Humillado, sacudido y cubierto de sangre: ¿qué hará Hezbollah tras el ataque de los beepers explosivos?
Los ataques coordinados y sin precedentes con beepers explosivos de este martes, seguidos de las explosiones de 'walkie-talkies' del miércoles, representan la mayor brecha de seguridad que Hezbollah ha sufrido en su historia. Los ataques, atribuidos de forma generalizada a la agencia de inteligencia israelí en el exterior, Mosad, aunque todavía no reivindicados de manera oficial por Israel, plantean un grave dilema para la milicia.
Por una parte, aumentan la presión sobre el grupo para que tome represalias contra Israel, pero por otro lado limitan seriamente sus opciones militares. Los atentados también suponen un duro golpe para la moral y la credibilidad de Hezbollah como grupo armado que presume de tener unos elevados niveles de seguridad. Tras los últimos ataques, Hezbollah ya no puede presumir de ser impenetrable.
Durante décadas, el grupo ha presentado el secretismo en sus operaciones y en su red de comunicaciones como algo necesario para su papel de apoyo a la defensa del Líbano. Por eso insistió en tener una red de telecomunicaciones completamente separada de la red nacional. También es la razón por la que Hezbollah ha defendido sus actividades clandestinas en el puerto y el aeropuerto de Beirut. Ha estado importando y exportando mercancías a través de esas instalaciones gubernamentales, así como a través de la frontera del Líbano con Siria, sin ningún tipo de supervisión o intervención por parte de las autoridades estatales libanesas.
Para minimizar la posibilidad de ser descubierto, Hezbollah solía supervisar todo el proceso de adquisición o venta de mercancías en el Líbano, incluidas armas y drogas. También se ocupaba rápidamente de cualquier persona infiltrada en sus filas. El grupo ejerce una gran vigilancia en sus zonas de influencia del sur del Líbano, el valle de la Becá y Beirut. Estas medidas contribuyen a reforzar la imagen de Hezbollah como un grupo que dirige su propio Estado de alta seguridad dentro del Estado libanés.
Los ataques a través de explosiones de beepers y 'walkie-talkies' de sus miembros han hecho añicos esta imagen. Han demostrado que Hezbollah es vulnerable ante las interceptaciones israelíes no sólo de su red de comunicaciones, sino también de su cadena de suministro. Con un nivel tan alto de exposición, el grupo estará calculando cuidadosamente sus próximos pasos contra Israel. También habrá una paranoia generalizada dentro del grupo respecto a qué más ha podido sabotear Israel. Esto, a su vez, baja la moral entre las filas de Hezbollah.
El nivel de confusión generado por el ataque con beepers se suma a la preocupación existente en Hezbollah por lo que respecta al seguimiento de sus pasos por parte de Israel. Desde el pasado mes de octubre, Israel no ha dejado de atacar a cientos de sus oficiales y comandantes en el sur y el este del Líbano, e incluso en Beirut.
Los hombres de Hezbollah han muerto por ataques israelíes no sólo en el campo de batalla, sino también en casas y vehículos. Cuando Hezbollah se dio cuenta de que Israel podía seguir sus movimientos a través de los teléfonos móviles, dio instrucciones a sus agentes para que utilizaran beepers, ya que esta tecnología menos sofisticada permitía una comunicación más segura.
En el pasado, Hezbollah ha prometido en repetidas ocasiones vengarse de Israel por sus ataques contra el grupo, pero ni siquiera el asesinato por parte de Israel de Fuad Shukr, uno de sus principales comandantes, desencadenó una represalia contundente. Ello se debe en parte a que no le interesa emprender acciones que puedan desembocar en una guerra total con Israel, y en parte a que la vulnerabilidad de su seguridad limita su capacidad para planificar acciones militares.
Los ataques con la detonación de beepers han dejado patente que el nivel de vulnerabilidad es mucho mayor de lo que Hezbollah había calculado. Prácticamente ha paralizado su arsenal militar. Después de todo, cualquier plan militar requeriría el uso de herramientas de comunicación, y se ha demostrado que las de Hezbollah no son seguras.
Israel tiene la opción de utilizar la creciente debilidad de Hezbollah para llevar a cabo una operación militar a gran escala contra el grupo en el sur del Líbano. Sin embargo, Israel no optará necesariamente por esa vía, porque no le beneficia. Hezbollah está acostumbrado a luchar militarmente contra Israel y puede soportar muchas pérdidas en ese sentido: más adelante puede reconstruir su arsenal, como hizo tras su última guerra con Israel en 2006. Estos ataques, sin embargo, actúan como elemento disuasorio en lugar de una acción militar.
El éxito de las últimas acciones beneficiará políticamente al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Netanyahu ha estado sometido a una gran presión pública para asegurar la frontera norte de Israel con Líbano. Ahora tiene la oportunidad de reivindicar estos ataques como un paso adelante concreto y significativo hacia la consecución de ese objetivo. Mientras tanto, Israel continúa con sus ataques militares en el sur del Líbano al mismo ritmo que antes del 17 de septiembre, lo que indica que los ataques de esta semana son un incidente aislado y no parte de un cambio de estrategia más amplio.
Los ataques también socavan el estatus excepcional de Hezbollah en el Líbano como única entidad armada del país aparte de las Fuerzas Armadas Libanesas. Hezbollah ha estado utilizando este estatus para reforzar su posición política en el país. La parálisis operativa que ha provocado Israel abre la puerta a una eventual pérdida política.
Todos estos retos someten a Hezbollah a una presión sin precedentes, ya que querrá salvar su posición política en el Líbano y conservar la credibilidad en su lucha contra Israel. Aunque los próximos movimientos en el conflicto son inciertos, Israel ya ha humillado profundamente a Hezbollah, lo que reduce el margen de maniobra del grupo. Pero mientras no haya un acuerdo de alto el fuego que ponga fin al conflicto de Gaza, sigue sobre la mesa la posibilidad de que tanto Israel como Hezbollah acaben aumentando la magnitud de sus batallas.
Lina Khatib es la directora del Instituto Soas de Oriente Medio y miembro asociado del programa de Oriente Medio y Norte de África de Chatham House.
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