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Entrevista

Adriana Lestido y la vida en “el imán de la Tierra”: “Lo mío siempre giró alrededor del dolor y la belleza de la existencia”

Adriana Lestido hizo cuatro viajes al Círculo Polar Ártico entre 2019 y 2020.

Agustina Larrea

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“Quizá no se trate de la aurora boreal sino de esa otra luz que va a iluminar lo que hasta ahora estuvo en sombras. No importa lo que vea o deje de ver en estos días. Ya sea afuera o en mi interior. Esto recién empieza. Y llevará todos los años que lleve esta etapa que está comenzando”, escribe Adriana Lestido. Lo hace en uno de sus diarios personales, esos que siempre lleva encima. Lo hace sola, en un confín, rodeada de mar y de hielo. Lo hace en uno de los lugares más inhóspitos del mundo: algún punto perdido del Círculo Polar Ártico que es, en su mirada, un comienzo

Luego de una serie de cuatro viajes a la región, un lugar que conoció y observó en las distintas estaciones del año, la reconocida fotógrafa argentina lanzó Errante, la conquista del hogar, su ópera prima. Una película que registra buena parte de esa travesía ártica en planos largos, mínimos, hipnóticos. Pero ese documental, un pequeño suceso que se mantuvo en cartel en el auditorio del Malba durante meses, fue apenas el principio. Lestido presenta ahora dos libros que también nacieron de aquella aventura polar: uno con fotografías y otro que reúne sus diarios personales.

Célebre por su trabajo en la calle como fotoperiodista, por sus series sobre mujeres presas y madres adolescentes, entre otras destacadas fotografías en las que ponía en primer plano la gestualidad de las personas, desde hace un tiempo comenzó un camino de cierto despojo. Una ruta en la que pareciera ir alejándose de lo humano para adentrarse en la naturaleza más cruda. Lo hizo, primero, en un viaje que realizó en 2013 a la Antártida y que derivó en un libro con fotografías y otro con sus diarios que se llamó Antártida negra. Esa búsqueda parece extremarse ahora, con los viajes al ártico y con una nueva exploración que la llevó a indagar en el lenguaje cinematográfico.

“Creo que esto es una consecuencia lógica de todo mi camino. No siento que haya dado un paso distinto. De alguna manera lo que hice siempre fue mirar afuera para ver adentro. En ese sentido todos mis trabajos fueron así, incluso las series más ásperas, como la de la cárcel, hasta la del amor. Porque de alguna manera busco el reflejo interno de lo que estoy mirando. El sentido para mí no es mirar desde afuera, sino mirar desde adentro. Lo que me importa es la unión entre aquello que miro y lo que resuena internamente”, señala Lestido en diálogo con elDiarioAR y agrega: “Así fue siempre mi trabajo, que a la vez se resignifica cuando puedo llegar a iluminar zonas oscuras mías. Cuando logro ver algo más. Es justamente eso lo que puede llegar a resonar en aquellos que conectan con lo que hago. Por eso pienso que en el fondo es todo lo mismo, tanto las series fotográficas que hice, como la película, como los libros, surgen de experiencias vividas, de mi propia inmersión en aquello que estoy queriendo ver. Incluso en las series que hice dentro de instituciones (como la cárcel o las madres adolescentes), también fueron un viaje interno. De alguna forma con Madres e hijas se abrió el afuera, hicimos muchos viajes juntas y la mayoría de las imágenes editadas las hice en los viajes, con la naturaleza acompañando. Luego siguió El amor, donde la naturaleza es la protagonista y la imagen humana acompaña en segundo plano. Ya en Antártida negra, mi última serie fotográfica, no hay personas. Y tampoco en Errante”.

– ¿Te acercás de una manera distinta a cada proyecto? ¿Cambia tu experiencia si es cine, un ensayo fotográfico o un libro de textos personales?

