En el norte de Brasil, las terapias intensivas son cámaras de muerte por asfixia
“Nosotros hicimos nuestra parte”, se atajó Jair Bolsonaro. Fue su primera respuesta a la catástrofe sanitaria que vive el Amazonas, donde faltan tubos de oxígeno para atender a los enfermos de covid con síntomas respiratorio.
El presidente brasileño reconoció que la situación en el norte del país es terrible y su primera preocupación fue deslindar culpas y responsabilidades: le importa dejar sentado que el Gobierno había cumplido con su parte, y que el Estado federal había hecho todo lo que estaba a su alcance en términos de brindar recursos.
Con más de 226 mil casos activos detectados y más de 6 mil muertos, la tasa de contagios y de letalidad se está disparando incontenible en el estado. Los proveedores de oxígeno ya dieron aviso a los hospitales de que no tienen más stock. Un plan de traslados busca derivar a centenares de enfermos a otros estados. Cada día hay que ocuparse de enterrar doscientos cadáveres Covid. En la ciudad de Manaos, capital del estado de Amazonas y puerto mayor a orillas del río más caudaloso del mundo, las terapias intensivas incapaces de dar respiración a quienes les falta el aire funcionan como cámaras de muerte por asfixia.
A la ciudad más poblada del norte de Brasil le falta oxígeno para mantener con vida a los pacientes de covid-19 y la faltan camas para internarlos, porque entre julio y octubre fue dado de baja el 85% de las nuevas unidades de tratamiento intensivo creadas en Manaos para el Covid-19. “Es difícil tener que elegir qué pacientes pueden recibir oxígeno suplementario, cuando no hay para todos, ni para muchos, sino sólo para unos pocos. Elegir cuáles tienen más chances”, se desahogó ante los medios un médico del Hospital Universitario Getúlio Vargas (HUGV).
En un video que se hizo viral, una mujer llora y en su llanto ruega por ayuda solidaria para el SPA de la Policlínica de Redenção donde, según sus palabras, mucha gente se estaba muriendo por la falta de oxígeno. La misma desesperación bramaba en otras unidades de atención de la ciudad en un jueves de terror que registró al menos dos muertes directamente vinculados a la asfixia por ausencia de oxígeno. Se sabe que estos números son sólo los de casos reconocidos, y que las víctimas son muchas más.
“Imaginate quedar sin poder respirar por una hora. Las camas se convirtieron en cámaras de asfixia. Es una de las más grandes tragedias recientes de la salud pública mundial”, sugiere Jessem Orellana, epidemióloga de Fiocruz-Amazonia que emitió trece alertas desde agosto donde advertía la inminencia de un colapso del sistema. “Nosotros hemos hecho el monitoreo de la pandemia no solamente a través de indicadores cuantitativos, sino también siguiendo de cerca la rutina de los hospitales y del trabajo de los profesionales de salud”, cuenta y dice que desde agosto de 2020 hubo una reversión del escenario epidemiológico, ella empezó a hacerse evidente. “La reversión es cuando tenés una transición de un patrón epidemiológico para otro. Primero tuvimos una gran tasa de infección en abril, y luego vimos una caída en los promedios por casi dos meses seguidos. Cuando llegamos en la transición de julio para agosto, empezamos a observar la reversión en esa caída, explica Orellana.
“Lo que está pasando hoy en Manaos es el resultado de un problema histórico de poco caso con la salud pública. Acá solo hay camas de terapia intensiva en la capital, en un estado de grandes dimensiones y difíciles accesos por su configuración geográfica”, resume Elaize Faria, de la agencia de periodismo independiente Amazônia Real. “Lo que está ocurriendo en Manaus es una conjunción de varios problema, la corrupción histórica y el desvío de recursos que deberían ir para el área de la salud”, reformula Elaize.
Con un paisaje particular, Amazonas es un estado donde muchas ciudades tienen en el transporte fluvial su principal medio de locomoción, y donde hay muchas comunidades prácticamente aisladas por cuenta de su configuración natural. “La cuestión del transporte en el Amazonas es un tema, ya que es mayormente hecho por embarcaciones, un sistema altamente contaminante. Más aún, porque todos los viajes son largos, suelen durar de dos a tres días, ya además con las personas viajando amontonadas”, constata Douglas Rodrigues, médico integrante del Proyecto Xingu de la UNIFESP, que trabaja en la prevención de la diseminación del virus entre las comunidades indígenas.
