El poeta que dejó escrita su autopsia
Cómo me hice viernes (una autopsia), Ediciones DocumentA/Escénicas (Córdoba, 2018), es un texto autobiográfico en el que Juan Forn narra lo que él mismo llama su “trayecto literario”: apasionados acercamientos a autores y obras, entrañables anécdotas familiares y sentimentales, lecciones aprendidas en páginas y playas. A manera de homenaje, se reproducen algunos párrafos que recuperan la gracia sobrenatural del escritor que se reía por haberse inoculado ríos de sangre judía, rusa, japonesa, mitteleuropea, italiana y latinoamericana sin que, finalmente, pudiera dejar de escuchar el comentario de rigor: “Sos reshanqui para escribir, vos”.
“Se podría decir que entré a la literatura por un ascensor. Cuando tenía quince años, compartía un viaje hasta el noveno piso con un vecino de mi edificio que nos oyó hablar sin parar a dos amigos y a mí del plan de hacer una revista que no se pareciera a ninguna otra. Al llegar a su piso el tipo dijo que tenía algo que quizá nos sirviera, y nos invitó a los tres a pasar, y nos mostró libros, y nos recomendó películas y nos puso discos, y en aquel living a media luz en plena dictadura, nos hizo entrar a un mundo en el que James Dean le leía a Marilyn el Ulises de Joyce, Dylan Thomas volvía de su última curda al Chelsea Hotel, Coltrane intentaba llegar con su saxo hasta donde Charlie Parker había comenzado su caída libre, Fitzgerald aconsejaba con su último aliento a Faulkner que huyera de Hollywood, Pollock tiraba pintura como napalm en toda tele que le pusieran adelante, Sylvia Plath despertaba de su primer electroshock y Burroughs le daba un balazo en la frente a su esposa jugando a Guillermo Tell en una pensión mexicana… Creo que ahí empecé a entender la literatura desde adentro, aunque me diera cuenta mucho después”.
“El viejo Faulkner dijo, cuando recibió el Premio Nobel, que el que no puede escribir poesía escribe cuentos, y el que no puede escribir cuentos escribe novelas, o que al menos, ésa era la historia de su vida”.
“Para que se entienda la cepa de mi virus angloamericano, déjenme decir que entre mis experiencias formativas decisivas están el inglés del ruso Brodsky y el inglés del ruso Nabokov. Aunque el inglés de Nabokov me pierde, el de Brodsky me conmueve más, porque es hijo de la austeridad y los obstáculos, y porque viniendo de ahí lograr estar a la par del inglés para mí más hermoso escrito nunca, que es el de la poesía y la prosa de Wystan Auden”.
“Uno va a contar su historia para saber cómo termina. Uno va a contar su historia para saber si su historia vivirá. De eso se trata, en el fondo, todo este asunto: de lograr que cuando uno muera la historia que haya contado siga viviendo”.
“He intentado hacer así mis contratapas en estos ocho años, me gusta imaginar que cada viernes ha sido como una de esas piedras encontradas en la playa y puestas una al lado de la otra a lo largo de los estantes de libros que rodean una mesa donde dos o tres o cuatro personas conversan y fuman y beben y distraídamente manotean alguna de esas piedras y la entibian un rato entre sus dedos y después la dejan abandona entre las tazas vacías y los ceniceros llenos. Y cuando todos se van yo vuelvo a ponerla en la repisa y apago las luces, y mañana o pasado, con un poco de suerte, volveré con una nueva de mis caminatas por el mar”.
MGF
0