El poder de las palabras
“Estoy en mi pieza frente al espejo. Miro cada parte de mi cuerpo desnudo. Empiezo a deslizar la mano y con ella siento la grasa de los muslos, los rollos de la panza, los colgajos de los brazos y los que salen por el costado de las tetas”, escribe Micaela Belén González en Crónicas gordas, historias sobre gordo-odios en la vida cotidiana. El libro contiene perfiles sobre las experiencias que viven las personas gordas, son crónicas que recrean y reflejan distintos momentos, sensaciones y sentimientos que aparecen en ellas al sentirse acorraladas entre su corporalidad disidente y la sociedad gordo-odiante que impone cómo tenemos que ser.
“La espalda es grande, los glúteos también, son igual de gordos que las piernas. Los pies hinchados que veo no son como los de las modelos que aparecían en la Parateens, las manos tampoco son como las de las modelos de anillos que muestran en la tele, ni son como las manos de la muchacha flaca y de piernas largas que se pone crema de una forma tan femenina y sensual en la publicidad de Nivea”.
La publicación contiene relatos sobre cuerpos que padecen las determinaciones impuestas por los medios, pero que también luchan. Es la culminación de la carrera de Comunicación Social de Micaela en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata y fue editado por Hespérides. “Me fui conectando con el feminismo y con el colectivo del activismo gordo, donde me sentía interpelada con historias que se contaban. Es increíble el poder de la palabra, contar para que otros se animen y para que sepan que no nos pasa solo a nosotras”, me cuenta la autora.
Estas crónicas, con ilustraciones de Lucía Montenegro y César Pérez Lamberti, fueron pensadas por todas esas veces que las mujeres “tapamos nuestros cuerpos en las fotos y nos vestimos de negro para disimular. También para aminorar el dolor por lo que los demás dicen de nosotras y para que los chicos puedan crecer en un mundo donde puedan disfrutar libremente de sus cuerpos”. Dividido en cuatro capítulos: Disección de un cuerpo gordo, ¿Quién viste a las personas gordas?, Adelgazar para entrar, Escanear un cuerpo gordo para reconocer la diversidad corporal, cuenta con un prólogo de la periodista y docente Astrid Lorelei Ullman.
El libro está dedicado “a cada una de las personas gordas que nombro en estas crónicas. Y a las que no, ojalá estas líneas también penetren entre sus rollos. A mí, para dejar atrás el miedo a que alguien me diga gorda y poder aceptar mi corporalidad”.
Inspirada en la artista visual Florentina Pérez Martín y sus ilustraciones gordas, “el modo en que nos miramos en el espejo es una cuestión política, en la medida que nos involucra como sociedad”, dice la escritora y activista.
“En la escuela se burlaban de mi cuerpo, algunos varones me corrían diciéndome gorda por el patio del colegio. Mis compañeros y compañeras hacían planes para esquivarme en el recreo, me dejaban mensajes en el buzón de voz con insultos o me escribían en las redes”, narra. “Mi mamá sufría porque yo no encontraba ropa. Pero tengo que agradecerle que nunca me dijo nada malo de mi cuerpo”.
Además de las vivencias de la autora, “hay experiencias de otras mujeres que ponen de manifiesto cómo viven con esos condicionamientos y cómo las afecta la discriminación gordo-odiante de nuestra sociedad”, señala Ullman.
La investigación periodística minuciosa, la observación atenta de lasprotagonistas y de los lugares transitados, y el respeto y compromiso con los que se aborda cada crónica se entrelazan “con una pequeña Micaela que sufrió y se enojó centenares de veces con su cuerpo; pero, sobre todo, con una joven Micaela que deja atrás sus miedos y nos comparte este libro para recordarnos que el gordo-odio está presente de forma transversal en nuestro cotidiano y que para construir comunidades en las que quepan todas las corporalidades, la lucha es colectiva”, señala el prólogo.
Crónicas gordas es un libro que propone reflexiona, sentir, cuestionar y movilizar. Es un texto que, de manera minuciosa y acertada, representa escenas de la vida cotidiana que han atravesado miles de personas en la Argentina.
Las miradas propias y de quienes nos rodean, la arquitectura y el diseño de lugares físicos, la palabra “autorizada” de la medicina y la imagen construida en los medios de comunicación atraviesan nuestros cuerpos; y, en muchas ocasiones, el “deber ser” que surge de esos espacios nos atrapa y nos condiciona.
“Pienso en el mundo de Cris Morena, cuando retomo la mirada hacia el espejo y recuerdo nunca haber visto un cuerpo así en sus novelas. Como mi amiga Emilia, que en toda su vida nunca vio en la tele a una nena que se pareciera a ella, en ninguna novela se vio representada”. En un contexto donde “nuestros deseos tenían mucho que ver con lo que veíamos en la tele, nos condenamos a que lo único cierto y válido era lo que se reproducía por ese aparato cuadrado que manejábamos con un control remoto”.
Los consumos infanto-juveniles del ’90 y los 2000 “estuvieron en manos de Cris Morena: Jugate Conmigo, Chiquititas, Verano del ’98, Rebelde Way, Floricienta y Casi Ángeles. Dentro de la nostalgia actual, las y los jóvenes-adultos suelen recordar sus canciones y coreografías. ”Pero también, dentro de la deconstrucción que envuelve a nuestra generación, los recuerdos no son tan buenos“.
Ser un niño o una niña o adolescente gorda en esa época era quedar fuera de cualquier discurso de la industria cultural. Estas producciones determinaron ciertos estereotipos que hasta el día de hoy siguen estando presentes. Tanto en las telenovelas, como en todas las series, películas y dibujos animados de esa coyuntura, se discriminaba a la fea, a la gorda y las parejas eran todas dentro de la cis-heteronormatividad.
Para González, “los ideales de bellezas fueron impuestos a nivel cultural, social y político. Hay empresas que tienen intereses en que consumamos sus productos para ‘mejorar nuestra salud’, pero solo les interesa el dinero. Y esto es respaldado por todo un sistema capitalista que nos dice cómo tiene que ser nuestro cuerpo y determina qué es estético y qué no. Lo mismo pasa con los temas de género y sexualidad”.
“Las políticas públicas, las normas culturales y las actitudes sociales hacen que nuestra existencia esté condicionada, en el acceso a los servicios de salud, las oportunidades laborales y el bienestar general. Además, la representación en los medios es lo que más nos estigmatiza. Otro ejemplo de discriminación es la falta de implementación de la ley de talles. Tenemos derecho a vestirnos como nos gusta pero no lo garantizan. Hay niños y niñas que tienen que ponerse ropa de grandes porque los talles no son acordes a su corporalidad”.
LH/MF
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