El karma anti K incomoda a un Massa que necesita seducir al voto neutro
“Nos dormimos y perdimos la agenda”. Sergio Massa baja el mensaje con tono de alerta. Es viernes, casi medianoche, acaba de cerrar su gira por Mendoza y ajusta, contra reloj, una jornada doble que el lunes iniciará en Córdoba, un territorio esencial de cara al 19-N. Como un deja vu del 2015, la franja amarilla donde Mauricio Macri logró, hace ocho años, el plus para ganarle el balotaje presidencial a Daniel Scioli, se volvió una obsesión para el candidato-ministro a poco más de 300 horas del día D.
Es un nudo inquietante. En ese subcontinente que va de Mendoza a Entre Ríos, atraviesa San Luis, Córdoba y Santa Fe, y tiene como anexo distante a CABA, Massa tuvo malos registros y quedó, matemáticamente, lejos de valores competitivos para un balotaje. Es ahí, además, donde el pacto de Javier Milei con Macri se verifica taquillero en cuanto a votos y donde, además, asoma un karma difícil para Massa: el componente anti K, esa nomenclatura que el libertario logró reinstalar y busca una reacción visceral.
Poco visible, enroscado en los términos del acuerdo con Macri, Milei consiguió -según la autocrítica massista- instalar como debate el antagonismo “kirchnerismo sí o no” y hacerlo circular mejor que el “Milei sí o no”, el dilema que impulsa el comando de campaña de UxP. Ahí apunta la queja de Massa referida a que se perdió la agenda: si antes del 22-O, lo que concentró la conversación pública fue el “peligro Milei” (tras lo cual UxP aumentó un 50% la cantidad de votos mientras LLA creció 10%), ahora Milei-Macri tocaron el nervio de lo anti K.
Las luces rojas en el tablero de la campaña massista se nutren de sondeos que coinciden en anticipar un resultado abierto. Uno de los tantos informes que leen en el PJ, que confeccionó Hugo Haime, da pistas sobre los componentes que pueden determinar el resultado electoral: “el miedo a”. Según Haime, el miedo a Milei es apenas un poco más alto que el miedo a Massa, entendido esto último como un combo diverso que incluye, como elementos negativos, la continuidad de un gobierno crítico y la influencia del kirchnerismo.
Massa tropieza con otra dificultad. El clima social lo señala como ganador y eso potencia, por un lado, el temor a la continuidad, y por otro, vuelve más laxo el miedo a Milei, lo que puede derivar en que haya una migración al voto blanco o, incluso a LLA, de votantes que creen que ya ganó Massa. El dato aparece en las mediciones: el voto se reparte parejo pero ante la consulta de quién ganará la elección, la mayoría cree que será Massa. Puede ser un boomerang para el candidato peronista.
El voto libre
Esas lecturas, quizá volátiles, se topan con un fenómeno objetivamente más complejo. Antonio Milanese y Juan Ignacio Belbis, de la consultora Betta Lab, pusieron la lupa sobre lo que llamaron “voto libre”, para cuantificar y distribuir territorialmente a aquellos electores que votaron el 22-O por partidos que no están en el balotaje: los que pusieron la boleta de Patricia Bullrich, Juan Schiaretti y Myriam Bregman. Los tres, en la general, juntaron 8.761.028 votos. Eso expresa uno de cada tres votos de los más de 26 millones de la elección que ganó UxP. Si no se sumaran nuevos votantes ni bajara el número de blancos y nulos, esa es la laguna donde Massa y Milei deben ir a pescar los 13.395.817 votos necesarios para ganar el balotaje.
La presunción inicial es que parte de esos votantes migrarán a blancos, nulos o ausentes -aunque en 2015, bajó la concurrencia levemente pero hubo más votos positivos que en la general- pero si se registrase una repetición exacta, Massa debería sumar 3,7 millones a los 9,7 que logró el 22-O, mientras que Milei tendría que anexar 5,2 millones de votos. El informe de Betta Lab detecta que la mayor cantidad de “voto libre” está en territorios que son proclives al “cambio”, como define Belbis, o que tienen una histórica hostilidad anti K.
Casi el 45% del “voto libre” se concentra en la franja amarilla. Entre Córdoba, CABA, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Mendoza, juntan 3,8 millones de los 8,7 millones huérfanos de la general. Por eso, Massa se enfoca en esos territorios para ir, con perfil moderado, en busca de un votante neutro que pueda verlo como un dirigente no K pero, además, como alguien que puede hacer un gobierno mejor que el del Frente de Todos (FdT). Dato anexo: en el informe de Haime, un activo de Massa es que es visto como más capaz que Milei para resolver la crisis.
El mapeo del voto libre, que tiene que ver con los lugares donde sumaron mucho Schiaretti y Bullrich, debe cruzarse con un dato que se repite, con pocos matices, en la mayoría de las encuestas. Entre 60 y 70% de los votos de JxC se canalizan, hasta acá, hacia Milei. En los laboratorios electorales enseñan que en la matemática del balotaje hay que calcular por votos, no por porcentajes. Es decir: si 2/3 del voto de Bullrich migran a Milei, eso significa que LLA agrega 4,4 millones a sus 7,8 millones.
Por el pacto Macri-Milei, o a pesar de eso, es intensa la transferencia de voto. En esos sondeos parece, entonces, mínimo el impacto del rechazo de la UCR o, incluso, de la resistencia de sector macristas que ven a Milei como una amenaza para la democracia, que encarnó Pablo Avelluto. ¿Es una reflexión minúscula la del exfuncionario de Macri o puede expresa a un sector, aunque sea pequeño, del electorado del PRO que puede ver más peligro en la llegada de Milei que en la continuidad peronista? Se verá.
