El rezo post-fascista de Milei encuentra una respuesta masiva, que busca cauce político
No hizo falta mucho tiempo para que se confirmara que el rostro de Javier Milei es uno solo; que la hipótesis de que ese inadaptado de los paneles televisivos se transformaría en un presidente audaz, el “loco” liberal que hacía falta para emprender transformaciones inimaginadas, resultó fallida.
Hubo (hay) mucho autoconvencimiento de cierta elite y un sector de la población que se percibe republicano e institucionalista para introducir el sobre en la urna con el nombre de un procaz que se narraba entre las sábanas de los votantes, obsesionado con niños envaselinados y “palos en el orto”, despectivo de la democracia, gritón con los débiles y sumiso con los poderosos, oscuro consultor, prometedor de dolarizaciones estrafalarias y aplastamiento de “zurdos de mierda”. Las risotadas y la fingida candidez de sus entrevistadores hicieron lo posible para suavizarlo. Fue en vano.
Sorpresa. Un año después, el Presidente argentino está a la vanguarda de una ola reaccionaria global. Al parecer, la violencia que exudaba el panelista de “Intratables” no era tan anecdótica. Ahora entusiasma a neonazis alemanes, a racistas estadounidenses, al primer ministro israelí imputado en La Haya por genocidio, a pinochetistas recargados, a Elon Musk y a los conductores del prime time de los canales La Nación +, TN y América 24. Esta adhesión unánime, grotesca, de los espacios más vistos de tres de los principales grupos de comunicación es muy reveladora de cuánto hay de “nuevo” y “disruptivo” en Milei.
Le piden más y Milei lo da todo. Últimamente, ese todo sumó versículos fascistas cada vez más literales.
De la pátina del “respeto” a la elección sexual de cada individuo que el Milei naciente, 2017-2018, esbozaba en sus apariciones “libertarias”, pasó a la moralina rancia de apuntar a los homosexuales como depravados. El “régimen viril” de Mussolini era implacable con los “degenerados”.
El mandatario argentino afirma que la agenda negacionista y reivindicatoria del terrorismo de Estado de Victoria Villarruel no es la de él, y por eso segrega a su vicepresidenta. Si no es la de él, se ve que se la envidia, porque el acoso a la memoria histórica es cada vez más explícito, algo menos marcial que la que enamora a Villarruel. Esta semana, Milei insistió con el enaltecimiento del “hombre común”, en una intervención vil contra Axel Kicillof, tras el asesinato de un repartidor en el partido de Moreno. La sombra neofascista vuelve a decir presente con la reminiscencia dell’ uomo qualunque.
Así las cosas, ya no hay autoengaño que alcance. El siguiente paso está en pleno desarrollo y consiste en asumir la deriva extremista como propia. Como no corresponde la utilización pura y dura del término fascista porque no estamos en Roma en 1921, cabe hablar de post-fascismo.
Imiitadores y resistencia
Milei está arrastrando a buena parte del sistema político y periodístico hacia el sadismo como arma política. El caso emblemático es el del marplatense Guillermo Montenegros, ya citado en esta columna. El centro de la principal ciudad turística argentina vive una crisis de mugre y dejadez, pero el intendente se anima a buscar votos y likes con videos virales en los que un grupo de matones municipales atormenta a indigentes.
La mitad de la dirigencia relevante del PRO se pasó a La Libertad Avanza, o está próxima a hacerlo, o ensaya imitaciones sin terminar de sacar los pies del plato. Otros intentan retroceder, con dificultades. Fueron demasiado lejos durante el primer año del ultraderechista en Casa Rosada. Alguno, como el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, se tentó hace no tanto con posar junto a Milei con el pulgar hacia arriba y una mueca infantil en la boca para ocultar la papada, foto que pronto preferirá borrar.
Moderados y “centristas” del extinto Juntos por el Cambio ayer dijeron presente en la masiva manifestación “lgbtinbq+ antifascista y antirracista”. Interesante paso, que habría sido más útil si varios de ellos no hubieran apoyado en el Congreso todo lo que a Milei realmente le importaba, con la excusa pueril de “darle las herramientas al Presidente”.
Las reminiscencias de la marcha de ayer con las dos manifestaciones universitarias (abril y octubre) y la del 24 de marzo fueron nítidas. Primero, por su masividad, y segundo, por la diversidad social y cultural que expresaron. La postal permite inferir un escenario que, bien leídas, dejan ver la mayoría de las encuestas. Existe un apoyo amplio al Gobierno, anclado en el hartazgo con ciclos políticos anteriores, la menor volatilidad económica y el odio a “la casta”, pero el rechazo que generan los hermanos Milei es de igual volumen y, acaso, mayor intensidad.
