El secreto de Dios: la cábala secreta de Diego Maradona en México 86
Historias sobre Maradona hay miles. Millones. De hecho, son tantas que por momentos parecen constituir un género literario aparte. Bien lo reflejan iniciativas como Proyecto Pelusa. Fotos e historias divinamente microscópicas que faltaban por contar de Diego Maradona. Los detalles humanos del mito reflejados en su infinito se vuelven un snack mental delirante para el que scrollea entre testimonios.
Como si fuera un espiral hipnotizante de nimiedades absolutamente relevantes que nos ayudan a descifrar esa obsesión nacional que es y siempre será la figura de Diego Armando Maradona.
Los estudios afirman que, en promedio, los duelos pueden durar entre uno y dos años. Es un standard discutible, como todo standard. Pero de seguro hay algo en la intensidad de los sentimientos en ese primer par de años que dura algo más o menos así.
Nos encontramos entre las fechas que suceden al nacimiento de Diegote, el comienzo del primer mundial sin su presencia efectiva o aguante espiritual y la del segundo aniversario de su muerte.
Es imposible que la idea de Maradona no flote en el aire.
Los increíbles remates de sus camisetas originales o la noticia del retorno al país de su casaca más gloriosa marcan ese pulso generalizado.
Este fenómeno social, de la historia atomizada volviendo todo el tiempo en detalles, es particularmente difícil de llevar para Claudia Villafañe.
Como protagonista necesaria de un enorme porcentaje de estos micro relatos épicos, no todos los memoriza con ese grado de precisión de la gente.
“A mi me encanta. Pero por mi cabeza pasan 700.000 personas, en tantos años… Me suelen preguntar: ¿te acordás que nos vimos, en…”. Y la verdad que no“, contextualiza Villafañe al hablar sobre distintos relatos que de repente se viralizan. ”Yo me acuerdo cuando me encontré con Ricky Martin. Pero a mi me queda. Porque, por ahí, Ricky Martin no se acuerda que se encontró conmigo… y a mí me queda. A la gente yo siento que le pasa eso. Uno ve a alguien famoso, y conocido por uno, y te quedas con eso“, explica.
Así todo, cuando le consulto sobre ese detalle que se asoma en la mano de Dios, sabe perfecto de qué le hablo.
Una cábala secreta, que tuvimos siempre frente a nuestros ojos, pero que sólo Benjamín Agüero, nieto del astro, reparó en ella y por eso la pidió.
Dos pulseras de cuero con colores inyectados que aparecen siempre en la muñeca de Maradona, en la foto que sea del Mundial más recordado de todo argentino o argentina.
En las postales del partido contra Uruguay, la encerrona con Bélgica. En el gol con la mano a los ingleses, o al lado del trofeo anhelado cuando llegó su turno de saber cuánto pesaba.
Siempre las mismas dos pulseras ahí como esperando que las viéramos.
“Y yo a las pulseras las tengo. Porque eran un montón”, detalla Claudia. Se refiere, específicamente, a las pulseras de cuero inyectado que compró en Nápoles en 1986.
Esas que están ahí, en los posters de millones de habitaciones por todo el planeta, pero que no parecían estar diciendo nada. Y lo decían todo.
Las pulseras
El 9 de febrero de 1986, el cometa Halley -que orbita alrededor del Sol cada 75 años en promedio- se pegó una corrida por nuestros cielos.
Una de las cosas interesantes de éste cometa es que, además de ser particularmente brillante, es el único a simple vista que puede aparecer dos veces en una vida humana.
Hay numerosas referencias de sus apariciones, y es por lejos el mejor documentado de todos sus colegas estelares.
Corría febrero de 1986 en Italia, y al sur estaba Miguel, un artesano argentino fanático de los temas espaciales que llevaba más de cinco años viajando por Europa.
Miguel hacía pulseras de cuero decoradas con tinta inyectada. Por lo general, se inspiraba en el espacio a la hora de diseñar sus artesanías.
Las diseñaba en una plancha de cuero metiéndole los distintos colores, luego las cortaba y se las ponía a vender mientras paseaba por los distintos países.
Ese día caluroso estaba trabajando en Nápoles, vendiendo a la calle, cuando vio a lo lejos mucho revuelo.
La gente se agolpaba, gritaba y sacaba fotos.
Miguel no entendía nada.
Del tumulto apareció la figura de una mujer rubia que se abalanzó sobre la plancha de pulseras con fascinación.
La mujer tomó las que pudo, que eran casi todas las que había en el paño.
