Volver a los 33, el nuevo comienzo del Kun Agüero
En las últimas semanas a Sergio Agüero le pasaron más cosas que a la mayor parte de los seres humanos en el transcurso de toda su vida: ganó su última Premier League con Manchester City, se despidió para siempre del Club con los hinchas en el bolsillo, lloró la derrota en la final de la Champions y firmó contrato con el Barcelona, donde, todo indica, aunque no está confirmado, será compañero de Lionel Messi, que todavía debe decidir su futuro. La del Kun es la épica del pibe sencillo, poseedor, casi involuntario, del “don de tratar muy bien al balón”, al decir de Andrés Calamaro sobre su ex suegro.
El eterno debate sobre Messi y la Selección, dejó en un segundo plano la pregunta sobre el Kun. En un principio se podría asegurar, por sus condiciones, que no alcanzó el nivel que tuvo en los clubes. Dicho esto, Agüero es el tercer goleador histórico de la Selección, con 41 tantos. En ese ranking también aparecen Messi (primero, con 70) y Gonzalo Higuaín (sexto, con 32). Algunos de los otros nombres del top ten son Diego Maradona, Gabriel Batistuta, Daniel Passarella y Leopoldo Jacinto Luque. Sin embargo, el peso histórico que el plantel de Italia 90 obtuvo al instante, a pesar de haber perdido la final con Alemania, no se corresponde al que el público en general le otorga (por ahora) a la Selección del Mundial 2014, que estuvo mucho más cerca de ganar. De todos modos, Agüero, aquejado por lesiones, fue titular sólo en los partidos de primera ronda aunque pateó uno de los penales y entró en la final. En el 2010 jugó todavía menos.
Tal vez una de sus mejores performances haya sido en las Eliminatorias para Brasil, pero -a excepción de cuando se clasifica en el último partido (si es posible frente a Perú)- el hincha promedio suele olvidar rápidamente esta competencia: si no se sufre pareciera que no hay recuerdo.
En la Copa América 2015 fue el goleador del equipo, pero la patología triunfalista -consistente en hacer del repudio por el segundo puesto una experiencia religiosa- borró todo lo bueno. Algo similar sucede con Beijin 2008: Agüero fue figura en la final con Brasil pero el torneo no tiene la suficiente mitología para valorarlo, aunque sí, claro, para sufrirlo, como pasó en Atlanta 1996.
Su desempeño en el partido contra Francia, en Rusia 2018, puede ser representativo: Jorge Sampaoli decidió jugar sin 9, pero lo puso en los últimos minutos y Agüero, tras un centro de Messi, inventó un gol de cabeza que obligó a preguntarse por qué razón un jugador de su categoría estaba en el banco y no era tan requerido. Sin dudas esto obedecía a que Agüero no siempre se destacó en la Selección; también a que las 3 finales perdidas crearon una atmósfera densa y muchos hinchas, en un exceso, llegaron a relativizar la calidad de los jugadores. Se hablaba bastante, en programas de TV y radio, de que esa camada se había alejado de la gente. Tal vez necesitaban otra clase de vínculo, más acorde a la era. El Kun podría ser el ejemplo perfecto: aprovechó la pandemia para mutar en streamer.
Agüero siempre tuvo un tono risueño para contar las cosas, como si a través del filtro de su estado de ánimo, todo el drama del mundo se disolviera. “¿El Kun es jugador? Pensé que era streamer”, es un chiste repetido en los comentarios de sus videos, donde reacciona a sus propios goles, juega al FIFA y es puesto en aprietos por su hijo Benjamín, quien le confiesa en vivo que pensaba que era de River.
Hacer streaming le valió varios cuestionamientos. En el 2017 se lo había señalado porque un choque en taxi le provocó una lesión que lo dejó afuera de las últimas 2 fechas de las Eliminatorias. El problema, en realidad, era que el Kun volvía de asistir a un recital de Maluma en Ámsterdam. Hay un componente militar en el reproche hacia los jugadores de la Selección, como si en vez de jugar al fútbol, estuviesen en la colimba.
