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De Hurlingham al mundo

Heber Fleitas, muralista y escenógrafo: “Todo puede pasar a ser una escenografía”

Heber Fleitas con su obra en el Museo Banksy de Barcelona

Laila Fleisman

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Entre el mundo digital, los claroscuros del Barroco, el realismo decimonónico y la desobediencia del graffiti, aparecen los murales de Heber Fleitas. Vecino de Hurlingham, sus obras son “covers” y parodias de pinturas de Da Vinci, Miguel Angel, Caravaggio y otros artistas. Pueden encontrarse por las calles del conurbano bonaerense y también en Latinoamérica y España. 

Dejó su huella en el Festival de Street Art de Navarra y en el Museo Banksy de Barcelona. También desafió a la autoridad barcelonesa con el mural de un guerrero indígena que hizo frente al Ayuntamiento y la policía no dejó que terminara su obra. 

Autodenominado un “escenógrafo urbano”, el artista de 33 años pasó la mitad de su vida laboral en los talleres del Complejo Teatral de Buenos Aires. “Cuando arranqué a estudiar escenografía, me di cuenta de que si podía pintar un telón, podía pintar una pared”, cuenta.

–¿Cómo llegas al Teatro San Martín?

–Hay una tradición en los teatros: es algo que pasa de padre a hijo. Mi papá trabajó acá en la parte técnica por 40 años hasta jubilarse. Mi mamá está en el área de Camarines y mi hermana en Seguridad e Higiene. Yo arranqué en el 2011 en el sector de Utilería, trabajaba sobre objetos pequeños. Me acuerdo que una de las primeras obras que asistí fue de las últimas de Alfredo Alcón. Después arranqué a estudiar Escenografía en el 2014 y me pasaron a ese sector. 

–¿Cuáles son tus tareas ahí?

–Con el equipo de Escenografía y Artesanía recibimos los objetos que modelan en el sector de Escultura, desde máscaras y títeres hasta armas de fuego. Los pintamos para las puestas escénicas en este teatro y también en el Teatro Alvear y el Teatro de la Ribera. Lo más reciente que hicimos fue la escenografía de Cyrano, Clandestina, La Gran Ilusión y también para una adaptación de Eduardo II de Marlowe. Hay cosas que las trabajamos acá desde cero y otras que alquilamos de un depósito. Las herramientas son las acuarelas, telgopor y cartón. Después aplicamos algunas técnicas si queremos envejecer elementos o hacerlos parecer de metal. 

–¿Qué significa el teatro para vos? 

–Es la magia de lo vivo. Del funcionamiento en el aquí y el ahora. Tiene una mística que otras disciplinas no tienen. Al espectador lo conmueve, porque lo hace pasar por distintas etapas. Lo sé porque también soy actor, estuve en la compañía Teatro Sanitario de Operaciones.

–¿Y la escenografía?

–El teatro cambió mi visión sobre lo que son los espacios, tanto los urbanos como los teatrales. Empecé a ver todo como una escenografía. Todas las piezas para mí pueden pasar a ser una. Combiné mis conocimientos y por eso digo que me volví un escenógrafo urbano. 

–¿En qué momento comenzaste a pintar los murales?

-Fue al mismo tiempo que arranqué a estudiar en la universidad. Cuando aprendí a pintar en grandes dimensiones, me di cuenta de que si podía pintar un telón, podía pintar una pared. Al principio lo hice para divertirme con mis amigos del barrio. 

–Algunas de tus pinturas recrean o parodian obras barrocas, del Renacimiento y clásicas. ¿De dónde viene esa inspiración? 

–Viví afuera por casi cuatro años, desde el 2020 hasta diciembre de 2023, entre Latinoamérica y Europa. Solventé mi estadía con lo que me pagaban los municipios, los pueblos y los festivales para embellecer las paredes con los murales. Cada lugar que fui visitando me inspiraba. En Europa me fui nutriendo de lo que veía en los Museos. Es la cuna de ese tipo de arte, aunque también se apropiaron del arte egipcio y griego. 

–De ahí lo llevaste al Oeste del conurbano.

–En el barrio hice obras que trataban de identificar a la gente de ahí, como un retrato de Diego Armando Maradona, por ejemplo. Pero después del viajé quería transmitir el conocimiento que traje del viejo continente y empecé a hacer arte público. Los museos para mí son controversiales: tenés que pagar para ver una parte de la historia y hay mucha gente que, sea por plata o distancia, no tiene acceso a eso. 