– Mi vínculo con la imagen, y me refiero a la imagen como expresión, más allá del lenguaje (si es fotografía, cine o en los diarios) no es el de ir, mirar y contar. Tengo que atravesar un proceso interno para que tenga sentido para mí lo que hago. Por eso siempre digo que de alguna manera los trabajos están por encima mío, son maestros, yo aprendo de ellos. Expresan lo más alto de mí en el momento en que los hago. Porque la gestación es un estado especial, único, donde de alguna forma se conecta con la fuente universal (por eso puede resonar en otros). Algo que no era, es. (Adolfo) Bioy Casares decía que se daba cuenta de si un libro era bueno cuando al terminarlo le daban ganas de leer. Es así. Por eso digo que mis trabajos son mis maestros, cada uno de ellos me transforma. ¿Qué sentido tendría hacer algo si soy la misma después de haberlo hecho? Por eso también me gusta ir viendo cómo se encadenan las cosas. Cómo cada cosa es el escalón necesario para lo que siga. Yo soy “pasito a pasito”. 

– ¿Cómo surgió concretamente la idea de hacer una película y que sea tan particular como Errante, que es un trabajo ciento por ciento en solitario?

– Después de la serie del amor yo sentí que quería liberarme de todo lo que había hecho antes, limpiar. Me pesaban mucho todas mis imágenes, era momento de hacer espacio. Por eso hice la retrospectiva, para contar una historia con todas las historias que había hecho y alivianar. En el 2010 me invitaron a exponerla en Madrid y me encontré con una muestra antológica de Miquel Barceló que me gustó mucho. En una salita había una serie con pinturas pequeñas que él había hecho en el Sahara, todas muy blancas. Ahí me acuerdo que sentí “esto es lo que necesito, ir a un desierto para limpiarme de todas las imágenes”. Así surgió, primero, el proyecto de la Antártida, nuestro desierto blanco. La serie que hice allí de alguna forma fue el pasaje para poder llegar a hacer mi película. El cine siempre estuvo en mi vida, de hecho empecé estudiando cine. En la Antártida había pensado en poder hacer algo con sonido. Llevé, además de las  cámaras de fotos, un zoom para grabar sonido. Pensaba grabar el sonido ambiente y también grabar a las personas de la base, que me contaran lo que soñaban en la Antártida. El audio no lo usé pero me sirvió mucho, fue como la base del iceberg.

Tengo que atravesar un proceso interno para que tenga sentido para mí lo que hago. Por eso siempre digo que de alguna manera los trabajos están por encima mío, son maestros, yo aprendo de ellos. Expresan lo más alto de mí en el momento en que los hago

– Empezaste una especie de pasaje a un nuevo lenguaje.

– Como sea, yo tenía claro que estaba pasando a otra cosa, que estaba dejando a mi amada fotografía para pasar al cine, que también siempre amé. Necesitaba volver a ser aprendiz. Poder registrar la imagen y su sonido, y el tiempo transcurriendo el la imagen. Así que después de ese viaje me compré una cámara de video y empecé a familiarizarme con el medio, a hacer cortos. En medio de todo eso, siempre había tenido muchas ganas de ver las auroras boreales. A fines de 2018 me invitaron a llevar la muestra de la Antártida a Berlín, pleno invierno, la época donde se ven las auroras. Era la oportunidad para verlas. Entonces saqué un pasaje a Tromso, un pueblito que está al norte de Noruega. Las auroras son esquivas, no es fácil verlas, pero en Tromso es más probable. Yo simplemente quería grabarlas, quería grabar el movimiento real (los videos que circulan generalmente son muy artificiales) y su sonido. Me alquilé una casita en las afueras del pueblo, sobre el mar y ahí fue muy fuerte lo que sentí estando tan cerca del polo norte. Grabé videos, hice fotos y, como siempre, llevé mi diario. Y, más allá de las auroras que por suerte pude ver, me afectó muy fuerte el lugar, estar tan cerca del imán de la tierra. Ahí surgió la necesidad de viajar en tiempos prolongados alrededor del polo norte en todas las estaciones. No sabía lo que iba a hacer y en el fondo no me importaba demasiado, sí sabía que esos viajes serían vitales para mí. Vivir la naturaleza en todo su ciclo vital cerca del polo. En todo caso, como siempre, lo que hiciera expresivamente sería la herramienta que me ayudaría a ver.

