América Latina es la región del mundo que perdió más años de esperanza de vida como consecuencia de la pandemia
El informe Tendencias de la población de América Latina y el Caribe: Efectos demográficos de la pandemia de COVID-19, realizado por el Observatorio Demográfico del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)-División de Población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), presenta estimaciones y proyecciones del impacto de la pandemia de Covid -19 basadas en indicadores seleccionados de población de 38 países y territorios de América Latina y el Caribe.
En su conjunto, se destaca que aun cuando el crecimiento poblacional de la región empezó a desacelerarse en 1991, en 2020 y 2021 se observaron fuertes reducciones en el crecimiento a raíz de la pandemia: para el período 2015-2025 se estima una tasa de crecimiento anual de la poblacional de 8 por 1.000, mientras que la tasa de crecimiento en el período 2020-2021 fue de solo 5,9 por 1.000.
Según las estimaciones obtenidas, en 2022 la población de la región llegará a poco más de 660 millones de personas. El crecimiento cada vez menor de la población, como resultado principalmente de la disminución de la fecundidad, llevará a la región a alcanzar su población máxima en el año 2056, con un total de 751,9 millones de personas.
El método utilizado ha sido el de componentes por cohortes por edades simples y años calendario que ha permitido considera los indicadores de fecundidad, mortalidad, migración y población anualizados. Se han sumado a la información existente los nuevos datos de censos de población y vivienda, estadísticas vitales, registros administrativos y encuestas de hogares, garantizando así que las proyecciones de población tengan una buena calidad para la planificación de las políticas públicas.
Los censos de población y vivienda son la principal fuente de información demográfica y desde 1950 la mayoría de los países de América Latina y el Caribe fueron capaces de conducir rondas censales en intervalos de diez años. Sin embargo, se observan brechas significativas: tres países no han hecho censos desde 2010 (El Salvador, que realizó su último censo en 2007, Haití, que lo hizo en 2003, y Nicaragua, en 2005). A la vez, la pandemia retrasó la mayoría de los censos planeados para 2020 y 2021. Solo México y Aruba alcanzaron a levantar su censo en 2020 y cuatro países o territorios lo hicieron en 2021 (Barbados, Dominica, Islas Caimán y República Bolivariana de Venezuela).
Después del inicio del proceso de vacunación contra el Covid-19 en la región, en mayo de 2022 la Argentina fue el primer país que hizo el empadronamiento censal de manera presencial. Se espera que en el segundo semestre de 2022 realicen sus censos 19 países o territorios de la región: Anguila, Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Brasil, Costa Rica, Curaçao, Ecuador, Granada, 1 Argentina, Estado Plurinacional de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y República Bolivariana de Venezuela Guyana, Islas Turcas y Caicos, Jamaica, Montserrat, Paraguay, República Dominicana, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, Suriname y Trinidad y Tabago.
Sin embargo, la programación debe tomarse con cautela porque aún pueden producirse nuevas postergaciones. Muchos países todavía no han alcanzado un nivel de completitud de por lo menos el 90% de las defunciones y nacidos vivos a nivel nacional o presentan grandes disparidades regionales en lo referente a la calidad de los datos. Además, la pandemia tuvo un impacto significativo en el registro de los hechos vitales en los países de la región, pues muchas oficinas del registro civil cerraron las puertas durante los confinamientos y los hechos vitales no fueron registrados en el plazo correcto.
Para el logro de estimaciones y proyecciones de población cada vez más precisas, es fundamental que los países de la región persistan en el propósito de cumplir la meta 17.19 de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), “de aquí a 2030, aprovechar las iniciativas existentes para elaborar indicadores que permitan medir los progresos en materia de desarrollo sostenible y complementen el producto interno bruto, y apoyar la creación de capacidad estadística en los países en desarrollo”, y en particular lo que se plantea en el indicador 17.19.2, que se refiere a la proporción de países que han realizado al menos un censo de población y vivienda en los últimos diez años, y de países que registran el 100% de los nacimientos y el 80% de las defunciones.
Sin embargo, en la evaluación de todos los datos obtenidos se ha tenido en cuenta que la pandemia no ha llegado a su fin. En consecuencia, aún no se puede conocer a ciencia cierta el impacto total del COVID-19 en la mortalidad en los países de la región.
El informe del Observatorio Demográfico está de acuerdo a las estimaciones y proyecciones obtenidas de población, fecundidad, mortalidad y migración
Tendencias de la población actual
Según la revisión de las estimaciones y proyecciones de población al 15 de noviembre de 2022, la población mundial ascendía a 8.000 millones de personas. En la región de América Latina y el Caribe, la población pasó de 168,3 millones de personas en 1950 a 660,3 millones en 2022, y se espera que empiece a decrecer en aproximadamente 34 años. A la vez, está previsto que la población mundial siga creciendo hasta 2086, cuando alcanzará la cifra máxima de 10.430 millones de personas.
