La matemática del día después: el peso del voto K y los discursos del domingo
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El jueves a la noche, en Olivos, Alberto Fernández habla sobre Cristina Kirchner, sobre el discurso de casi una hora que hizo un rato antes en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos, Repleto de guiños e ironías, fue casi un stand up político, largo y fervoroso como si la vice descargase la abstinencia luego de una campaña donde estuvo bastante en silencio. Fernández la festejó y se montó con su propia euforia. Arriba del escenario, y abajo también, los Fernández parecen encontrar su mejor convivencia en la atmósfera electoral. Y con roles diferentes.
La vice viajó a Río Gallegos para votar en Santa Cruz. El domingo, anticipan en su entorno a elDiarioAR, tiene previsto regresar para estar en el búnker del oficialismo en el Complejo C. Fernández planeó su viernes en Olivos, quizá haga alguna salida el sábado, participe de un almuerzo preelectoral con su staff más cercano y el domingo, luego de votar a la mañana en la UCA en Puerto Madero, esperará el resultado en la quinta presidencial.
Cristina vuelve a apostar a la unidad. Aplicó el pragmatismo y cedió la cima de la boleta a Omar Perotti en Santa Fe y a Carlos "Camau" Espínola en Corrientes bajo la premisa de que son más competitivos que candidatos del kirchnerismo puro y duro.
Son rituales como el viaje de Cristina al sur, su cábala institucional de no dejar de votar. Solo lo interrumpió en las primarias del 2017 cuando era candidata a senadora en provincia de Buenos Aires, pero no viajó por falta de vuelos, se quejó aquella vez. Vino aquella larga madrugada de escrutinio que se interrumpió cuando Unidad Ciudadana estaba a punto de dar vuelta el resultado, algo que aun ajustadamente, confirmó el escrutinio definitivo.
Matemáticas
Con un manojo de datos, que respecto a la provincia de Buenos Aires proyectan un triunfo por entre 4 y 7 puntos (aunque con esa meteorología electoral peculiar que es el “olfato” algunos optimistas en el FdT estiran esa diferencia a cerca de 10), hay una matemática para hacer sobre el día después y tiene que ver, con solo con la victoria/derrota, sino con los volúmenes y el mapeo de esos resultados.
Hay, a priori, un primer foco sobre el discurso del domingo, tema que Fernández comenzó a charlar con su equipo sobre una base puntual: “Aún ganando con cierto margen, hay que evitar el exitismo y empezar a hablarle a los que faltan, a los que tenemos que sumar”. Lo dicen en la cima del gobierno y sintoniza con los planteos que bajan desde los demás campamentos del FdT, el del kirchnerismo y el de Sergio Massa.
“Ya estamos pensando en la campaña que empieza el lunes 13: mucha inauguración, mucha presencia, mensaje directos y claros”, explican mientras mira el pasado cercano: en el 2019, luego de la paliza en las primarias, cuando Fernández derrotó por casi 17 puntos a Mauricio Macri, el FdT se relajó, frenó la campaña y dejó margen para la recuperación del entonces presidente que logró crecer hasta los 40 puntos. Fue un fenómeno de estudio: como suele recordar el consultor Mario Riorda, Macri sacó más votos que lo que las encuestas le otorgaban de imagen positiva. Para el Guinnes electoral.
“El lunes yo arranco a recorrer otra vez la provincia”, avisó Victoria Tolosa Paz, candidata a primera diputada. “No podemos cometer el error del 2019 cuando nos quedamos quietos”. Fernández valida ese criterio y proyecta, sobre una medición de la CELAG de Alfredo Serrano, que la proyección para noviembre es que el gobierno mejore unos puntos, sobre un criterio general: canaliza votos que en este turno van a otras expresiones pero, además, en dos meses la economía debería estar mejor que ahora.
Un triunfo en PBA tiene varias lecturas. Primero la que milita el primer anillo del albertismo: que por primera vez, desde el 2009, el peronismo vuelva a ganar una elección legislativa-intermedia en la provincia más poblada, algo que no ocurre desde el 2005 aunque en las PASO del 2017, ajustadamente, por décimas, Unidad Ciudadana venció a lo que en ese tiempo era Cambiemos.
