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MEDIO AMBIENTE

Proponen proteger ecosistemas marinos a través del surf

Surfistas al amanecer en Playa Garza, Costa Rica.

Astrid Arellano | Mongabay Latam

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Los bosques, manglares y marismas que rodean a las olas de surf no sólo son lugares bellos para visitar, sino que representan sitios sumamente importantes para el planeta. Scott Atkinson, además de ser surfista y encontrar en las olas un espacio para conectar con la naturaleza, se ha dedicado a descifrarlas desde la ciencia.

Su investigación más reciente tuvo resultados impresionantes. Los ecosistemas de surf almacenan 88.3 millones de toneladas de carbono irrecuperable —aquel que, si se pierde hoy, no podría recuperarse en un plazo de 30 años—, por lo que representan sitios que la humanidad debe proteger para prevenir peores impactos frente al cambio climático.

“Cuando comenzamos, no sabíamos qué encontraríamos. El resultado nos dejó absolutamente asombrados: hay una superposición masiva entre grandes ecosistemas de surf, excelentes rompientes y ecosistemas de alto carbono en todo el mundo”, dice Atkinson, director de Conservación de Surf en la organización Conservación Internacional (CI) y uno de los autores del estudio publicado en agosto de 2024 en la revista Conservation Science and Practice.

En la investigación en la que colaboró con Jacob Bukoski, profesor asistente en el Colegio de Silvicultura de la Universidad Estatal de Oregón, se analizaron más de 4.800 lugares populares de surf en 113 países —incluidos Panamá, Colombia, México, Costa Rica y Guatemala—, y se utilizaron conjuntos de datos espaciales globales sobre carbono irrecuperable, así como ubicaciones de puntos de rompimiento de olas, tipos de ecosistemas, áreas protegidas y Áreas Clave para la Biodiversidad.

La información obtenida cobra mayor relevancia cuando, del total de toneladas de carbono documentadas, sólo 17,2 millones se encuentran en Áreas Clave para la Biodiversidad, pero sólo el 3% cuentan con una protección formal. Saber esto, agrega el surfista, añade otra razón para que estos sitios irremplazables sean protegidos.

En Mongabay Latam conversamos con Scott Atkinson sobre los resultados que destacan la conservación del surf como una posible vía para mitigar simultáneamente el cambio climático, proteger la biodiversidad y promover el desarrollo sostenible en las comunidades costeras.

—¿Cómo comenzó a surfear? ¿Qué encuentra fascinante en esta actividad?

—Empecé a surfear tarde en la vida. Había hecho un poco de surf con un buen amigo que fue mi compañero de cuarto en la universidad y que se había mudado a Hawái. Iba a visitarlo, pero sólo hice surf unas pocas veces. Luego decidí que quería vivir allí. Fui a la escuela de posgrado en Hawái, así que me mudé en el año 2000 y comencé a surfear todo lo que podía. Siempre dicen que el mejor surfista es el que más se divierte. Es muy divertido y es una pasión para mí. Es una manera muy inspiradora de conectarse con la naturaleza a diario. Para los surfistas de cualquier nivel, eso es realmente lo más importante, al menos para mí.

Estamos en una reunión, planificando y haciendo todas estas cosas para avanzar en la conservación, y escuchamos: “La marea está baja, las olas van a estar buenas. Vamos a tomar un descanso y salir a remar”. Y eso crea una conexión aún más fuerte. Es algo increíble tener un vehículo para la conservación que también te permite conectar con otras personas y socios, y con la gente local. A través del surf, siempre y cuando tengamos la actitud correcta, seamos amables y respetuosos con la gente local —respetarla es lo más importante en el surf— se forman relaciones increíbles.

Creo que esa ha sido la parte más importante para mí: simplemente divertirme, conocer a los surfistas locales y pasar un buen rato con ellos en toda América Latina. En cada lugar donde he surfeado, he tenido una conexión maravillosa y real con las personas en el agua.

La protección implica básicamente gestionar los tipos de amenazas que normalmente destruyen esos ecosistemas, y que también impactan realmente en los puntos de rompimiento de olas

—¿En qué momento decidió comenzar a estudiar la relación entre el surf y los ecosistemas marinos?

