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ANÁLISIS

El entierro del papa Francisco: ¿un funeral o una cumbre de la hipocresía?

El presidente argentino, Javier Milei, en el funeral del papa Francisco.

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En primera fila, presidiendo de alguna manera el funeral del papa Francisco, estaba la persona que lo llamó “el enviado del Maligno en la Tierra”. Javier Milei, quien defiende que la justicia social es “aberrante” y “violenta”, se acomodaba este sábado frente a la basílica de San Pedro junto a la premier italiana Giorgia Meloni, la líder del partido de ultraderecha Fratelli d'Italia que diseñó el plan para enviar migrantes a centros de detención en Albania que ha conseguido instalar como política europea, aunque la Justicia lo tumbara en su país.

Una Europa –representada en la ceremonia vaticana por las cabezas de las tres instituciones comunitarias– que ha endurecido su regulación migratoria para blindar sus fronteras, que defiende el rearme y que entierra o recorta los objetivos de su agenda verde. Una Europa ansiosa por aprovechar la despedida del Papa para reunirse con Donald Trump, quizá el líder mundial con el que Bergoglio más abiertamente se enfrentó, hasta convertirse casi en su contrafigura. 

Trump sentado cerca de Volodímir Zelenski, al que buscó humillar públicamente en la Casa Blanca recordándole que no tiene “ninguna carta” que jugar en las negociaciones para acabar con la guerra en las que el magnate pretende tener un papel decisivo. La foto del día –al menos una de ellas– es la de ambos sentados frente a frente en una conversación informal con mármoles vaticanos como telón de fondo.

Hubo trajes de luto, silencios circunspectos, gestos de duelo. Pero también una buena cuota de hipocresía.  

Aunque desde el entorno de Milei reconocieron que el presidente no participó de los homenajes a Bergoglio en su país “porque no tuvo ganas”, el mandatario llegó a Italia colmado de halagos para el Papa que mágicamente tras su muerte se convirtió en “el argentino más importante de la Historia”. “Haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”, escribió Milei en sus redes, un giro interesante tras el “hijo de puta que predica el comunismo” que le lanzó en campaña. 

Giorgia Meloni al menos puede presumir de haber tenido más relación con Francisco que Milei, que solo fue recibido una vez en el Vaticano. La presidenta del Consiglio visitó en numerosas ocasiones al pontífice, incluso durante su ingreso en el hospital Gemelli. 

El miércoles, Meloni echó mano de esos encuentros al rendir homenaje al pontífice en el Parlamento italiano. “Con él estabas a gusto y podías hablar de todo, sin filtros y sin temor de ser juzgada. Podía ver tu alma al desnudo. Te hacía sentir valiosa, como alguien único e irrepetible, como cada ser humano que nace en la Tierra”, aseguró. 

“El mundo recordará a Francisco como el Papa de la gente, de los últimos, de los invisibles, de los pobres, de las periferias físicas y existenciales. Sabía que su voz podía restituir la de quienes no la tenían, y lo hizo rompiendo los esquemas”, dijo Meloni, que se confesó varias veces devota de Juan Pablo II y ‘fan’ de Ratzinger, al que llama “el gigante”. Precisamente, el perfil tan opuesto de Bergoglio frente a sus antecesores le ha granjeado muchos enemigos en el Vaticano, que ya se mueven para restaurar el orden anterior.  

La polémica no se hizo esperar. “Francisco no merece la hipocresía de quien no ha escuchado jamás sus demandas y hoy intenta sepultar en retórica su potente mensaje”, le contestó la secretaria del PD, Elly Schlein. “La hipocresía de quien deporta a los migrantes, quita el dinero a los pobres, niega la emergencia climática y niega la sanidad a quien no se la puede permitir”, zanjó la política de la oposición. 

La homilía que señala

Este sábado, la homilía pronunciada por el cardenal Re durante el funeral parecía destinada a los mandatarios sentados frente al altar de la plaza San Pedro. Les recordó uno por uno los temas que preocupaban a Francisco, y los ejemplos de los viajes a Lampedusa –“símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”– y Lesbos resonaron con fuerza ante las contradicciones de los presentes. 

Hizo especial hincapié en el conflicto migratorio, recordando la misa que el Papa ofició en la frontera entre México y Estados Unidos en 2016, cuando llegó a poner en duda la fe de Donald Trump, al decir que la construcción de un muro para evitar las migraciones “no es cristiano”. 

Una de las últimas decisiones del Papa antes de enfermar fue pedir a los obispos estadounidenses que se opusieran a las deportaciones masivas del presidente de Estados Unidos como fuera posible: “El acto de deportar a personas que en muchos casos han abandonado su tierra por motivos de extrema pobreza, inseguridad, explotación, persecución o grave deterioro del medioambiente, daña la dignidad de muchos hombres y mujeres, y de familias enteras”, escribió. 

Y si Re hizo referencia a Francisco, el propio Bergoglio dejó su mensaje póstumo en la bendición Urbi el Orbi que no pudo pronunciar el domingo de Pascua, el día antes de morir. “Cuánto desprecio se dirige a veces hacia los vulnerables, los marginados y los migrantes”, leyó monseñor Ravelli a un Francisco ya sin voz, en un texto en el que llamaba a “utilizar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y fomentar iniciativas de desarrollo”.

“En el desordenado teatro de la hipocresía de los discursos vacíos, las celebraciones reúnen incluso a quien ha ignorado sistemáticamente sus mensajes de dolor por las injusticias del mundo, sus advertencias contra las palabras de odio y la lógica de la guerra”, anticipó el miércoles en el Parlamento italiano nada menos que Giuseppe Conte, líder del Movimento Cinque Stelle.

Este sábado, el telón se cerró en el Vaticano tras la salida del féretro de Francisco. 

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