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Panorama Político

Un sistema de poder que imposta normalidad ante el experimento ultra

Javier Milei y Federico Sturzenegger se felicitan en Casa Rosada, el 11 de abril de 2025
13 de abril de 2025 00:28 h

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Escribió el Nobel de Economía Paul Krugman en su newsletter del jueves pasado:

“Oops, lo están haciendo otra vez. Los principales grupos mediáticos normalizaron a Donald Trump durante toda la campaña de 2024, limpiando su incoherencia y minimizando sus posiciones extremistas. Es difícil saber cuánto contribuyó eso a su victoria, aunque debe haber tenido peso. Pero el deseo de ver a Trump como un líder razonable es un síndrome ampliamente compartido, no restringido a los medios. Fue impulsado por el mundo de los negocios, que lo abrazó con euforia después de su victoria, a pesar de claros indicios de que implementaría políticas económicas destructivas”.

Surge un matiz con respecto al ascenso de Javier Milei. El ultra argentino no sólo fue “normalizado” por los medios durante su ascenso. Los canales de los principales grupos, Clarín, La Nación y América, se mostraron fascinados con ese inadaptado social que enarbolaba proclamas fascistoides en los paneles televisivos. Les daba rating, decían.

La bonhomía de empresarios, medios y el sistema político —que va desde los Macri, la gran mayoría de los gobernadores, la UCR, el siempre comprensivo Miguel Ángel Pichetto y la siempre presente en situaciones límite Elisa Carrió— se extiende a lo que debería ser leído como un rotundo fracaso del plan económico de los Hermanos Milei y los Parientes Caputo, medido en sus términos. El desbarranque de un programa sostenido con temeridad vía valoración artificial del peso y otras creencias terraplanistas no significa, sin embargo, que el país esté necesariamente frente al riesgo de una estampida similar a la de 2001, 2018 o 2023.  

Corresponde aclarar que un cepo tan estricto fue implementado en el último semestre del Gobierno de Mauricio Macri, porque la deuda con bonistas y el FMI asumida por Caputo se había evaporado

La acumulación de una deuda con el FMI por otros US$ 20.000 millones sobre los US$ 44.500 millones tomados en 2018, ambos tramos negociados por Luis “Toto” Caputo, llega de la mano del levantamiento del cepo en el mercado cambiario para personas físicas. Una restricción tan severa para el ingreso y egreso de dólares obliga a la economía a arrastrarse y dar vueltas en círculo sobre problemas que se repiten. Con toda la incertidumbre a cuestas y sin que estén claros su alcance y factibilidad, el fin de la restricción cambiaria puede modificar la dinámica de la economía.

Parece mentira, pero en medio de tanta confusión premeditada, hay que aclarar que un cepo tan estricto fue implementado en el último semestre del Gobierno de Mauricio Macri, porque la deuda con bonistas y el FMI asumida por Caputo se había evaporado, y el Banco Central enfrentaba una montaña de obligaciones con sus arcas vacías.

La última oportunidad, otra vez

Las similitudes de la impostura festiva para anunciar el endeudamiento de 2018  y el de 2025 son clamorosas, aunque sus efectos inmediatos pueden ser distintos.

Hoy, como ayer, el préstamo fue presentado como una muestra de “confianza” del mundo hacia Argentina, un dique para que no vuelva el populismo, una jugada audaz de Caputo que “sorprendió” al staff del Fondo, un antes y un después en la historia. Coincide hasta el monto del primer desembolso, US$ 15.000 millones, que se erigiría como un muro infranqueable para frenar la avidez devaluatoria.

En 2018 salió pésimo. El dólar se disparó en cuestión de semanas y nació un ciclo recesivo de los más graves de la historia, profundizado luego por la pandemia, la disfuncionalidad del Frente de Todos, la sequía de 2023 y el esoterismo de los Hermanos Milei.

Es probable que, esta vez, el rescate del FMI alcance para llegar a las elecciones de medio término en octubre. Los papers oficialistas aventuran que una victoria ulra en los comicios legislativos habilitará la conversión definitiva de la Argentina en una economía con un Estado mínimo y vía libre para los desmanes de Milei.

