Qué ver en familia
De Blancanieves a Kurosawa: ver cine de calidad con los chicos es posible
El gusto se refina, la mirada se educa y el paladar se hace. ¿Pueden las y los niños y adolescentes disfrutar una película en blanco y negro a la vez que muda? ¿Es pedirle demasiado a estos chicos y chicas educados en el ritmo frenético, el éxtasis de colores y los diálogos a ritmo de metralleta? Ver cine “de calidad” no nos hace mejores personas, pero es cierto que posibilita entrar en mundos, dialécticas y debates (incluso internos) que deberían ser accesibles para todo el mundo. A las películas de culto se puede llegar de niño y adolescente picoteando o siendo muy curioso, o bien de la mano de un padre o madre que acompañe el proceso y ofrezca, escalón a escalón, las películas que abren camino.
En estos días, por ejemplo, se están celebrando en la Academia de Cine de España y en colaboración con el Instituto Cervantes doce sesiones de cine llamadas Arte y oficio: alumnos de distintas escuelas públicas de Madrid van a ver una película a la sala y luego asisten a una charla en la que alguien del equipo cuenta los entresijos del cómo se rodó. El 20 de enero casi cien adolescentes aterrizados del instituto Pedro Salinas de Usera “fliparon en colores con que una peli en blanco y negro y muda molara tanto”. La película era Blancanieves, dirigida y escrita por Pablo Berger, y allí presente estaba su director artístico, Alain Bainée. Puede que si hubieran empezado a ver Casablanca, Nosferatu o Psicosis hubieran abierto aburridos el Instagram, pero la tecla fue dar con la película adecuada para reventarles los prejuicios. He ahí ver cine escalón a escalón: es casi imposible pasar de que les interese Superman a Tiempos modernos. “Claro que las pelis en blanco y negro pueden ser la bomba, chicos y chicas”, les contestó Bainée. Esta versión de Blancanieves puede ser el peldaño de en medio.
De Blancanieves a Kurosawa (Península, 2021) es el libro escrito por el crítico cinematográfico Javier Ocaña (Martos, Jaén, 1971) en el que cuenta la aventura de ver cine con hijos. Aclarar que el título no tiene nada que ver con Leonor de Borbón, que en 2017 (cuando apenas tenía 13 años) contó que su director favorito era Akira Kurosawa y las redes sociales se llenaron de memes. ¿Puede una niña de 12 años disfrutar de Los siete samuráis? ¿Cómo ha llegado ahí? La respuesta la encontramos en el libro de Ocaña: subiendo peldaño a peldaño la complicación de las narrativas, personajes y tramas.
Con lo de llegar a “los Kurosawas” no se trata de ser el más snob, sino de hacerles descubrir que detrás de casi todos los problemas sociales (y personales) hay una buena peli que puede contextualizar, incitarnos a pensar y hacernos dudar. La filosofía y el cine se dan la mano en la capacidad de ponernos a hacer preguntas, motivo por el que son una herramienta primordial para que los niños y niñas sean reflexivos, críticos e incluso empáticos. No es mejor persona el que disfruta de las pelis de David Lynch pero sí tiene un universo abierto que le permite echar a volar. El cine también es un diccionario audiovisual para entender cuestiones propias y ajenas.
Con lo de llegar a “los Kurosawas” no se trata de ser el más snob, sino de hacerles descubrir que detrás de casi todos los problemas sociales (y personales) hay una buena peli que puede contextualizar, incitarnos a pensar y hacernos dudar
Alguien voló sobre el nido del cuco
Ocaña cuenta que procura acompañar a sus dos hijos (Julia de 15 años y Santi de 12 años) viendo las pelis. El acompañamiento de Ocaña y su pareja pasa por, primero, proponerles películas, así como escuchar las propuestas de lo que quieren ver ellos. En segundo término, al acabar la película hablan, debaten o solventan preguntas que se les han ocurrido. “En algunos momentos hemos parado las películas porque ellos querían saber qué significaba una palabra o qué estaba pasando o preguntar aquello que no entendían puede que por los contextos”, dice. El cine es diálogo.
Afirma que un día viendo el noticiero los hijos le preguntaron por la locura y los psiquiátricos: “Debían tener 10 y 12 años. Me pidieron ver una película sobre algún psiquiátrico. Yo pensé en Alguien voló sobre el nido del cuco, pero podría ser muy bestia. Luego hice un ejercicio de memoria y en la peli no pasaba nada especialmente brutal”. Así que Julia y Santi aprendieron sobre el poder, pasarlo mal, el encierro y la salud mental viendo una película. Tener una buena filmoteca puede ser igual que tener una generosa biblioteca. “Santi está haciendo un trabajo en clase sobre las consecuencias de la guerra y me pidió películas. Hemos visto Sin novedades en el frente y Nacido el 4 de julio”. Ocaña afirma que buena parte de lo que sabe de la vida se lo ha enseñado el cine: “A la vez que lo que sé de cine me lo ha enseñado la vida. La vida puede ayudarte a analizar películas pero por supuesto al revés también”.
Estos días Blancanieves vuelve a estar presente en el debate dado que Disney ha anunciado una nueva adaptación del cuento de los hermanos Grimm pero, puntualizando, “sin estereotipos”. Fue el actor de Juego de Tronos Peter Dinklage quién lanzó una buena reflexión: Disney elige a una actriz latina para interpretar a Blancanieves pero “tan progresista en un sentido, por qué está haciendo esa maldita historia sobre siete enanos en una cueva”. La mirada se educa y los consensos sociales cambian.
La mirada se educa y los consensos sociales cambian.
Ahora las mujeres pueden (y son) súper fuertes, como Luisa, la hermana forzuda de la película ambientada en Colombia 'Encanto'. Luisa arrasa vendiendo merchandising. Disney ha incluido en su propia plataforma algunas películas como la propia Blancanieves con esta leyenda: “Este contenido incluye representaciones negativas o tratamientos inapropiados de personas y culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora”. La mirada se educa y los valores sociales empujan a que ciertas cosas chirríen incluso a los pequeños mirones.
Para el crítico, las mejores películas “no son las que resguardan al niño de todo mal, sino las que los enfrentan con alguno de sus miedos y sus dudas”. He ahí el papel de la familia: hablarles y hacerles reflexionar sobre lo que están viendo. En el libro, el crítico se pregunta si hay mensajes racistas en algunos de los clásicos de Disney, y responde: “De haberlos, creo que estos tendrían que verse reforzados en casa por comentarios y actitudes de los mayores. Si no es así, como ocurrirá en la inmensa mayoría de los hogares, probablemente pasen inadvertidos”. El dedo del padre o la madre puede servir para que los niños y niñas vean otras lunas: desigualdad, injusticia, racismo o violencia simbólica.
“Si le pones a un niño que no ha salido de Pixar una peli en blanco y negro de John Ford igual la primera vez le choca”, dice Javier Ocaña, que es partidario de “ir subiendo escalones”. “No empiezo hablando y poniéndoles pelis de ciencia ficción, arranco con la animación y con la comedia, y tirando del hilo pues llegan a películas bélicas, que podrían ser las más complejas”. El crítico recomienda ponerles películas sin forzar, “si se aburren se cambia, si quieren parar y hacer una meriendita pues se hace”. Lo importante es que disfruten e inculcarles que el cine y su magia no solo posibilita pasar un buen rato los domingos por la tarde: las películas ayudan a entender y desencriptar nuestro enredoso mundo.
RN
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