—Siempre fue algo que estuvo en el fondo de mi mente. La mayor parte de mi carrera ha sido en el sudeste asiático y las Islas del Pacífico. Ahora estoy realmente feliz de tener la oportunidad de trabajar mucho más en América Latina. Solía ir a Indonesia o Papúa Nueva Guinea a trabajar con comunidades u organizaciones asociadas para ayudar a diseñar Áreas Marinas Protegidas basadas en las comunidades, pero siempre llevaba mis tablas de surf conmigo. Después de que terminaba el trabajo, me iba una semana de viaje para surfear. En un momento pensé, ¿por qué estoy haciendo conservación en un lugar y surfeando allá, donde la conexión natural y los problemas de conservación son los mismos? Así que me tomó un tiempo averiguar cómo hacerlo, para que esta conexión fuera significativa en términos de impacto en la conservación.

—¿Cuáles fueron los hallazgos más significativos de la investigación recién publicada sobre sitios de surf y carbono irrecuperable?

—Conservación Internacional, al ser una organización muy orientada a la ciencia, busca hacer conservación en lugares que tienen aspectos importantes como la biodiversidad y el carbono, tanto para la naturaleza como para la humanidad. Hace unos años, hicimos un estudio sobre la superposición entre el surf y la biodiversidad, y nos sorprendió la cantidad de lugares de surf en el mundo que tienen una alta riqueza natural.

Presentamos nuestro programa internamente en CI, y Jacob Bukoski —el autor principal, quien en ese momento era becario en CI—, escuchó la presentación y nos dijo: “¿Cuándo hacemos surf y carbono?” Entonces se encendieron todas las luces: por supuesto, el carbono azul y el carbono irrecuperable es muy importante con todo lo que estamos viendo en el cambio climático.

Cuando comenzamos, no sabíamos qué encontraríamos. ¿Descubriríamos una superposición significativa o no? Y lo que encontramos nos dejó absolutamente asombrados: en realidad hay una superposición masiva entre grandes ecosistemas de surf, excelentes rompientes y ecosistemas de alto carbono en todo el mundo. La verdadera importancia es que esto simplemente nos da otra razón y justificación para asegurarnos de proteger estos lugares, y otro mecanismo para garantizar que estos lugares irremplazables estén protegidos.

—Su estudio identificó que 17,2 millones de toneladas de carbono irrecuperable se encuentran en Áreas Clave de Biodiversidad sin medidas de protección formal, ¿qué proponen como especialistas?

—Hemos desarrollado —junto con nuestros socios y algunos de los compañeros que están en el estudio, como la Coalición Save The Waves— el concepto o enfoque de las áreas protegidas para el surf. Esto implica la creación de nuevas áreas protegidas o el fortalecimiento de las áreas protegidas existentes donde los ecosistemas de surf, la biodiversidad y el carbono se superponen. Eso es lo que muestra el estudio: miles de lugares en el mundo donde existe esta superposición.

Este mecanismo realmente busca considerar los puntos de rompimiento de olas como un activo que necesita ser protegido, al igual que los arrecifes de coral, los manglares o las praderas marinas, pero también porque son muy atractivos para la sociedad; la gente quiere visitarlos y surfear allí. También es una forma de motivar la conservación del ecosistema y una manera de generar financiamiento sostenible para la conservación de estos sistemas.

Nuestra propuesta a nivel global es crear una red mundial de áreas protegidas para el surf, utilizando los marcos legales de todos los países en los que trabajamos, como un mecanismo para proteger estos ecosistemas de alto carbono y alta biodiversidad alrededor de los puntos de rompimiento de olas.

—¿En qué consistiría la protección de un sitio de surf?

—Se ha hecho un trabajo realmente interesante sobre cómo proteger la ola en sí y luego cómo proteger también los ecosistemas circundantes, por ejemplo, los bosques de cuencas hidrográficas, los manglares en bajas elevaciones, las praderas marinas, las marismas y los arrecifes, ya sean rocosos o de coral. La protección implica básicamente gestionar los tipos de amenazas que normalmente destruyen esos ecosistemas, y que también impactan realmente en los puntos de rompimiento de olas. Estamos realmente uniendo esas dos cosas.

Se puede pensar en el desarrollo costero irresponsable o en desarrollos que no son sensibles a las características ambientales ni a la ola por sí misma, la contaminación —como los plásticos y desechos sólidos, o el tratamiento de aguas residuales—, y la sedimentación, la alteración del hábitat y la sobrepesca. Estos son problemas para los ecosistemas, pero también se debe trabajar en la conservación y restauración de los manglares para detener la tala en estas áreas.

Además, hay que considerar algunas cosas que son especialmente importantes para las olas en sí: las olas pueden ser dañadas por la construcción de muros de contención o puertos. Obviamente, la humanidad necesita estas cosas, pero estamos hablando de hacerlo de manera ambientalmente responsable y sensible, para que esas áreas puedan ser protegidas, los sistemas naturales puedan beneficiarse y las personas locales también puedan beneficiarse.

