Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Historias del conflicto en Oriente Medio

En las ruinas de Yarmuk, el campo de refugiados palestinos en Siria arrasado por la guerra: “El régimen no nos permitía volver”

Una refugiada palestina que regresó a Al Yarmuk hace cuatro años, pero aún no ha podido reconstruir su hogar.

Francesca Cicardi

Damasco —

0

El campo de refugiados de Al Yarmuk, en el sur de Damasco, podría ser uno de los varios campos de Gaza: la devastación y la miseria de su población son similares a las de la Franja, con la diferencia de que hace tiempo que los palestinos refugiados en Siria no sufren los ataques y los combates en sus carnes.

Al Yarmuk fue ampliamente destruido en 2018, en una ofensiva de las fuerzas del régimen sirio para expulsar a los grupos armados que tomaron el control de parte del campo, entre los que estaba el yihadista Estado Islámico. La aviación rusa, en apoyo del Ejército sirio, bombardeó Al Yarmuk repetidamente. La mayoría de sus residentes se marcharon y se ubicaron en otros campos más pequeños en Siria, y sólo años después empezaron a volver al que había sido el mayor recinto de todo el país, con una población de más de 150.000 personas y una extensión superior a dos kilómetros cuadrados.

Hayat Mohamed nació en Siria, adonde huyeron sus padres tras la creación del Estado de Israel en 1948 y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) les ofreció alojamiento en Al Yarmuk cuando fue construido en 1957. Décadas después tuvo que marcharse por los ataques aéreos y de artillería, los combates y un férreo cerco militar. La anciana regresó a su hogar hace cuatro años, pero dice que aún no ha podido reconstruir la casa, en la que vive con su hijo, la esposa de este y sus hijos. Antes, habían estado en el campo de Al Yaramana, en las afueras de Damasco, pero el alquiler era caro, lamenta, y decidió volver a Al Yarmuk, a pesar de la destrucción y la falta de servicios que aún persisten a día de hoy.

Cuenta a elDiario.es que dos de sus hijos desaparecieron en 2012, cuando la revuelta popular siria se tornó un conflicto armado y muchos hombres fueron detenidos de forma arbitraria por sospechas de que simpatizaban o colaboraban con la oposición al régimen.

“Ya no tengo nada, perdí a mis hijos, ¿qué más puede pasar?”, se pregunta Mohamed con una desesperanza calmada. “¿Adónde puedo ir? Me quedaré aquí hasta que dios quiera”, afirma la mujer, resignada a acabar sus días en Al Yarmuk.

Otrora un destacado barrio comercial de Damasco, adonde acudían muchos sirios a comprar por la variedad de mercancías a precios asequibles, ahora son pocos los negocios que mantienen su actividad. Ahmad Al Shagury reabrió en 2022 su heladería, después de una década cerrada, y la reconvirtió en una tienda de falafel, el desayuno más barato y calórico que se pueden permitir los pocos vecinos del campo que han regresado en los pasados años. Según la UNRWA, unas 2.400 familias vivían en Al Yarmuk en septiembre de 2024. La organización calcula que en toda Siria quedaban en 2023 unos 430.000 refugiados palestinos, después de 12 años de guerra civil, y que el 60% de ellos se había visto desplazado al menos una vez.

Al Shagury, un sirio de 47 años, afirma a este periódico que la situación ha cambiado radicalmente desde la caída del régimen de Bashar Al Asad el 8 de diciembre pasado. Las entradas de Al Yarmuk ya no están custodiadas por los uniformados y las mercancías pueden entrar sin problemas y sin necesidad de pagar sobornos. “Hay mucha gente que ha vuelto en este mes”, afirma Al Shagury delante de su tienda, en la que hacen cola varias personas para comprar falafel. “Ahora la gente puede rehabilitar sus casas y sus comercios”, agrega el hombre, mostrándose optimista sobre el futuro del campo que también le ha acogido a él.

Samer Yalbut no ha querido esperar demasiado y, desde el día después de la huida del dictador a Rusia, ha estado trabajando para reconstruir su casa familiar. “Antes no podíamos volver a nuestra casa, porque el régimen no lo permitía”, explica a elDiario.es frente a un edificio de dos plantas muy dañado. Agrega que necesitaba el visto bueno de un departamento gubernamental dedicado a los asuntos de los refugiados palestinos, que nunca obtuvo, y que en esa zona del campo había presencia iraní.

