Maradona o cuando la magia no entra en la sala de edición
Antes de comenzar a rodar su documental titulado Diego Maradona, en la etapa de desarrollo, tuvimos una reunión de varias horas con Asif Kapadia. Terminada la reunión, parados en una vereda del Soho de Londres, helados bajo una llovizna persistente, me mostró en su celular unas imágenes que lo fascinaban, Diego jugando un partido en el barro. “Épica”, comentaba Asif, que no podía dejar de apretar ‘play’ una y otra vez. Le encantaba ese barro, me dijo, y quizás por eso me sorprendió que la edición final del aclamado documental no contenga esa escena. Fue lo primero que le comenté tras ver una versión casi final del film en pre-estreno unos años después.
Tras la muerte de Diego nos tocó compartir un panel, y se volvió a tocar el tema de todo lo que terminó no incluido en su película. Asif comentó que las decisiones mas difíciles fueron siempre elegir qué quedaría afuera, el desafío consiste en seleccionar qué excluir; sobre todo cuando se trata de Diego, alguien que ha generado una abundancia de material. Lo descartado en la sala de edición puede dar lugar a una obra en sí.
Todas las películas, documentales o ficciones sobre Diego tienen como desafío principal aceptar que una gran parte del material quedará omitido. Porque es tanto lo que sus mil vidas en una han generado, cada giro de tobillo puede dar pie a volúmenes y volúmenes.
Si bien el corte final de la película de Kapadia es unánimemente considerado de las mejores, una de las críticas que más me hizo pensar provino del periodista Alex Doherty, que enfoca su mirada futbolera con un lente socialista que puede abarcar desde el psicoanálisis y hasta teorías de desarrollo económico. Doherty comentaba que sintió que la película de Kapadia se concentró demasiado en el plano cercano de Diego jugando, y que si uno no tuviera conocimiento previo no entendería, basado solo en la película, la totalidad del genio de Diego jugando: su capacidad de leer espacios, su inteligencia a la hora de resolver mas allá de su propio enganche con la pelota.
Claro, le dije, es que el otro desafío para el documentalista, en esta industria, es también el precio del minuto de archivo. Es carísimo incluir goles, corridas, instantes del campo de juego. Se puede ir todo el presupuesto en eso. Y en todo caso, acoté, la única forma de transmitir fidedignamente el contexto de cada jugada sería transmitiendo todo el partido.
Cada partido es, de hecho, una obra narrativa completa. Contiene porcentajes de acción, suspenso, conflicto, dilema moral, resolución, caídas y levantes, si se quiere hasta amor y romance. En este sentido la película sobre fútbol está limitada desde el vamos; el futbol y el cine son distintas muestras de un mismo tipo – una forma de arte, una expresión cultural, un arco narrativo completo y con significado propio.
A comienzos del milenio, Emir Kusturica fue quien tomó las riendas de contarnos a Diego en celuloide. El inconformista director cuyo cine de ficción nos dio personajes que mueren y vuelven a aparecer, realismos duros en los que la moralidad impuesta por Hollywood no tiene cabida, escenas de caos y pobreza, pero con esperanza en medio de la desesperación, parecía contar con el curriculum perfecto para dar forma al personaje que es Diego. Pero su film terminó siendo esclavo de la búsqueda de ese mano a mano ‘exclusivo’, esa as en la manga con el que Maradona negociaba su supervivencia, y a pesar de que Kusturica presentó la película decretando que Diego se abrió con una honestidad inédita, las palabras patinosas del Diez no dijeron nada que no haya repetido una y otra vez a lo largo de su expuesta existencia. La mejor escena del film es un Diego engordado y lento caminando por el césped del estadio vacío del Estrella Roja de Belgrado, repasando un mágico gol de tiempos atrás; “acá engancho” dice apenas indicando con el dedo, mientras recorre lentamente su trayectoria. Diego, en la cancha. ¿Cómo superar eso?
Entre las series que intentan capturar al personaje, Maradona en Sinaloa puede jactarse del acceso más absoluto al ídolo. El director Angus McQueen, un veterano del periodismo de investigación más ducho en explorar el mundo narco y las tensiones políticas que el fútbol, pasó nueve meses filmando la trastienda de su paso por el club mejicano logrando un grado de intimidad verosímil al punto de la asfixia. Diego brotado tras una derrota, en el vestuario, puteando, gritando y llorando, una morfosis intolerable de mirar, a pesar de la alegría transmitida en otras instancias cuando baila cumbia. Mc Queen estuvo estos días filmando en Buenos Aires una suerte de secuela, proyecto iniciado por el propio Diego antes de su muerte. Me preguntó esta semana si yo había visto la serie, y confesé que no la pude terminar; me resultó sofocante y dolorosa. “Diego sabía que lo estábamos filmando” escribió McQueen hace casi un año en una note fúnebre en The Observer, “había una inteligencia perspicaz operando en medio de lo explosivo. Todo era real y al mismo tiempo performance, como tanto en su vida”.
La ficción puede darse lujos que el documentalista no, pero también se choca con limitaciones. Recrear los momentos de juego con actores es complejo desde el punto de vista práctico y nunca logra evocar las emociones tan reales que el fútbol en sí provoca. Pero las historias fuera del campo de juego se pueden contar con mas libertad. En el caso de Diego, volvemos siempre a la misma disyuntiva sin embargo: como puede una meta-mirada darnos más de lo que nos dio el propio Diego.
Si el futbol es difícil como sujeto de otra forma de arte, Diego, la personificación por excelencia de todo lo que el futbol puede ser, es aun más complejo de capturar. Lo que no significa que no inspire constantemente a seguir intentando.
En esas imágenes que Asif Kapadia terminó no usando, a pesar de que en su momento fueron de lo que más lo inspiraron (esa metáfora literal del Dios con los pies de barro de Galeano), yace también la semilla mágica que resurgió esta semana en un texto superlativo de Roberto Parrottino, una reconstrucción sobre esa partita en el fango - “Maradona jugando en el pantano para salvarle la vida a un niño” – publicada en Rey de Fiorito, “Rey de Fiorito: Crónicas políticas y sociales de la vida de Diego Mardona”, publicado en conjunto por SiPreBa y Ediciones Carrascosa. [Disclaimer: soy una de les contribuyentes]
Ese texto cuya publicación adelantada se acompañó de más imágenes de archivo, para mi novedosas, ya que nunca antes había visto un segmento de la TV italiana en la que el niño ya grande le agradece a Diego, me hizo pensar. Pensé en los descartes de una edición convirtiéndose con el tiempo en el eje central de nuevas mirada. La musa más perfecta, nos sigue dando tanto, generando sinfín de posibles ángulos y tomas, alimentando la vorágine mediática que nos lleva permanentemente a replantearnos como es contar a Diego.
MMA
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