¿Precipitación? Economistas de diferente procedencia no terminan de definir el hipotético efecto devaluatorio del desarme de posiciones en pesos que se inflaron producto del carry trade. Siete años atrás, la eliminación del déficit fiscal estaba en curso, proclamaban Caputo, Federico Sturzenegger y Nicolás Dujovne. Ahora ya es una realidad, lo que quita un factor de presión sobre los recursos públicos. ¿A costa de recortar jubilaciones, estrangular a la investigación científica, parar en seco la obra pública y reprimir la protesta? Toto y los muchachos se felicitan por su valentía.

Una diferencia de orden político puede significar mayor oxígeno para recortes que, según anunció Milei y escribió el FMI, se incrementarán. El quiebre del programa de Macri a mediados de 2018 pulverizó la promesa fundacional “no vas a perder nada de lo que ya tenés”. En el bienio final de su mandato, el fundador del PRO intentó profundizar la motosierra con crédito político recortado, dando paso a lo que él mismo definió como “un infierno”.

Milei, por el contrario, levanta la crueldad como bandera, sin mayores costos en cuanto a su popularidad hasta el momento. Más bien, la estigmatización y la discriminación parecen ser razones de un apoyo todavía considerable. La paciencia y la bronca contra la presunta “casta” no son infinitas, y ello se pondrá en juego en los próximos meses.

Voceros y medios orgánicos del oficialismo celebraron el anuncio del préstamo por USD 20.000 millones como un gol, sin atisbo de dignidad. Horas antes, un número de la economía real había medido la magnitud del fracaso del plan de Caputo: 3,7% de inflación mensual en marzo.

La soberbia del iletrado

Tras un año de insultos y groserías proferidos a diario por Milei y funcionarios de Economía de muy dudosa autoridad, resultó que los mandriles tenían razón: el tipo de cambio pisado artificialmente desde enero de 2024 distorsionó todas las variables y se volvió insostenible.

Las explicaciones soeces sobre la imposibilidad de una devaluación por el congelamiento de la base monetaria se demostraron propias de un iletrado y la inflación de abril, lejos de comenzar con un uno —como anunciaron Caputo y Milei—, será de al menos el doble, si se repite el indicador de marzo, o bastante mayor, si la devaluación dentro de la banda $ 1.000-1.400 apunta al tope.

Los recuerdos de la lluvia de miles de millones de dólares que Milei hacía difundir en el programa de Alejandro Fantino ni merecen ser citados. Como en 2018, llegó el FMI para evitar un default.

En una democracia con sistemas judiciales y mediáticos relativamente equilibrados, responsables económicos de las catástrofes de 2001 y 2018 estarían en cualquier lado menos en el manejo del Estado. En Argentina, en cambio, tienen oportunidades infinitas (¿meritocracia?), provocan a sus críticos y se celebran frente al celular, aunque no cabe sobreestimar el ruido y el cotillón.

El lunes, se hablará de la ubicación del dólar en la banda cambiaria, el martes se evaluará la situación de las reservas, el miércoles Milei se hará entregar un premio, pero, con el correr de los días y las semanas, un período inflacionario que parte del 3,7% de marzo estará presente en la cola del supermercado y la mesa de hogares que han sufrido mucho en los últimos años.

A Milei le picaron el boleto y el FMI impuso sus condiciones, más de la mitad de la población repudia el experimento ultraderechista y hay razones para pensar que una parte del apoyo a los Hermanos obedece más a un rechazo a los Kirchner y el peronismo que a una adhesión genuina.

Una pregunta

Ante una economía a la que sistemáticamente le faltan dólares y padece una recesión persistente, se impone una pregunta. ¿Cuál es la propuesta concreta de los opositores peronistas para superar la situación? ¿Defender a las universidades y la ciencia? Correcto. ¿Qué impuestos se aumentarán? ¿Qué gastos se recortarán?

Días atrás, durante un acto en La Plata en el marco de su pelea en sordina con los Kirchner, Axel Kicillof transitó una línea argumentativa gastada. El gobernador bonaerense insistió —como hace rato se convenció y repite Cristina— con que el déficit fiscal afecta a muchos países, por lo que su relación con la inflación es una falacia. Por caso, el prócer de la derecha argentina Luis Lacalle Pou acaba de dejar el gobierno de Uruguay con un déficit fiscal de 4,2% del PBI, el doble del registrado por el Frente de Todos en 2023.

