Cómo sobrellevar el cansancio y la incertidumbre que dejó la pandemia
Las restricciones, las malas noticias y, sobre todo, la incertidumbre generan una fatiga mental que pueden derivar, a su vez, en otros problemas.
Como consecuencia, hay en muchos casos una falta de motivación para realizar las tareas cotidianas, personales, familiares y profesionales.
Síntomas del estrés prolongado por la pandemia
Uno de los síntomas más comunes de una situación como esa consiste en una sensación de cansancio o agotamiento físico que no disminuye con las horas de sueño, según explican los especialistas. En muchos casos aparecen estados de apatía y desmotivación, una suerte de desgana generalizada.
Y también otras sensaciones, como una tristeza continua, ansiedad excesiva y dificultades de atención, además de otros síntomas psicosomáticos, es decir, malestares que no tienen causa orgánica alguna, sino que son fruto del estado mental o emocional.
Algunas posibilidades de reacción o de comportamiento muy comunes en estas circunstancias son:
- Tendencia al aislamiento. La respuesta de algunas personas es no querer hablar del tema, dejar de escuchar las noticias. En ocasiones se desarrollan incluso “ideas mágicas”, una especie de fe en que de pronto “vendrá alguien o algo y nos salvará”.
- Tendencia al control. En otros casos sucede justo lo contrario: ciertas personas se obsesionan, siguen al minuto la evolución del problema, a la espera de la noticia o la señal de un posible cambio y son excesivamente rigurosas con las medidas recomendadas por las autoridades.
- Tendencia a la negación. Una tercera reacción posible lleva a que haya gente que niegue las dificultades y hasta la existencia del virus. Este comportamiento se manifiesta, en las fiestas y otros eventos multitudinarios, y también en las acciones de protesta mutitudinarias como las marchas.
Una ansiedad que se incrementa
Toda esta situación genera un incremento de la ansiedad, que por lo general es lento y progresivo, aunque en ocasiones se acelera, sobre todo cuando existen dificultades añadidas, como el fallecimiento de un ser querido o problemas económicos.
En consecuencia, a menudo aparecen otros resultados negativos: pérdida de motivación, pensamientos circulares u obsesivos en torno a un tema para evitar pensar en la pandemia, preocupación excesiva por el cuerpo, alteración del ritmo del sueño, problemas alimenticios (pérdida del apetito o abuso en la ingesta de comida), deterioro de las relaciones con las otras personas, etc.
Cuando estos síntomas, aislados o juntos, persisten, la persona puede comenzar a sufrir estrés crónico. Es decir, un grado de ansiedad patológica que puede ocasionar numerosos trastornos en el organismo.
Consejos para aliviar el estrés
¿Qué se puede hacer, entonces, para prevenir este problema mayor? Los expertos proponen una serie de consejos al respecto.
- Escuchar al cuerpo. Lo fundamental es estar atentos para percibir las señales que nos alertan de que no estamos bien o podemos estar a punto de agotarnos o desbordarnos. Muchas de esas señales tienen que ver con los síntomas detallados en los párrafos anteriores. Descubrirlos a tiempo ayudará a evitar que se profundicen y empeoren.
- Evitar el aislamiento. El soporte emocional con el que cada persona cuenta es clave.
- Mantener los intereses lúdicos. En la medida de lo posible, se debe continuar con las tareas recreativas, que generen placer: lecturas, series, cocina, paseos, hobbies en general.
- Realizar actividad física. Además de contribuir con la salud en general, el deporte y el ejercicio ayudan a descargar la ansiedad acumulada. En este sentido, también es clave para combatir la sensación de agotamiento y desgano. Y lo mismo sucede con todo lo que se denomina autocuidado: alimentación, descanso, sexualidad, etc.
- Limitar el tiempo dedicado a consumir información. Es importante saber lo que pasa pero no estar pendiente todo el tiempo. Eso puede producir una “ansiedad de alerta”, la cual distrae la atención de otras tareas y también es causa de inquietud y malestar.
- Estar en contacto, si es posible, con niños y niñas. La infancia es una fuente inagotable de felicidad, de esperanza, interactuar con los pequeños (y también con los adolescentes), escucharlos, atender sus peticiones de juegos, actividades, intereses, etc., es una actividad valiosa para todos.
C.V.
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