Pero en el gran manojo que se termina comprando, terminan entrando de regalo dos muy especiales.
Habían pasado unos días nada más desde que aquel mazacote de 15 kilómetros de largo se había acercado nuevamente a la Tierra dibujando el cielo.
Miguel estaba feliz. Se acababa de vender casi toda la producción y le había aparecido una oportunidad laboral. Y ni siquiera se imaginaba que esas pulseras espaciales terminarían efectivamente empuñadas por el mismísimo barrilete cósmico.
Ese que sólo pasó una vez por la vida de algunas personas y dejó una historia con huella eterna.
El artesano
Miguel hoy tiene 75 años. Es un personaje mítico de Chañar Ladeado, Santa Fé. Por ahí se lo puede ver pasear con su parlante bluetooth siempre con música sonando.
Con 6000 habitantes, la comuna se destaca por sus cerdos, que son el orgullo que condujo a que ahí se hiciera la primera Fiesta Nacional del Porcino. Con aires más urbanos que la ruralidad que ahora lo rodea, por ahí se lo ve pasear al Sr. Nicolazzi con los Beatles a un volumen razonable.
“Era un sábado, llegué a la vía comercial de Napoles, donde vendía, más o menos las 11. Llevaba alrededor de una hora laburando ahí sentado, vendiendo muy poco”, cuenta.
Nicolazzi cuenta la secuencia con absoluta naturalidad. “Vi que se amontonó un montón de gente… Yo mientras tanto, como estaba trabajando, no estaba demasiado atento a qué pasaba con el público. La cuestión es que miré y no podía creer. Estaba lleno de personas. Y uno me dice: ‘¿No sabes quién es ésta?’”.
Este hombre se lo preguntaba a una mujer que indagaba sobre sus artesanías.
“Estaba atendiendo a una mujer, que me preguntaba algo. Y el otro de al lado me insiste: ‘Es Claudia, la mujer del Diego’”, recuerda Miguel. “Había una locura en el ambiente terrible. Me compró como 20 pulseritas, y yo le di dos especiales”.
Pero la historia no terminaría ahí. Miguel recuerda que le acercó sus dos pulseras favoritas de regalo: la llamada Energía del espacio y la del cometa Halley.
Villafañe le dio un teléfono para que él la contactara, ya que lo iba a vincular comercialmente para poder vender esas pulseras al por mayor en Roma. Si bien cuenta que después él se distrajo con cuestiones de su viaje personal y nunca pudo concretar aquel llamado, estaba contento porque al menos las pulseras se habían ido en buenas manos.
La de Dios, por lo menos.
Según una regla aún vigente para partidos profesionales, “los jugadores no utilizarán ningún equipamiento ni llevarán ningún objeto que sea peligroso para ellos mismos o para los demás, incluido cualquier tipo de joyas”. Sin embargo, los árbitros hacen casi siempre la vista gorda porque los jugadores suelen utilizarlas, en muchos casos, por superstición o cábala.
Como el Diego, que usó las dos pulseras en todos los partidos, y como Benjamín, el nieto maradoniano que ahora está apurado porque se acerca su viaje a Qatar.
“Él me preguntó si yo tenía esas pulseras de cuero que usaba el Babu. Así, de la nada”, relata Claudia sobre lo que pasó hace unos dos meses.
“Sé muy bien donde están. Estaban en un monedero de recuerdos chiquitos. Junto a las llaves de la puerta de la habitación del ‘86. Las tengo muy guardadas. Hay collares, rosarios. Todo eso lo tengo en un monedero a full y sé que están”, dice e imagino el tesoro.
“Pero entre tanta cosa –hace referencia a estos días tan agitados entre el cumpleaños de Diego, la proximidad del mundial y el segundo aniversario de su muerte- todavía no se las pude buscar”, dice Claudia mientras ve asomarse, cada vez más pronto, el viaje de su nieto a la sede de la próxima Copa del Mundo. La familia de Nicolazzi, el artesano detrás de los amuletos, tiene sus interpretaciones sobre lo que podría suceder.
Entre las muchas fotos que le tomaron a Maradona tras ganar con la selección ese trofeo mundial, hay una donde parece estar señalando –con las pulseras en la mano- hacia una bandera en particular.
Sobre las conclusiones a sacar tras realizar ese ejercicio de buscar la foto de las pulseras y las banderas, quien redacta esta historia prefiere no expresarlas.
Si eso es un mensaje, sólo sabremos en unas pocas semanas.
EF
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