La letanía sobre los países con déficit sin inflación es elemental, pero no dice nada en sí misma. El argumento subyacente que sostienen con eficacia las derechas es que el aumento de precios en Argentina se genera por la cobertura de ese déficit con emisión monetaria, dado que Argentina no tiene acceso al crédito internacional, porque Macri se fumó en dos años lo que le correspondía a su mandato y a varios por venir. El repiqueteo inflacionario de estas semanas y la estampida del final de Macri, también con déficit cero, confirman que estrangular la economía de pesos no es suficiente, que intervienen variables externas y pujas entre sectores, que el flujo de dólares incide mucho, pero nada de ello niega que un déficit fiscal infinanciable abre las puertas a un trauma económico.

De los Kirchner, recitadores de mantras sobre la perfección inmaculada del ciclo 2003-2015 y la inagotabilidad de los subsidios y la maquinita, poco novedoso se puede esperar, pero la “nueva música” de Kicillof da poco de sí.

El gobernador, que cuenta con cierto crédito por una administración con cuentas ordenadas, sostenimiento del Estado y políticas de reparación social en la provincia de Buenos Aires, no termina de hilvanar una línea sobre cómo generar un ciclo de crecimiento duradero y equilibrio macroeconómico. No alcanza con describir los sablazos de Macri y Milei y su persistente armado de estructuras de fuga financiera. Si intenta ser candidato a presidente, Kicillof deberá dar cuenta de una demanda de un Estado presente, pero mucho más eficiente en su concepción y en su práctica.

Eternización

Por ahora, el peronismo está entretenido en resolver una puja por el liderazgo en la que todos parecen guardarse las cartas. Con más peso sobre sus espaldas porque es el desafiante de un liderazgo consolidado, Kicillof no atina a hacer públicos los motivos reales que lo llevan a procurar escribir una nueva página, no contra, pero sí independiente de los Kirchner.

Así las cosas, el conflicto parece encaminarse hacia su albertización, es decir, una dinámica de irresolución. La semana que pasó, hubo versiones y contraversiones sobre acercamientos y distanciamientos, probables primarias o acuerdos de cúpulas.

El choque Cristina-Alberto nunca concluyó ni terminó de traducirse en una dinámica superadora. Comenzó en 2020, el año de la pandemia, como un runrún sobre desavenencias y desdén personal. Siguió con alusiones elípticas a “funcionarios que no funcionan”. Idas, vueltas, fotos, desplantes, cartas, insolencias, off-the-records, cumbres anunciadas, cumbres no concretadas, y odas a la “unidad”. Hasta sus últimos días en Olivos, Alberto Fernández se atribuía el mérito de haber mantenido unido al Frente de Todos.

Para el eje Patria-Cámpora, hay algo peor que haber “traicionado”, que es haberlo intentado sin concretarlo

Cuando un proceso descorazonador de negociaciones terminó en la noche del 23 junio de 2023 con la candidatura presidencial de Sergio Massa, personalidad única para caminar sobre las brasas, y algún iluso se entusiasmaba con que era el momento de “caminar juntos hacia adelante”, Cristina se tomó 72 horas para prender fuego cualquier posibilidad de convivencia amable en Unión por la Patria, aunque fuera artificial, mediante la que acaso haya sido su peor participación en el debate público, en la banalización de un acto por la recuperación de un avión utilizado por la dictadura para lanzar disidentes al río.

La ruptura con los Kirchner, mientras es atacado por los Hermanos Topo desde Casa Rosada, supone para Kicillof altísimos riesgos electorales y de gobernabilidad.

La contracara es un acuerdo de “unidad” negociado contra las cuerdas y sobre la hora, que se traducirá en un escarmiento cotidiano en cada acto de campaña en una barriada de La Matanza, Mar del Plata o Tres Lomas, porque para el eje Patria-Cámpora, hay algo peor que haber “traicionado”, que es haberlo intentado sin concretarlo. 

SL

slacunza@eldiarioar.com

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