La victoria, per ser, tiene otra traducción: que la unidad es una herramienta, no suficiente pero si necesaria, para el triunfo electoral. En ese caso, todos los ordenados del FdT, con la vice en primer lugar pero también con Massa y otras derivaciones: las organizaciones sociales, los gremios y el PJ territorial que aunque se asoció a Cristina en el 2017, puede reconfirmar o no esa alianza. El FdT celebra la unidad como una virtud: el domingo pondrá a prueba la validez de ese dictamen.
Pero la lectura cambia según los volúmenes. Un acumulado del orden de 35 para el FdT sugiere que el espacio se estaría reduciendo al núcleo duro K, muy cerca del 34,6% que consiguió la vice en el 2017 junto a la mayoría de los intendentes pero sin el PJ oficial -el sello y el partido los tuvo Randazzo- y con gran parte del sindicalismo y las organizaciones sociales en otros espacios, además del espacio autónomo de Massa con Margarita Stolbizer de escolta.
La tentación de sumar aquel porcentaje de Unidad Ciudadana con los 14 puntos de 1Pais puede ser, a su vez, tramposa. Aquella oferta massista se nutría de voto anti K, al punto que en la general perdió casi 400 mil votos. Así y todo, el número del domingo del FdT servirá para valorar, o no, el peso de la unidad. Un score del orden más cercano al 40% podrá leerse como confirmación de esa utilidad y de que el FdT atrae, todavía, votos que no están en la constelación cristinista. En ese caso, la vice podría revalidar su decisión aperturista.
Es Cristina, a simple vista, la que vuelve a apostar a que ese formato dará resultado. Lo hizo cuando aplicó el pragmatismo y cedió la cima de la boleta a Omar Perotti en Santa Fe, que puso a Marcelo Lewandowski. Incluso cuando le otorgó el mismo lugar a Carlos “Camau” Espínola en Corrientes bajo la premisa, que podrá despejarse en parte este domingo, de que son mejores candidatos que lo que puede ofrecer el kirchenrismo puro y duro. Lo hizo, en menor medida, en Córdoba con Carlos Caserio. Si no lo repitió en Catamarca fue porque ahí Lucía Corpacci, que encabeza la boleta, es la mejor candidata que puede ofrecer el dispositivo FdT. No es un dato menor: en el Senado, el FdT arriesga el quórum.
Colores y mapeos
El martes, Fernández compartió con Massa y Máximo Kirchner un Zoom con candidatos del FdT de todo el país. En el cierre de lista en Tecnopolis, se sumaron gobernadores porque la foto grande, la nacional, además de anticipar la cuestión de bancas en el Congreso, supone además la sumatoria y la lectura de esas sumatorias.
En las primarias presidenciales del 2019, el FdT venció por 16,5% a Juntos por el Cambio (JxC). En la general, la diferencia se redujo a 8 puntos. El duo Macir-Pichetto quedó abajo de la cuenta que la alianza PRO-UCR registró en el 2017, su mejor elección en la que creció más de 6 puntos sobre los 34 que obtuvo la fórmula Macri-Michetti en la general del 2015. En ese turno, todo el peronismo superó a duras penas el 37%. ¿Es, entonces, el piso nacional del FdT ese 37 y su techo ronda los 49, para no ir a la peculiaridad del 54% de Cristina en el 2011?
El mapeo de los resultados tendrá un peso la noche del domingo. JxC debe reconfirmar, de mínima, su predominio en la zona núcleo, esa franja que va de Mendoza a Capital y recorre San Luis, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. “¿Por qué si perdimos ahí en el 2019 ganaríamos ahora?”, se pregunta un funcionario en un rapto de realismo brutal aunque, quizá, ocultando alguna expectativa. Ahí la ecuación es inversa: perder en la banda amarilla es lo previsible y, en cierto modo, el que debe ganar y mejorar su performance en esos territorios es Juntos.
PI
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