La ola ultra está de fiesta: ensoñación peronista de darle pelea a Milei con sus propias armas
De buenas a primeras, Guillermo Moreno circula en los medios del Grupo Indalo con plenos poderes. Conduce su propio programa y es columnista, panelista y entrevistado permanente. Habla largo, se pierde en sus teorías, aplica correctivos y abre puertas. Por ejemplo, a Miguel Ángel Pichetto, Sergio Berni y Santiago Cúneo, invitados a los mismos estudios y homenajeados por el exsecretario de Comercio.
La irrupción altisonante de Moreno en el que aparece como el principal multimedios opositor a Javier Milei despierta incógnitas. Para la lógica de la industria periodística argentina, no hay quien goce de semejante carta franca sin un objetivo político o económico detrás.
Moreno no es una figura especialmente popular (sacó 0,79% de los votos en las primarias presidenciales de agosto y quedó fuera de carrera), ni tiene peso territorial. Es entrador, maneja buen vínculo con pesos pesado del peronismo como Gildo Insfrán, pero no proyecta influencia sobre gobernadores ni legisladores de Unión por la Patria. De su paso por la función pública, los datos salientes fueron su incivilidad y la malversación de la estadística oficial, un latrocinio tolerado durante cinco años por los Kirchner, a costa de restarse crédito hasta para resaltar los logros sociales y económicos de sus Gobiernos. Que Cristina Fernández de Kirchner omita las estadísticas el INDEC 2007-2015 en las filminas de sus clases magistrales, exime de mayores argumentos sobre aquel período.
'¿Me podés explicar qué hace ese tipo ahí?', le preguntó un alto dirigente peronista a Fabián de Sousa. 'Da rating', respondió el accionista y encargado de la pata mediática del Grupo Indalo
El expostulante presidencial de Principios y Valores tampoco posee chequera propia para comprar espacios, vector primordial de la “instalación” de los políticos. Moreno tiene una empresa mayorista de ferretería y, según la versión unánime de quienes trataron con él, no es corrupto.
Un magnetismo extendido
“¿Me podés explicar qué hace ese tipo ahí?”, le preguntó un alto dirigente peronista a Fabián de Sousa. “Da rating”, respondió el accionista y encargado de la pata mediática del Grupo Indalo. Un argumento tan viejo como gastado, entre otros, por quienes impulsaron a Milei en las pantallas del Grupo América y buscaron maquillar el impulso que Eduardo Eurnekian le había dado a su economista jefe hacia 2017.
El magnetismo que ejerce Moreno en el Grupo Indalo se fue extendiendo a canales de streaming en auge, como Blender y Gelatina. Allí también las ocurrencias del exsecretario de Comercio causan gracia y entusiasmo. El combo incluye la circulación del discurso odiante de Cúneo (probablemente la voz pública más violenta y ultraderechista en la Argentina de hoy, lo que es mucho decir en el país de Milei), la dosis de xenofobia que acompaña al excandidato vicepresidencial de Macri, Pichetto, y el manodurismo cristino-bullrichista de Berni. Un verdadero dream team para imaginar una Argentina distinta.
“Es un esquema para ser usado como chantaje. Nadie puede creer en serio que eso sea un activo electoral, pero permite acumular capacidad de daño a la hora de negociar espacios o listas, como (Florencio) Randazzo”, interpreta un exministro del último Gobierno, no cristinista ni albertista. “Lo que no entiendo es qué hace Juan (Grabois)”, se pregunta el exfuncionario. El exjefe de la UTEP coincidió con Moreno en el canal virtual Gelatina y su ex precandidato a jefe de Gobierno de la Ciudad, Pedro Rosemblat, tendrá al exsecretario de Comercio como invitado especial todas las semanas.
Las terminales de Indalo
Hay voces con peso en Unión por la Patria que elucubran teorías más conspirativas y le atribuyen al cristinismo la intención de crear un polo contrario inviable y, así, sobrevivir políticamente. “Que sea una pelea entre malos y peores, y deje al resto afuera”.
Otro dirigente acerca una hipótesis parecida, pero más sórdida. La versión percibe la mano de Milei para que la discusión en la Argentina quede circunscripta a una derecha libertaria y una nacional, ambas con condimentos ultras, pero sólo una de ellas con un líder carismático como el actual mandatario.