A este escenario contribuyó la falta de un plan nacional centralizado para la gestión sanitaria de la pandemia. Por el contrario, el discurso del Ejecutivo era más bien negacionista, y encontró eco en la población de una de las áreas más bolsonaristas de Brasil. “Hay una presión muy grande acá en la región por la apertura de la ciudad y un problema grave de negacionismo. La gran mayoría de la población de Manaos apoya a Bolsonaro”, cuenta Elaize.
“El gran problema del Covid es que, si dejas correr suelta la infección, el colapso va a ocurrir en cualquier lugar. Acá hay una enorme ceguera voluntaria, un atraso en la inmunización, una apuesta errada en tratamientos sabidamente ineficaces, como es el caso de la cloroquina”, dice Rodrigues. El médico sanitarista confirma que el problema del acceso a la información simple y confiable es uno de los más grandes obstáculos para frenar el avance de la pandemia, y que este mismo problema de la desinformación es inmoderadamente grave entre los pueblos indígenas.
Desde el inicio de la pandemia, Manaos ya venía siendo fuertemente golpeado por el virus, con un número de muertes diarias que hizo que las imágenes de cientos de fosas abiertas para entierros masivos, tras el colapso del sistema funerario, diesen la vuelta al globo.
Un artículo científico que movilizó la opinión pública internacional, dado a conocer en agosto por la revista Science, hizo que las autoridades brasileñas concluyeran que en Amazonas se había alcanzado la inmunidad de rebaño. Infirieron que Manaos ya tenía al 66% de su población protegida por haber estado en contacto con el coronavirus, “desconsiderando la cuestión de la reinfección, que la respuesta inmunológica tarda de 3 a 4 meses luego de la exposición al coronavirus”, sostiene Rodrigues. Esto, según el investigador, permitió el relajamiento de las medidas de aislamiento social preventivo y la reapertura del comercio. Además las elecciones municipales de noviembre y las fiestas de fin de año fueron los destapadores finales de la crisis de la última semana.
“Sin plan de vacunación, sin renta básica y sin oxígeno, el Amazonas pide socorro. El escenario caótico exige un aislamiento social preventivo y obligatorio”, reclama Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) vía redes sociales. La asamblea de naciones originarias criticó al general Eduardo Pazuello. El ministro interino de Salud brasileño visitó Manaos en el inicio de esta semana con un discurso más bien “vacío”, según APIB: volvió a recomendar cloroquina e ivermectina para el tratamiento del covid, dos drogas desaconsejadas por la Organización Mundial de la Salud.
“Estamos alcanzando niveles de mortalidad en el país peores de los que tuvimos en el auge de la pandemia, el jueves con 1300 muertes, el viernes con 1200 muertes”, añade Rodrigues. “Lo que aprendimos de la primera ola es que el virus va hacia el interior, y va a llegar nuevamente hacia las comunidades indígenas”, anticipa este médico del Proyecto Xingu.
En una verdadera carrera contra el reloj, el transporte de tubos de oxígeno se convirtió en prioridad urgente. Se pidió a la Aeronáutica militar de Estados Unidos que sus aviones contribuyeran al traslado de las donaciones, originadas mayormente en organizaciones de la sociedad civil. También la vecina República Bolivariana de Venezuela ofreció ayuda. “Por instrucciones del presidente Nicolás Maduro, conversamos con el Gobernador del Estado Amazonas para poner inmediatamente a su disposición el oxígeno necesario para atender la contingencia sanitaria en Manaos”, declaró el Ministro de Relaciones Exteriores venezolano. Jorge Arreaza no desaprovechó la ocasión para ironizar, y señaló que ofrecían auxilio a un Gobierno que siempre los criticó y a un Presidente que ganó elecciones asegurando a sus votantes que él era el único que podía evitar que Brasil se convirtiera en Venezuela, pero “¡Solidaridad latinoamericana ante todo!”, finalizó. El país que hace frontera con Brasil en aquella región tropical ofreció también enviar profesionales de la salud para auxiliar en la crisis. Según el gobernador de Amazonas Wilson Lima, fue el único país en ofrecer ayuda material directa.
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