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Gordofobia
“No es apología de la obesidad, es derecho a existir”: por qué mostrar cuerpos gordos sigue siendo polémico

Anuncio de bañadores de Roxy que pretende mostrar un amplio abanico de cuerpos

Marta Borraz

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“Una mujer puede ser preciosa tenga una S o una XL, pero sinceramente, defender y hacer apología de enfermedades como la obesidad me parece peligroso”. Con estas palabras se opuso esta semana la presentadora española Adriana Abenia a una campaña publicitaria de la marca de ropa Roxy que muestra a varias mujeres en bañador de diferentes tallas y formas de cuerpo, entre ellas, la surfista Malia Kale Opaa. Abenia, que justificó su comentario apelando a la salud, ha reavivado el debate sobre cómo afectan estos discursos a las personas que los sufren, la discriminación que atraviesan y, precisamente, su falta de representación, que también impactan en su salud.

“Nadie está diciendo que todo el mundo debería engordar o que la sociedad en su conjunto debería ser gorda. Estamos hablando de nuestra necesidad de ser visibilizadas y de que tengamos acceso a ropa de nuestra talla. No es hacer apología de la obesidad, sino de la diversidad corporal y nuestro derecho a existir”, dice sobre la polémica Magdalena Piñeyro, ensayista y cofundadora de la plataforma Stop Gordofobia.

El argumento de la salud es uno de los comentarios que todas las personas que no están delgadas han recibido al menos una vez en la vida. “La anorexia es insana y la obesidad también y quien diga lo contrario se engaña”, argumentó Abenia en Instagram. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la obesidad como una enfermedad multifactorial y la califica como factor de riesgo de otras muchas patologías, pero también destaca que las personas con obesidad “suelen ser objeto de estigmatización” y “sufren sesgos, prejuicios y discriminación social”. Entre ellos, que son personas sin voluntad, vagas, que no hacen deporte o no saben controlarse.

Ello unido a un ideal muy férreo marcado por la delgadez como única meta para los cuerpos cala en una presión que en la mayor parte de ocasiones ocupa la vida de estas personas y se traduce en una revisión constante del peso, rechazo al cuerpo, comportamientos obsesivos, dietas agresivas e incluso trastornos de la conducta alimentaria. “Muchas personas vivimos los efectos de la gordofobia, de la invisibilización y del señalamiento en nuestra salud mental y de eso nadie parece preocuparse”, cree Piñeyro, que apunta al “dolor y sufrimiento” que genera “pensar que somos los cuerpos que nadie quiere habitar o que hay que ocultar”.

Autolimitación, baja autoestima, culpa

Los efectos en la salud mental de esta presión, de lo que la socióloga Esther Pineda llamó “violencia estética”, los ve cada día en consulta Noemí Conde, psicóloga del equipo Desnúdate. Autoestima Corporal, especializado en acompañar a personas en conflicto con su cuerpo. “Lo viven con mucha culpa, mucha inseguridad, un autoconcepto muy dañado y muy poca autoestima. La discriminación condiciona mucho como se tratan a ellas mismas”, explica la terapeuta. La autolimitación en lo cotidiano es quizá una de las consecuencias más palpables: “Van cerrándose cada vez más esferas de la vida hasta el punto de dejar de ir a comer con amigas, a la playa, a bailar...”.

Por eso, el equipo de Desnúdate trabaja con un concepto de salud en sentido amplio, que abarque también la salud emocional y social. “Salud es también que nos podamos ir a tomar algo con una amiga o ir a la piscina, cosas que muchas dejan de hacer. De hecho, si hay salud mental, hará que queramos tratarnos con amor y cuidar de nosotras mismas. Si no la tenemos, fomentaremos seguramente conductas de riesgo, dañinas y de maltrato hacia una misma”, es decir, todo lo contrario a los hábitos de vida saludables.

