Informales, cuentapropistas y mujeres fueron los más afectados por la pandemia: 3.8 millones de trabajos perdidos en el segundo trimestre
Trabajadores informales, cuentapropistas y, en particular, mujeres. Dentro de esos grupos se encuentran las personas que a lo largo de 2020 sufrieron el golpe más duro de la pandemia de coronavirus. Según los especialistas, más que alterar el escenario del mercado de trabajo argentino, la irrupción del Covid-19 y las medidas de confinamiento dispuestas para disminuir su expansión profundizaron las falencias que arrastra hace una década. “La situación crítica de este 2020 es la frutilla de un postre amargo”, resumió Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped).
Según datos del Indec, en el segundo trimestre del año se perdieron 3,8 millones de puestos de trabajo. Hubo una caída de 1.773.000 ocupaciones de cuentapropistas, 1.695.000 puestos asalariados informales y 289.000 empleos bajo relación de dependencia formales. Dentro de los trabajadores informales, las mujeres fueron las que más sufrieron la crisis, sobre todo por la alta incidencia del servicio doméstico, sector en el que trabajan dos de cada diez mujeres ocupadas y que se paralizó de un momento a otro.
“El retroceso del empleo en el segundo trimestre se explica casi en su totalidad por la destrucción de puestos de trabajo informales o por cuenta propia. Sencillamente se trata de personas que de un día para el otro dejaron de poder realizar las tareas que habitualmente hacían para ganarse el sustento”, explicó Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma. “Por el contrario, para los trabajadores formales existieron medidas que en el corto plazo fueron relativamente exitosas para impedir un deterioro aún mayor como la negociación de suspensiones, el programa ATP, la reducción de aportes patronales”, añadió.
En efecto, los asalariados formales fueron los que menos recibieron el impacto de la abrupta caída de la actividad que, en términos interanuales, fue de 19,1% en el segundo trimestre del año y de 10,2% en el tercero. Según el último dato disponible del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), correspondiente a septiembre, hay 5.797.600 empleados registrados en el sector privado, exactamente 248.100 menos que en febrero pasado, antes de que se desatara la pandemia.
Si se compara el número con una década atrás, no hay grandes variaciones. En septiembre de 2010 se registraron 5.768.600 y el número no cambia demasiado a lo largo de los años, aunque se mantiene por encima de los 6 millones entre julio de 2011 y noviembre de 2019. Según detalló Lindenboim, hace una década que no se crea “trabajo productivo” y “lo poco que se había creado desde 2011 en adelante hasta principios de 2018 se terminó perdiendo primero en la crisis del último año y medio del gobierno de Cambiemos y fundamentalmente en 2020 como consecuencia de la pandemia”.
“La Argentina viene con problemas estructurales en el empleo, lo que afecta la calidad de vida de la población. Nunca pudo resolver el nivel alto de trabajo precario, que es el gran tema del país”, coincidió Eduardo Donza, investigador especialista en trabajo y desigualdad del Observatorio Social de la Deuda de la Universidad Católica de Buenos Aires.
Según una encuesta realizada por esta entidad entre julio y octubre pasados, en 2020 solo el 43,6% de la población económica activa de 18 años o más logró acceder a un empleo pleno de derechos. El 14,2% de esta población se encontraba abiertamente desempleada y el 14,8% sometida a un subempleo inestable, es decir, realizando changas, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación. Al mismo tiempo, el 27,4% contaba con un empleo regular pero precario, con niveles de ingresos superiores a los de subsistencia, pero sin afiliación alguna al sistema de seguridad social.
El informe, basado en un relevamiento propio sobre 5760 hogares, muestra además que el 18,6% de quienes tenían empleo pleno en 2019 pasó a tener un empleo precario en 2020, otro 1,3% está ahora en un subempleo inestable, y un 6,1% sufre el desempleo.
El 18,6% de quienes tenían empleo pleno en 2019 pasó a tener un empleo precario en 2020, otro 1,3% está ahora en un subempleo inestable, y un 6,1% sufre el desempleo
“Todo esto no hace más que profundizar una tendencia del mercado de fuerza de trabajo que en nuestro país lleva casi una década. El ajuste no parece que vaya a realizarse por cantidad, sino más bien por calidad. En otras palabras, no creo que vaya a crecer mucho más la tasa de desempleo, pero sí que vamos a un escenario donde las formas más precarias de inserción en la estructura ocupacional se van a seguir expandiendo, como el empleo no registrado, cuentapropismo, pluriempleo, etcétera”, dijo Campos.
El efecto desaliento
Según el Indec, la tasa de desocupación marcó 11,7% en el tercer trimestre de 2020, lo que muestra una suba de dos puntos porcentuales respecto del mismo período de 2019. Si se desagrega por género, se advierte que la tasa de desocupación es más alta para las mujeres (13,1%) que para los varones (11,7%). Si además se discrimina por edad, se revela que la tasa de desocupación más alta de todas la tienen las mujeres de entre 14 y 29 años, de 23,1%.
