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Análisis

Elon Musk se convierte en el motor de la nueva ola ultraderechista mundial

Elon Musk declaró la guerra contra varios gobiernos progresistas, entre ellos Canadá, Alemania, Reino Unido y Brasil

Javier Biosca Azcoiti

9 de enero de 2025 07:00 h

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En 1864, grupos comunistas, anarquistas, socialistas y sindicatos de trabajadores de Europa se unieron para coordinar estrategias y políticas en lo que se conoció como la Primera Internacional. “La conquista del poder político ha venido a ser el gran deber de la clase obrera [...] La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales entre los trabajadores de los diferentes países es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados [...] ¡Proletarios de todos los países, uníos!”, rezaba el manifiesto del movimiento redactado por Karl Marx.

Siglo y medio después, una internacional muy diferente toma forma y fuerza en Europa y el resto del mundo. Fuerzas nacionalistas y de extrema derecha en ascenso se unen para combatir el “globalismo” como enemigo común. En una sociedad digitalizada y desde su posición privilegiada junto al presidente de EEUU, el hombre más rico del mundo, Elon Musk, se erigió como motor y combustible de esa ‘internacional reaccionaria’ —un concepto que lleva tiempo utilizándose en el ámbito académico y que recientemente adoptaron líderes políticos como Emmanuel Macron y Pedro Sánchez para denunciar la agenda del empresario—. 

El magnate tecnológico empezó a aplicar con otras fuerzas de extrema derecha de países europeos la misma estrategia que ayudó a Donald Trump a ganar las elecciones y está utilizando a su favor el algoritmo de su red social X para imponer su visión en el resto del mundo. El propio Musk presumió de modificar el algoritmo para multiplicar la visibilidad de sus tuits. La semana pasada prometió un nuevo cambio en la red social para “promover más contenido informativo y de entretenimiento”.

“Existe una internacional de extrema derecha que, a pesar de sus grandes diferencias entre ellos, se sienten parte de una misma familia política, comparten la mayoría de sus referencias ideológicas y propuestas clave, participan en los mismos foros y redes y tienen los mismos enemigos, que son el progresismo, el globalismo, las izquierdas o lo que ellos llaman marxismo cultural y dictadura del pensamiento único”, dice Steven Forti, historiador especializado en extrema derecha y autor del libro ‘Democracias en extinción’ (Akal). “Musk es un miembro reciente de esa internacional y sirve de motor y nexo en ella”, añade.

Además de sus publicaciones en X y la columna en el periódico Die Welt apoyando a Alternativa para Alemania, una de las formaciones más radicales de esa internacional reaccionaria, Elon Musk mantendrá este jueves una conversación en directo con la candidata del partido, Alice Weidel, tal y como hizo con Donald Trump —Alemania celebra elecciones el 23 de febrero y AfD es segunda en las encuestas—. Aquella conversación con el entonces candidato a la presidencia de EEUU estuvo llena de halagos a Trump y se convirtió en un coladero de mentiras.

Otro de los principales objetivos del hombre más rico del mundo fue Reino Unido, también gobernado por el Partido Laborista. Musk pidió prisión para el primer ministro, Keir Starmer, e incluso consiguió copar la agenda y el discurso político en el país al acusar sin pruebas al líder laborista de ser cómplice en un escándalo de violaciones sexuales a menores. Musk también pidió la excarcelación de Tommy Robinson, uno de los activistas de la extrema derecha más conocidos de Reino Unido.

En España, el asesor de Trump retuiteó recientemente información de una cuenta polaca relacionada con la derecha radical populista en la que se habla del porcentaje de presos inmigrantes condenados por violación en Cataluña. Vox, por su parte, aplaudió la agenda de Musk. “Vemos muy nerviosos a los progres con las redes sociales que no controlan y no pueden imponer esa censura a lo que no les gusta, a cualquier opinión contraria a los mantras globalistas”, señalaba este martes José Antonio Fúster, portavoz de la formación ultraderechista. “El tiempo de globalismo y la dictadura progre ha terminado”.

También apoyó a la primera ministra ultraderechista de Italia, Giorgia Meloni, con quien además negocia un importante contrato de 1.500 millones de euros para obtener comunicaciones seguras por satélite, y alabó las políticas de Víktor Orbán, con quien se reunió el mes pasado durante una visita del líder húngaro al complejo de Mar a Lago, en Florida.

“El magnate tecnológico ya ejerce de poder político global desde la potencia que le concede el control del megáfono más potente de la sociedad digitalizada, y con una agenda ideológica muy determinada”, dice Carme Colomina, investigadora senior especializada en Unión Europea, desinformación y política global del think tank CIDOB.

