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Mujeres alemanas en el nazismo: historias signadas por el mandato tras la idea delirante de un mundo ario puro

"La misión de la mujer es ser bella y traer hijos al mundo", decía el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels. En la foto con su familia en 1942 presentada como el modelo a seguir.

Gabriela Saidon

5 de febrero de 2021 06:50 h

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Junta era una joven italiana que vivía, libre, en una cabaña entre montañas, junto con un joven pastor, en un paraje en la Alemania del siglo XIX. La gente de su aldea creía que era una bruja y la acusaban de la muerte de varios jóvenes que en noches de luna llena habían caído al intentar escalar un monte escarpado, atraídos por una luz azul que alumbraba una gruta con piedras preciosas. Esa gruta era el espacio sagrado de Junta.

Un pintor urbano, de paso por el pueblo, se enamoró de Junta, la siguió hasta su cabaña y se quedó con ella. Una noche de luna llena, la espió en su santuario y la observó realizando una extraña ceremonia con las piedras preciosas. Al día siguiente, el pintor bajó al pueblo y dio la noticia sobre ese tesoro. Al volver, Junta descubrió que los aldeanos la habían saqueado, profanaron su santuario y la persecución de uno de los saqueadores la llevó a un accidente fatal.

La luz azul (1932) es la primera película protagonizada y dirigida por la actriz, fotógrafa y directora Leni Riefenstahl, antes de convertirse en la controvertida cineasta del nazismo, considerada “la musa de Hitler”, parte de su aparato de propaganda del Tercer Reich, con películas aclamadas por el régimen como El triunfo de la voluntad y Olympia

La luz azul puede verse completa aquí. Esa película fue una de las pocas dirigidas por una mujer en tiempos de la República de Weimar (1918-1933), el duro período de entreguerras en el cual las mujeres alemanas obtuvieron importantes conquistas en distintos ámbitos: laboral, político, científico, educativo y en cuanto a derechos y a libertades sexuales que antes no tenían y que perdieron, cuando el nazismo llegó al poder. El momento en que todo se pudrió.

Durante febrero y marzo, el Museo del Holocausto Buenos Aires (https://www.museodelholocausto.org.ar/) difunde por redes una serie de materiales que permiten visibilizar datos muy poco sabidos sobre el rol de las mujeres alemanas en la República de Weimar y durante el nazismo que pueden verse en Twitter.

Fotógrafa como Eva Braun, Riefenstahl fue una de las mujeres alemanas nacidas a principios de siglo que vivieron esa transición y participaron, en distintos grados y posiciones, de las políticas del Tercer Reich. Y que, incluso, tuvieron vínculos cercanos con Hitler. Algunas de ellas fueron utilizadas como modelos de promoción del ideario nazi de las tres K: Kinder, Küche, Kirche (niños, cocina e iglesia), en una nación expansionista que promovía la idea delirante y falsa de un mundo ario puro. En el interior de esas vidas maritales perfectas, hubo múltiples infidelidades, divorcios y cuestionamientos a ese modelo adoctrinador.

Entre ellas, figuran:

  • María Magdalena Ritschel (1901-1945), más conocida como Magda Goebbels, casada con el Ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels y que compitió entre los historiadores con la actriz Emmy Göring, muy cercana a Hitler, por el título de “primera dama no oficial de la Alemania nazi”. Modelo del ideal de la mujer que promocionaba el nazismo que impulsaba la maternidad por encima de todas las cosas, tuvo seis hijos (uno de un matrimonio previo), y todavía se discute si es hija o hijastra de un empresario judío. Medea alemana del siglo XX, mató a los hijos que tuvo con Goebbels para “salvarlos” de un destino feroz antes de que la pareja se suicidara, cuando Alemania perdió la guerra y el suicidio fue la “salida” de los jerarcas nazis. 
  • Gertrud Scholtz-Klink (1902-199), poderosa y carismática líder de la Organización de Mujeres Nacionalsocialistas creada en 1931. Tuvo seis hijos y también fue modelo de la madre alemana. Terminada la guerra, huyó con su tercer marido y se la dio por muerta. En 1948 el gobierno francés la capturó y recibió una pena leve. Fue longeva, escribió un libro en defensa de las políticas del Tercer Reich y jamás se arrepintió.
  • Las guardianas de los campos de concentración (fueron 3.700 en total contra 55.000 hombres) como la austríaca Maria Mandel, “la bestia de Auschwitz”, que fue ejecutada por “crímenes contra la humanidad”, o la alemana Irma Grese, “la perra de Belsen”, entre sus numerosos apodos, llevada a la horca por los aliados a los 22 años. 