Parte de los cesanteados, ante la dificultad de buscar trabajo y la poca posibilidad de conseguirlo, se retiraron del mercado de trabajo y pasaron a la inactividad. Por eso el informe de la UCA determinó que si la tasa de desempleo de 2020, que su propio relevamiento ubica en 14,2% (3,6 puntos porcentuales más que en 2019) estuviera ajustada por el “efecto desaliento”, llegaría al 28,5%. Si se mira quiénes son esos “desalentados” se entiende que son trabajadores “marginales” y que, sobre todo son “desalentadas”: mujeres.
“En el mejor de los casos el año que viene podemos llegar a recuperar lo que se perdió en la pandemia, pero nos va a quedar el tema estructural para resolver: un mercado de trabajo que no es eficiente como para distribuir los ingresos en la población
Ese “efecto desaliento” puede verse también en los registros del Indec. La tasa de actividad, que mide la población económicamente activa (PEA) —personas ocupadas o personas que, sin tener ocupación, la buscan activamente y están disponibles para trabajar— mostró en el tercer trimestre de 2020 una baja de casi 5 puntos respecto del mismo momento del año anterior y alcanzó 42,3% en el tercer trimestre del año. En el segundo trimestre la tasa de actividad había sido menor aún, del 38,4%.
En cuanto a los sectores más golpeados, Lindenboim señaló que, “en la primera mitad del año, todo aquellos que no fue calificado como esencial sufrió como en la guerra” y que el gran impacto en los no asalariado se relaciona con el golpe a los comercios y los servicios, que en términos ocupacionales representa aproximadamente el 60% del empleo total. Un informe reciente de la Confederación de la Mediana Empresa Argentina (CAME) relevó 90.000 comercios minoristas cerrados en todo el país por los efectos de la pandemia.
El hecho de que los más perdieron el empleo hayan sido los que peores empleos tenían generó una mejora “ficticia” en la calidad del empleo, puntualizó Donza. Otro dato que oculta una realidad más compleja es que, según el relevamiento de la UCA, hubo una disminución de la capacidad de compra del salario promedio de 7,4% entre 2019 y 2020. “Si consideramos que los que perdieron el trabajo son los que ganan menos, podemos deducir que está distorsionado hacia arriba y la pérdida de poder adquisitivo es mayor”, detalló.
Para Donza, es posible que lo primero que se reactive sea el trabajo informal, lo que compensaría de algún modo la eliminación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y de otras transferencias “de alivio” que realizó el Estado a los sectores más vulnerables y que llegaron a cubrir a cerca del 55% de la población.
“En el mejor de los casos el año que viene podemos llegar a recuperar lo que se perdió en la pandemia, pero nos va a quedar el tema estructural para resolver: un mercado de trabajo que no es lo suficientemente eficiente como para distribuir los ingresos en la población, lo que no se puede resolver sin acuerdos amplios y políticas públicas de fondo”, concluyó.
En el mismo sentido, Campos consideró que va a haber una recuperación rápida de la ocupación por cuenta propia, dado que existe un sector muy amplio de la población para el cual “la desocupación o la inactividad son lujos muy caros que no están en condiciones de afrontar”. “Si en ese contexto no existen ofertas de puestos de trabajo asalariados, formales o informales, el cuentapropismo es la única alternativa a mano”, detalló.
Recuperación atada al crecimiento
Matías Ghidini, gerente general de la consultora de recursos humanos GhidiniRodil, auguró una recuperación del empleo “lenta y gradual”, apoyada en los sectores que mejor resistieron la pandemia: tecnología, comercio electrónico, logística, laboratorios, algunos servicios de salud. “El resto de los sectores van a depender más de las políticas económicas y la evolución de las variables macro. Podrían sumarse a la recuperación las empresas de consumo de bienes esenciales, la construcción y, en tercer lugar, otros sectores más golpeados como las aerolíneas, el entretenimiento y el turismo”, apuntó.
Por otro lado, Lindenboim destacó un dato que podría funcionar como una traba para la expansión del trabajo. En los últimos años —y por fuera de la coyuntura excepcional de la pandemia— la caída del PBI fue más profunda que la del empleo, lo que habla de un “empeoramiento muy fuerte de la productividad del trabajo” o, de algún modo, de una capacidad ociosa de la estructura de trabajo. “Por eso es posible imaginarse un proceso de recuperación sin que eso traiga aparejado un tironeo de demanda laboral”, explicó. El economista detalló que si en condiciones de mayor normalidad un crecimiento de 3 puntos del PBI genera el crecimiento de un punto el empleo, no cree que aunque se concrete un rebote por encima del 5% el año próximo eso redunde en un par de puntos del empleo.
Según consideró, la forma de hacer crecer el empleo se funda en la mejora de la actividad económica, por lo que se debería atender ese problema primero. “Si eso no ocurre, creo que vamos a seguir con serios problemas de empleo, acompañado de persistentes problemas en materia de los niveles de ingresos de esos empleo que subsistan. Las dos hojas de la tijera nos van a rebanar”, anticipó.
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