Ayer circularon ríos interminables de personas por las calles de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Bariloche, Córdoba y Mar del Plata. Las manifestaciones se hicieron sentir en Barcelona, Montevideo, Santiago, Roma y Ciudad de México, y muchas otras ciudades. Cientos de testimonios de a pie recogidos en elDiarioAR y otros medios dieron cuenta de convicciones profundas, bien elaboradas y mejor dichas, sobre los derechos y la vida en común. Lo contrario del vómito de las redes que tiene a Milei como uno de sus exponentes más exacerbados.
El Presidente, su aparato estatal, sus premios de cartón y sus medios pisan fuerte, con un sentido claro y una conducción política indiscutible. No ocurre lo mismo con el campo opositor, que marca presencia masiva en las calles y reclamos sectoriales, pero no encuentra un cauce político identificable.
¿En qué anda el peronismo?
Cristina y Máximo Kirchner dedicaron buena parte de su esfuerzo de la segunda mitad del año en alcanzar la presidencia del Partido Justicialista. La expresidenta en la jefatura partidaria nacional, con su hijo ya asentado en la bonaerense. Lo normal.
Una lectura atendible era que la movida estaba destinada a obturar cualquier proceso de liderazgo con vocación independiente del Instituto Patria y La Cámpora. No importaba tanto la silla pejotista, que nunca significó demasiado en el peronismo, sino bloquear un armado en el que estaba involucrado Kicillof, “el único de nosotros que tiene fichas propias en el bolsillo”, en la descripción timbera de un exministro que no forma parte del entorno del gobernador.
Cristina anunció su intención de “ordenar lo que se desordenó” en el partido y puso como ejemplo del desorden a los gobernadores de Tucumán y Catamarca, vendidos al Ejecutivo de los hermanos Milei.
Desde la asunción de las nuevas autoridades partidarias, el 11 de diciembre pasado, no hubo novedades del reordenamiento. Tampoco pronunciamientos, reuniones, cronogramas y trazos de estrategias electorales o apertura de expedientes para expulsar, por ejemplo, a Daniel Scioli. La inercia previa siguió su curso congelado.
Por el contrario, llegan novedades de las provincias. Una de ellas da cuenta de que, en Jujuy, donde el peronismo vive de crisis en crisis desde que perdió la gobernación en 2015, La Cámpora pactó con Rubén Rivarola, el histórico mandamás del partido que fue desplazado mediante intervención en 2023 por darle los votos necesarios al radical Gerardo Morales para reformar la Constitución, entre gallos y medianoche.
Rivarola, dueño del diario El Tribuno y empresario multirrubro, cumple a la perfección el papel de opoficialista tan característico de los sistemas políticos provinciales. Su última actuación relevante fue haber apoyado el arancelamiento de la salud pública en Jujuy, una medida inédita aprobada por la Legislatura en diciembre y revertida por el gobernador radical, Carlos Sadir, en enero, ante la ola de protestas. Al defender su posición, Rivarola dejó una frase para el recuerdo: “No me digan que no pueden pagarlo; estamos hablando de diez gaseosas para tener salud”.
En la era de las redes, la parálisis del PJ podría subsanarse parcialmente en el territorio digital, epicentro del debate político actual. Tampoco es el caso. Desde octubre, la cuenta de Twitter @P_Justicialista pio tres veces. Dos fueron retuits de posteos de Cristina y uno anunció la asunción de la expresidenta en la jefatura del partido. Por suerte, en Argentina no pasa nada y no es necesario mayor activismo de parte del principal partido de la oposición.
A esa dinámica endogámica y paralizante es a la que Kicillof parece haber decidido hacerle frente, tras dos años de zigzagueos.
Riesgos por todas partes
El martes, el gobernador bonaerense encabezó una reunión con 35 intendentes en Villa Gesell, en la que estos se pronunciaron a favor de un desdoblamiento electoral para los cargos municipales y provinciales, a contramano de lo que quieren Cristina, Máximo y Sergio Massa. Ya no se trató de un acto por una conmemoración en el que se contaban ausencias y presencias sin que se explicitara el conflicto. En Villa Gesell se habló de un proyecto político autónomo de los Kirchner.
Sobre la conveniencia de desdoblar las elecciones provinciales y nacionales o anular las primarias obligatorias, hay opiniones variadas y contradictorias, no sólo en el peronismo ni tampoco restringidas a Buenos Aires. Los argumentos van y vienen, ninguno parece irrefutable, incluso desde la perspectiva y los intereses de quien los enuncia.
Del otro lado de la General Paz, Jorge Macri se encamina a organizar una votación separada para legisladores locales y a anular las primarias. Dos preguntas básicas. ¿Le conviene al jefe de Gobierno porteño municipalizar una elección en la que se pondrá el foco en una gestión tan deficiente hasta en lo más básico —juntar la basura—, que causa alarma filas adentro? ¿No sería mejor para el PRO de CABA, acechado por la ultraderecha, mantener la interna obligatoria, como forma de contener fugas hacia el centro de larretistas, cívicos y radicales? Son preguntas con respuestas múltiples, asimilables, en parte, a la provincia de Buenos Aires.