La región pasó de un crecimiento medio anual de 4,5 millones de personas entre 1950 y 1951, a un máximo de casi 8,3 millones de habitantes a inicios de los años ‘90. A partir de 1991, el crecimiento demográfico de la región empezó a desacelerarse. Actualmente, la población crece a un ritmo inferior a 5 millones de personas al año.
El crecimiento cada vez menor de la población, ocasionado principalmente por la disminución de la fecundidad, hará que la región alcance su población máxima en 2056, momento en que contará con un total de 751,9 millones de habitantes. En 2020 y 2021, se produjo una disrupción en la tendencia del crecimiento regional a raíz de la pandemia de Covid-19: el crecimiento pasó de 5,5 millones entre 2018 y 2019, a 5 millones entre 2019 y 2020 y a 4,26 millones entre 2020 y 2021. En 2023 y 2024, se prevé una recuperación del crecimiento demográfico que en 2025 proseguirá con la tendencia a la baja observada antes de la pandemia, si bien en menor magnitud.
A nivel regional, se distinguen diferentes tendencias de crecimiento entre los países. Algunos países y territorios ya alcanzaron su población máxima en 2022 (Aruba, Cuba, Guadalupe, Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Jamaica, Martinica, Puerto Rico, San Vicente y las Granadinas y Uruguay), mientras que otros la alcanzarán a fines de este siglo (Estado Plurinacional de Bolivia, Guayana Francesa, Haití y Panamá).
En líneas generales, a excepción de los primeros años de la pandemia, los países de América Latina presentan un crecimiento positivo, mientras que los países del Caribe registran un crecimiento nulo o negativo. Las estimaciones y proyecciones relativas a América Latina muestran que, en un extremo, la población de Cuba empezó a disminuir ya en 2016, mientras que, en el otro extremo, en Panamá y el Estado Plurinacional de Bolivia la población no comenzará a decrecer hasta 2086 y 2092, respectivamente. En Brasil, el país con más habitantes de la región, se espera que la población comience a disminuir a partir de 2046 y en México, el segundo país más poblado, se prevé a partir de 2052. En el Caribe se han contabilizado siete países cuya población ya ha empezado a decrecer. En cambio, en la Guayana Francesa se estima que la población seguirá creciendo, por lo menos, hasta 2100.
La población por edades
En el proceso de transición demográfica de la región, se destaca la acelerada caída de la fecundidad en la década de 1960, precedida por la reducción sostenida de la mortalidad desde la primera mitad del siglo XX. En 2022, se registra una esperanza de vida de 73,8 años para ambos sexos y una tasa global de fecundidad de 1,85 hijos por mujer.
La tasa de crecimiento anual en América Latina y el Caribe ha pasado del 2,6% a mediados del siglo XX, a tan solo el 0,67% en 2022. De acuerdo con las proyecciones, ascendería a 749,2 millones en 2050, para después bajar a 647,4 millones en 2100.
Si en 1950 la población de la región representaba menos del 6,7% de la población mundial, en la actualidad se acerca al 8,3%. Y este crecimiento varía marcadamente entre los distintos grupos de edad. En la década de los ’50, la población crecía en casi todas las franjas de edad; la que más aumentaba era la correspondiente a niñas, niños y adolescentes menores de 15 años. En la década actual, se proyecta una disminución del número de habitantes menores de 30 años acompañada de un crecimiento positivo de la población adulta en la región, sobre todo de los mayores de 50 años. De cumplirse los supuestos de las proyecciones de población, hacia finales de este siglo el único grupo poblacional que seguiría aumentando a nivel regional son las personas de 80 años y más.
Envejecimiento poblacional
El conjunto de la región se encuentra en una etapa de envejecimiento relativamente acelerada y está previsto que, para 2047, las personas de 60 años y más superen a las menores de 15 años. Sin embargo, persiste la heterogeneidad regional con distintos ritmos de envejecimiento. En América Latina, Cuba ya registraba un índice mayor a 100 en 2015, en tanto que Haití no alcanzará ese nivel hasta 2076. Respecto a los países del Caribe, aunque hasta 1980 presentaban una menor dispersión, a partir ese año comenzaron a distanciarse; entre ellos, destacan Puerto Rico, Martinica y las Islas Vírgenes de EEUU, que desde 2010 se han caracterizado por un acelerado proceso de envejecimiento.
