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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Triángulo rosa: enseñar el Holocausto desde la ESI y la memoria queer

El triángulo rosa se convirtió en símbolo de lucha de la comunidad LGBTIQ+

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Un triángulo rosa hecho estandarte. En marchas de Argentina, pero también en Europa. Hecho pin, hecho bandera. Llevado con orgullo. Un símbolo que se resignifica porque antes fue todo lo contrario: bajo el régimen nazi, miles de personas homosexuales —en su mayoría varones— fueron perseguidas, encarceladas y deportadas a campos de concentración por su identidad. Se los identificaba con un triángulo rosa invertido, símbolo que marcaba su condición ante el resto de los prisioneros y los exponía a una violencia sistemática que no se ensañó solamente con los judíos. 

¿Cómo se enseña el Holocausto? ¿Cómo se enseña Educación Sexual Integral? Las respuestas a esas preguntas son múltiples. Joel Kaplan y Claudio Román tienen una sola que las cruza a ambas. “Trabajamos la memoria del Holocausto desde una perspectiva de género, desde un lugar poco visitado en Latinoamérica”, cuentan. 

Hace seis años que Joel, educador judío en una escuela judía porteña, y Claudio, autodefinido como educador gay, enfocan en las historias de los Triángulos Rosas, los hombres homosexuales perseguidos en la Alemania nazi. Para eso investigan, brindan cursos y charlas y comparten recursos en la web.

“Somos replicadores de contenido. Nos interesa que la temática sea una puerta de entrada tanto a la perspectiva de género, a la Educación Sexual Integral (ESI), como a la dialéctica del Holocausto. Jugar con esas dos entradas no solamente en el aula, sino como una mirada de la historia y una mirada sobre la realidad”, explica Joel.

Para llevar adelante el trabajo, narraron la Historia con mayúscula a partir de historias con minúscula poco representadas dentro de la memoria oficial, lo cual les implicó sortear algunas dificultades a la hora de la investigación como, por ejemplo, el idioma: necesitaron traducir testimonios de las víctimas y material bibliográfico, que sólo se hallaban en inglés o en alemán.

Hubo un sólo un paso: del auge del “sexo gay” a la peor persecución 

Como el antisemitismo, el sentimiento antihomosexual era previo al nazismo. Son cuestiones persistentes. Las relaciones homosexuales eran penadas por el Párrafo 175 del Código Penal alemán desde 1871. Luego, el nazismo lo toma y lo profundiza”, precisa Claudio sobre cuáles eran las condiciones preliminares a lo que luego se convertiría en la peor persecución homoodiante de la historia. 

“Los actos sexuales contra natura cometidos entre personas del sexo masculino, o por humanos con animales, se castigan con prisión; también puede sentenciarse a perder los derechos civiles”, establecía el artículo 175. De esta manera, no solo se penaba al sexo entre hombres, sino que además se lo patologizaba al equipararlo con la zoofilia. 

A pesar de la clandestinidad y el ascenso vertiginoso del Nacionalsocialismo hacia finales de la década de los ‘20, el colectivo LGBTIQ+ de Berlín estaba en auge: se multiplicó la prensa orientada a las diversidades y las calles de la capital se llenaron de clubs, cafeterías y cabarets donde lesbianas, gays y trans disfrutaban de su erotismo frente a otres - incluso heteros curiosos - en una aparente libertad. “De vez en cuando, para mantener alerta a las locas, alguien gritaba ‘¡Viene la policía!’ Todas se levantaban las faldas y corrían”, recuerda con brillo en lo ojos Heinz F., un homosexual sobreviviente a dos campos de concentración, en el documental Párrafo 175. 

Kaplan y Román, como buenos divulgadores, tiran referencias todo el tiempo. Entre ellas, recomiendan películas que ilustran esta época de la emancipación queer berlinesa. Una de ficción es Bent. Arranca con un Mick Jagger transformista llamado Greta, que es la reina de la noche de un club y que luego de una razzia de la SS, quemará todos sus atuendos para no dejar rastros. Otra es el documental “El dorado: todo lo que odian los nazis”, producido por Netflix, que recrea las noches del cabaret de nombre homónimo, clausurado un mes después de que Hitler asumiera como canciller en 1933. La trama la construyen con escenas montadas, entrevistas a miembros de la comunidad queer, historiadores y material de archivo.