Yo saco a la calle lo que está en esos espacios. Mis instalaciones son para todos: el anciano, el niño y el indigente del conurbano. Quiero pensar que pongo el arte al servicio de la sociedad y además busco mejorar la apariencia de las calles descuidadas. 

Mis instalaciones son para todos: el anciano, el niño y el indigente del conurbano. Quiero pensar que pongo el arte al servicio de la sociedad y además busco mejorar la apariencia de las calles descuidadas

–¿Cómo describirías a tu barrio?

–Me crié a un costado de Hurlingham, en sus alrededores. Como la mayor parte del conurbano, San Damián es una zona obrera. Tiene una mezcla de personas que se instalaron ahí por las fábricas, trabajadores del ferrocarril, y también inmigrantes de Bolivia, Perú y Paraguay. Eso hace que exista un folklore que no se va a encontrar ni en Capital ni en el Barrio Inglés de Hurlingham. Culturalmente compartimos el mismo código de la calle, otras palabras y sentido del humor. 

–¿En qué estás trabajando actualmente? 

–Por el centro de Hurlingham estoy haciendo una pareja de angelitos del Renacimiento. Salí un día por la tarde a buscar paredes y encontré una abandonada. Me puse a pintar, todo muy improvisado. Hay obras que pienso mucho, otras que me nacen en el momento.

–Tus réplicas tienen un giro visual. Usás colores flúor, como el rosa, el verde y el naranja, que son los típicos del Graffiti. También añadís detalles del mundo digital, como el recuadro de Windows. 

–Me gusta darles un toque contemporáneo. Laburo con bocetos digitales y después los paso a la pared. Entonces eso me da la posibilidad de probar otros tonos de colores con los aerosoles y jugar con las texturas.

–Por las fotos que compartís en tu portfolio personal, los murales ocupan varios metros de una pared. ¿Trabajas solo?

–Por lo general sí. Me permite trabajar a mi propio ritmo y tampoco tengo que preocuparme por generar acuerdos con otras personas para desarrollar las ideas. Cuando estaba de viaje, me acostumbré a hacerlo de esa manera. Entre que limpio la pared y plasmo el diseño no me demoró más de tres días. 

–Llegaste al Museo de Banksy en Barcelona y al Festival de Street Art en Navarra y Madrid. ¿Cómo fue ese recorrido?

–Banksy también pinta en sitios específicos por cuestiones políticas. Es anarquista el tipo. El Museo Banksy abre las puertas una vez al mes a gente del público y convoca a artistas urbanos para pintar en vivo. Armé un diseño a partir de David con la cabeza de Goliat de Caravaggio y lo pinté en dos días. Terminó siendo David con un rodillo. 

Por otro lado, en Navarra trabajé en la pared de un edificio durante tres días. Es un retrato de San Pedro, uno de los apóstoles de Jesus. Me inspiré en la escultura que tiene en la Basílica San Juan de Letrán, Roma. 

–Compartiste en redes que en diciembre del año pasado, en Barcelona, la policía no te dejó terminar un mural de un guerrero indígena que estabas haciendo frente al ayuntamiento. ¿Qué fue lo que pasó?

–Un vecino denunció que estaba pintando en una pared abandonada. Cayó la policía y por primera vez me hicieron un acta. Fue una escena cómica porque toda la gente que pasaba por ahí me felicitaba por el mural mientras el oficial me estaba interrogando. No me dejaron terminarlo ni tampoco firmarlo, tuve que irme. La noche siguiente volví para hacer vandalismo y pude dejar mi firma. 

–“Todo mi arte es político, espiritual y confronta al sistema. Tengo sangre guerrera”, escribiste como pie a las fotos que subiste a las redes.

–Soy descendiente de guaraníes. La inspiración para la pintura vino porque conviví seis meses con una tribu nativa del Amazonas de Perú.

–¿Qué pintaste en Latinoamérica?

–En el caso de Latinoamérica dibujé y pinté pensando mucho en las culturas indígenas. Por ejemplo, en Brasil estuve en San Pablo y también en Florianópolis y realicé murales de niños de pueblos originarios. Cuando pintaba en ciudades grandes, elegía lugares céntricos donde era bien visible la obra y había más concentración de gente. Pero en Brasil trabajé en zonas desfavorables. 

–¿Planeás volver a irte de viaje?

–Es la idea, sí. Tengo planeado un viaje a Barcelona y también me gustaría ir a un festival internacional de graffiti que hacen en Colombia. Pero sé que mi lugar para vivir es acá, en Argentina, por más que sea un caos la política y la situación económica.

LF/MG

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