“Departamento Novios”: las fichas de empresarios que confirman que la Escuela de Yoga montó una red de trata
Su nombre real está en la ficha, pero lo apodaron “Mike”. Y a Mike lo investigaron tanto, tanto, que dejaron asentado que cada vez que podía aclaraba que, por ser musulmán, no comía ni cerdo ni jamón. Mike estuvo en Buenos Aires en 2004, cuando llegó de Estados Unidos a negociar la compra de una licencia de una marca de alfajores. Ese año, tres integrantes de alta jerarquía de la Escuela de Yoga de Buenos Aires le ofrecieron que invirtiera un millón de dólares en la organización a cambio del 10% de las ganancias que la escuela generase en un año. Y le invitaron, además, una membresía mediante el pago, mensual y en dólares, de una cuota. La membresía le garantizaba “una novia” cada vez que visitara Buenos Aires.
A casi cuatro meses de los allanamiento que terminaron en una veintena de detenidos, el Juzgado Federal N°4, a cargo de Ariel Lijo, está en condiciones de probar que la Escuela de Yoga de Buenos Aires era una organización con fines de lucro que se aprovechaba de la actividad sexual ajena y con cuyas ganancias lavaba activos. elDiarioAR accedió a documentación que confirma el seguimiento que le hacían a los empresarios, la mayoría extranjeros, cuánto dinero aportaban y la proyección económica de cada uno. Más simple: en la Escuela calculaban cuánto dinero podían obtener de ellos en un lapso determinado. ¿Qué les ofrecían? Tratamientos médicos en CMI - Abasto, una clínica de su propiedad, y el servicio de “Novia”, es decir, la exclusividad de alguna de las integrantes de la trinchera Botánico.
La Escuela de Yoga estaba dividida en unidades de negocios a las que llamaban “trincheras”. Las que más ganancias generaban eran las trincheras CC, Botánico y Ghostbuster, las de coordinación y servicios de compañía a varones. A la Botánico la llamaban así en referencia al Jardín Botánico, lugar en el que rondan gatos. La “novia” de Mike, el empresario que no comía cerdo ni jamón, fue durante tres años -entre 2004 y 2007- una de las mujeres que en la causa figura como Ghostbuster. Las Ghostbusters eran integrantes con historia en la organización que “formaban” a las más jóvenes, las geishas. Mike también podía acceder a “amigas”. La organización le proveyó dos. No tenían exclusividad sexual con él.
Desde que se contactó con la escuela por primera vez, en 2004, Mike donó joyas por 110 mil dólares. Al año siguiente, una de las mujeres de la Escuela lo acompañó en Londres, servicio que le cobraron. En 2006, en Las Vegas, le preguntó a su “novia” si ya formaba parte de “la familia”: Mike llevaba aportados 40 mil dólares ese año. La de Mike es una de las tantas fichas que encontraron en los allanamientos del 12 de agosto y confirman, para los investigadores, no sólo que la Escuela de Yoga tenía montada una red de trata sino el alcance internacional de la organización. Las fichas estaban guardadas en una carpeta con este título: “Trinchera Botánico, departamento Novios”.
Joyas truchas y el estereotipo de la víctima
“Juan Percowicz es un estafador sofisticado”, dice a elDiarioAR una fuente con acceso directo a la causa. Sigue: “Percowicz no hacía nada, no se movía, pero se llenó de plata a costa de los miembros de la organización que lideraba que, a su vez, están convencidos de que no son víctimas”. A Juan Percowicz lo llamaban Papá, Jefe o Adonai. Era contador público y la primera captación la hizo en un estudio en el que trabajaba. A fines de los ‘80 fundó la Escuela de Yoga de Buenos Aires, que llegó a tener casi dos mil alumnos. Quería llegar al billón de dólares. “La víctima de trata sexual está estereotipada. Pensamos que es una mujer a quien le sacan el DNI y la encierran en una habitación. Acá hablamos de otra cosa, mujeres que son víctimas pero que no se dan cuenta”, agrega la fuente consultada.
Según la causa, al menos siete mujeres eran explotadas sexualmente. Todas declararon en Cámara Gesell pero ninguna se percibe como víctima de trata de personas para explotación sexual y desmienten que la escuela haya funcionado como una organización para cometer delitos. MJG, una de las mujeres indicadas en el expediente como víctima, lo negó de manera rotunda. Aseguró que ella fue, durante diez años, pareja del dueño del Ingenio Ledesma Carlos Pedro Blaquier. La ficha de Blaquier también estaba en la carpeta del departamento Novios, su sobrenombre era “Azúcar”.
Cuando declaró en Cámara Gesell, MJG dijo que había tenido un entredicho con quien era entonces su empleada doméstica; que su decisión fue echarla con la indemnización que le correspondía pero que la mucama la extorsionó: la empleada le dijo que si no le daba más dinero, ella aportaría fotos de su relación con Blaquier a un tal “Pablo Salum”. Pablo Salum es el principal denunciante de la Escuela y quien aportó los testigos a la Protex, organismo que inició la investigación. MJG dice que su ex empleada cumplió con la amenaza.
En su testimonial, MJG defiende a la Escuela pero, en un momento, dudó de las intenciones de Juan Percowicz. Eso quedó registrado en una de las escuchas telefónicas que forma parte del expediente y a cuya transcripción accedió elDiarioAR. MJG había recibido un “regalo” en dólares y en joyas. Enterado, Juan Percowicz le dijo que se quedara con las joyas y el dinero iría a las arcas de la Escuela. MJG le hizo llegar los billetes al líder, pero desconfió de la calidad de la piedras. Al final, las hizo chequear y las joyas resultaron falsas.
MJG habló con Georgina Ivonne Hirschfeld, alías “Pet”, “Petu” o “Petunia”, indicada en la causa como Ghostbuster. “Yo estoy sintiendo -dice Pet, al teléfono- que hay una parte tuya que siente que Juan sabía que las piedras eran falsas”. Del otro lado de la línea, MJG titubea: poner en duda al líder es ganarse un problema. En la conversación, Pet le recuerda que Percowicz le había hecho trabajar un “yo bajo”, el de la desconfianza y le sugiere que es ese “yo bajo” el que le hace pensar que Percowicz sabía que las joyas eran truchas y prefirió quedarse con el dinero.
Para el Juzgado Federal N°4 la investigación está encaminada, aun cuando falte terminar de peritar el material que está digitalizado. Luego de que la Sala 2 de la Cámara de Casación Penal indicara que no hay pruebas suficientes como para que los imputados estén presos, se presentaron en la Justicia los acusados que estaban prófugos. Adriana “Cosmito” González, el dueño de la inmobiliaria Aznanez -negocio a través del cual habrían lavado dinero, según los investigadores- y Marcelo Guerra, hijo adoptivo del líder, Juan Percowicz.
VDM/MG
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