Algo importante es que hemos visto lo que han hecho las personas locales para tratar de proteger estos lugares. Ellos están tomando acción por sí mismos. Muchos de nuestros socios han surgido de personas que nos contactaron y dijeron: “He estado tratando de restaurar mi manglar, he estado intentando lidiar con el problema de la basura, ¿podrían brindarme alguna asistencia técnica?” Y estamos muy contentos de hacerlo; les ayuda a llegar al siguiente nivel. Nosotros, como organización, no somos nada sin eso. No podemos lograr la conservación por nosotros mismos. Aportamos ideas, pero son las personas y los gobiernos locales quienes logran la conservación. Podemos hacer aún más a medida que trabajemos juntos.

—¿Cuáles son los desafíos para proteger estos sitios en América Latina? ¿Ha encontrado barreras específicas en estos países?

—Nuestro trabajo en la conservación del surf en América Latina es relativamente nuevo. Actualmente estamos activos en Costa Rica, Perú y Brasil, sin embargo, se compartirá el enfoque de conservación de ecosistemas de surf con todos los países de América Latina. Los desafíos que enfrentamos en cualquier parte del mundo tienen que ver con el desarrollo, a veces, debido a que las áreas de surf son tan atractivas para las personas, que atraen visitantes y quieren desarrollarlas. El verdadero desafío es trabajar con las comunidades locales, con las autoridades y con los desarrolladores para tener un enfoque equilibrado.

En Conservación Internacional —y esto es realmente importante— nuestro enfoque es proteger la naturaleza para que tanto las personas como la naturaleza puedan prosperar. No se trata sólo de las áreas naturales, sino también de que las personas se beneficien. El desafío realmente consiste en trabajar con la gente local para lograr estos objetivos.

Hemos tenido mucho éxito, lo cual atribuyo a la pasión de la comunidad de surfistas y también a los beneficios económicos del surf, porque aporta mucho dinero a las áreas locales en todo el mundo. Necesitamos mantener ese ingreso y mantener a las personas empleadas. Si se sobredesarrolla o se hacen cosas que vuelven el entorno poco atractivo o incluso peligroso, se pierde eso; se pierde ese beneficio económico y los surfistas locales perderán su pasión y su capacidad para interactuar con el océano de la manera que les apasiona.

—¿Ha habido avances en los países latinoamericanos?

—Hemos documentado las contribuciones financieras del surf a las economías locales y regionales, y Save the Waves ha sido el principal líder. Hemos podido realizar este tipo de estudios en Costa Rica. También hemos examinado, tanto Costa Rica como Brasil, la superposición de ecosistemas de alta biodiversidad y alto carbono.

Además, los recientes proyectos apoyados por donantes han comenzado a mejorar la gestión de los lugares en estos países. Tenemos dos sitios en Costa Rica en los que estamos trabajando, dos sitios más en Perú, y Brasil acaba de lanzar el Programa de Reservas de Surf, por lo que en las próximas semanas seleccionarán la primera de ellas. Así que ha habido un gran avance en el establecimiento de bases sólidas para avanzar en la conservación de ecosistemas de surf en América Latina.

—¿Cuál es su esperanza personal respecto a la importancia de la conservación de los sitios de surf y sus ecosistemas en el mundo?

—Estoy realmente preocupado por la trayectoria que podríamos seguir si no implementamos este tipo de gestión. El océano es un recurso libre para beneficiar a la humanidad, pero protegerlo requiere esfuerzo, dinero y tiempo. Queremos asegurarnos de que las comunidades locales —en primer lugar— tengan la oportunidad, junto con los gobiernos locales, de establecer sistemas que les beneficien y puedan mantenerlos saludables, felices con la naturaleza, con buenas economías y situaciones positivas en sus áreas, y evitar el camino de desarrollo negativo que ha ocurrido en distintas partes del mundo. Por lo tanto, en cada sitio en el que trabajamos, debemos mantener ese equilibrio y ese beneficio para las personas y comunidades locales.

Luego, la esperanza es que cada vez más de estas áreas desarrollen formas de sostener la gestión, generando ingresos locales, mecanismos financieros locales para que puedan mantenerlo, beneficiarse para continuar y luego replicar el modelo. Finalmente, que la conservación de ecosistemas de surf se convierta en un vehículo para la conservación en cada lugar donde haya olas, biodiversidad y carbono, y que los diferentes grupos de interesados tengan los recursos para perseguirlo y puedan hacerlo sostenible. Ese es mi sueño. Luego me retiraré y haré un largo, largo viaje de surf.

ED/JJD

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