También en esta época, el médico sexólogo, judío y homosexual Magnus Hirschfeld afianzaba en Alemania la primera organización del mundo que luchó por los derechos para las diversidades: el Comité Científico Humanitario, que dio paso al Instituto para la Ciencia Sexual. 

“Hirschfeld es el primero que pone como parte de la sociedad civil a las identidades trans, les da visibilidad pública y una identidad política con los permisos que daba para que pudieran caminar con cierta libertad en los años ‘30 en pleno Berlín”, cuenta Joel. Con esos certificados médicos, las personas podían usar en el espacio público prendas que correspondieran con su identidad de género autopercibida, evitando que la policía pudiera arrestarlas por “alterar el orden público”. 

Este pionero del activismo realizó además la primera reasignación de género de la historia a una persona trans, fue el primero en usar la palabra travesti como un término médico y científico y así, diferenció la orientación sexual de la identidad de género (conceptos que se confunden aún hoy). 

¿Por qué el nazismo eligió como uno de sus enemigos al colectivo LGTBIQ+?

Claudio Román: “Si bien la política principal del gobierno nazi fue el exterminio del pueblo judío europeo, una de las líneas de acción del régimen tenía que ver con el reproductivismo de la raza aria y los hombres homosexuales impedían ese objetivo. Esto impacta profundamente en la homosexualidad masculina, porque la femenina de algún modo puede ”rescatarse“ a través del uso del cuerpo de la mujer como cuerpo gestante.

Entre 1933 y 1945, nada menos que el jerarca nazi Heinrich Himmler, el jefe de la SS, dirigió la persecución contra el colectivo. Entre los hitos de su cruzada contra lo que denominó “plaga” se encuentran: la quema de más de miles de libros y fotos del Instituto para la Ciencia Sexual; la clausura de los espacios de encuentro de la comunidad queer, la prohibición de las revistas y publicaciones dedicada a gays y lesbianas; el endurecimiento del Párrafo 175, lo que permitió que miles de hombres fueran arrestador por la Gestapo, condenados, procesados y deportados por homosexualidad a campos de concentración. Y como si esto fuera poco, creó la Oficina Central del Reich para Combatir el Aborto y la Homosexualidad (1936). 

“Alrededor del 7% u 8% de los hombres en Alemania son homosexuales. Si así se mantienen las cosas, nuestra nación caerá en pedazos por causa de esta plaga [...] Aquellos que practican la homosexualidad privan a Alemania de los hijos que le deben”, afirmó Himmler en Baviera en 1937, en un discurso dirigido a los capos de las SS para advertirles que él mismo se encargaría de enviar a los campos de concentración a los miembros de la fuerza que fueran gays.

El origen de los Triángulos Rosas

Los cargaban en un tren con muchas personas más, sin agua, sin comida. Cuando llegaban, después de horas, les sacaban sus pertenencias, les pelaban y les daban un uniforme a rayas con un número, como al ganado. El único elemento que tal vez decía algo de su identidad era un triángulo equilátero de tela invertido cosido al pecho de la chaqueta y al pantalón. No era un gesto de humanidad, era la sistematización del odio. 

“En algunos campos de concentración -porque tampoco las medidas fueron uniformes en el nazismo- se identificaban a los detenidos con distintas marcaciones que eran parte del proceso de deshumanización. El triángulo amarillo era para los judíos, el rojo para los disidentes políticos, el verde para los criminales comunes, el azul para extranjeros, el púrpura para los testigos de Jehová, el rosa para los hombres homosexuales”, enumera Claudio. También había uno negro para “asociales” o personas “fuera de la comunidad” que era una miscelánea de la discriminación. En él entraban personas gitanas, con discapacidad, sin techo, intelectuales y a veces lesbianas y trans, aunque casi no hay registros de eso. 