Mientras que la disminución de la relación de dependencia (número de niños con las personas en edad de trabajar) da cierta holgura demográfica en el mediano plazo (bono demográfico), el aumento de la relación que le sigue (envejecimiento de la población) entraña una serie de desafíos para las políticas públicas, sobre todo en las esferas relativas a las pensiones, los cuidados y la salud. Se estima que en 1967 la relación de dependencia de la región empezó a decrecer, y marcó el inicio del bono demográfico. Se proyecta que en 2029 la población dependiente (menores de 15 años y de 65 años y más) crezca más que la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años). Esto se traducirá en un aumento de la relación de dependencia y en el fin del bono demográfico en la región que habrá durado cerca de 62 años.
Dieciséis países (Antigua y Barbuda, Aruba, Barbados, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Curaçao, Guadalupe, Islas Vírgenes de EEUU, Martinica, Puerto Rico, Santa Lucía, Suriname y Trinidad y Tabago) ya han terminado, o están terminando, su etapa de bono demográfico. Otros ocho (Estado Plurinacional de Bolivia , Granada, Guatemala, Guayana Francesa, Guyana, Haití, Honduras y Paraguay) terminarán su etapa de bono demográfico después de 2040. Los demás lo harán entre 2022 y 2040. La duración del bono demográfico varía en función de la dinámica demográfica de cada país. El plazo de tiempo depende del proceso de envejecimiento, que está relacionado con la disminución de la mortalidad y la reducción de la fecundidad, así como por los procesos migratorios que afectan a los países de la región, sobre todo a los de Centroamérica y el Caribe.
Mortalidad
En América Latina y el Caribe la esperanza de vida al nacer aumentó en forma sostenida entre 1950 y 2019, como resultado de la disminución sin precedentes de las tasas de mortalidad a nivel regional a partir de la década de 1930. El desarrollo socioeconómico entrañó mejoras en la nutrición de la población y la infraestructura urbana, con la expansión del saneamiento básico y el acceso al agua potable, y permitió la importación de tecnologías médicas y sanitarias, así como la adopción de métodos modernos de salud, como el uso de antibióticos y la vacunación.
Esas transformaciones permitieron que en menos de 70 años la esperanza de vida al nacer para ambos sexos en la región pasara de 48,6 años en 1950 a 75,2 años en 2019. En comparación, países como Suecia y Gran Bretaña demoraron 90 años (1886-1976) y 83 años (1903-1986), respectivamente, en aumentar 25 años la esperanza de vida al nacer. En la región, la esperanza de vida de las mujeres pasó de 50,8 años en 1950 a 78,3 años en 2019, mientras que la de los varones aumentó de 46,5 a 71,9 años en el mismo período.
La llegada de la pandemia en 2020, en un contexto regional de elevadas desigualdades socioeconómicas y de salud, así como de grandes diferencias entre los países en lo que respecta a los sistemas de salud y las estrategias de respuesta frente a la pandemia, representó un cambio en las tendencias de mortalidad de la región. América Latina y el Caribe fue la región donde más se redujo la esperanza de vida al nacer al registrar una pérdida de 2,9 años en 2021 respecto de 2019. Lo que significó un retroceso de 18 años en la esperanza de vida al nacer en la región. Esta pérdida de años refleja el efecto total (directo e indirecto) de la pandemia de Covid-19 en la mortalidad; no solo representa la mortalidad por el coronavirus, sino también por otras causas que se vieron afectadas por la pandemia.
Desde 1950 hasta 2021, la pérdida de años de vida en 2020 y 2021 es mayor que en cualquier otro período de la historia reciente de la región. En 2021, la esperanza de vida al nacer de ambos sexos fue menor que en Asia. No obstante, se prevé una recuperación en 2022 a diferentes ritmos en los distintos países debido a las diferencias en el proceso de vacunación y en las medidas tomadas para combatir la pandemia. Específicamente, la esperanza de vida al nacer no volverá a niveles prepandémicos hasta 2025, dependiendo del país. El ritmo de recuperación depende de las pérdidas sufridas en 2020 y 2021, así como de la proporción de la población que esté vacunada con pauta completa en 2021.