Las terminales del Grupo Indalo brindan indicios para entender la movida, pero no certezas.
Hace años que De Sousa y Máximo Kirchner están enfrentados, al punto de que el diputado está vetado en los medios del conglomerado. Un indicio burdo de ese conflicto se vio esta semana con una noticia difundida por portales de Indalo sobre una supuesta trama de corrupción entre una consultora dirigida por dos miembros de La Cámpora y la agencia de noticias Télam. El título, el tono y el contenido de la nota, más propias de un medio oficialista, llamaron la atención a días de que el Gobierno de Milei decidiera cerrar la agencia de noticias más importante de América Latina y dejar a cerca de 800 personas en la calle. Clarín reprodujo el texto de C5N.com casi en su totalidad.
La frustrada relación entre Máximo y De Sousa tiene un reflejo intermitente en el vínculo con Cristina, aunque éste conlleva aristas más densas. La expresidenta dio siempre un trato preferencial al multimedios, con cuyos dueños tuvo relaciones comerciales. A su vez, el grupo, que cuenta con notables periodistas en el área de Judiciales, resultó crucial para exponer la turbiedad de varios procesamientos contra la exmandataria orquestados por el macrismo, la AFI y Comodoro Py. Esa misma ofensiva privó ilegalmente de la libertad a De Sousa y a Cristóbal López, los dueños de Indalo que habían alquilado propiedades a los Kirchner mientras expandían sus negocios estatales y privados.
El magnetismo que ejerce Moreno en el Grupo Indalo se fue extendiendo a canales de streaming en auge, como Blender y Gelatina. Allí también las ocurrencias del exsecretario de Comercio causan gracia y entusiasmo
Julián Leunda, responsable de relaciones institucionales y hombre fuerte en la división medios de Indalo, fue un funcionario muy cercano a Alberto Fernández —almorzaban juntos— y dejó el puesto de Jefe de Asesores de la Casa Rosada cuando los chats de Lago Escondido lo mostraron colaborativo con directivos del Grupo Clarín, jueces federales y funcionarios de Horacio Rodríguez Larreta que habían participado de esa excursión indebida a la Patagonia. Expuesto por la filtración, Leunda renunció y regresó a Indalo, desde donde había llegado a las inmediaciones del despacho presidencial.
El timing de Kicillof
El lugar de Indalo como opositor a Milei y Macri, más la relación inviable con Máximo, el perfil progresista de las redacciones de C5N y Radio 10 y la reivindicación de liderazgo de Cristina deberían encontrar una cercanía genuina con un dirigente que comparte esas características y fue reelecto gobernador de la provincia en la que viven 37% de los argentinos. No es el caso.
Axel Kicillof es el principal destinatario de los ataques cotidianos de Moreno desde las pantallas de Indalo. Como su “compañero” Pichetto, considera que el gobernador bonaerense es “antiguo”, “progre” y “marxista”, definiciones elocuentes en tiempos en que el Ministerio de Seguridad elabora acusaciones contra portadores de ideología “comunista” y Victoria Villarruel reivindica en cuarteles militares a quienes salvaron a la Argentina del “trapo rojo”.
La relación de Kicillof con Máximo y parte de la Cámpora entró en un punto de no retorno, lo cual no quiere decir que la convivencia haya dejado de existir
El gobernador bonaerense juega su proyección política en su capacidad para conducir el distrito más difícil de Argentina, bajo el fuego de Milei y sin los recursos extra y los programas que financiaba Alberto Fernández.
La relación de Kicillof con Máximo y parte de la Cámpora entró en un punto de no retorno, lo cual no quiere decir que la convivencia haya dejado de existir. En ese punto, la ofensiva de Milei para restar fondos que afectan tanto a la Provincia como a los municipios amalgama actos de resistencia que permiten pensar que kicillofistas y camporistas permanecen en el mismo barco.
Las diferencias con La Cámpora son políticas, de estilo, éticas e ideológicas. “No sé si no son liberales”, aguijonea una fuente próxima a Kicillof. La descripción sobre el círculo de Máximo Kirchner alude a una dinámica motivada en “celos personales, egos y la acumulación de poder por sí misma”. “Cultivar la interna permanente no es inocente; busca dividir y forzar el sometimiento”, narra la voz.