Esta categorización además de marcar los “delitos”, señalaba el tipo de tratamiento - más o menos duro - que recibirían dentro de los campos. “Se supone que los judíos junto con los homosexuales eran de los más castigados. Se supone, digo, porque esto es terreno de hipótesis y somos parte del relato de los testigos”, cuenta Claudio.

Según el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, se calcula que durante el régimen nazi hubo aproximadamente 100 mil arrestos de presuntos homosexuales: más de la mitad terminaron en condenas, y entre 5 mil y 15 mil fueron encarcelados en campos de concentración como “transgresores homosexuales”. 

De la vergüenza al orgullo

Max abraza el cadáver de su amante Horst, al que los guardias acaban de fusilar en el campo de concentración Dachau. Los violines meten aún más el dedo en la llaga del espectador. “Yo te quiero. ¿Qué hay de malo en eso?”, se pregunta el protagonista de Bent que estuvo casi toda la película intentando ocultar su homosexualidad. Rompe en llanto. Acomoda el cuerpo de su compañero en la fosa y vuelve a la infame tarea que le asignaron: llevar piedras de un lugar a otro. Pero el dolor ya hizo su trabajo y se ve en su determinación que no hay vuelta atrás: cambia su chaqueta con la estrella de David por la de Horst, que tiene el triángulo rosa, y se suicida en la cerca electrificada. La escena es tan desgarradora como poética. 

El pasaje al orgullo que experimenta en minutos el personaje ficticio de Bent le llevó años a los once varones gays que se animaron a contar sus memorias del infierno. “Los primeros testimonios empiezan tardíamente por vergüenza y porque además su identidad seguía siendo un delito. El Párrafo 175 recién se derogó en 1994. ”Si decía ‘fui un triángulo rosa’, eso implicaba que la persona podía volver a la cárcel“, aclara Claudio y valora: ”Dar testimonio fue un acto de resistencia y de orgullo porque no hubo otros testimonios en la historia. Si no hablaban ellos, quiénes hablaban. ¿Cómo nos enterábamos nosotros?“.    

Las víctimas del colectivo LGBTIQ+ no recibieron justicia, ni reparación económica, ni simbólica en vida. Recién en el 2002, con la derogación de las condenas de la era nazi bajo el Párrafo 175, tuvieron el derecho a una compensación monetaria. Pero la gran mayoría de los sobrevivientes ya estaban muertos, como Heinz Dörmer que falleció en el intento. En esa década también se inauguraron memoriales en Alemania y en distintas ciudades del mundo. Por ejemplo, hay calles y placas con el nombre de Pierre Seel, un sobreviviente francés que fue uno de los pocos que luchó por el reconocimiento oficial y lo obtuvo tres años antes de morir. Es por eso que la investigación de estos profesores poseé una dimensión llamada justicia de género, un concepto de la doctora en Géneros y Sexualidades, Graciela Morgade. 

“Es traer esas voces acalladas del pasado al presente. Somos nosotros los que damos a conocer su historia y damos visibilidad a aquellos que fueron invisibilizados, no solamente durante el nazismo, sino después del nazismo”, explica Joel y Claudio agrega: “Es un modo de una justicia reparatoria, tardía y simbólica. Es reconocerlos a través de ser parte de la historia porque el colectivo LGBTIQ+ fue siempre marginado dentro de la sociedad general”.

La resignificación del triángulo rosa

Es una práctica habitual en los colectivos marginalizados nombrar sus identidades con esos mismos términos que alguna vez dolieron porque eran insultos. Trolo, marica, puto, trava, torta son algunos ejemplos de palabras que hoy se eligen para definirse con orgullo en Argentina. Con el tiempo, pasó lo mismo con el triángulo rosa. Muchas agrupaciones alrededor del mundo lo utilizan hoy como símbolo de lucha. Sin ir más lejos, es el logo de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y fue el elemento que eligieron les jóvenes organizadores de la 1ra Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista en Bahía Blanca para que se les pudiera identificar durante la movilización. 

