“Los delincuentes” y un ensayo sobre la libertad
“No creo que nunca,
si que nunca,
no creo que nunca,
la hemos pasado tan mal;
no es posible,
es imposible,
aguantar“
Adónde Está La Libertad (1971) - Pappo's Blues
Todo arrancó con una propuesta para hacer una remake. A Rodrigo Moreno, director de El custodio (2006), Un mundo misterioso (2011) y Reimon (2014), le ofrecieron reversionar Apenas un delincuente (1949), un film de Hugo Fregonese donde el personaje principal se lleva dinero de la empresa donde trabaja con el propósito de tener una vida lujosa. Pero a Moreno esa premisa no lo seducía. Es que contar la historia de un hombre que quiere hacerse millonario estaba muy por fuera de sus intereses artísticos y temáticos. Hasta que se le vino una pregunta que cambió por completo la idea del proyecto: ¿Y sí en realidad lo que el tipo desea es tiempo?
Desde ahí empezó a construir a Morán, el protagonista de Los delincuentes (2023) que roba para dejar de trabajar y ganar tiempo de ocio. La película, que tuvo su estreno en el Festival de Cannes y que viene cosechando muy buenas críticas, fue elegida por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina para competir por el Oscar en la categoría mejor película extranjera.
“¿Tres años y medio en la cárcel ó 25 años en un banco?” es la pregunta que se hace Morán (Daniel Elías), tesorero de un banco. En el film, lo vemos entrar a la bóveda y llevarse 650 mil dólares. No es cualquier cifra: es la cantidad exacta que él y Román (Esteban Bigliardi), un compañero de la sucursal, cobrarían hasta el día de su jubilación. Morán hace una cuenta más: si se entrega a la Policía pasará seis años - tres y medio si tiene buena conducta - en la cárcel y luego podrá hacer uso de ese dinero. Pero necesita que Román, al que extorsiona y hace cómplice, guarde los billetes.
Para construir a su protagonista, Moreno se entrevistó con tesoreros de bancos y fue anotando el paso a paso de ese trabajo. “Me interesaba dar cuenta del sometimiento de ese ritual, el sometimiento a esa especie de rutina diaria rodeada de dinero ajeno”, explica por videollamada desde su celular. Hace ocho días que no tiene Internet en su casa y, en contraposición a sus hijos, no parece preocuparse mucho. Incluso, está un poco contento: ganó tiempo para leer y me muestra el libro Argentina beat (2016), una antología sobre los grupos literarios Opium y Sunda.
Morán hurta para tener cuanto antes una vida más parecida a lo que desea. Una vida que será modesta, pero estará libre de obligaciones y rutinas laborales que lo fagocitan. En la película, trabajar se parece más a sobrevivir que a vivir. De casa al trabajo y del trabajo a la casa. Del placer y del ocio: ni noticias. ¿Cuánto tiempo de la vida nos la pasamos trabajando? ¿Vale la pena trabajar toda una vida para ganar apenas unos años de ocio en el trayecto final?. “Yo marco tarjeta todos los días. ¿Y todo eso para qué? Para pagar el departamento, de vez en cuando comprarme un traje, una camisa nueva, tener el último teléfono celular, ahorrar para irme de vacaciones 15 días. 15 días al año. 15 sobre 365 días para tener tiempo libre. Supuestamente libre porque vas a una playa y estás rodeado de los mismos que te cruzás en el subte el resto del año”, reflexiona el protagonista.
Tal vez la libertad implique siempre desobedecer el mandato de nuestro tiempo en pos de la conquista de eso: de un tiempo que no sea productivo, de un tiempo que no sea para conseguir un laburo, para levantarme una chica o un chico
Luego del robo, vamos a ver qué le ocurre en la cárcel y qué pasa con Román, quien no sólo tiene que zafar de la investigación que llevan adelante en el banco si no también viajar a las sierras cordobesas a esconder el botín. La historia empieza a ramificarse, cambian los escenarios y el tiempo de la narración es otro. El film se aleja del clima asfixiante y agobiante de la ciudad para dar cuenta de otros “mundos” con paisajes llenos de naturaleza, nuevos personajes y momentos más ociosos. Los dos personajes van en busca de una vida más libre, un mismo destino, pero cada uno transitará un camino diferente. Esta duplicidad, que ya está plasmada desde sus propios nombres (Morán - Román son anagramas), estará operando en toda la historia.
“Creo que la principal pregunta que aparece tiene que ver con qué lugar ocupa el trabajo en nosotros y qué pasa si ese lugar que ocupa es otro. También qué pasa si no consagramos nuestra vida al trabajo. No sé que hay para descubrir. En todo caso, es la experiencia que habría que atravesar”, puntualiza su director.
El escritor Osvaldo Baigorria escribió en “Un esfuerzo inútil”, un ensayo contra el trabajo: “Alguien objetará que es necesario para organizar la existencia cotidiana y alejar los fantasmas de la angustia, el sinsentido de la vida e incluso las adicciones. Qué paradoja cruel que para enviar esos fantasmas haya que trabajar: ¿qué, el animal humano no puede estarse quieto, tranquilo, sereno, en el transcurso de su día a día si no trabaja? Esto habla más de nuestras limitaciones que de las bondades del trabajo. Que el precio a pagar para encontrar algún sentido sea el desgaste corporal que, tarde o temprano, provoca el trabajo es ya una señal de que algo anda mal en nuestra relación con la vida”.
Los delincuentes es un film que requiere (y requirió) tiempo: el rodaje arrancó en 2018 (y se prolongó hasta 2022) y tiene una duración de un poco más de tres horas. La historia tensiona sobre asuntos que Moreno ya venía trabajando: la alienación laboral, el ocio y el uso del tiempo. Sin embargo, en este largometraje encontró “más que la condensación de temas es la condensación de una forma en el sentido de empezar a tener mayor autoridad sobre las elecciones que uno toma”.
La apuesta estética y rítmica son un homenaje a ese tiempo improductivo y poético del que habla la película. Aparecen planos de la ciudad Buenos Aires acompañados de música de Astor Piazzolla que recuerdan al cine argentino de los años ‘70 y ‘80; hay una lectura completa del poema “La gran salina”, de Ricardo Zelarayán; y se proyecta un fragmento del film El dinero (1983), de Robert Bresson, entre otras elecciones artísticas.
Uno de los grandes temas de Los delincuentes tiene que ver con la libertad, pero la película abre más preguntas que respuestas en este punto. “No sé dónde hoy está la libertad. Yo creo que está bueno apagar el celular, irse de las redes sociales, tal vez ahí está la libertad, tal vez haya que desobedecer el mandato de nuestro tiempo. Tal vez la libertad implique siempre desobedecer el mandato de nuestro tiempo en pos de la conquista de eso: de un tiempo que no sea productivo, de un tiempo que no sea para conseguir un laburo, para levantarme una chica o un chico. Tal vez la libertad sea renunciar un poco a eso, más allá de cuestiones más profundas. Tiene que ver un poco con lo que sí habla la película, que es liberarse del yugo. ¿Cómo hacerlo en un sistema tan decadente con el que vivimos? No lo sé, en principio, pienso, que tal vez haya que apagar un rato el teléfono”, afirma Moreno.
La canción, que musicaliza el último plano y da inicio a esta nota, quedará retumbando -como toda la película- en la cabeza del espectador. Quizás lo empuje a ir, como Morán, por la vida que está postergando.
LB
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