“Hace tiempo que los magnates digitales ejercen de lo que Renée DiResta llama ‘gobernantes invisibles’, pero Elon Musk, con su capacidad de influencia desde el mismo Despacho Oval, se ha convertido en la personificación más descarada, ruidosa e influyente de ese poder ejecutivo que, en su caso, ya no es invisible”, explica. “Elon Musk se presenta ante el mundo como un visionario alternativo, defensor de una libertad de expresión que, sin embargo, está construida con falsedades e incitaciones al odio. X ya no es únicamente una red social, es un aparato de propaganda con capacidad de amplificar algorítmicamente determinados contenidos.

“Ahora, Musk aplica el mismo manual que encumbró a Trump para impulsar distintas formaciones conservadoras y de ultraderecha en países tradicionalmente aliados de Estados Unidos. Estamos ante una concentración de poder sin precedentes en manos de quienes, precisamente, controlan la esfera pública donde deberíamos poder informarnos para ser conscientes de ello”, concluye Colomina.

Fuera de Europa y EEUU, Musk también insultó al ex primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y mostró su apoyo al polémico candidato conservador y anarco capitalista, Pierre Poilièvre, que algunos analistas comparan con Donald Trump. En América Latina reforzó a Javier Milei y se enfrentó al Brasil de Lula da Silva. El Tribunal Supremo de Brasil concluyó que X había sido clave en la difusión de fake news que incitó el asalto de los seguidores de Bolsonaro al Congreso y ordenó a Musk cerrar esas cuentas. El magnate se negó y los jueces ordenaron el cierre de la plataforma en el país. Musk terminó cediendo a las exigencias y la red social ya está operativa en el país. “La justicia brasileña puede haber dado una señal importante de que el mundo no está obligado a soportar el todo vale de extrema derecha de Musk sólo porque es rico”, dijo el presidente Lula.

La lucha contra el ‘globalismo’

“Musk tiene un doble objetivo en su agenda. Además de sus intereses económicos como hombre más rico del mundo, hay una cuestión ideológica”, dice Forti. “Musk ha virado en los últimos cuatro años, sobre todo desde el COVID, de unas posiciones libertarias e incluso favorables a una sociedad abierta, a posiciones muy reaccionarias y claramente de extrema derecha, pensando que el mundo occidental está desapareciendo y llegando incluso a defender casi la segregación racial en algunos tuits que hizo hace un par de años”, añade.

“Él se siente parte de esta internacional de extrema derecha que tiene unos enemigos comunes y que, según ellos, está luchando para salvar el mundo occidental de la desaparición”. 

En un acto celebrado a un mes de las elecciones en EEUU, Musk declaró: “Estoy en contra del poder globalista, la ONU no debería tener mucho poder ¿quién los votó? Yo no. No deberíamos tener ningún tipo de tratados internacionales que restrinjan la libertad de los estadounidenses y minimizar la interferencia del gobierno federal”.

“Es una paradoja que Musk se erija en una de las voces más audibles de la lucha contra el ‘globalismo’ y que lo haga, precisamente, mientras ejerce de poder político global, que se autootorga el derecho a exigir la disolución de gobiernos y la liberación de activistas de extrema derecha e impulsar formaciones y candidatos ultra a ambos lados del Atlántico”, sostiene Colomina. “El problema es que cuánto más disruptivo se ha vuelto X, más débil y dividida se presenta la Comisión Europea para aplicar su propia legislación y ponerle ciertos límites”.

Carlos Corrochano, profesor de Teorías críticas de las Relaciones Internacionales en la Universidad Sciences Po de París, decía en una entrevista en elDiario.es que “la internacional reaccionaria no se construye necesariamente sobre grandes convicciones compartidas, sino sobre la constancia de que hay un enemigo común y la necesidad de operar de forma coordinada. Responde además a una cierta ansiedad civilizacional que les empuja a esa unión a pesar de las diferencias que se puede ver, por ejemplo, con la teoría del gran reemplazo”.

Muchos compararon la figura de Musk con el papel que hace ocho años cumplió Steve Bannon, estratega ultra de Trump que pasó a intentar liderar una primera versión de la internacional de extrema derecha con The Movement. “Elon Musk es un hombre mucho más poderoso que Steve Bannon y ha logrado mucho más que él, forjar relaciones con líderes de la extrema derecha. Cuando Bannon aterrizó en Europa, su proyecto de The Movement fracasó estrepitosamente”, dice Forti. “Musk es mucho más que Steve Bannon”.

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