El obsceno episodio de Martín Insaurralde con una novia en el yate en aguas de Marbella, a semanas de las elecciones de 2023, sentó un límite y dejó heridas que siguen vivas. El mandatario bonaerense se comprometió ante sí mismo a no volver a entregar una posición relevante de su gabinete a manos de terceros —como Insaurralde, aliado de Máximo— en grado de coto cerrado. Esa crisis pudo haber costado bastante más caro en la mirada de allegados a Kicillof. Para más datos, Insaurralde es reportado por varias fuentes como un sujeto activo en las sombras de la política bonaerense.
Parte del entorno del gobernador percibe que ciertas actitudes de Cristina deslegitimaron su liderazgo, pero nadie en ese sector propone que la “nueva música” sea contra el legado de los Kirchner, como interpretaron ortodoxos de La Cámpora. “Todo lo contrario. Es reivindicando a Néstor y Cristina, para llevar a cabo políticas transformadoras”.
Las coincidencias de Kicillof con Massa no son mucho mayores que con Máximo, aunque las zonas de tensión están más acotadas. Un puñado de intendentes del Frente Renovador y, sobre todo, sus diputados y senadores en la Legislatura Bonaerense tienen capacidad de bloqueo, como ya ocurrió en febrero. La indefinición de Massa sobre su dedicación a la asesoría del fondo estadounidense Greylock o la vida política argentina es un dato ponderado por todo el sistema peronista. “Mientras se decide, se va a llenar de guita”, elucubra un dirigente de larga relación con el excandidato presidencial.
La incógnita de abril
Como todos los gobernadores, Kicillof no sabe realmente con cuántos fondos contará en abril. La recaudación en la provincia se divide en partes iguales entre la coparticipación federal y los impuestos locales, y juntos suman cerca de 85%. Las transferencias no automáticas, que Milei está en trámite de eliminar por completo, suman otro 8%. A los recortes por decisión política del gobierno nacional corresponde agregar la caída de la recaudación de impuestos al consumo producto de la recesión, que habría sido en torno a 30% en las últimas semanas de febrero, según estimaciones privadas.
La indefinición de Massa sobre su dedicación al mundo de las finanzas internacionales o a la política argentina es un dato ponderado por todo el sistema peronista
El gobernador bonaerense sostiene el mismo argumento que hicieron público los mandatarios patagónicos días atrás y que dejaron saber en la reunión con Nicolás Posse y Guillermo Francos el viernes. Si el Ejecutivo nacional, que se queda por ley con 42% de los impuestos federales coparticipables (IVA, Ganancias, Bienes Personales), se va a desentender de todo gasto en obra pública, salud y educación, el sistema completo de recaudación de impuestos entra en tela de discusión. Es decir, quién cobra, qué y a qué tasas.
Kicillof vislumbra tarde o temprano una segunda ola devaluatoria, producto de un tipo de cambio que se deprecia a razón de 2% mensual y una inflación en el rango de 25% a 15% entre diciembre y febrero. “La historia demuestra que, en períodos de apreciación del tipo de cambio, se produce una acumulación para la fuga. Con un cambio en valores equivalentes a 2017, antes de la implosión del programa de Macri, ¿por qué va a ser distinto?”, razonan en La Plata.
Por lo pronto, Kicillof apela a reorganizar el cobro de impuestos para reemplazar faltantes, pero es una solución de emergencia. Con un anticipo de ingresos brutos a 254 empresas de alta facturación y sectores concentrados (sector financiero, supermercados), la Provincia acaba de recaudar $160.000 millones. Equivale a apenas un mes y medio de las transferencias que cortó el Gobierno nacional, y no se trata de un ingreso extra, sino anticipado.
Con este panorama, surge la pregunta sobre el margen de Kicillof para dar otro paso político, habida cuenta de que ya no contará con la posibilidad de ser reelecto en Buenos Aires en 2027. La voz cercana al gobernador evalúa como un activo la calidad de la gestión que —para la interpretación del oficialismo bonaerense— fue la razón principal del 45% que permitió la reelección en octubre pasado.
El “timing” de Kicillof para definir su destino político, hasta ahora, le dio frutos. En la línea del gobernador citan la experiencia del ministro de Economía de Cristina que acababa de dejar el cargo y asumía la banca en Diputados. Era el verano de 2016. A pocos meses de comenzado el Gobierno de Mauricio Macri, comenzó a militar en territorio bonaerense a bordo de un Renault Clío, cuando nadie lo tenía en los planes. Siete años más tarde, en 2023, resistió “una presión enorme” —de Máximo— para competir por la Presidencia y se dedicó a pelear por la reelección. Kicillof entendió que su mudanza ponía en peligro una victoria en Provincia, mientras Máximo barajaba el temerario nombre de Insaurralde. Nuevamente, Kicillof leyó el escenario con acierto.
