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Semiótica del “me gusta”

Del corazón al fueguito: ¿qué queremos decir cuando damos un “like”?

Aclaremos de una vez qué significan esos 'likes' en Stories.

Enrique Rey

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En Yellow Submarine, la película de animación protagonizada por The Beatles, lo primero que le piden a Ringo Starr es que no toque el botón rojo. Él, como era de esperar, lo presiona inmediatamente y sale disparado. Nos encanta pulsar botones, incluso si no sabemos muy bien para qué sirven. Lejos de submarinos psicodélicos, nos sucede, por ejemplo, con todos esos botones de “me gusta” o “like” que están estratégicamente colocados en Internet, especialmente en las plataformas, y que ya forman parte de su gramática. Los usamos sin parar y, aunque sabemos que disparan tanto la autoestima de quienes reciben esos likes como, después de miles de millones de clics, las cotizaciones de las plataformas que los registran; en último término, no conocemos muy bien las consecuencias de tanta pulsación.

Como casi siempre en este sector —que construye a su alrededor una mitología llena de genios y villanos— no está muy claro quién instaló el primer contador de likes. Tanto la plataforma de vídeo Vimeo como Friendfeed (una primitiva red social que terminó en manos de Facebook) se disputan el honor de haberlo implementado primero. Lo que sí está documentado es que, en la propia Facebook, el botón fue idea de Leah Perlman y allí fue donde se convirtió en lo que es hoy, transformando Internet y, por tanto, el mundo. Perlman es hoy una dibujante de cómics que no reniega de su invento, pero que se preocupa de sus consecuencias sobre los usuarios: como cualquiera, ella también notó que estaba dando demasiada importancia al número de likes.

El like, que dura menos que un suspiro y tiene algo de explosión, es tanto un vehículo para nuestros afectos como la unidad elemental alrededor de la que gira un enorme dispositivo contable de extracción de datos y beneficios. Entre estos dos polos que marcan los límites de su naturaleza bifurcada, el like (o su cantidad) también interviene en procesos relacionados con la vida laboral (que en muchas profesiones depende de la llamada “marca personal”, construida seguidor a seguidor) o con la sentimental.

“En esta situación, lo ideal sería abolir el botón de «Me gusta». Porque acabaríamos con la obsesión con los recuentos, las técnicas rastreras para generar engagement y la jerarquización de la sociedad virtual”, escribe el colectivo Proyecto Una en las conclusiones a su ensayo La viralidad del mal (Descontrol). Sin embargo, aunque plataformas como Instagram permiten ocultar su contador, ninguna de las grandes tecnológicas parece dispuesta a prescindir de ellos. Además, aunque a gran escala nadie duda de que los efectos de la desaparición del like serían positivos, a nivel usuario, nos perderíamos un intercambio muy rico de mensajes cifrados que van del coqueteo a la venganza. Porque, ¿qué significa exactamente un like?

¿Cuánta intimidad cabe en un “me gusta”?

“Like, meme, gif, bit… Internet está repleto de unidades mínimas de información con una notable recursividad. La condición esencial de estas unidades es la ligereza, la cual permite su difusión, edición y resignificación inmediatas”, explica Juan de Beatriz, poeta y lingüista. Esta versatilidad del like para contenerlo casi todo y adaptarse a cualquier situación comunicativa es una de sus fortalezas, tal y como también señala Mina Malo, filósofa y parte del colectivo Observatorio Deseo: “Unas de las claves del éxito de los likes se halla en su ambigüedad e incluso intraducibilidad. Cada uno es como una caja negra, no se sabe con exactitud qué hay dentro y eso favorece la movilización de los deseos”.

“No estoy tan segura de la polisemia del like”, opina la ilustradora Anastasia Bengoechea, célebre en redes como Monstruoespagueti. “Yo diría que siempre son de acuerdo o estoy contigo, en tu equipo. Siempre hay un apoyo a lo que se sube o a lo que se dice. Más que polisémicos, son una muestra de agrado con distintos tonos. También veo muchos likes que se hacen por interés. Ahí hay mucho detalle, pero no se da like para joder a nadie”.