El debate sobre las PASO y el desdoblamiento pasó a ser el factor ordenador de una disputa por el liderazgo entre Cristina y Kicillof, que se volvió inevitable y podría sacudir la letanía del peronismo.
Una voz cristinista con poder territorial en el Gran Buenos Aires mira con perplejidad y cierto desdén los movimientos de Kicillof y su entorno. Pasa lista de los asistentes a Villa Gesell. “Convoca el gobernador y van nueve de 19 intendentes nuestros en el conurbano, y 35 de 86 intendentes en toda la provincia”.
La cuenta —casi la mitad de los alcaldes peronistas del Gran Buenos Aires y 40% de los de la provincia— no parece tan exigua si del otro lado están Cristina —indiscutida hasta hace poco—, La Cámpora y Massa, cuyo Frente Renovador maneja una docena de intendencias.
“Además, se equivocan, porque quieren llevar el debate a lo local y les van a empezar a agitar la inseguridad, como pasó esta semana”, en referencia al asesinato del repartidor en Moreno que desató un festival de carroña política y mediática. “Una campaña con Cristina candidata centra el debate y lo pone en otro nivel”, agrega.
El desdoblamiento implica un segundo turno nacional. Sigue el crítico de Kicillof: “Si Cristina es candidata y vamos a internas, a quién va a poner ellos, ¿a Carli Bianco?”, en referencia al ministro de Gobierno y mano derecha del gobernador.
Una de las voces con más peso de los que rodean a Kicillof da la pauta de la línea cruzada el martes.
“Villa Gesell sirvió para que decenas de dirigentes con responsabilidad de gobernar discutieran sobre lo mejor para el futuro, con ganas de entender que hay algo que se terminó y hay que empezar otra cosa. Los intendentes entienden que lo que hay que empezar tiene que ser con Kicillof a la cabeza”, razonó.
En la mirada de este hombre clave del peronismo bonaerense, “a Kicillof le pueden criticar algunas cosas, se pudo haber equivocado, pero nadie duda de que tiene una gestión para mostrar y que entendió desde el primer momento que a un proyecto reaccionario, concentrador y autoritario como el de Milei había que hacerle frente, y no había que esconderse”.
“¿Quieren definir 2025 con la misma caja de herramientas que nos llevó a las derrotas de los últimos años, con un par de fotos en el Instituto Patria y una mesa de decisión de dos o tres personas?”, indaga la misma persona.
El desdoblamiento es un hecho. En el Gobierno de Kicillof aducen razones técnicas y de practicidad ante el cambio al sistema de boleta única de papel para los cargos nacionales, sancionado en 2024, que obligaría a armar dos mesas de votación (una para la categoría de diputados nacionales y la otra para los tramos provinciales y municipales), algo que dejó una traumática lección en la Ciudad de Buenos Aires en 2023, cuando Horacio Rodríguez Larreta hizo el ensayo en el marco de la interna presidencial de Juntos por el Cambio.
A esta altura, para Kicillof sería un enorme costo político desoír el pedido autogenerado de los 35 intendentes presentes en Villa Gesell. Con la mirada en Alberto Fernández, si de algo está convencido el gobernador bonaerense, es de que las marchas y contramarchas como producto de negociaciones en sordina con el Instituto Patria invalidan cualquier proyecto político.
Hasta ahora, Kicillof sorteó el mal negocio que significó no ser enteramente el autor de sus decisiones políticas y electorales, no sin altos costos, como el episodio Martín Insaurralde, insertado en el gabinete por los Kirchner. No queda margen para repetir la experiencia, aunque el gobernador tiene todo un camino por recorrer para medir su verdadera vocación política.
En el Gobierno bonaerense afirman que no darán batalla para desafiar la eventual candidatura de Cristina a diputada nacional, y confían en que esa lista se podrá negociar. La hipótesis de que el Instituto Patria aceptará armar una lista diversa parece ir contra la naturaleza de Cristina. No obstante, ¿una postulación de la expresidenta a la cabeza de la boleta no concentrará todas las miradas y tornará invisible cualquier proyecto personal de Kicillof? ¿No será la propia Cristina la que levantará la bandera de la victoria si el intento sale bien?
“Que Cristina diga lo que quiera. Nosotros tenemos que singularizar la elección sobre el modelo de gestión de Axel en una fecha específica, en la que no se estén discutiendo 25 cosas a la vez. No necesitamos saldar todo este año. Habrá tiempo para discutir el 2027”, replica la voz kicillofista.
Riesgos por todas partes, pero algo se mueve.
SL/DTC
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