Ninguna elección se define por una sola razón, pero puede ser un punto de quiebre si, a grandes rasgos, el factor antiperonista -o anti K, porque Milei no invoca al peronismo- es más fuerte que la incertidumbre absoluta, el salto al vacío o, en palabras del psicoanalista Jorge Aleman, lo de que “las sociedades no se suicidan”.
Procesos
En el mundo Massa, la discusión de la elección gira en torno a una pregunta retórica: ¿cómo sería un gobierno de Milei? La oferta de LLA, más allá de la versión descafeinada que le presentó Macri, se enfoca en reformas extremas como la eliminación de los subsidios, la clausura de la obra pública o la vaucherización de la educación que tendrían impacto nítido y, para buena parte del tejido social, efectos dramáticos. Massa cree que podrá poner esa discusión sobre la mesa en el debate del 12 de noviembre. El formato del espadeo puede explicitar, además de las posturas, otros factores -como el comportamiento- determinantes para los votantes.
Apenas 72 horas antes del alerta de Massa que se menciona al inicio de esta crónica, el candidato juntó a la mesa chica de UxP y les bajó un mensaje todavía manso. “Ganamos gobernaciones e intendencias, estamos bien pero todavía no ganamos la elección”, les dijo. Tres días después el tono era otro. Había ocurrido, además, el episodio del faltante de combustibles, un problema de impacto trasversal en la sociedad y de alcance nacional. El sábado, un jefe territorial avisó que en su provincia del norte, todavía no se normalizó el abastecimiento.
Mientras la campaña nacional de Massa pone la lupa sobre Milei y lo que significa un eventual gobierno de Milei, en la provincia -particularmente en el conurbano- Kicillof mete en la conversación a Macri, el dirigente con mayor nivel de rechazo
Ese asunto alimenta las especulaciones sobre la ineficacia de YPF para prevenir o resolver la crisis y se lee, con un exceso de conspiranoia, como fuego amigo de sectores K. Suena insólito pensar que alguien crea que con Milei como presidente Cristina Kirchner la vaya a pasar mejor que con Massa en Casa Rosada. Al margen de ese oficio de sospechadores, hay otro escenario más incierto: cada uno de los catorce días que faltan para la elección, Massa lo atravesará como uno menos que pasó sin algún escándalo o crisis.
Al repasar el mapa del “voto libre”, otra vez, como en la general, la provincia de Buenos Aires se vuelve determinante. Si se mira el 2015, la única experiencia de balotaje, Scioli ganó en su territorio por apenas 60 mil votos. La manera obvia de tratar de compensar un resultado flojo en la franja amarilla -ahora violeta- es apostar a mejorar el resultado en PBA. Axel Kicillof se puso al frente de una campaña silenciosa. Estuvo la semana pasada con pastores evangelistas y prepara encuentros en todas las ciudades más importantes de cada sección -el lunes La Plata, luego Bahía Blanca y Olavarría, también Tandil- para traccionar a favor de Massa.
En la gobernación hacen la cuenta de que UxP debe ganar, al menos, 57 a 43 en territorio bonaerense para garantizar el balotaje nacional. Para llegar a ese porcentaje -si se mantuviese concurrencia y blanco-, Massa debe sumar algo más de 1 millones de votos en la provincia. Kicillof radarizó la elección y detectó los lugares donde puede mejorar la performance del 22-O. Juega, ahí, otro elemento: mientras a nivel nacional, la campaña de Massa es poner la lupa sobre Milei y lo que significa un eventual gobierno de Milei, en la provincia -particularmente en el conurbano- Kicillof mete en la conversación a Macri, el dirigente con mayor nivel de rechazo. Un sondeo de Proyección -una de las consultoras que anticipó el triunfo de UxP en la general- difundido este sábado, pone a Massa 7 puntos arriba en la provincia de Buenos Aires y registra un indeciso duro de casi 12 puntos.
En el massismo, cuando repasan el antecedente del 2015, recuerdan que el peronismo estuvo dividido -Massa fue por fuera del Frente para la Victoria (FpV)- y no jugó en el balotaje. Apuntan, además, a que Milei se quedó sin estructura en los territorios, lo que más que fiscales se refleja en que no tiene militancia territorial. De hecho, hasta acá, el libertario no salió del AMBA: solo hizo alguna caminata en barrios porteños y una caravana, mansa, en el norte del Gran Buenos Aires. En UxP apuestan a que no solo la UCR sino también sectores del PRO, en particular gobernadores e intendentes, no se involucren en la campaña de Milei, ni en la logística electoral, lo que puede potenciar su debilidad.
En paralelo, alertan que empezó el agite del fraude, algo que este fin de semana planteó Guillermo Francos en el programa Toma y Daca, y detrás del cual se indica que está Macri, que le habría pedido a Julio Garro -el derrotado intendente de La Plata- que estire la disputa judicial sobre el resultado con el objetivo de sembrar dudas sobre el sistema electoral. La paradoja de las quejas de JxC sobre el escrutinio provisorio es que el trámite fue más exitoso en 2023 que cuando estuvo a cargo del gobierno de Macri, en 2019, según un informe del Centro para la Investigación para la Calidad Democrática (Cicad).
PI/DTC
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