EN SOLEDAD

“Entre enero de 2019 y mayo de 2020 viajé sola alrededor del Círculo Polar Ártico: Islas Svalbard, Islandia y norte de Noruega. El registro visual y sonoro lo realicé sin equipo técnico de apoyo. La elección de las condiciones de grabación responde a la intención de priorizar la experiencia personal de soledad en lugares extremos y desconocidos”, se lee en uno de los pocos textos que aparecen a lo largo de la película de Lestido. Lejos de la imagen habitual de los equipos de rodaje multitudinarios del cine, para hacer su búsqueda audiovisual la artista se propuso lo opuesto: estar en completa soledad.

“Para mí fue fundamental viajar sola y estar todo el tiempo necesario durante las cuatro estaciones. Estuve durante todo ese enero en Tromso. Después viajé un mes a Islandia. Ahí fui con una amiga, era un viaje que tenía programado de antes y que me sirvió también para ver dónde volver sola. Después estuve dos meses cerca de Cabo Norte, Noruega, el punto más septentrional del continente. Un mes en las Islas Svalbard, la parte habitada más cerca del Polo Norte, y finalmente tres meses en Islandia. Al principio solo tenía claro que quería imagen en movimiento y sonido. Pero de a poco se me fue haciendo claro que estaba haciendo una película. El proceso lo cuento bien en los diarios. Cada vez hacía menos fotos y grababa más, toda la libido estaba centrada en los videos que hacía. Y, como siempre, escribía mucho”, relata.

Al regresar a la Argentina, Lestido se puso a editar las imágenes. “Todavía era la pandemia y me puse a trabajar en la película. Y, cuando la película cerró, empecé a trabajar con los diarios. Le pedí a Guillermo Saccomanno que me ayudara como editor. Es un amigo que adoro y admiro, un lujo que fuera mi maestro. Fue divino trabajar con él, aprendí muchísimo, nos divertimos mucho, nos peleamos mucho también, y nos matamos de risa. Así salió el libro con los diarios. Al principio pensaba poner las fotos como postales o que estuvieran de alguna manera intercaladas o al final, pero por suerte se dio la mejor posibilidad: que fueran dos libros. Un regalo de la vida, son una belleza las dos ediciones”, recuerda.

– Tanto los diarios como la película tienen mucho de meditación. Las imágenes, de hecho, parecen meditaciones visuales más que un documental de ese espacio tan hostil. ¿Los pensaste así cuando trabajabas en eso?

– Este tipo de viajes habilitan también mucha introspección, mucha comprensión de mi vida. Trabajar con esos diarios fue como un recorrido por toda mi vida. Saccomanno insistía con que describiera más las imágenes o lo que recordaba de lo que había visto, pero yo le decía “olvidate, eso lo estoy haciendo con las fotos y la película”. En los diarios me interesaba más ahondar en mi proceso interno, la idea fue no solo contar la experiencia sino entender algo más de mi vida. La película es obviamente muy fotográfica. Yo me plantaba en algún lugar  y contemplaba con la cámara. La cámara estaba ahí plantada grabando y yo estaba al lado mirando junto a ella. Absorta. Viendo un poco más allá, como en estado meditativo. La película creo que tiene ese efecto de ir para adentro. Es un viaje interno también para los espectadores que se dejan llevar, que la ven con el corazón abierto. Eso es lo que la película pidió para ser y es lo que pide para entrar en ella. Tal vez al principio esto genere en algunos un poco de desconcierto pero enseguida lleva. Muchos son reincidentes, la vieron varias veces. Es una película amada y eso es muy hermoso, lo más que se puede pedir. 

– El título de estos trabajos oscila entre dos polos que parecieran ser como dos extremos. Está la idea de ser errante, de ir de acá para allá, y al mismo tiempo la de conquistar un hogar. ¿En qué pensás cuando pensás en un hogar?