“Nosotros recuperamos el triángulo rosa, el activismo como dispositivo disruptivo que genera y produce las leyes que tenemos hoy en día, la ampliación de derechos”, asegura Claudio, de 63 años, quien cuenta que se pudo casar con su pareja trans gracias a la Ley de Matrimonio Igualitario, aprobada en Argentina en 2010.

El loop del odio

“Necesitamos volver al pasado para pensar en el presente. Es necesario porque lamentablemente el presente no tiene nada nuevo”, considera Joel acerca de la función pedagógica que puede tener la memoria. Es que los discursos y los ataques de odio contra las diversidades que ellos analizaron en su investigación - que se remonta a la Alemania del siglo XIX - se repiten en loop en la historia universal hasta nuestros días. 

“El documental argentino ‘El Triángulo Rosa y la cura nazi para la homosexualidad’, de Nacho Steinberg y Esteban Jasper, muestra como en el campo de Buenos Aires utilizaban glándulas de hormonas de gallo para curar a los homosexuales porque se pensaba como una enfermedad, como algo curable. Está bueno para pensar hoy en día esto ‘de que los homosexuales son pedófilos’, como si la pedofilia se llevara en la sangre”, compara Joel al citar el discurso del presidente argentino Javier Milei en la conferencia del Foro Económico Mundial en Davos en enero pasado. 

“Cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas, la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto, quiero saber quién avala esos comportamientos”, sostuvo el mandatario en esa ocasión y a continuación puso como ejemplo un caso en Estados Unidos, donde una pareja homosexual fue condenada a 100 años de cárcel por abusar de sus 2 hijos adoptivos. Ese discurso tuvo un efecto inmediato en el movimiento LGBTIQ+ argentino, que, en menos de diez días, organizó una masiva Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista.

“La diversidad sexual es un colectivo que políticamente y militantemente hablando le jode a Milei. Es un adversario político, en el buen sentido de la palabra, que le rompe los quinotos. Por ejemplo, antes de que la CGT apoyara la marcha de jubilados, la CHA ya estaba ahí. Días después del discurso de Davos, tuvo la capacidad de formar un cuerpo político para oponerse y organizar una marcha multitudinaria, federal, cuando hoy en día a los movimientos tradicionales partidarios o políticos les cuesta unirse para para plantar posición frente a una política o directamente ni lo hacen”, considera Claudio.

¿Qué piensan de la avanzada de derecha en Argentina?

Joel: Creo que cuando se pone en tela de juicio el rol del Estado porque no termina de asegurar los derechos y el bienestar de la sociedad, se empiezan a buscar culpables y los culpables de la historia parecen ser siempre los mismos. Milei podría haber hablado de que bajó la inflación, pero parece que los culpables de la economía son los homosexuales. También creo que estamos en una época del mundo donde los discursos de odio son moneda corriente y los naturalizamos y muchas identidades caemos en una misma bolsa.

Claudio: Son discursos muy apelativos, sobre todo en gente que cree que la culpa la tienen los pobres, los marginales, la tenemos los gays. Me parece que se apela al colectivo de votantes de Milei y de seguidores de la derecha, que es mucho más de lo que potencialmente uno cree. 

Los Triángulos Rosas, en profundidad

El próximo curso “Triángulo Rosa, una aproximación al nazismo desde la perspectiva de género” es gratuito y lo brindarán durante agosto y septiembre a través de la plataforma virtual del Instituto de Capacitación Docente del Centro Ana Frank Argentina. La formación está orientada a educadores en general, tanto del sistema formal como no formal, comunitarios, y de diferentes niveles. El trabajo final es la realización de un proyecto educativo. La inscripción arranca el 30 de junio. Para más información, se puede escribir a cursotriangulorosa@gmail.com o a cursosanafrank@gmail.com

“Queremos impactar en instituciones para que se replique el legado de los Triángulos Rosas, que los asistentes a las charlas y los cursos produzcan dispositivos distintos que puedan poner en crisis y en debate a las instituciones e instalar el tema”, finalizan.

MR / MA

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El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

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