El palestino se siente orgulloso del trabajo que ha hecho en estas cuatro semanas con sus propias manos. “He arreglado una habitación para poder vivir, poco a poco iré arreglando el resto”, dice, mostrando la única estancia habitable en la primera planta. En cuanto sea posible, traerá a su familia. También quiere reconstruir el taller de coches en el que antes trabajaba debajo de su vivienda, un oficio al que ha seguido dedicándose en este tiempo fuera de Al Yarmuk.

Ahora mismo no cuenta con suministro eléctrico ni agua corriente, pero afirma que es mejor que vivir de alquiler. “Antes pagaba un alquiler, pero no quiero vivir a merced de los arrendatarios, cada pocos meses nos subían el alquiler y nos amenazaban con echarnos. Este es mi hogar y quiero vivir aquí”, dice el refugiado, nacido en Siria de una familia que se vio forzada a abandonar Palestina en 1948.

Resulta difícil imaginar la vida diaria de Yalbut en esta zona devastada y deprimida, que aún conserva las huellas de los peores días de violencia de los que fue testigo Al Yarmuk. Lo que queda de su vivienda se encuentra en la calle 30, que fue el frente de batalla entre las fuerzas del régimen, apoyadas por milicias palestinas, y los terroristas del grupo Estado Islámico y otros radicales. La amplia calle está desierta y los edificios a ambos lados están destrozados, algunos reducidos a escombros.

“El campo necesita una reconstrucción masiva”, afirma Juliette Touma, directora de comunicación de UNRWA para Oriente Medio. “En los pasados años, las personas han empezado a volver lentamente a Al Yarmuk. Ahora estamos viendo más personas que vuelven y se reencuentran con sus familias”, agrega. Touma explica que antes de la caída del régimen, la agencia de la ONU había empezado a reparar y pintar algunas de sus instalaciones, como una escuela y una clínica; pero tras el colapso del Gobierno de Al Asad, UNRWA no ha continuado con esa labor. “La gente de Al Yarmuk han padecido un sufrimiento inmenso y atrocidades inconcebibles, y traumas. También es necesario reparar el tejido social y pasar página”, opina la directora de comunicación.

Ese sufrimiento y atrocidades son comunes a otros campos de refugiados palestinos, ya que estos eran víctimas de la violencia y la pobreza causada por la guerra civil, al igual que los sirios, pero se encontraban en una situación de desamparo absoluto. Varios habitantes del campo de Yaramana –también llamado de los mártires porque hay un cementerio donde han sido enterrados combatientes de las facciones palestinas– relatan sus horribles experiencias a manos de las fuerzas de seguridad y bandas del régimen de Al Asad.

“El que salía del campo, no sabía si iba a volver”, dice Ahmed Saleh, que fue arrestado en un puesto de control en 2015, detenido durante cien días y torturado. Asegura a elDiario.es que le golpearon con una tubería de plástico y emplearon otros métodos de tortura, y que con él había cientos de personas que sufrieron los mismos abusos. Afirma que son miles los palestinos que fueron arrestados durante los casi 14 años de guerra civil en Siria y que siguen desaparecidos a día de hoy. Si para los ciudadanos sirios era arriesgado buscar a sus seres queridos desaparecidos a manos del régimen, los refugiados palestinos tenían aún más miedo y menos posibilidades de encontrarlos.

Halima Hammud, una mujer de 34 años, cuenta que su marido Mahmud lleva desaparecido desde 2013, cuando se lo llevaron en un puesto de control del régimen, uno de los muchos que había en los alrededores de los campos de refugiados palestinos. En ese momento, la hija de ambos tenía apenas dos meses y no ha podido conocer a su padre. Hammud fue informada de que su esposo estaba muerto: “Mandaron una lista con los nombres de los palestinos fallecidos”, dice. “De todos los palestinos desaparecidos, ninguno ha reaparecido”, agrega.

La mujer ha perdido la esperanza de que pueda encontrar a Mahmud con vida, unos 12 años después de su detención, la misma edad que tiene su hija ahora. Pero se muestra esperanzada respecto al futuro en Siria sin Bashar Al Asad: “Nos hemos librado de quien convirtió a nuestros hijos en huérfanos”.

DM

Etiquetas
stats