30 años del disco de Fito Páez
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Opinión
El amor después del amor: una ética de la separación
El amor después del amor: han pasado ya treinta años y creo que como sociedad nos debemos un debate sobre el o los significados de esas cinco palabras. En un disco en el que las cosas importantes suelen aparecer dos veces (el cristal aparece en «Tráfico por Katmandú» y «La rueda mágica», la caída en el mar aparece en «La balada de Donna Helena» y «La Verónica», la bajada por un callejón aparece en «La Verónica» y «Sasha, Sissí y el círculo de baba», el “no sé” aparece en «Pétalo de sal» y «Un vestido y un amor»), lo primero que aparece dos veces es la palabra “amor” en el título. Las une y separa la palabra “después”: sabemos entonces que hubo un amor previo, que es el segundo del título, y un amor posterior, que en el título es el primero.
Conociendo la biografía de Fito está claro que el amor previo es Fabiana Cantilo. Pero en cuanto al amor posterior la cosa se pone difusa: la pregunta es si ese segundo amor es el amor por Cecilia Roth o si, en realidad, es el amor por Fabiana Cantilo que, aunque terminó, sigue produciendo efectos. Mi hipótesis es que el título busca la ambigüedad y es el primer aviso de una ética que Fito Páez iría desarrollando con los años y que sostendría hasta llegar a nuestros días.
El disco está saturado de anecdotario. Protagonistas y testigos han contado una y mil veces la gestación del álbum, la temporada en José Ignacio, la fiesta de disfraces en que Fito y Cecilia Roth se conocieron y ella lo miró blanda, el amor instantáneo, las primeras salidas, la trasnoche que desembocó en «Un vestido y un amor»… Y todo eso también es El amor después del amor. Por eso Páez dijo, en una entrevista ya inubicable, que más allá del contenido del disco el éxito se debió también al estereotipo amoroso, léase el rockero y la actriz rubia, que lo acompañó (la revista Teleclic titulaba “La bella y el rockero”). Parecería entonces que el amor que vino después del amor es el de Cecilia Roth, que vino después del de Fabiana Cantilo. Además el contorno de la mujer actriz también aparece dos veces en el disco: “él quiso un amor y no una actriz” se escucha en «La Verónica», y “la noche que dejaste de actuar” en «Brillante sobre el mic». La última frase del disco antes del saludo final se conjuga en presente: “Siento que me amas”. Para rematar, la dedicatoria con visos de intimidad: “Para Chechu”.
Pero la misma Cecilia ha incluido a Fabiana Cantilo en la historia de su historia de amor con Fito y en la mismísima preparación del álbum. Ha contado, por ejemplo y varias veces, que aunque no lo conocía mucho a él ni había escuchado sus discos, una vez lo había visto en la televisión hablando sobre Fabiana Cantilo y le gustó la manera en que se refería a ella, que ya era su ex. Y ha contado también que aquel verano de 1991, después de la primera salida, ella se quedó por error con el walkman de Fito en la cartera y que, obviamente, quiso escuchar qué había ahí. Y lo que había ahí era «Tumbas de la gloria», cuyo principio habla rotundamente del amor ya terminado con Fabiana Cantilo: “Tu amor abrió una herida porque todo lo que te hace bien siempre te hace mal / Tu amor cambió mi vida como un rayo para siempre, para lo que fue y será”.
El amor después del amor ya había empezado, entonces, antes del encuentro con Cecilia. No sabemos si tenía título o no y no sabemos, en el caso de que lo tuviera, si era el mismo que terminó teniendo o no. Pero sí sabemos que el disco ya estaba en desarrollo y que hablaba de un amor que había terminado pero seguía siendo importante. El primer amor del título, el amor posterior, el amor después del amor vendría entonces a ser el amor por Fabiana Cantilo una vez que la relación se había terminado.
Mi hipótesis es que Fito le puso El amor después del amor a su disco porque la expresión le permitía aludir a esas dos relaciones al mismo tiempo, poner en pie de igualdad el amor presente con el amor pasado y fundar así una ética del corte que mantendría durante todos estos años.