Los contadores convierten los 'likes' en una cifra visible, pero, cuando se intercambian en privado, en conversaciones entre usuarios o de 'story' a 'story', tienen más que ver con los vínculos afectivos, el interés sincero y la intimidad

Ainhoa Marzol, periodista y analista de comportamientos online está de acuerdo: “Lo que quiere decir un like depende, y depende del que manda, del que recibe, de cómo se quiera interpretar… Sí que hay una parte muy estratégica, como ese like que pones a una persona que crees que está enfadada contigo, o el que pones para que esa persona crea que tú no estás enfadada. Pero lo que nunca me sale es dar like a una persona que me cae mal; sin embargo, en un post que no me hace mucha gracia de alguien que me cae bien, sí que lo pongo”, confiesa.

Así que la ambigüedad del like no es tanta. Los contadores (y las listas que se pueden revisar) convierten los likes en una cifra visible pero, cuando se intercambian en privado, en conversaciones entre usuarios o de story a story, tienen más que ver con los vínculos afectivos, el interés sincero y la intimidad (del simple “pasaba por aquí” al enamoramiento más intenso) que con los negocios. Con todo, aunque esos likes privados siempre son esencialmente positivos, los hay más y menos desconcertantes porque, como recuerda Mina Malo, “el deseo siempre es oscuro”. “A veces se mantiene la interacción digital con viejos amantes como si esa interacción fuera una suerte de relación paralela (con likes en teoría no deseados). Las historias quedan reducidas a esas interacciones por redes en las que queda mal ser espontáneo y lo más sutil es el lenguaje del like”, ejemplifica la filósofa.

Ese mismo “lenguaje del like” aparece durante el inicio del coqueteo y es una herramienta práctica para lograr visibilidad en contextos acelerados o cuando no se tiene la confianza suficiente para iniciar una conversación (que puede acabar surgiendo tras decenas de likes de un lado a otro). 

Los likes no comprometen a quien los envía ni interrumpen a quien los recibe y solo resultan intempestivos en casos extremos, como cuando parten de emisores con los que no se guarda ninguna relación o durante situaciones de ciberacoso. Así que son especialmente útiles para los tímidos en cualquier contexto virtual. Las (ya no tan) recientes variaciones sobre el like (del smiley 😀 al fueguito 🔥) se pueden entender así: un código para los que prefieren no escribir por miedo a quedar en evidencia.

“Para quienes sentimos ansiedad digital, el like es una herramienta para no gastar combustible social y, sin embargo, no dejar las cosas en visto y no dar una impresión negativa en las conversaciones online”, explica Marzol. “Yo agradezco mucho poder dar like a mensajes sueltos en todas partes, algo que no sé dónde empezó. Poder acabar una conversación con un like al final me parece un gran invento cuando no quiero salir de mi caparazón”, apunta, aludiendo a esos “me gusta” que desde hace poco se pueden aplicar sobre una conversación de WhatsApp o Facebook.

Para quienes sentimos ansiedad digital, el like es una herramienta para no gastar combustible social y, sin embargo, no dejar las cosas en visto y no dar una impresión negativa en las conversaciones online

Aunque hay quien también sufre por si sus “me gusta” son malinterpretados (preocupándose, por ejemplo, de si la persona que recibe corazoncitos y otros iconos en sus Stories creerá que existe una intención romántica donde solo hay amabilidad), todas las fuentes coinciden en que eso no importa: nunca sobra o, lo que es lo mismo, jamás llegan a ser demasiados. A este respecto, Juan de Beatriz tiene claro que “el like que más duele es el like ausente”, y lo desarrolla: “Me refiero tanto al like que en otro tiempo tuvo cuerpo, carta de naturaleza, pero que hoy ya no existe, como a ese like que no llega de tu crush. El like ausente sí que admite reformulaciones: like de viejos amigos, likes de exparejas, likes de familiares distantes. Aquí está operando un daño causado por la incomunicación que se acentúa porque el like, como el smiley, son unidades positivas, el combustible necesario para que siga funcionando el exceso de positividad que rige las redes sociales. Los antiguos decían que lo más doloroso es lo que no se dice, y llevaban razón”.

