Legionella: ¿por qué debe preocuparnos?
Qué es la legionelosis y qué síntomas tiene
La legionelosis es una infección pulmonar provocada por la bacteria Legionella pneumophila. La misma ofrece síntomas como tos, fiebre moderada y dificultad respiratoria. Durante varias jornadas, además, el paciente puede sentirse cansado y débil. También son habituales síntomas gastrointestinales como diarrea (el más habitual), náuseas, vómitos y malestar abdominal.
Otros síntomas frecuentes son dolor de cabeza, dolor muscular y de tórax, así como dificultad para respirar. Por otro lado, la mayor parte de quienes están ingresados en el hospital desarrollan fiebre alta, con frecuencia superior a los 39,5°C, pero tras un tratamiento con los antibióticos adecuados, la fiebre y la infección remiten.
No obstante, los enfermos con problemas en el sistema inmunitario (como las personas trasplantadas o con alguna enfermedad crónica) o quienes hayan iniciado el tratamiento con antibióticos con retraso, pueden requerir una hospitalización prolongada, así como sufrir más complicaciones e incluso fallecer.
Legionelosis: favorecida por el cambio climático
A partir del aumento de humedad en el aire, debido a las cada vez más frecuentes lluvias otoñales y el alargamiento del verano -fenómenos extremos del cambio climático-, se obtiene la combinación perfecta para que la bacteria tenga una expansión demográfica en los conductos de aire climatizado.
De hecho, la OMS considera desde 2015 al cambio climático como principal responsable del aumento de casos de legionelosis en el Primer Mundo. Según datos del European Center for Desease Control (ECDC), en 2018 se registraron en Europa un total de 11.343 casos de legionelosis, lo que supone un 57% más que en el año 2007.
Cómo nos contagiamos
El mecanismo de difusión de la enfermedad es el siguiente: en cuanto se activan los sistemas de bombas de aire climatizado, ya sea por un repunte del calor o bien por el inicio de la estación fría, las colonias de Legionella pneumophila que han prosperado en la suciedad del interior de los conductos son sucesivamente expulsadas al exterior por las rejillas de ventilación; es decir se lanzan de una forma atomizada, en suspensión o aerosol en el aire que climatiza oficinas, grandes superficies, comercios y algunas casas.
También se pueden crear colonias de Legionella en instalaciones de agua en mal estado, donde pueden prosperar entre el óxido de hierro del interior de tuberías o tomas, ya sean por ejemplo de aspersores de agua para el riego o de duchas.
El problema, por ejemplo, si el agua no está suficientemente clorada, es que tanto aspersores como duchas crean un aerosol o vapor en el aire que puede ser respirado, con lo que la bacteria entra en los pulmones. Otra posible situación de contacto son los spa y sobre todo las saunas de vapor. Estos casos, de todos modos, son menos frecuentes.
Consejos para evitar riesgos
Si tenemos en casa un sistema de climatización que funciona con distribución de aire por conductos -ya sea en un falso techo, ya en obra vista-, o bien trabajamos en una oficina, restaurante o cualquier otro comercio que se climatice por este sistema, debemos asegurarnos de que se cumplen las siguientes condiciones, con el fin de reducir el riesgo al máximo:
Se han evitado durante el verano las condiciones que favorecen la colonización y multiplicación de Legionella en los conductos. Es decir que las temperaturas ambientales no hayan sido superiores a los 25º, y sobre todo que no se haya podido establecer agua, o bien que no se hayan acumulado sustratos susceptibles de recoger la humedad y la vez que puedan servir de alimento.
Para ello es necesario que nos aseguremos que en nuestro hogar o en nuestro puesto de trabajo se realizan limpiezas y desinfecciones periódicas, especialmente antes de la puesta en marcha de una instalación que ha pasado una larga temporada sin funcionar. A este respecto, conviene ser especialmente escrupulosos en lugares donde haya población sensible, como son hospitales, centros médicos y centros de la tercera edad.
J.S.
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