Creo que el hogar es el lugar que nos pertenece, la morada interna a la que se llega, con suerte, al final de la vida. Ese lugar se conquista con la vida vivida, y se conquista errando. Vagando y equivocándose. Me gusta la doble acepción de la palabra. Andar, soltar el control, aprender de lo que la vida pone por delante en cada momento. La vida es la que lleva, creo que los viajes son eso: largarse y ver hacia dónde la vida te lleva. Claro que esos son los viajes más difíciles, pero a su vez son los que más aprendizaje aportan. Son esos momentos donde uno puede entender algo más, acercarse de a poquito a su centro. Tengo 69 años, cumplo 70 en enero, y creo que recién ahora estoy llegando a mi lugar, lo estoy conquistando. Mi trabajo ha sido muy importante en el camino. Después de años y años de hablar de la necesidad de la naturaleza, recién ahora siento que encontré mi lugar en ella. Tengo una cabaña en el bosque, cerca de la playa, y siento por primera vez que ésa es mi casa. Por supuesto que antes tuve casas en la naturaleza, de hecho vendí una casita que tenía en la playa para poder hacer la película porque quería trabajar sola, sin ningún tipo de condicionamiento. Pero bueno, la vendí también porque no la sentía tan mi hogar. La que tengo ahora sí, siento que ésta sí es un lugar que conquisté. Creo que las distintas etapas de mi trabajo, de lo que hago, fueron las que me allanaron el camino para poder llegar a mi morada, al lugar en el mundo que siento que me pertenece.

– ¿Necesitaste en algún punto alejarte de lo humano para ir a ver de frente la naturaleza en su forma más plena?

– En el fondo creo que uno siempre está viendo lo mismo, haga lo que haga. En mi caso creo que siempre todo giró alrededor del dolor y la belleza de la existencia. Ya en la Antártida, de todas maneras, yo sentía ahí también en esas imágenes estaban las presas, las madres y las hijas, los vínculos, el amor, el desamor, el desamparo. Pero ahí estaba viendo a través de lo más elemental, desde la pureza de los elementos. A su vez, creo que los animales y la naturaleza son las mejores herramientas para estar en lo que es. El hombre generalmente interfiere. En cambio los animales no, los animales están en el ahora, los animales están en el presente, son los mejores maestros. Así que en el Ártico preferí los animales y la lejanía, los horizontes, los cielos y la tierra, las inclemencias del tiempo, la nieve, los vientos, el agua. Los elementos en estado puro. 

Creo que el hogar es el lugar que nos pertenece, la morada interna a la que se llega, con suerte, al final de la vida. Ese lugar se conquista con la vida vivida, y se conquista errando. Vagando y equivocándose. Me gusta la doble acepción de la palabra. Andar, soltar el control, aprender de lo que la vida pone por delante en cada momento. La vida es la que lleva, creo que los viajes son eso: largarse y ver hacia dónde la vida te lleva

– La película cierra con una cita del escritor Haruki Murakami que dice lo siguiente: “Hemos sobrevivido. Tú y yo. Y los que sobreviven tienen un deber que cumplir, que es seguir viviendo hasta el final”. ¿Cómo fue esa elección?

– Cuando se está como en estado de gestación, por decirlo de alguna forma, hay un intercambio energético muy fuerte con algo que va más allá de uno. Así que en esos estados siempre le presto especial atención a todo lo que me llega, que empiezo a sentir parte de lo que estoy haciendo, y aunque no lleguen a emerger son la base. Así busqué las citas que quería incluir en los libros que leí y cosas que escuché en ese tiempo. La de Murakami sobre los sobrevivientes me parece clave. Quizás porque soy una sobreviviente. Murakami me ha acompañado en muchas situaciones de viaje. Y en esta experiencia fue también una especie de guía, fue como decir “bueno, acá estamos y hay que seguir hasta el final”.

AL

A lo largo de diciembre la película Errante. La conquista del hogar, de Adriana Lestido, vuelve a proyectarse en el auditorio del Malba (Figueroa Alcorta 3415, CABA). La artista, además, presentará sus dos libros el 6 de diciembre allí, a partir de las 19.

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