El barrio donde cerraron tres de cuatro comedores: “Todo el día hay vivos en Facebook de gente vendiendo ropa usada por $2.000”
Una vía de tren en uso, al filo de la cual circulan autos entre tierra y barro, separa el helipuerto de la gobernación bonaerense y el Espacio Comunitario Comedor Plurinacional, que la organización social Libres del Sur, opositora a este gobierno y al anterior, tiene en el barrio José Luis Cabezas, en Ensenada, Gran La Plata. Hasta el año pasado, el comedor funcionaba tres veces por semana y repartía cada vez entre 90 y 100 raciones. Con la llegada al poder de Javier Milei y su ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, este y otros centros dejaron de recibir comida con la excusa de que eran administrados por “gerentes de la pobreza”. El Plurinacional, que conduce la inmigrante peruana Ana Paola Estibur, primero redujo sus operaciones a un día semanal, con los alimentos aportados por la provincia de Buenos Aires, y ahora abre lunes y miércoles gracias a las donaciones que consiguieron sus organizadoras, vecinas del barrio. Entregan 130 raciones cada vez, en ollas que las familias dejan a las 9 y recogen al mediodía.
“También hacemos finanzas para comprar comida”, cuenta Ana Paola. ¿Qué son las finanzas? “Preparamos comida para vender o para rifar”, responde. Hasta el año pasado había cuatro comedores en el barrio Cabezas, pero los otros tres cerraron por la decisión de Pettovello de dejar de usar los movimientos sociales como “intermediarios” y utilizar otros, aunque en menor cantidad, como iglesias católicas y evangélicas o la Fundación Conin, de Abel Albino. Entre los cuatro centros antes se podía comer gratis de lunes a sábado. Ya no. Mientras, la pobreza subió del 45% al 55% en el primer trimestre del gobierno de Milei, según la base de datos del Instituto de Estadística (Indec), no muy lejos del récord de 57% que se batió en la crisis de 2002.
“Muchos niños quisieran recibir merienda, leche y galletas, pero ahora no podemos. No sabemos qué decirles, es muy triste. Muchos comen una vez al día”, lamenta la encargada. “No podemos atender a todo el barrio. A veces vienen con la olla a las 11, pero no hay más. No saben qué hacer. Por más que subieron la AUH (asignación universal por hijo) y la Tarjeta Alimentar, los precios subieron y en una semana se gastan todo. Les sacaron el plato de comida. O comen o se compran algo, no un lujo, una campera para los chicos, que andan desabrigados en invierno. Yo misma pienso si comprar unas zapatillas o una camperita o dejarlo para la comida o algún remedio. Ya no tenemos derecho a tomar un helado o una gaseosas y los niños no lo entienden”, cuenta esta madre de cinco hijos, el menor de 7 años, el mayor de 27, también cooperativista pero que complementa con changas.
El Plurinacional fue uno de los miles que aparecieron en la lista de los supuestos comedores fantasma. Pero funciona. Ya no cocinan aquí ocho mujeres sino cuatro. La mitad dejó de venir porque el Gobierno eliminó la contraprestación que en teoría se exigía a cambio de cobrar los $78.000 del desaparecido Potenciar Trabajo, cuyo presentismo controlaban las “orgas”.
El plan fue reemplazado por otros dos con el mismo subsidio y sin intervención de los llamados piqueteros: el Acompañamiento Social y el Volver al Trabajo. De las seis mujeres que barrían el barrio con la pechera de Libres del Sur quedaron cuatro. Se nota la menor limpieza en estos andurriales por donde nunca pasan los barrenderos municipales. “Quedamos las que nos gusta el trabajo social, porque vemos que es necesario”, justifica Ana Paola. “Yo antes del Potenciar ya lo hacía. Y vamos a seguir trabajando para que este gobierno vea lo que hacemos. Si no nos organizamos, van a pasarnos por encima.”
“Acá nos visitaron los de Capital Humano para hundirnos, para decir que éramos un comedor fantasma, fue una gran mentira. Ellos nunca fueron pobres. Hay vecinos que les creen y piensan que nos aprovechamos de la pobreza, que somos chorros, pero nunca nos dieron un peso. Y los que vienen a comer acá estaban enojados con que nos dijeran fantasmas, nosotros estamos desde la pandemia”, cuenta esta peruana de 49 que llegó a los 33 a la Argentina. “También se enojaron los donantes, que son de la Facultad de Humanidades”, se refiere a la sede de la Universidad Nacional de La Plata que también está al otro lado de la vía.
Hasta el año pasado había trabajo pero mal pagado. Ahora hay menos trabajo y menos paga. “Algunas salen a limpiar casas en Berisso, otros buscan trabajo de construcción o pintura, pero hay gente sin nada porque la clase media no puede construir, se la guarda para poder comer.” Su marido es albañil, pasa presupuestos, pero a veces no lo eligen porque escogen al más barato. Pasó de emplearse los cinco días hábiles a dos o tres por semana. “Hay cada vez menos changas. Algunos van a la plaza a vender ropa usada o hacer truque. Todo el día hay vivos en Facebook de gente vendiendo ropa usada por $2.000. Empezaron en la pandemia, pero ahora hay todo el tiempo. Veo más pobreza, más personas a las que no les alcanza, pasan del teléfono por mes al prepago, ya no se dan el lujo de ver Netflix. Hay que achicar porque todo pasa por la comida. Muchos se endeudan y ganan para pagar.”
En estos 16 años que lleva en la Argentina, desde la crisis mundial de 2008, nunca estuvo peor. “No vuelvo a Perú porque me acostumbré a estar acá, acá nosotros luchamos por una causa justa. No me parece dejar. Además, allá lo que trabajas lo gastas en el día. Trabajas ocho horas sólo para comer. No ahorras, no compras nada. Solo puedes sacar crédito, pero después no sabes de dónde sacar para pagarlo. Todo es importado, cerraron las fábricas. Sólo hay trabajo informal en los mercados”, cuenta esta oriunda de Lima.
“Hay quienes siguen bancando a este gobierno”, admite Ana Paola sobre algunos vecinos. “Pero hay arrepentidos, gente que votó con odio. Muchos jóvenes pensaban que iba a cobrar en dólares, a pesar de que les decíamos... Ahora ganan cada vez menos y muchos vienen a comer acá. Dicen que Milei los engañó: no cobran en dólares y puso a los mismos tipos de antes”, se refiere a altos funcionarios del gobierno de Mauricio Macri como Luis Caputo, Federico Sturzenegger o Patricia Bullrich o otros del de Alberto Fernández como Guillermo Francos. “Nosotros los cargamos”, se sonríe. “Otra compañera de Libres del Sur lo votó, pero ahora no le alcanza su sueldo de cajera en un supermercado chino para pagar el alquiler. Le van a prestar una vivienda.”
AR/DTC
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