La disminución de la mortalidad en la niñez en los últimos 70 años ha desempeñado un papel fundamental en el aumento de la esperanza de vida al nacer de la región. La tasa de mortalidad de niños menores de 5 años en la región pasó de 208,7 defunciones por cada 1.000 nacimientos en 1950, a 22,9 en 2010 y a 15,6 en 2022. Sin embargo, la mortalidad en la niñez sigue siendo alta y en la actualidad prácticamente cuatriplica (3,6) la de Europa. A nivel regional, se observa una gran diversidad de situaciones: once países poseen una tasa igual o inferior a 10 defunciones de menores de 5 años por cada 1.000 nacidos vivos, similar a las de América del Norte y Europa. Pero la tasa de 33,2 defunciones de menores de 5 años por cada 1.000 nacidos vivos, registrada en el Estado Plurinacional de Bolivia, es superior a la tasa promedio de Asia. Haití es el país de la región con la mayor tasa de mortalidad en la niñez (56,7 por cada 1.000 nacidos vivos). Si bien varios países de la región han avanzado considerablemente en la reducción de la mortalidad de los menores de 5 años, queda bastante camino por recorrer para eliminar las desigualdades en los países.
Desde 1950, en la región se observan distintos niveles de mortalidad en función del sexo. En general, la mayor esperanza de vida al nacer de las mujeres obedece a factores biológicos, diferencias en los comportamientos relativos a la salud, por ejemplo, en lo que respecta al consumo de alcohol y tabaco, diferencias en la alimentación, frecuencia de las visitas médicas (prevención) y menores comorbilidades. En la región, tienen especial importancia las muertes por causas externas (homicidios, accidentes y suicidios), que afectan más a los varones. De ese modo, la mortalidad de las mujeres ha disminuido de manera más rápida que la de los hombres.
Después de la pandemia, las proyecciones indican que la brecha en la mortalidad seguirá reduciéndose con el paso del tiempo y que llegará a ser de 3,6 años en 2100, con una esperanza de vida al nacer de 89,1 años para las mujeres y de 85,4 años para los varones. Sin embargo, existe una gran heterogeneidad en los países en lo referente a la esperanza de vida al nacer a raíz de la pandemia.
De los 20 países del mundo con mayores pérdidas de esperanza de vida al nacer en 2020 respecto de 2019, seis pertenecen a América Latina; Ecuador (-5,1 años), México (-4,1), Estado Plurinacional de Bolivia (-3,4), Perú (-2,5), Nicaragua (-2,3) y Colombia (-2,0). En 2021, nueve países de la región se situaron entre los 20 con mayores pérdidas; entre los cuales siete de América Latina: Estado Plurinacional de Bolivia (-4,2), México (-4,0), Cuba (-3,9), Colombia (-3,9), Guatemala (-3,9), Perú (-3,8) y Ecuador (-3,6); y dos del Caribe: Belice (-3,5) y Guyana (-3,5).
El análisis de las tasas específicas de mortalidad por edad en 2019, 2020 y 2021 muestra un aumento considerable de la mortalidad en 2020 y 2021, principalmente para los mayores de 15 años. En los menores de 15 años no se observa diferencias sustanciales en la mortalidad.
La vacunación contra el Covid-19 se considera la herramienta fundamental para controlar la crisis sanitaria y también económica y social desencadenada por la pandemia. Los datos recientes muestran que la meta propuesta por la CELAC se logró: en la región el 70% de la población vacunada ha recibido la pauta completa; 78,6% de la población total una pauta parcial (al menos una dosis). En el Caribe, la mayoría de los países han tenido más dificultades para cumplir la meta de vacunación establecida.
Fecundidad
En 2022, la tasa global de fecundidad (TGF) de América Latina y el Caribe se estima en 1,85 nacidos vivos por mujer y desde 2015 viene situándose por debajo del nivel de reemplazo. Las proyecciones de la TGF en la región indican que seguirá bajando y llegará a 1,68 en 2100. La edad media de la fecundidad en la región registró una tendencia decreciente entre 1950 y 2000, debido a la disminución del número de hijos, y alcanzó su valor mínimo en 2000 al situarse en 26,9 años. A partir de 2013, empezó a subir y actualmente es de 27,6 años, lo que señala que la baja fecundidad va acompañada de una mayor cantidad de mujeres que tienen hijos a edades más avanzadas. De acuerdo con las proyecciones, se espera que esa tendencia continúe y que la edad media alcance los 30,4 años en 2100.
A pesar del incremento en la edad media de fecundidad, América Latina y el Caribe es la región con la menor edad media de la fecundidad del mundo: Asia (28,2), África (29,0), América del Norte (29,8), Oceanía (29,9) y Europa (30,2). De acuerdo a lo anotado, en 2022, la región aún se caracteriza por una fecundidad temprana en comparación con las demás regiones.