En 2004, al poco tiempo de separarse de Cecilia Roth y después de un disco de corte como Naturaleza sangre, Fito editó Mi vida con ellas. En la tapa están Fabiana Cantilo, Cecilia Roth, Romina Ricci (su pareja de entonces) y otras de las mujeres que lo fueron acompañando de distintas maneras y en distintos momentos: Nora Lezano, Dolores Fonzi, Fernando Noy, Claudia Puyó, Divina Gloria, Ana Álvarez de Toledo, Romina Cohn… El concepto de Mi vida con ellas sería: el amor después del amor después del amor después del amor. Todos los pubis juntos.
La intensidad de la relación de Fito con Fabiana Cantilo parece no haber mermado un ápice en todo este tiempo. Invitada frecuente a cantar en sus recitales, en el disco Los años salvajes, de 2021, hay una canción titulada «Encuentros cercanos» cuya primera palabra es “Fabi” y que dice: “Y después nos envolvió el amor / El amor antes del amor”.
El decenio con Cecilia Roth goza de una extraña perennidad. Comidilla perpetua de los entrevistadores, la actriz se resigna a contar una y otra vez cómo conoció a Páez y a recordar que, cuando se conocieron, ella estaba casada con Gonzalo Gil, a quien también alcanza la ética del ex: “Gonzalo es uno de mis mejores amigos actuales” le dijo Roth a Andy Kusnetzoff en 2021.
En otra edición del mismo programa, pero de 2018, al lado de Cecilia Roth estaba Romina Ricci.
En 2019 Leila Guerriero publicó en la revista Gatopardo un perfil de Fito Páez titulado «No me verás arrodillado» que permite verle el afuera a un ideal tan inclusivo.
Al referirse a la relación de Páez con Julia Mengolini, Guerriero cita a Fena Della Maggiora, a quién entrevistó. Della Maggiora dice: “La relación con Julia fue importantísima. Yo lo vi sufrir como nunca. Creo que le clavó un puñal en el ego, porque no se dejó seducir por el mundo de glamour que puede ofrecer Fito. Es galante, tiene guita, te puede hacer una canción maravillosa y cantarla delante de cincuenta mil personas. A Julia todo eso ni le picaba”. Y Guerriero agrega: “Páez, a lo largo de semanas y de varias entrevistas, no la mencionará jamás”.
El amor después del amor ha ido cambiando. Hay, por lo tanto, un El amor después del amor después de El amor después del amor. Cuando salió yo tarareaba una y otra vez «La rueda mágica» y «Brillante sobre el mic». Después venía un pelotón intermedio de canciones y después, atrás de todo, un grupo que siempre me salteaba: «La Verónica» , «Sasha, Sissí y el círculo de baba», «Detrás del muro de los lamentos» y «La balada de Donna Helena». Hoy, en cambio, esas partes del disco que antes evitaba son las centrales. Y «La Verónica» es, entre todas las canciones del mundo, mi preferida.
El disco, además, se ha ido enriqueciendo con el tiempo. Cuando salió era apenas catorce canciones; ahora es también una maestra de la primaria cantando «El amor después del amor», los abrazos finales de séptimo grado con «Brillante sobre el mic», el pantalón violeta de Fito en Vélez, prohibirme a mí mismo cantar «Un vestido y un amor» porque me ponía mal, descubrir que una estrofa de «Pétalo de sal» la cantaba Spinetta, ir valorando lentamente las canciones que antes esquivaba, la tarde en que por primera vez le encontré una guitarra a «La Verónica» para enterarme a las pocas horas de que el guitarrista Ulises Butrón había muerto ese mismo día, el momento en que descubrí que la casi última frase del disco es “Siento que me amas”, el asado familiar en que toqué «Sasha, Sissí y el círculo de baba» y una tía, auténtica señora argentina, me dijo cuando el acorde final dejó de sonar: “qué pedo que tenía en la cabeza”.
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