El barullo de la ola ultra
Subyace en ámbitos opositores la idea de que sólo se puede interpelar al ciudadano subiéndose a la ola que llevó Milei a la Presidencia, y en esa meta cabe discutir mano a mano, divertirse y coquetear con proclamas antifeministas, antiizquierdistas, xenófobas y reivindicadoras de la desmemoria histórica. Si es entre el barullo de las risas, queda mejor.
Es la hora de sintonizar “la bronca del votante” y barajar las consignas que vomitan las canales de noticias macri-mileístas. “La gente voto un cambio y hay que interpretarlo”, alcanzan a decir los integrantes de Juntos por el Cambio que hacen fila para tratar de conseguir un presupuesto público o los Vendidos del PJ Tucumano.
La discusión de los últimos días, que envolvió a todo el arco político, por aumentos de los sueldos de diputados, senadores e integrantes del Ejecutivo, incluido MIlei, es un caso elocuente de la demagogia antipolitiquera. Subas de entre 30% y 48% —es decir, un bimestre de inflación en Argentina— para sueldos sustancialmente más bajos que los de un gerente bancario, un secretario de un juzgado, un programador, un periodista con pauta, un jefe petrolero o un asesor financiero encendieron el debate nacional y mostraron la doble faz de políticos que rara vez se animan a hablar con franqueza y a defender que sus posiciones de responsabilidad deben estar bien pagas. Entre otras cosas, para trabajar con algo de serenidad y poder arbitrar políticas que impulsen el poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores, desplomado desde que chocó la aventura de deuda y fuga de Macri.
La discusión de los últimos días, que envolvió a todo el arco político, por aumentos de los sueldos de diputados, senadores e integrantes del Ejecutivo, incluido MIlei, es un caso elocuente de la demagogia antipolitiquera.
Una política con presidentes y diputados que trabajen gratis coronaría una tierra todavía más fértil para que la ejerzan aquéllos que tienen otra fuente de financiamiento, o quienes ya tienen la vida hecha porque son dueños de hoteles en el Calafate, negocian pasamanos con parques eólicos y mandan los fondos a Luxemburgo, o cobran US$20.000 la hora de charla ante inversores por zoom.
La chacota que expresa el streaming peronista imagina que su Caballo de Troya entrará en la fortaleza de Milei y convencerá a los ciudadanos apoderados por la bronca de abandonar a quien postula la crueldad como política de Estado.
Un ejemplo viviente de la inutilidad de esa aproximación política es Berni, hombre muy celebrado en los círculos de la realpolitik del peronismo. Nadie como este militar retirado tuvo tanta responsabilidad en áreas de Seguridad durante los gobiernos kirchneristas. En su experiencia, no atinó a llevar a cabo una reforma valiosa que permitiera al menos mitigar la corrupción endémica y la propensión al delito en las fuerzas policiales. Cuando el manodurista Berni comanda las fuerzas de seguridad, éstas cometen las tropelías y el delito sigue su curso. Cuando toma la posta la manodurista Bullrich, también. La diferencia es que el rédito de la promición abierta del gatillo fácil se lo lleva la derecha sin síntomas vergonzantes.
Un ejemplo viviente de la inutilidad de esa aproximación política es Berni, hombre muy celebrado en los círculos de la realpolitik del peronismo
El historial del punitivismo demagógico lleva a “la mejor Policía del mundo” de Eduardo Duhalde o a la patética imagen de Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide en publicidades de la campaña de 1999, rodeados de policías con armas largas. Aquello era en el siglo XX, pero en 2024, el radical santafesino Maximiliano Pullaro y Bullrich pasaron, en cuestión de días, de la disputa solapada por el presunto mérito de haber hecho descender la violencia narco en Rosario con métodos Bukele a acusarse de complicidad con la Policía corrupta y de abandonar a la provincia a su suerte.
Esta nota, que La Nación decidió invisibilizar de su portal poco después de publicada, lo explica en detalle.
SL/DTC
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