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La Revolución que falta: un país en el que entremos todos

"La agenda de la estabilidad y del crecimiento es la agenda del progreso social".
25 de mayo de 2022 01:09 h

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El 25 de Mayo de 1810 fue el punto de partida, el día que empezó a configurarse una idea que todavía se encuentra, de alguna manera, en construcción. La Argentina es aún un proceso abierto. Por eso, hoy es un día para reconocer a ese primer gobierno patrio que tenía ese impulso de construir un país desde lo que somos. Recordar ese enorme desafío que enfrentaron y revisar los que tenemos por delante como país.

Nos hemos vuelto especialistas en todo aquello que nos divide. Pero, no hace falta decirlo, nuestro país necesita transformaciones profundas y reales, y eso solo puede realizarse probando otro camino.

Tenemos que construir diagonales que sirvan para coser la fractura social en la que vivimos. Una diagonal, tal vez la principal, es la que pueda vincular de manera sistémica el orden macroeconómico y la posibilidad de integración hasta del argentino más pobre. Parece evidente, pero en la Argentina no lo es: en las últimas décadas, los criterios de un orden estable en la macro no se construyen en paralelo de los procesos de integración social (cuando no lo hacen en contra), y, en viceversa, los procesos redistributivos, anclados centralmente en el consumo masivo, carecen por completo de una idea de desarrollo sostenible incluso en el corto plazo. Un “para todos” que terminaba en un par de años siendo “para nadie”.

Hay que terminar con ese divorcio. La agenda de la estabilidad y del crecimiento es la agenda del progreso social. Ya está probado en el mundo y en distintos países de la región que sin una macro estable y un orden fiscal serio nada se puede. Pero, claro, con eso solo no alcanza. El “derrame” como factor exclusivo para la integración ya mostró muchas veces sus límites. Necesitamos crear una matriz que rompa la dinámica en la que estamos, y no pensar exclusivamente en secuencias: cómo crecemos primero y después cómo redistribuimos y contenemos a quienes quedan afuera. Fundar una matriz de inclusión social desde la producción. Anudar lo económico y lo social. La revolución argentina del siglo XXI: integrar a los excluidos al sistema desde la producción y no desde la redistribución.

Sin duda el desafío más grande de nuestro tiempo es este: construir un modelo de desarrollo con inclusión en el que entremos todos y todas. Para esto hay que tomar conciencia de que no vamos a lograrlo combatiendo al mercado, sino más bien ampliándolo y democratizándolo, potenciando las capacidades productivas que hay en la base de nuestros sectores populares de manera real y concreta. No es “combatiendo al capital”, sino instrumentando los medios para que todos tengan acceso a ese capital, sin el cual es imposible desarrollarse y crecer.

Todo esto implica generar marcos nuevos que nos permitan captar este valor e integrarlo. Animarnos a crear instituciones y reglas propias, que respondan a los desafíos que tenemos hoy. ¿Cómo integramos a la economía popular? ¿Cómo la integramos y captamos todo el valor que produce? ¿Cómo los sectores productivos dinámicos incluyen en el corto plazo a la base social? Son algunas de las preguntas que surgen como necesarias y urgentes para nuestro tiempo.

Todo esto seguramente necesite reinvención, asertividad para abordar los problemas y audacia y generosidad política para construir los marcos y los consensos necesarios. Para poder construir la diagonal que necesitamos. Para que ese aspiracional de trabajo, que nunca desapareció y que es transversal a todos los sectores -un verdadero sello argentino-, se traduzca en el corto plazo en una realidad para todos y todas. Salir de la trampa de las “o” argentinas: estado o “mercado”, redistribución o crecimiento, ortodoxia o heterodoxia, y muchísimas más. Poner una “y” donde tantos otros quieren seguir poniendo una “o”. La revolución de nuestro tiempo: un país en el que entremos todos.

Ministra de Desarrollo Humano y Hábitat · Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

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