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Espejito, espejito

Quién puede escucharte

Hay usuarios que reclaman sobre la invasión de privacidad, exigen reparaciones a las empresas.

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Recuerdo muy bien la primera sensación de ser espiada por la pantalla. Era 2004, todavía no había Facebook para el gran público ni X/Twitter. Chateaba por el ya difunto chat de Gmail con mi novio y empezamos a notar que aparecían, en publicidades al costado del chat, ofertas relacionadas con cosas de las que hablábamos, como sugerencias de viajes a Santiago justo cuando él partía desde Mendoza hacia Chile. “Nos lee”, dijimos, asombrados. Recuerdo que nos dio un poco de miedo. También recuerdo que lo olvidamos pronto. 

Desde hace bastante, sin embargo, toda charla casual de café se refiere a que el celular ya no lee, sino que escucha. O incluso, lee la mente. Todos saben a qué me refiero, pero voy a usar ejemplos recientes, para minimizar el ruido de las anécdotas y de la memoria. En un festejo de fin de año tardío, mi amigo Alejandro dijo que el GPS reprendió a su pareja cuando ella lo puteó por guiarla mal. A todos los presentes nos pareció una cosa por completo posible, y hablamos de Siri, Alexa y la película Her como visionaria. Más tarde pensé: pero esto de que la pantalla escuche, sea clarividente y reaccione a insultos no puede resultar tan cotidiano. Le mandé un mensaje a otro amigo, Martín de Palermo, pidiéndole un ejemplo reciente, lo menos florido posible. Martín me envió este audio: “En mi vida tuve un gato. Jamás me apareció nada con un gato, jamás. Por pedido de nuestra hija tenemos una gata, y desde entonces no paro de recibir todo el tiempo reels relacionados con los gatos. Cómo alimentarlos, cómo evitar que no muerdan, qué les gusta. Jamás hice una búsqueda relacionada con los gatos. Ayer estábamos con unos amigos y el papá, que tiene 90 años, hablando de si él podía seguir conduciendo. Hablamos, nada más. A la mañana siguiente, le apareció en un reel con una noticia curiosa sobre una mujer conductora en Pennsylvania de 103 años. Decime que no nos escuchan”.

Si se va a buscar en YouTube, está plagado de gente que hace pruebas con su celular pero yo, en principio, no le creo a nada de lo que aparece en las redes y todo es muy amateur. Mejor es empezar por lo legal, aunque sea porque es alucinante que no nos importen nada las leyes. Hay usuarios que sí reclaman sobre la invasión de privacidad, exigen reparaciones. Los casos se pueden leer online en Google Assistant Help, y son muchísimos. Google dice en su política de privacidad que los datos de audio sólo los usa si se autoriza al asistente de voz. La privacidad de Meta –Facebook, Instagram, Whatsapp– es más clara. Dice: “A veces, los anuncios pueden ser tan específicos que parece que alguien escucha tus conversaciones a través del micrófono, pero no es así. Solo usamos el micrófono con tu permiso y cuando estás usando una función que lo utiliza”. 

Y sin embargo, se mueve. Si la escucha fuese cierta, ¿esto no es un escándalo gigante? ¿Confiamos en la política de privacidad de estas empresas? Claro que no. Sin embargo, en 2018 y ante el Senado de Estados Unidos, Mark Zuckerberg, cuando le preguntaron directamente si usaban audio de los usuarios, dijo NO y agregó: “Usted está hablando de la teoría conspirativa de que escuchamos lo que se habla por los micrófonos y lo usamos para publicidad. No hacemos eso”. Fue una declaración bajo juramento: mentirle al Congreso, que no es un maxikiosco, sería un delito gravísimo. ¿Zuckerberg está por encima de la ley? ¿O acaso logró que en realidad no nos importe? “Quién me va a robar, a quién le importa lo que hago, no tengo secretos”. Esa es la reacción más común cuando se le sugiere a alguien que, a lo mejor, no debería usar 1234 para desbloquear un teléfono en el que tiene apps de bancos. ¡Quién soy yo para que me espíen!, gritan, y después lloran cuando son robados o hackeados (yo lo hago eh, no tiro postas, tuve todos los problemas de seguridad posibles y los atravesé con llanto, amargura, culpa y odio a mí misma). Si no confiamos en Zuckerberg, un señor que se parece a H.P. Lovecraft, ¿por qué le entregamos nuestra vida? Para resolver este asunto hay investigaciones en universidades, que tienen encima mucho dinero y buena metodología. La web Gizmodo da cuenta de uno de ellos, y del paper de Northwestern University, en Illinois, sobre exfiltraciones de celulares, es decir, datos que salen del aparato pero que nunca hubo intención de compartir. Exploran más de 17.000 apps, casi todas con acceso a fotos y voz y mapas. Hay muchas otras formas de dar señales al algoritmo que no son la voz, como cada like, la red de contactos, el gps, el IP, me entero, y me explico lo del gato de mi amigo. Quizá él no buscó, pero si su hija, y todos comparten wifi. No hay que olvidar además las cookies, que se guardan en teoría para que nuestra vida sea más fácil. El método es muy complejo e imposible de explicar para mi, pero se entiende. Aquí está, en inglés, en PDF. Hay que aclarar que es relativamente viejo: data de 2018. (Lo explica mejor el podcast colombiano Cosas de internet,  discontinuado en 2023) Spoiler: no encontraron ni una exfiltración. Ni una. Es decir: el método científico afirma que no te escuchan.  

El susurro en mi cabeza dice: a lo mejor estos académicos están comprados y lo hicieron justamente para que parezca contundente. Y esto que todos sabemos, que todos vivimos, como en La carta robada de Poe, necesita de este paper tan serio para tener legitimidad. Ahora mismo, mientras le pongo final a esta nota, entré a un diario online y uno de las primeras publicidades que vi fue de Elwic Protect, expertos en operaciones seguras. “¿Billetes falsos? Tenemos la solución”. ¿Cómo saben que estoy preocupada, de puro ansiosa, por unos dólares que debo usar para pagar un servicio muy caro? No se lo dije a nadie porque me da miedo el mero pensamiento. Me van a decir: estás en Argentina, es el tipo de publicidad más normal en la patria. Cierto.

Sigo scrolleando. Me salen dos más de seguros y seguridad. Es normal. No soy tan importante. Lo que me da un poco de miedo es que me fuerzo a sentir paranoia, y no pasa. No sólo soy presa fácil. Soy un regalo barato. La sola idea de salirme de la red me parece ridícula. Estoy domada. Sé que mi comportamiento es predecible. Si quieren algo de mi, lo van a obtener.   

DTC

 

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