrina una colección de muñecas de esa especie.  Davis reconoce que nunca fue fan de Barbie pero la increíble pasión de su tía, pese a ser muy mayor, le resultó sumamente tocante y ahí mismo empezó a grabar esa conversación que abrió cauce al doc.

Este film, aunque recurre a cabezas parlantes en buena parte de su metraje, tiene el gran mérito de hacer aflorar temas de enorme interés social, político, humano. Por ejemplo, la tía Beulah recuerda que de niña no tenía muñecas negras porque no existían de esa tonalidad en el mercado, y a las chicas de su generación (y la anterior, y la anterior…) no les quedaba otra que jugar con muñecos blancos, bajo la forma de bebés o de nenas de corta edad. Y por si hiciera falta, muestra pruebas fotográficas.

Aunque ya había algunas barbies negras como personajes secundarios en el mundo de la rubita escultural, la versión negra oficial de Mattel, creada por la primera diseñadora afro de la empresa, Kitty Black Perkins, de 1980, por fin fue considerada personaje protagónico. Entre los planteamientos movilizadores de reflexión que surgen de este film, figura la pregunta acerca de si corresponden versiones negras de productos que nacieron representando la blancura, o si vale inventar otros nuevos que surjan de la estética de la negritud, de la propia cultura negra.

A través del documental de Davis, fogoneado por la brillante productora Shonda Rhimes, desfila gente académica, cronistas culturales y también algunas mujeres destacadas de ascendencia afro que ya tienen, encantadas de la vida, sus respectivas muñecas, cuya realización supervisaron. Empezando, faltaba más, por la productora y showrunner Rhimes y siguiendo por la primera bailarina clásica Misty Copeland y la esgrimista olímpica Ibtihej, con velo y todo. Los testimonios de estas mujeres talentosas que aceptaron convertirse en modelos de identificación de chicas negras y de otros colores, aportan complejidad al enfoque sobre las derivaciones de aquella Barbie de 1959. Asimismo, se menciona una fábrica de juguetes, perteneciente a afronorteamericanos, que producía muñecas de distintos colores.

Transformar a la black barbie en heroína de su propia historia es importante, dice la actriz Julissa Calderón. Que deje de ser ciudadana de segunda en Barbieland y que tenga las características físicas de su etnia, de su forma de vestir y de peinarse. Así fue que la Barbie de Kitty Black Perkins rindió tributo a la cantante Diana Ross, con su traje rojo y su pelo enrulado. “¡Ella es negra! ¡Ella es hermosa!”, se podía leer en la caja de presentación. Si bien existen barbies cada vez con más pelambre orgullosamente crespa, ¿sería mucho pedir que Mattel nos brindara ya una nueva Angela Davis, espléndida en todas sus edades?

Este artículo fue publicado originalmente en damiselas en apuros

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