Una nueva OMC, por un mejor comercio
La designación de Ngozi Okonjo-Iweala, primera mujer y africana al frente de la Organización Mundial del Comercio (OMC) revitaliza el papel del intercambio de bienes y servicios en una recuperación global postpandemia, además de dar oxígeno al decaído sistema multilateral.
Bloqueada en su funcionamiento durante largo tiempo, la crisis de la OMC ha reflejado problemas irresueltos durante al menos dos décadas en las que nuevas tecnologías y formas de producción transformaron la geografía económica global, desde la agricultura hasta los servicios.
El Grupo de los 20 (G20), que integra la Argentina, intenta acometer una reforma de la OMC desde la Cumbre de Buenos Aires de 2018. La designación de Okonjo-Iweala, esta vez con el decisivo apoyo de Estados Unidos bajo la Administración Biden, puede destrabar ese proceso bajo la presidencia italiana del grupo.
Mientras tanto, persisten las diferencias de base entre los 164 países de la OMC sobre el exacto equilibrio entre derechos y obligaciones del comercio y sobre cuál es el punto adecuado en la administración de barreras que protejan las economías nacionales sin afectar el flujo global.
Desde su fundación en 1995, la OMC no logró completar ni una sola ronda de negociaciones comerciales. La pandemia ha desnudado la necesidad de romper tanta parálisis, pero también la incapacidad de países desarrollados y no desarrollados por encontrar una salida que potencie al máximo el motor del comercio, más aun en la post pandemia.
El frenazo inducido de la economía por el COVID-19 expuso la debilidad en las cadenas de suministro internacional, incluso para insumos sanitarios, y de todo el sistema de comercio. A eso se le agrega la desigualdad en el acceso a las vacunas, más allá de los compromisos asumidos por el G20.
Una OMC reactivada y renovada puede contribuir a superar la emergencia sanitaria de manera decisiva y, de lograrlo, se puede dar un nuevo comienzo a sí misma.
El hecho de que las naciones más ricas tengan sus poblaciones inmunizadas antes que el resto terminará perjudicando toda la economía global, considerando la estrecha interrelación que crearon las cadenas Globales de Valor (CGV) entre países desarrollados y en desarrollo.
La nueva directora general de la OMC tiene un antecedente valioso: en diciembre pasado, Ngozi Okinjo-Iweala concluyó un mandato de cinco años al frente de la junta directiva de la Alianza Global para la Inmunización y la Vacunación (GAVI), entidad público-privada creada en el 2000 para mejorar el acceso a la inmunización de los niños más vulnerables de todo el mundo y actualmente dedicada a asegurar el acceso de vacunas del COVID-19 en los países en desarrollo.
También desde su nuevo cargo, Okinjo-Iweala dio prioridad a una mayor producción mundial de vacunas, un asunto básico que involucra el acceso igualitario a la salud y la antigua disputa sobre protección a la propiedad intelectual.
Como africana, Okonjo-Iweala puede posibilitar desde la OMC el reinicio de un sistema multilateral de comercio justo, eficaz y basado en reglas, que ayude a salir de la recesión que trajo la pandemia y deje atrás la crisis sanitaria y económica.
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