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BORCEGOS Y TACOS AGUJA

Una denuncia que no nació de un repollo

Referentes históricas de la Campaña Nacional por el Aborto Legal celebran la media sanción en 2018. La ley sería aprobada recién en 2020.

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Hay que quedarse con lo más importante. De ahí sale todo lo demás. Y lo más importante es esa frase, ese título: Es la primera vez que la Primera Dama denuncia a un Presidente argentino por violencia de género. Aquí, hay que agregar todas las veces el prefijo ex. Pero para no redundar. El hecho es grave, sin duda. Incluye “golpes” y “terrorismo psicológico”. Es decir: mucho dolor. Y tiene múltiples ramificaciones, como se ha visto estos días. Políticas, por empezar. Es que también denunciar es un gesto político. Pero se habla de operación, de sospecha (incluso, de una justicia sospechada), se elevan tiros para todos lados, se desconfía, se cree, no se cree. Se habla. 

Se dice (debería decirse): Yo te creo hermana. 

Repito, entonces, lo importante: Es la primera vez en la Argentina que una Primera Dama denuncia a un Presidente por violencia de género. Ex, ex, ex. Lo cual no implica en absoluto que sea la primera vez que un Presidente haya ejercido violencia de género sobre su pareja. Esto es importante, cuando, hasta ayer, de eso no se hablaba. La clave está en la palabra denuncia. Ese es el hecho, el acontecimiento habilitado por un presente que, mientras desde el poder se imponen las posturas negacionistas de los feminismos, de los derechos humanos y de las luchas populares, e incluso del peronismo como movimiento de masas fundacional en la Argentina (eso que Milei llama comunismo), a pesar de todo eso o como acción anti reacción, existe la posibilidad de que una mujer denuncie a su ex por violencia de género y sea escuchada por la sociedad. Y, esta es la novedad: que ese ex haya representado la máxima jerarquía del poder.

Escuchar. Vengo escuchando muchas cosas, leyendo otras tantas. Veo caras llenas de pelos y cabezas sin ningún pelo, dientes afilados que muerden la yugular de los derechos conquistados. Pero actúan con cierto cuidado porque también es cierto que algo aprendieron: está mal que un hombre le pegue a una mujer. Muy mal. 

Después vienen otras derivas: las que aprovechan para hacer leña del árbol caído. Porque hay algo que es evidente: hubo una caída. Política, personal (lo personal es político es un lema feminista que deberíamos repetir como mantra). Ya fue un desastre el gobierno anterior, dicen, y ahora, encima, esto. Hay, digámoslo todo, quienes se relamen. Quieren hincar el diente afilado ya en esa carne fresca de la noticia que salpica para todos lados. Por ejemplo, para demostrar que esa tontería del Ministerio de las Mujeres, Géneros y diversidades era un gasto innecesario, o que las titulares de ese organismo no hicieron nada. ¿Y el entorno que sabía, qué hizo, eh? ¿Y las mujeres, las kirchneristas? ¡Qué poco sororas, mi Dios! Esas cosas estuve escuchando. Entonces, no ya y no solamente desde el gobierno sino también desde un amplio arco político, periodístico y social, todas esas acusaciones. La culpa es del chancho y de la margarita. ¿Y ella, dónde está ella que no dice nada? ¡Ay del tiro por elevación!

El morbo, el regodeo. Del otro lado del océano, hay una mujer que sufrió y sufre. Denunciar es armarse de coraje.

Luego está el factor sorpresa: no me lo imaginaba, no sabía nada, pero en los pasillos del poder parece que sí, que algo se sabía. Los entornos siempre son responsabilizados, también. Ah, y la hipocresía: ¿No era el adalid del feminismo? ¿El primer Presidente feminista de la historia, el que no entendía cómo un hombre podía pegarle a una mujer? ¿Nos sorprendemos de la doble moral de los enunciados y de las acciones? ¿Nos sorprendemos de que un hombre presionado, angustiado, caído, “se las agarre con su mujer”? ¿Y el alcohol? ¿Se entiende si es un obrero pero no si es Presidente? ¿No aprendimos nada de la espiral de violencia? ¿Si ella me deja me mato? ¿Mía o de la tumba fría? ¿Que la violencia de género atraviesa todas las clases sociales o cuanto más poderoso el hombre, más puede reforzarse este sentido de la propiedad privada de la mujer? ¿En serio no sabemos todo eso? ¿Es demodée hablar de patriarcado? ¿O estamos desviando la mirada?

Aclaro: no se trata de justificar sino de entender, de darle otro marco por afuera del lugar común. No digamos qué barbaridad. Por supuesto, están también las voces que ponen las cosas en su lugar, en redes, comunicados, artículos.

Vuelvo al eje: las condiciones de posibilidad de la denuncia tienen que ver con una serie de luchas que en la Argentina de los años pre-Milei se tradujeron la incorporación de la Violencia de género en el artículo 80 del código penal, el Matrimonio Igualitario, el #NiUnaMenos, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la de los 100 días, la Paridad en el Congreso y el Cupo Laboral Trans, la creación del Ministerio de las Mujeres que ya no existe más. Pero el resto sigue vigente.

Y no es que los feminismos se hayan quedado sin bandera (verde). Se aprendió también de los escraches, lo que hacía bien y lo que hacía mal. Y fíjense: en los últimos meses Juan Darthés fue condenado por violación, Pedro Brieger fue denunciado por periodistas y alumnas por acoso sexual; José Alperovich fue condenado por abuso sexual y Fernando Espinosa está procesado por el mismo delito; hoy, la Justicia se toma en serio la denuncia por violencia de género contra el ex Presidente. Al margen de teorías conspirativas o posibles lecturas político partidarias, es en esa serie que hay que entender que denunciar al poder patriarcal, hoy, en la Argentina, es una realidad. Es tiempo de abrir el abanico.

GS/MG

 

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