 “Con el avance de la guerra, un grupo de mujeres fue convocado para cubrir ciertos puestos en el mercado de trabajo. Algunas de ellas se convirtieron en guardianas en los campos de concentración y exterminio. Igualmente, siempre había por encima de ellas un puesto directivo ocupado por un hombre”, señala Eliana Hamra, Coordinadora Ejecutiva de Educación del Museo del Holocausto. En la jerarquía nazi, las mujeres fueron subalternas y nunca ocuparon cargos políticos altos.

Hamra considera que si bien esas mujeres eran instruidas para cumplir con determinadas funciones, “la última decisión sobre cómo comportarse fue individual. Maria Mandel e Irma Grese se extralimitaron en sus funciones y sometieron a las prisioneras a torturas y malos tratos. Otras usaron su posición para ayudar”. Emilie Schindler anónimas que surgen de los relatos de sobrevivientes y que, pese al fuerte adoctrinamiento contra el otro como enemigo, protegieron y salvaron vidas.

El cine ayudó a que la imagen de las mujeres nazis se cristalizara: sensuales, visten vestidos lujosos, se cubren de pieles, fuman largos cigarros con boquilla mientras acompañan como amantes a los jerarcas a antros llenos de humo donde celebran sus triunfos y minimizan sus derrotas, o bien usan rígidos uniformes militares y cometen actos perversos como acabadas encarnaciones del mal. Pero no todo es tan blanco (ario puro) y negro (las otredades étnicas).

“La dictadura nazi se construyó sobre dos grandes pilares: el terror y el consenso –señala Hamra-. Este último preveía la construcción de una comunidad nacional basada en la raza aria, que sería la beneficiaria de los progresos del Tercer Reich. Cada grupo social fue asignado con un rol y las mujeres recibieron uno fundamental: la reproducción de la raza superior. Esto era transmitido a través de la propaganda, de los discursos por parte de los líderes nazis, de las organizaciones para mujeres. 

 “Hoy sabemos que la población mundial no está dividida en razas. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, el concepto estaba muy arraigado en el mundo occidental. El nazismo pretendía construir una comunidad nacional basada en la raza aria. Para ello hubo proyectos como el Lebensborn (para reproducir ‘niños perfectos’) y esterilizaciones de la población considerada como más débil (personas con discapacidad o enfermedades crónicas). ”

De todos modos, la guerra cambió el estado de las cosas ya que “con los hombres en el frente, las mujeres fueron alentadas a incorporarse al mercado laboral. La propaganda modificó la imagen de la mujer en el ideario nazi. Se las empieza a ver como enfermeras, maestras o secretarias.”

Lo cual no las eximía de las tareas domésticas y de cuidado. Incluso hubo mujeres que debían trabajar como una especie de peaje para luego casarse y tener hijos.

Mientras tanto, las mujeres judías elaboraban estrategias de supervivencia, desde la administración de sus hogares sin ayuda ni dinero en la década del 30, hasta “ayudar a sus asustados hijos a afrontar el acoso en la escuela, proporcionar consuelo a sus maridos, salir a buscar trabajo por primera vez, vender sus casas por su cuenta y decidir los países de refugio”. 

Mientras tanto, las mujeres judías elaboraban estrategias de supervivencia, desde la administración de sus hogares sin ayuda ni dinero en el 30, hasta ayudar a sus asustados hijos a afrontar el acoso en la escuela o salir a buscar trabajo por primera vez

En los guetos, cumplieron funciones de resistencia como establecer escuelas ilegales, bibliotecas o eventos culturales clandestinos, o encabezar rescates de otros judíos. Y finalmente, en los campos intentaron combatir la deshumanización “a través del mantenimiento de su feminidad como fuera posible: buscando cosas para maquillarse, fabricarse ropa interior, arreglarse e higienizarse.” 

La gruta sagrada de Junta, esas piedras preciosas que oficiaban como cristales mágicos y luminosos, la posibilidad de jugar y ser libre y de escalar esas montañas vedadas a las mujeres (las montañas del poder), ese mundo que se abría y empezaba a reconfigurarse después de la Primera Guerra Mundial, volvía a cerrarse. El pintor de Lieftenstahl traía la destrucción de los cuerpos y de las subjetividades. Hitler fue un pintor fracasado. Tal vez La luz azul fue un film premonitorio y distópico de una directora que se ajustó al ideal nazi como estrategia de supervivencia, por haber sido formateada exitosamente o porque la encandilaron esos cristales soñadores. 

O, como dice Eliana Hamra: “El tema racial propuesto por el nazismo estuvo signado por contradicciones, como muchas otras cosas vinculadas al régimen.”

GS

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