El mejor Kun
Se suele decir (lo dijo hasta Alberto Fernández) que “el mejor Maradona” fue el de Argentinos Juniors. Algo similar se puede decir del Kun en Independiente, aunque suene descabellado si se tiene en cuenta su paso por el Manchester City, que no sólo incluyó actuaciones desequilibrantes sino también muchos títulos y récords: es el máximo goleador (260 goles) y el que más títulos ganó en el Club (15).
Las imágenes del gol ante Queens Park Rangers, el día que el City fue campeón después de 44 años, en su primera temporada en el equipo (2011/12), a la distancia se observan como un momento de tinte cinematográfico: ese chico pocos años atrás contaba a la prensa, entre risas, que le había preguntado a Gastón Sessa si estaba loco porque el arquero le había gritado que jugaba bien pero que se tiraba mucho. Cuando llegó al Atlético Madrid tenía 18 años y formó una dupla de referencia con Diego Forlán, pero la idolatría que ganó en la Premier League es irrepetible. De todas formas, dio la impresión, más de una vez, que no congenió del todo con Pep Guardiola. Entre lesiones y covid, perdió el puesto y nunca lo recuperó. A los 33 años la llegada a Barcelona implica un nuevo comienzo. La motivación y el entusiasmo combatirán el shock emocional de la despedida del City y el letargo por una temporada en la que jugó poco y nada.
El reto del fútbol de Europa -más físico y colectivo- lo llevó a comprimir toda su perspectiva de potrero en la picardía para saber ubicarse y resolver en segundos. Es decir, hubo una adaptación (ésa que algunos cracks no quieren o no pueden asimilar) que terminó por reinventarlo en otro. Las ligas de España e Inglaterra limaron sus imperfecciones, lograron, como sucede a menudo, que pasara de jugar a la pelota a jugar al fútbol. Entonces se convirtió en un jugador directo, igual de determinante, pero menos vistoso que ese chico al que la camiseta le quedaba grande, no por carecer de aptitudes, sino por el talle.
“La joya de la abuela juega en la novena” tituló Olé, el 8 de marzo del 2002: todavía faltaba más de un año para que Oscar Ruggeri lo hiciera debutar en Primera División con 15 años. Hasta ese momento el jugador más joven había sido Maradona. En la temporada 2005/06 no fueron pocos los hinchas de otros equipos que veían los partidos de Independiente sólo por su presencia, algo casi en desuso en el fútbol argentino actual, a excepción, tal vez, del Pulga Rodríguez. Y tampoco es que a Agüero le tocó jugar en la mejor época, simplemente le tocó ser la última perla de un collar integrado por los genios de la historia de Independiente. Pero los tiempos habían cambiado: si Ricardo Bochini jugó toda su carrera en el Club, Agüero duró poco más de 3 años en Primera y no ganó títulos.
Por esa sencillez sofisticada para que cada gol tuviese la definición más justa posible, César Luis Menotti fue el primero que lo comparó con Romario. Si se observan los goles de aquella etapa temprana -casi todos golazos, como los de los resúmenes de Enzo Francescoli o Juan Román Riquelme- se advierte la pérdida de libertad que sufrieron los jugadores, especialmente los talentosos, en los últimos 15 años.
Tal vez el verdadero protagonista de la mejor anécdota que involucra a Messi sea Agüero. Los dos la contaron varias veces y cuando lo hacen parecen felices de haberla vivido. En el contexto del Mundial Sub-20 del 2005, en Holanda, y durante un almuerzo en la concentración, Agüero le preguntó a Messi quién era y cómo se llamaba. Los jugadores que lo rodeaban no lo podían creer: aunque, por supuesto, Messi no significaba lo mismo que ahora, el año anterior se había organizado un amistoso contra Paraguay con la sola intención de que debutara con la Sub-20 y no se lo llevaran a la Selección de España.
Si esta historia tuviese un significado más profundo se podría decir que a Messi, al revés de lo que le sucedería a muchos de su linaje, le gustó ser “desconocido” y que la base de la amistad se basa en el trato de pares. En la perdurabilidad de esa química en la cancha, que de alguna manera es volver al principio, está la apuesta de los dos para afrontar los últimos tramos de sus carreras.
MZ
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