El like público como moneda digital

Como uniendo los puntos en un libro de pasatiempos —o, mejor, haciendo pequeños agujeritos en el papel con un punzón— se podría llegar a dibujar el retrato de alguien a través de sus likes. Los likes funcionan por acumulación, hasta que la silueta que forman se convierte en la imagen pública de quien pulsaba el botón. Tanto es así que, en junio de 2024, X (antes Twitter) decidió ocultar el historial de likes de sus usuarios. Según directivos de la compañía, el cambio sirvió para que millones de tuiteros se sintieran más libres (menos presionados por las expectativas ajenas) a la hora de elegir qué contenidos elegían premiar, aunque, en realidad, aquella fue otra de las maniobras de Musk para estimular los peores instintos de sus usuarios.

En el historial de búsquedas de cualquiera (o en sus conversaciones con IAs) pueden aparecer palabras desconcertantes, peticiones incoherentes, intereses inesperados o zonas de sombra. Al contrario, en el historial de likes, cuando es público, solo encontramos aquello que deseamos conscientemente y que, además, queremos que los demás sepan que deseamos o apoyamos.

El like que más duele es el like ausente. El que en otro tiempo tuvo cuerpo, carta de naturaleza, pero que hoy ya no existe, como a ese like que no llega de tu crush

Juan de Beatriz poeta y lingüista

La cuestión, entonces, es: ¿por qué deseamos lo que deseamos y exhibimos ese deseo? “Para René Girard deseamos las cosas porque otros las desean. El objeto en sí (unas gafas de sol, unas vacaciones o un anillo) es un pretexto”, contesta Malo. “La estructura del deseo es triangular. El deseo engendra deseo; también sucede así en redes: ponemos un ”me gusta“, un comentario, una reacción… con ello contribuimos a una bola de nieve que hace a los contenidos más visibles y más deseables”, explica la filósofa.

Este proceso de imitación contagiosa podría explicar todos esos likes públicos que otorgamos a marcas en las que no tenemos especial interés o a estrellas que es evidente que no manejan sus redes y no necesitan nuestro empujón. “No comprendo el acto reflejo, por ejemplo, de dar like a publicaciones rutinarias de figuras públicas (léase Messi, Karol G o Lana del Rey…). Cuando veo ese like de un conocido, amontonado entre miles de likes clicados urbi et orbi, siento incomprensión y acostumbro a preguntarme: ¿Estoy perdiendo el paso con el signo de nuestro tiempo? ¿Por qué arrojar tu corazoncito hacia la nada, bajo un selfi HD de una cuenta verificada? ¿Hay en el like una pulsión ”deseante“ entre admirador y admirado?”, comenta de Beatriz. 

El like es un símbolo de validación externa: yo soy quién soy porque los demás lo validan. Las redes nos enseñan a desear, orientando nuestros deseos

Entonces, ¿es posible escapar de estas dinámicas colectivas que, vistas de cerca, rozan el absurdo? “El like es un símbolo de validación externa: yo soy quien soy porque los demás lo validan. Las redes nos enseñan a desear, orientando nuestros deseos. La atención permite reeducar el deseo y dirigirlo hacia lo auténticamente vivo y luminoso. La cuestión no es quiénes creemos que somos, sino en qué queremos convertirnos. Por esta razón, el uso consciente de lo digital es un acto de resistencia”, expone Malo, insistiendo en que debemos distribuir nuestra atención de manera más exigente.

Eso sí, no debemos engañarnos: mientras usemos los likes, no importa hacia dónde, formaremos parte de un proyecto que escapa a nuestro control. El investigador en cultura digital Alejandro Pérez-Paredes lo tiene claro: “El ”me gusta“ es otro de los mecanismos del proyecto histórico moderno que Max Weber denominó racionalización del mundo. En el fondo, un ”me gusta“ es solo un ítem de una metodología sesgada cuya intención es calcular, cuantificar, procesos de relaciones humanas masivas, espontáneas y virtuales en los espacios online, para así poder asignar un precio a la publicidad de los productos de consumo”.

Puede que los vivamos de manera muy distinta: existe una distancia infinita entre el like que significa presencia, disponibilidad y apoyo para un amigo, el que enviamos para que alguien a quien deseamos nos preste atención, el que reconoce un post ingenioso o un discurso interesante y el que colocamos bajo la última publicación de Cristiano Ronaldo o Dua Lipa; sin embargo, las plataformas no los distinguen. Para ellas, unos y otros son lo mismo: combustible para su maquinaria.

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