Esta presión por cambiar el propio cuerpo suele acompañar a las personas gordas desde la infancia y la niñez. De ahí, que a la psicóloga le parezca especialmente relevante que la publicidad, los medios de comunicación y la cultura en general empiecen a mostrar diversidad de cuerpos. “En esas edades más vulnerables, una chica joven que vea este tipo de anuncios puede sentirse representada porque ya desde pequeñas hay un trauma y una percepción de que su cuerpo no es válido o no es suficiente”, explica Conde.

En este sentido, Piñeyro añade que “este tipo de anuncios lo que fomentan es salud”, no al contrario. “No creo que pueda fomentarse ser gordo, en esta sociedad profundamente gordofóbica dudo mucho que podamos convencer a alguien de que ser gordo está bien”. De hecho, la gordofobia impacta de manera directa en quienes no están delgados, pero se extiende hacia toda la población. La reciente guía sobre el tema que ha editado el Instituto Canario de Igualdad pone aquí el acento y remarca cómo esta exigencia no solo se manifiesta en el rechazo a estos cuerpos, sino en el propio miedo a engordar.

“La salud no se mide en kilos”

Entre los especialistas en nutrición no hay consenso. Hay quienes ponen el foco en el problema de salud que supone la obesidad, del que alerta la Organización Mundial de la Salud, y quienes coinciden en ampliar la mirada y no obviar los condicionantes sociales y personales de quienes la sufren.

Este último el caso de la nutricionista Gabriela Uriarte, que manifestó hace unos días en Instagram su opinión sobre la campaña publicitaria de Roxy. La experta, que dirige una consulta de nutrición y psicología, quiso poner el foco en el discurso público sobre la salud de las personas gordas comparándolo con otros factores de riesgo: “Lo es igual que fumar, pero como no lo vemos, no nos importa. Si solo nos interpela la salud que se ve, una mujer con un cuerpo grande, realmente ¿te está importando su salud o su corporalidad? ¿Por qué no te cuestionas la salud del resto de personas que aparecen en el anuncio?

“Es un problema de salud muy importante”, señala por su parte la especialista en epidemiología nutricional y catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Las Palmas Almudena Sánchez. La experta incide en que existe una discriminación hacia las personas que no están delgadas, pero asegura que “no pueden banalizarse los problemas de salud que a corto, medio y largo plazo pueden producirse”, algo que cree que “debe visibilizarse”. Y al contrario, “no se puede fomentar la obesidad como algo saludable porque no lo es”, añade. Sánchez apuesta por promover “modelos de vida saludables”, no “cuerpos perfectos de modelos”, pero sí “que poblacionalmente es necesario que se reduzca la obesidad”.

En otras dimensiones se ha fijado el nutricionista Julio Basulto, autor de Come Mierda (Vergara), que parte de la idea de que la delgadez no es sinónimo de salud y asegura que la evidencia científica “nos dice que una persona con sobrepeso, salvo si es una obesidad severa, que son excepciones, puede tener mejor estado de salud que una persona con normopeso si esta hace lo que hacemos casi todos: seguir estilos de vida que no son saludables”, explicaba hace unas semanas en conversación con este periódico.

Al igual que hace la Organización Mundial de la Salud, que define la obesidad como una enfermedad “multifactorial”, Basulto pone el foco en el abanico de causas que pueden motivarla. La OMS, de hecho, las define como “impulsores y determinantes fundamentales”, entre los que está “la genética, la biología, el acceso a la salud, la salud mental, la alimentación, los factores socioculturales, la economía, el medio ambiente y los intereses comerciales”. Lejos de un único motivante, el que suele estar en el discurso público y que asocia la no delgadez únicamente a la mala alimentación o la falta de ejercicio físico.

“La salud no se mide en kilos, se mide en hábitos saludables”, aseguraba el nutricionista, y fomentarlos para toda la población es “la única estrategia que es útil, sin pensar en la báscula y sin culpabilizar”. Lo contrario, apunta, no funciona y tiene graves consecuencias para la salud mental de esta población.

MB

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