Tras el día de furia entre los Fernández, Alberto frena la avanzada de Cristina sobre el Gabinete
Alberto Fernández se enteró de la renuncia de Eduardo “Wado” De Pedro por un alerta de noticias en su teléfono. Estaba en José C. Paz, con Mario Ishii, cuando escuchó, sorprendido, un “urgente” que reflejaba que su ministro del Interior, Fernanda Raverta y Luana Volnovich, titulares de ANSeS y el PAMI, ponían a disposición sus renuncias.
No hubo llamado ni mensaje de De Pedro al presidente para anticiparlo o informarle sobre su carta pública. Hasta anoche, según reconstruyó elDiarioAR, Fernández no había hablado con el que es todavía, a pesar de que la renuncia no fue rechazada, su ministro del Interior.
Frente a la novedad el presidente tradujo que con esas presentaciones -a la que luego se sumaron otros nombres, de ADNI K, ligados a La Cámpora u orbitales- Cristina de Kirchner le enviaba un mensaje público, a simple vista terminante, de que debía pegar un volantazo a la gestión, reacomodar el perfil de su gobierno y, como señal irreversible, modificar su staff .
Faltaban unos minutos para las 2 PM cuando arrancó una espiral crítica, una maratón de cuatro horas de furia, que encontró recién un punto de distensión con un llamado de la vicepresidente a Martín Guzmán cerca de las 18 para decirle que ella no pedía su renuncia, que sí creía que debía ajustar el timón de la política económica y que, según contaron en los entornos de la vice y del titular de Hacienda, se reunirían en los próximos días.
La noche de miércoles, cuando lo peor de la crisis declinaba, se instaló la teoría de que la renuncia de “Wado” respondía más a una acción motorizada por La Cámpora, un movimiento más digitado por Máximo Kirchner, que por la vice. Sería una novedad semejante rasgo de autonomía del jefe de los diputados respecto a su madre. La versión se sostenía sobre otro supuesto: que contrariamente a la versión de que fue una batalla campal, el diálogo entre los Fernández la noche del martes fue “muy civilizada”.
El llamado
El llamado de Cristina a Guzmán fue, en medio de la ferocidad con versiones incendiarias de renuncias y recambios, un movimiento para desactivar la bomba que a esa hora ya mostraba varias señales. Una, específica, era que Fernández avisó que no estaba dispuesto a cambiar ningún funcionario y que hacerlo, luego del despliegue público de De Pedro, implicaba asumir explicita y abiertamente su debilidad.
“Los tiempos que fijó Alberto fueron claros: los cambios van a venir, pero el 15 de noviembre, después de las generales. Ahora no tiene sentido cambiar ministros: no tiene efecto electoral y les cargás encima una mala elección”, apuntó, anoche, desde Casa Rosada un importante funcionario. En las cercanías de Cristina, focalizan la demanda de recambio en el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, el candidato de mayor cercanía con el presidente.
Anoche, Fernández dejó Casa Rosada con una indicación a su entorno: no habrá, en lo inmediato, ningún cambio de gabinete. Un entornista agregó que no solo no moverá a Guzmán y al jefe de Gabinete Santiago Cafiero sino que, tampoco, desplazará a funcionarios de menor visibilidad. “Si saca alguno después de eso, es todo pérdida, pura debilidad”, completó.
Casi en paralelo al llamado de Cristina a Guzmán aparecieron otros indicadores. Primero se instaló, muy fuerte, la hipótesis de que Sergio Massa asumiría como super ministro. Massa se reunió una hora con Máximo Kirchner y luego se encerró en sus oficinas, sobre avenida Libertad, a hablar con su primer anillo. Pidió mesura, bajó la orden de no alimentar las tensiones y mandó a recitar el poema de la unidad del Frente de Todos.
Para entonces, desde La Cámpora empezó a reinterpretarse la renuncia de De Pedro para sacarle dramatismo. A media tarde, el scrum K abarcaba a un puñado de ministros, entre los que estaban Martín Soria (Justicia), Roberto Salvarezza (Ciencia y Tecnología), Tristán Bauer (Cultura) y Juan Cabandié (Ambiente). Ninguno, antes de presentar su nota, habló con Fernández ni con Cafiero. El miércoles, tarde, Cabandié fue uno de los se disculpó.
Jorge Ferraresi, de Hábitat, salió a decir que no estaba en el pelotón que encabezaba “Wado” y whatsappeó sus declaraciones en Radio Con Vos donde contó que el lunes, en una charla con Fernández y el jefe de Gabinete, había puesto a disposición su renuncia. “De palabra”.
“Fue un error grosero ¿qué esperaban? Si Alberto entrega ministros queda totalmente golpeado, es contraproducente, nos hacemos daño. No se entiende porqué lo hicieron, el enemigo de todos es Macri. Tenemos que tratar de dar vuelta la elección. ¿Creen que los vamos a lograr si Alberto cambia dos ministros?”, analizó, entre molesto y sorprendido, un operador albertista.
Luego, cuando la espuma K comenzó a bajar, la tendencia cambió. Desde Casa Rosada se contó que varios gobernadores, entre ellos Sergio Uñac (San Juan) y Juan Manzur (Tucumán), llamaron al presidente para darle su apoyo, al igual que dirigentes sindicales, intendentes del PJ del conurbano, y dirigentes empresarios. La CGT, cerca de las 21, sacó un comunicado que transita un desfiladero. En el texto, la jerarquía sindical manifestó su respaldo “al gobierno electo constitucionalmente y la institucionalidad presidencial como referencia plena de la gobernabilidad del país”.
Sobrevoló un asunto picante, particularmente inquietante para Cristina: la idea de que la renuncia de los ministros K se traduce en un vacío al gobierno de Fernández y eso implica, aunque es una regla posible de la política, el debilitamiento del presidente. Suena exagerado pero en círculos del PJ hablaron de “golpe interno”, de movida desestabilizadora. No es -no ha sido- el perfil histórico de la vice.
En paralelo, un grupo de organizaciones sociales entre ellas el Movimiento Evita, convocó para este jueves una movilización a Plaza de Mayo de respaldo al gobierno y por la unidad del Frente de Todos. “Fuerza Alberto”, dice la nota de convocatoria del Evita que va en línea con un tono que expresaron ministros como Sabina Frederic, de Seguridad, y Claudio Moroni, de Trabajo, que entre otros salieron a respaldar al presidente. Lo hicieron con una lectura puntual, como si las renuncias de sus compañeros de gabinete fueron un movimiento para dañar a Fernández.
PI
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