Si bien en los países de la región se observa cierta convergencia de las TGF hacia niveles bajos de fecundidad, la heterogeneidad persiste Las TGF más elevadas se encuentran en el Estado Plurinacional de Bolivia, la Guayana Francesa y Haití, donde se registran tasas superiores a 2,5 hijos por mujer en 2022. Las TGF más bajas se observan en Aruba, Bahamas, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y Santa Lucía, donde se sitúan por debajo de 1,5 hijos por mujer.
Durante la pandemia se produjeron cierres de los servicios de salud sexual y reproductiva, postergaciones de atenciones médicas, interrupciones del suministro y la entrega de anticonceptivos, lo que podría desencadenar un aumento de la fecundidad a nivel regional Sin embargo, en tiempos de crisis de mortalidad como fue el caso reciente de la epidemia de enfermedad por el virus de Zika ocurrida en 2016 en Brasil, o de crisis económicas, por lo general el número de nacidos vivos disminuye en algún momento tras el comienzo de la crisis, normalmente nueve meses después, para más tarde regresar al nivel previsto. A nivel mundial, en los países de ingreso alto, se han observado caídas significativas de la fecundidad: por ejemplo, España, Italia y Portugal. En América Latina y el Caribe, en los primeros meses de 2021, disminuyeron los nacimientos (Brasil, Chile y el Perú) En general, la TGF ha seguido descendiendo en la región, sobre todo entre 2019 y 2021 en la mayoría de los países, a excepción de algunos países y territorios del Caribe.
Respecto a la fecundidad entre las adolescentes de 15 a 19 años, las estimaciones y proyecciones muestran que la región de América Latina y el Caribe registra algunas de las mayores tasas y queda solamente por debajo de las tasas estimadas y proyectadas para África. Sin embargo, en promedio, el ritmo de descenso de la fecundidad adolescente ha aumentado en la región desde 2010, y ha pasado de 73,1 hijos por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 19 años en 2010, a 52,1 en 2022.
Migración
La migración internacional ha tenido una presencia constante en la historia de los países de América Latina y el Caribe. Desde los períodos de la Colonia y la Independencia hasta mediados del siglo XX, la región recibió inmigrantes de ultramar. Posteriormente, pasó a ser una región expulsora de población y ha presentado saldos migratorios netos negativos desde 1950 hasta la actualidad. Uno de los principales desafíos para el estudio de la migración internacional es la disponibilidad de fuentes de datos que permitan conocer los patrones migratorios, los flujos y las características de la población migrante. A diferencia de lo que ocurre con otros hechos, como el nacimiento y la muerte, una persona puede migrar varias veces o bien puede no migrar nunca en toda su vida. Respecto a los movimientos migratorios recientes de países latinoamericanos y caribeños, notablemente la migración intrarregional cobra una creciente importancia. Así la reciente migración de personas haitianas a países sudamericanos y de los flujos migratorios de personas venezolanas.
En el Informe del Observatorio de 2022 de las estimaciones y proyecciones de población se publica el saldo migratorio de los países en cada año calendario, componente importante de la ecuación compensadora que define el tamaño de la población de un país, en conjunto con los nacimientos y las defunciones. El saldo migratorio provee el número neto de migrantes del país en un año determinado y es la diferencia entre el total de personas inmigrantes y emigrantes del país, independientemente de su nacionalidad.
Aun cuando se caracteriza como una región expulsora de población, con saldo migratorio negativo de 1950 a la fecha, América Latina y el Caribe presenta diferencias internas importantes en cuanto a los perfiles migratorios de los distintos países Por ejemplo, en los últimos años Colombia ha registrado un mayor movimiento de migrantes de la República Bolivariana de Venezuela. De manera similar, Perú, que históricamente se caracterizó como un país de expulsión, sobre todo en la década de 2000, pasó a ser un área de atracción en 2015, cuando se inició el proceso de fuerte emigración desde la República Bolivariana de Venezuela. De manera similar, Ecuador ha tenido un saldo migratorio positivo bastante considerable y en 2018 también presentó un saldo positivo histórico de 153.372 personas,. Finalmente, Chile se ha caracterizado como un país de atracción de migrantes dentro de la región y presenta una tasa de migración neta positiva desde inicios de la década de 1990, que alcanzó su valor máximo en 2018, con una cifra de 12,8 migrantes por cada 1.000 habitantes.
El flujo de personas migrantes venezolanas hacia países de la región como Colombia, Perú, Chile, Ecuador y Brasil no tiene precedentes, en términos de intensidad, en la historia reciente de América Latina y el Caribe. Con el cierre de fronteras de algunos países de la región tras el inicio de la pandemia de Covid 19 ese movimiento se redujo y las proyecciones señalan un movimiento de retorno gradual a partir de 2022.
AGB
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