Massa y Milei ven a Bullrich afuera y se disputan a los huérfanos de Macri
“Si dicen que no cumplo con el FMI, me ayudan”. Sergio Massa tiene un chip electoral. A 35 días del 22-O, explora artilugios para juntar dólares con la certeza de que las medidas que lanzó tras la devaluación del 14 de agosto, que colisionan con el manual del FMI, bloquearán desembolsos y alterarán cualquier negociación. En la intimidad, Massa desliza un reproche extravagante hacia la jefa del organismo, Kristalina Georgieva y su segunda, Gita Gopinath, porque le prometieron viajar a la Argentina, y no lo hicieron.
El buró del fondo es un punto de fuga para minimizar un episodio cercano, casi íntimo, que intoxicó la campaña: la irrupción de Máximo Kirchner, luego de 40 días fuera del radar, casi con el exclusivo propósito de refutar a Axel Kicillof, metralla a la que se sumó Mayra Mendoza. Massa sobrevoló el episodio, pero decidió intervenir para que no escale una grieta intra K que parece imposible de suturar. “Son palabras, cosas que se dicen, no hay interna”, le bajó el precio al incidente y desplegó una protección extra sobre el jefe del PJ bonaerense.
El chispazo se produjo cuando Massa logró meter un puñado de temas en la agenda pública luego de correr, como todo el ecosistema político, detrás del menú endemoniado de Javier Milei. Cuando el candidato empezó a disputar el ring público con el libertario, Kirchner reactivó la micro interna cuyo disparador fue el discurso de Kicillof donde habló de crear una nueva épica K. Operó, además, para que Máximo abandonara la cuasi clandestinidad: dio una conferencia de prensa y, con Massa como lazarillo y custodio, participó de una charla masiva, un off, con más de medio centenar de periodistas.
Primos
Hay un dato paradójico: en la ronda privada con dirigentes, durante la cumbre del PJ, el diputado no hizo ninguna objeción a Kicillof, incluso planteó que una victoria contundente en la provincia, además de lograr la reelección del gobernador, servirá para garantizar que Massa, con buen soporte de votos, esté en el balotaje. Pero lo zamarreó en público. “Axel se la busca, porque sospecha de todo lo que hace Máximo que, además, se cree que lo puso como gobernador”, intenta un diagnóstico equidistante un dirigente que interactúa con ambos. Kicillof evitó alimentar el cruce. A su lado afirman que el ruido con Máximo no supone una tensión con Cristina.
No parece un asunto que logre permear en la conversación de los votantes, que miran de lejos la campaña y agotan su atención en urgencias como la inflación y la inseguridad, pero impacta en la vida interna del peronismo que recién se empieza a reponer del sablazo electoral del 13-A. “No estuvo borrado, estuvo dedicado a suturar las heridas de la PASO en un territorio difícil como la provincia”, defendió Massa a Kirchner que anticipó que, como primer candidato a diputado nacional por la provincia, tendrá más protagonismo.
Comenzó, a cielo abierto, la disputa por la herencia del espacio que dejó vacante Cristina Kirchner, trámite que está en curso como expresó Massa cuando dijo “arriba no hay nadie”, en referencia a la conducción de UP. Nada nuevo ni atípico en las sucesiones peronistas. La preferencia de Massa por Máximo parece responder a esa lógica: aunque sugiere que si pierde la presidencial este será su último tiempo en la política, el ministro-candidato tiene más empatía con el diputado a quien no visualiza como una amenaza electoral ni de jefatura, algo que sí ve en Kicillof. Días atrás, en un evento juntos, Máximo ejecutó la coreografía de ceder la centralidad a Massa. “El presidente es él”, hizo un acting cuando Massa lo interrumpió para hacer una aclaración.
Territorios
Detrás de esas picardías, está lo importante: Massa le pidió a los intendentes verticalizar la campaña, que le den la centralidad mientras cada uno recorre el territorio donde puedan medir la capacidad de crecimiento electoral. Dos semanas antes de la general, el candidato prevé juntarse con los alcaldes del conurbano y evaluar, caso por caso, qué margen para crecer hay en cada lado. Evita objetar el estadísticamente probado corte de boleta. “En 2009, Malena sacó más votos que yo en Tigre. ¿Eso quiere decir que mi mujer me cortó boleta a mi? No, la dinámica local es diferente”, explica Massa y cita un caso cercano: Juan Andreotti, que se sumó a su campaña para coordinar las redes, sacó como candidato a intendente en San Fernando 47 mil votos mientras que Massa y Juan Grabois, sumados, lograron 32.600 mil, el mismo número que Kicillof. Una diferencia de casi 15 mil votos. Hay un informe muy detallado del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICAD) que repasó, distrito por distrito, el nivel de corte entre las boletas de Massa, Kicillof y los candidatos locales.
El mensaje del ministro-candidato es puntual. “Si somos gobierno, un concejal más se consigue fácil. Pero si perdemos la Nación...”. Traducción: les pide que estén dispuestos a sacrificar algunos puntos para, de ese modo, traccionar hacia arriba las boletas de Massa y Kicillof quien, advierten en el entorno massista, puede terminar muy perjudicado con una legislatura en abierta minoría. En la última semana, hubo un cambio de percepción en la lógica de Massa: desechó, no está claro si de manera definitiva, la tesis de apostar a los tercios y empezó a operar sobre un escenario de ultra polarización con Milei, como contó elDiarioAR el viernes, que se sostiene sobre un hecho que cree irreversible: el desgajamiento paulatino de la candidatura de Patricia Bullrich.
Panic attack
Milei leyó ese proceso y se enfocará, como en ningún otro lado, en la provincia de Buenos Aires, uno de los dominios donde tuvo la elección más floja. “Si Javier quiere ganar en primera vuelta, tiene que mejorar 10 puntos en la provincia de Buenos Aires”, explican desde la mesa provincial de La Libertad Avanza (LLA), donde empezó un poroteo que los invita a pensar no solo en la posibilidad de que Carolina Píparo gane la gobernación -repiten encuestas que la ubican a 3 puntos de Kicillof- sino, aunque el resultado provincial no se dé, le permitiría ganar la intendencia en municipios como Bahía Blanca, Coronel Rosales e, incluso, ser muy competitivo en distritos como Merlo, donde UP sacó 78 mil votos mientras el postulante libertario rozó los 60 mil.
El hombre de la motosierra explora, en algunas ocasiones a partir de las gestiones del economista Juan Carlos De Pablo, vínculos con referentes sindicales como Gerardo Martínez, de la UOCRA, Facundo Moyano o Luis Barrionuevo, un mecenas que suene facilitar transporte aéreo a los candidatos que patrocina, como ocurrió antes con “Wado” De Pedro. Milei, convencido de que no lo dañan esos contactos, se reúne con el gastronómico y al rato despotrica contra la casta en TV.
En paralelo, asoma, todavía muy germinal, una línea de negociaciones entre los referentes de Milei y los candidatos locales de JxC para buscar un acuerdo. Milei, como Massa, dan por liquidada a Bullrich, y quieren ir a apadrinar a sus huérfanos. Entre los intendentes de Juntos reina el pánico: la caída pronunciada de Bullrich, que en distritos como Mar del Plata mide apenas 20 puntos, obsesiona a alcaldes como el platense Julio Garro, que ganó las PASO por 6 puntos, o Diego Kravetz que, como sucesor de Néstor Grindetti, perdió por 10 mil votos contra la sumatoria de las listas de UP. ¿Qué margen tienen los candidatos locales de JxC de sostener, hasta el final, a Bullrich si sigue con los números rojo que muestra en las encuestas?
El delivery de boletas se convertirá en un recurso de supervivencia y Massa pretende aprovechar, post general, la orfandad de parte de los jefes territoriales de Juntos para subirlos a un acuerdo político. No hace mucho, Aníbal Fernández se reunió a solas con Gerardo Morales.
“El PRO sabe jugar en la campaña, seguro en las últimas dos semanas meten alguna movida que los reposiciona”, advierte una fuente de UP. Esa magia nostálgica del “sí se puede” de Mauricio Macri en el 2019, no dio señales de estar activa. Cruel, Jaime Durán Barba apareció para pronosticar que JxC saldrá tercero. Santiago Caputo, el publicista de Milei, se formó en el equipo del ecuatoriano.
Federalización
El 27 de septiembre, Massa prepara un acto en Neuquén donde estarían no solo el PJ local, un espacio con escaso volumen electoral, sino los dos sectores realmente poderosos: el MPN y la escisión que encabezó, y con la que ganó la gobernación, “Rolo” Figueroa, que contó con un silencioso pero efectivo respaldo de Massa cuando desafió al partido fundado por los Sapag. Ahora, el ministro-candidato, salió a pedir retribución electoral por antiguos favores. Lo mismo ocurre con Gustavo Saenz, que poco y nada hizo para las PASO y que, al menos desde la gestión, aportó una columna importante en el acto de Tucumán. Juan Manzur, otro que caminó la primaria, se muestra más motivado.
Sergio Uñac, que perdió San Juan, se convirtió en un canciller de Massa ante el mundo empresario y puede anotarse en ese scrum de dirigentes que, además de aportar desde sus provincias, pueden ayudar a construir un perfil diferenciado del ministro: federal y deskirchnerizado. Apenas Uñac se presentó en algunas rondas como delegado de Massa, empezó la especulación sobre qué rol podría tener en un hipotético gabinete del tigrense. Hasta acá, el candidato-ministro no se subió a la lógica de Milei y Bullrich de anunciar futuros funcionarios. Desliza un nombre: Leonardo Madcur será su hombre en el BCRA.
PI/DTC
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